LA DISCOTECA de Sonia López Souto
Había estado trabajando todo el día como un loco y lo que menos me apetecía en ese momento era salir de fiesta con mis amigos. Pero sabía lo persuasivos que podían llegar a ser. Prueba de ello era que me encontraba bailando, sin ganas, en una discoteca a altas horas de la noche.
Estaba aburrido, cansado y enfadado. Y mis amigos no dejaban de fastidiarme con sus bromas y sus intentos de emparejarme con alguna de las muchachas que se arremolinaban a nuestro alrededor. Mejor me hubiera sido quedarme en casa.
Entonces, alguien chocó contra mi espalda. O yo choqué contra la suya. No recuerdo bien como sucedió porque desde el instante en que mis ojos se posaron sobre ella, ya no pude apartar la mirada.
-Lo siento - la oí murmurar con la voz más increíble que había escuchado jamás.
-Culpa mía - logré decir, dedicándole mi mejor sonrisa.
Se ruborizó y me resultó realmente encantadora. Estaba claro que no era inmune a mis encantos. No se puede decir que llame demasiado la atención, pero conozco mis puntos fuertes y mi sonrisa es uno de ellos.
-Me llamo Rober - le tendí la mano.
-Dulce - dijo ella tendiéndome la suya.
Un nombre perfecto para ella. Le tomé la mano y la acerqué a mis labios. Su rubor se intensificó cuando se la besé. Dulce como su nombre.
-¿Te apetece tomar algo? Yo invito - le ofrecí - Es lo menos que puedo hacer por haberte golpeado.
-Fue culpa mía.
No le di tiempo a negarse, porque sabía que lo haría. Parecía lo suficientemente cohibida como para querer escabullirse y yo deseaba continuar junto a ella.
Con su mano todavía en la mía, la llevé conmigo hacia la barra. Pedí una cerveza para mí y ella insistió en agua sin gas para ella. Al parecer no bebía alcohol. Dulce, pensé una vez más.
Cuando logré que perdiese un poco la vergüenza, hablamos de nosotros. Mi trabajo, sus estudios, los amigos de ambos. Era fácil hablar con ella. Y muy estimulante.
Perdimos la noción del tiempo y el amanecer nos descubrió todavía juntos, ajenos al resto del mundo. Ni siquiera habíamos tomado nuestras bebidas.
-¿Podría llamarte algún día? - le pregunté cuando ya se iba con sus amigas, ansioso por poder verla de nuevo.
No dijo nada, sólo sonrió. Se acercó a la barra y habló con el camarero. No podía ver lo que estaba haciendo pero al girarse de nuevo hacia mí, me tendió una nota. Me besó en la mejilla y se fue con sus amigas, dejándome inmóvil y con la nota sujeta firmemente en mi mano.
Cuando abrí el papel, vi un número de teléfono. Sonreí como un tonto enamorado. Sí, eso era. Un tonto enamorado
Yo quiero una historia asi!!!!!!!! Algunos dicen que eso es suerte pero yo digo que cualquier evento influye en nuestras vidas para dar paso a los mejores encuentros que podamos tener
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