PÁGINAS

miércoles, 24 de junio de 2020

FRAGMENTO: Cita a ciegas





Capítulo 1



Ellie
Me detuve en medio del aula de infantil, viendo los números y letras de brillantes colores de la pared, las pequeñas mesas y sillas distribuidas en grupos alrededor de la clase, y el gran escritorio que había ante la pizarra.
—Esta es tu aula. Puedes cambiar lo que quieras. Pero recuerda, no tenemos fondos para eso, así que tendrás que usar lo que haya aquí o tu propio dinero.
Me volví hacia la señora Snyder, la directora de la Escuela Primaria Waller, y sonreí.
—Está bien así.
Estaba más que bien. Aquella sería mi primera clase propia. Los niños se habían ido ya a casa porque había comenzado su fin de semana, pero el olor de los materiales de arte y de zumo llenaban el aire. Mi clase. Estaba mareada con la idea.
Obtuve mi título en Educación hace un año, pero en mi ciudad natal, en Illinois, solo lograba trabajos como maestra sustituta. Hace dos semanas, dejé Illinois para venir a una Florida mucho más cálida gracias el estímulo de mi mejor amiga de la universidad, y ahora estoy a punto de empezar mi carrera como maestra titular.
Parece cosa del destino. Como estábamos en abril, esperaba encontrar algo temporal mientras buscaba algún puesto de maestra para otoño. Sin embargo, aquí estoy, en mi aula, para ocupar la plaza de una compañera que va a tener un hijo y que prefiere dedicarse a ejercer de ama de casa, por lo que no volverá al trabajo. Estoy tan contenta que tengo ganas de bailar de felicidad, pero me contengo. No quiero que la directora piense que soy un bicho raro.
—Asegúrate de revisar el manual de política y procedimiento del centro. En la escuela Waller nos tomamos las reglas muy en serio.
—Sí, lo leeré otra vez.
—Creo que te irá bien enseñando aquí, pero eres joven, y algunos padres pueden tener algunas preocupaciones al respecto.
—Entiendo. Haré todo lo posible para demostrarles que sé lo que hago.
La señora Snyder sonrió como si pensara que no sabía en qué me estaba metiendo.
—Además, tenemos una política estricta sobre las relaciones, más allá de la amistad, con otros empleados. Y no debe haber absolutamente ninguna relación con los padres.
Asentí con la cabeza, pero mi mente volvió a mi aula y me imaginé enseñando a mis alumnos. Después de todo, soy una profesional, y nunca cruzaría la línea con un padre o un compañero de clase.
—Como dije, eres joven y muy bonita, y algunos de nuestros profesores y padres solteros, o tal vez incluso algunos de los casados, podrían interesarse en ti.
—Eso no será problema. —Hice caso omiso a esa idea. No soy del tipo de chica a la que los hombres se le lanzan encima, como la señora Snyder parecía sugerir. No es que sea poco atractiva, porque creo que soy mona, pero me sobran unos kilos, y para algunos tíos, eso rompe todo el encanto. Me imagino que aquí, en Florida, será aún peor porque la mayoría de las mujeres que he visto son delgadas, están bronceadas y tienen el pelo aclarado por el sol. En cambio, yo soy justo lo contrario, pero en Illinois, en invierno, no me apetecía pasar mucho tiempo fuera de casa porque hacía un frío glacial, y mis kilos de más me mantenían más calentita, por lo que no me venían tan mal, ¿no?
—Entonces nos veremos el lunes, temprano. La señora Keener, la sustituta de esta semana, dejó el temario de lecciones en el escritorio por si quieres llevártelos a casa el fin de semana.
Asentí con un gesto.
—Sí, me gustaría ver qué están dando los niños.
Quince minutos después, tenía los papeles en el bolso e iba en el coche, camino de mi apartamento; encontrarlo fue otro evento fortuito. El complejo estaba en la playa pero el que compré era asequible. Probablemente era más barato porque daba a la piscina y no a la playa, y porque necesitaba una pequeña reforma. Pero aún así, no podía creer la suerte que tuve al conseguir una ubicación tan buena. Era como si Dios me sonriera. Esperaba que siguiera haciéndolo en mi cita a ciegas de esta noche.
La única faceta de mi vida en la que no había tenido suerte era en la amorosa. Tal vez porque había estado tan concentrada en los estudios, y trabajando para pagarlos, que no tenía tiempo para salir con nadie. Por lo que a los veintitrés años, todavía no me había acostado con ningún chico, y estaba lista para perder la virginidad.
No es que no hubiera tenido oportunidades. Ni tampoco que me estuviera reservando para el hombre de mi vida, o el matrimonio. Más bien era virgen porque no había conocido a nadie que me excitara tanto como para irme a la cama con él. No creía que necesitara estar locamente enamorada para acostarme con alguien, pero al menos debería gustarme y sentirme sexualmente atraída por él. Así que dejé que mi mejor amiga, Ángela, me concertara una cita con la esperanza de que me ayudara a completar lo último de mi lista de deseos para empezar una nueva vida.
Mientras me duchaba, me preguntaba cómo sería él. Esperaba que se pareciera al chico guapo que había visto a veces en la piscina con su hija. Era exactamente como esperaba que fueran los hombres de Florida; pelo oscuro, aclarado por el sol, y piel bronceada sobre músculos definidos. Era sexy y tenía que saber cómo complacer a una mujer. Era padre, así que tenía las habilidades necesarias para hacer un niño.
Yo soy maestra, pero en este caso, me encantaría ser su alumna mientras me enseñara los placeres que un hombre y una mujer podían darse el uno al otro.
Pasé mis manos por mis pechos e imaginé que eran las suyas las que los ahuecaban y masajeaban. Cerré los ojos y me pellizqué los pezones, simulando que sus labios los chupaban. Pequeños chisporroteos de placer se acumularon entre mis piernas. Me pregunté cómo sería si él se deslizara dentro de mí.
No había planeado masturbarme, especialmente porque no disponía de mucho tiempo para prepararme para la cita. Sin embargo, las imágenes de mi sexi vecino me hacían sentir caliente y mojada. Alcancé mi vibrador de la canastilla que tenía al lado de la bañera y me lo pasé entre los pliegues. Dejé que Ángela me convenciera para depilarme mis partes íntimas. Solo me atreví a hacerme la línea del bikini, aunque no planeaba ponerme en bañador y mucho menos en bikini, a pesar de que ella me instó a que lo comprara.
Ángela fue más valiente, ya que se hizo la depilación brasileña.
—No puedo esperar a que Rick me vea así —me dijo entonces.
Intenté no poner los ojos en blanco. Todo lo que había oído desde que conoció a Rick hace un par de meses era lo genial que era en la cama. Me alegré por ella, por supuesto, pero después de un tiempo, solo podía asumir cómo y dónde lo hacían, sobre todo porque yo todavía era virgen.
Esta noche, finalmente, conocería a Rick, y a uno de sus amigos. Con suerte, además, descubriría de qué va todo eso del sexo. Hasta ahora, mis únicas experiencias han sido con mis manos y con Fred, mi vibrador.
El zumbido del juguete golpeó mi clítoris, y mi aliento se quedó atrapado, empujando mi mente de vuelta al hombre de la piscina. En mi mente, sus manos estaban sobre mí, sus labios chupando mis duros pezones, y su cálida polla buscando la entrada de mi cavidad. Empujé a Fred en mi coño. No tenía mucho tiempo, así que lo empujé profundamente y aumenté la vibración.
Jadeé mientras mi placer aumentaba. Mi coño se contrajo en respuesta. Moví a Fred dentro y fuera, dentro y fuera, según la necesidad enroscada más y más fuerte. Apreté uno de mis pezones y aumenté la vibración a un nivel alto. En un instante, un orgasmo se disparó a través de mí, irradiando desde mi núcleo.
Apagué el vibrador y lo lavé. Los orgasmos me resultaban bastante placenteros, pero no tan espectaculares como decía Ángela. Una parte de mí se preguntaba si no me pasaría algo raro. ¿Qué ocurriría si al acostarme con un hombre el sexo fuera como esto, placentero pero no demoledor?
Aparté mis preocupaciones y me preparé para la noche. Me puse un vestido rosa oscuro que acentuaba mi atractivo más fuerte: mis pechos. Era un poco ajustado de caderas, pero Ángela insistió en que a los hombres les gustaba eso. Esperaba que tuviera razón.
Dejé mi pelo oscuro en ondas largas, otra cosa que Ángela insistía en que a los hombres les gustaba. Me maquillé, pero no mucho. Sobre todo me puse colorete, rímel y brillo de labios.
—Espero que le guste, señor Cita a Ciegas. —Me miré en el espejo, preguntándome en qué me había metido. Era una chica inteligente, no necesitaba a un tío para satisfacerme. Me reí de mí misma—. No lo necesitas para satisfacerte, Ellie, solo lo necesitas para llenarte. —Resoplé mi propia insinuación.
Conduje hasta el restaurante y me dirigí al bar donde iba a reunirme con Ángela, Rick y mi cita misteriosa.
—Oye, estás fantástica —me saludó Ángela con un abrazo—. Ellie, este es Rick. Rick, ella es mi mejor amiga de la universidad, Ellie.
Le estreché la mano.
—He oído hablar mucho de ti.
—Lo mismo digo —exclamó.
Tuve que admitir que Ángela eligió un novio guapo. Esperaba que eso fuera un buen augurio para su amigo. Sus ojos miraron detrás de mí.
—Y aquí está Will.
Me volví con una sonrisa, los dedos cruzados y el corazón palpitando con lujuria. Al principio, mi sonrisa fue vacilante, y luego plena. El amigo de Rick era mi vecino sexi.
¡Oh, Dios mío!





Capítulo 2



Will
Me preguntaba qué diablos hacía aceptando una cita a ciegas cuando entré al restaurante. No era como si no pudiera echar un polvo si quería. Pero a diferencia de Rick, no estaba en posición de vivir como un playboy de playa. Tenía una hija de cinco años, y ella estaba antes que todo, incluyendo mi libido.
Me sorprendió un poco que me pidiera acudir a esta cita. Conocía mi postura. No era como si él y yo saliéramos de bares. Cuando quedábamos, normalmente hacíamos kitesurf o snorkel, no íbamos de bar en bar en busca de ligues.
—Ángela quiere presentarme a su amiga —me dijo—, y eres el único que conozco que estoy seguro de que tratará bien a esa chica. No confío en que Kirk o Danny no se porten como unos completos idiotas.
Tuve que reconocerlo. Kirk y Danny eran unos tíos divertidos, pero también un poco capullos cuando se trataba de mujeres.
—Además, por lo que dice Ángela, puede que tengas suerte.
No quería tener suerte. Contaba con mi mano para cuando necesitaba el estallido de un orgasmo. Mi vida se basaba en intentar ser un buen padre y trabajar para compensar el hecho de que la madre de mi hija la abandonara. Cuando necesitaba estar con una mujer, iba a uno de esos locales turísticos, normalmente con Rick, y ligaba con alguna chica que estaría en la ciudad solo una semana. Aunque, por supuesto, desde que mi amigo conoció a Ángela, no lo habíamos hecho.
Intenté negarme a lo de la cita, pero mi pequeña, Mollie, pasa el fin de semana con mis padres. Ellos siempre dicen que es para darme un respiro, pero yo sé la verdad. Les encanta mimarla y no les culpo. Es una niña adorable. A veces no puedo creer que haya creado algo tan maravilloso como Mollie.
Sin Mollie, no me quedaba ninguna excusa para rechazar la propuesta de Rick. Así que, aquí estoy, entrando en este ruidoso local, para ayudar a mi amigo a conseguir puntos con su chica. ¡Las cosas que uno hace en nombre de la amistad!
Me preguntaba cuánto tiempo tendría que entretener a esa chica hasta que pudiera irme. Entonces vi a la mujer que estaba frente a Rick y, de repente, esta cita no parecía tan difícil después de todo.
Era mi nueva vecina, y aunque no nos habíamos presentado, la conocía íntimamente ya que era la atracción principal de mis masturbaciones matinales en la ducha. Tenía unos pechos espectaculares, que ahora resaltaban en toda su gloria con un vestido rosa que también acentuaba sus caderas. ¿Rick me había dicho que era posible que tuviera suerte con ella?
Enseguida aparté ese pensamiento. Por un lado, me pondría al mismo nivel que Kirk y Danny. Segundo, era mi vecina, lo que significaba que la vería después de esta noche. Mi primera regla cuando decidía estar con una mujer era que debía ser alguien a quien no volvería a ver. No tenía tiempo para relaciones, ni deseaba que me destrozaran el corazón otra vez. Además, tenía que pensar en Mollie. No podía dejar que una mujer entrara en nuestras vidas para desaparecer después, como hizo la madre de Mollie.
Joder. Era frustrante porque al acercarme a mi vecina, vi su pelo largo, oscuro y ondulado, y me picaba los dedos por tocarlo. Y sus brillantes ojos azules, a menos que me equivoque, no solo me reconocieron sino que también les gustó lo que vieron. Mierda.
—Hola, colega. —Rick me dio una palmada en la espalda—. Esta es mi chica, Ángela y su amiga, Ellie.
Estreché la mano de Angela.
—No puedo creer que aguantes a este tío.
Ella sonrió.
—Es bueno en la cama.
Rick sonrió.
—Gracias, nena.
Dirigí mi atención a mi vecina.
—No nos hemos presentado formalmente todavía.
—Cierto, eres del 2B. —Nos dimos la mano. Su tacto era suave y sus dedos largos, no pude evitar que la imagen de cómo se verían envueltos alrededor de mi polla se colara en mi cerebro.
—Me llamo Will.
—¿Os conocéis? —preguntó Ángela con una mirada inquisidora a Ellie.
—Somos vecinos —dijo esta.
La sonrisa de Ángela era amplia y sabia. Me hizo preguntarme si Ellie se habría fijado en mí como yo en ella y si se lo habría contado a su amiga.
—Genial —dijo Rick.
En ese momento llegó el camarero para acompañarnos a una mesa donde pedimos unas bebidas.
—Así que... —Los ojos de Ángela brillaban cuando miraba a Ellie—. Qué casualidad que seáis vecinos.
Ellie le lanzó a su amiga una mirada que parecía decir «no me avergüences». Una vez más, me pregunté si Ellie se había fijado en mí. ¿Estaba yo protagonizando sus fantasías como ella protagonizaba las mías?
—Lamento no haberme presentado antes —le dije—. Supongo que debería haberte dado la bienvenida. —Yo quería hacerlo, pero mi regla de no mantener relaciones me detuvo. Ellie no parecía el tipo de chica que tenía aventuras de una noche.
—He estado ocupada. Y tú también. Eres padre, ¿no? —Ella sonrió, y yo tuve el impulso de besarla.
—Sí.
—Mollie es genial. ¿Ya la has conocido? —le preguntó Rick.
Ellie sacudió la cabeza.
—No. Mi apartamento da a la piscina, así que los he visto allí juntos—. Se volvió hacia mí—. ¿Tu casa tiene vistas a la playa?
—Sí.
El camarero trajo nuestras bebidas, pero no estábamos listos para pedir la cena todavía.
—Trabajas en casa, ¿no es así, Will? —me preguntó Ángela—. ¿Eres traficante de drogas?
Ellie se ahogó con su bebida y yo me acerqué para darle una palmadita en la espalda, que estaba desnuda y caliente.
—Cariño, ya te lo dije, es escritor. —Rick puso los ojos en blanco.
No pude evitar preguntarme si la idea del narcotráfico vino de Ellie. Mucha gente trabajaba desde casa, pero para algunos, era todavía una idea extranjera y a menudo más asociada con las mujeres. Probablemente se preguntaba cómo un hombre de veintitantos años se podía permitir vivir en una casa con vistas a la playa. Aunque, ¿qué clase de padre sería un traficante de drogas?
—¿Sobre qué escribes? —Ellie se recompuso. Aún así, dejé mi brazo en el respaldo de su silla, tocando suavemente su espalda.
—Cosas de marketing sobre todo. Cartas de ventas, artículos de relaciones públicas, cosas así.
—¿Pagan bien? —se interesó Ángela. Parecía una pregunta para indagar si podía permitirme el cuidar de su amiga, lo que equivalía a echar un cubo de agua fría sobre la atracción que sentía. ¿Me gustaría follarme a Ellie? Sí. Pero no iba a casarme con ella.
Quité mi mano de la espalda de Ellie y cogí mi copa.
—Lo bastante bien como para mantenernos a Mollie y a mí.
—¿Qué tal si pedimos la cena? —preguntó Rick.
La velada fue agradable, pero también frustrante. Ellie no solo era hermosa y sexy, sino también inteligente y divertida. Me estaba costando recordarme que no debía tocarla.
—¿Qué os parece si damos un paseo por la playa? —propuso Rick después de que pagáramos la cuenta.
—Me encantaría. —Ángela miró a Rick y me pregunté si mi amigo sabía o le importaba que ella estuviera tan enamorada. ¿Él sentía lo mismo? Tendría que advertirle sobre los peligros de entregar su corazón a una mujer.
—¿Y vosotros? —Rick rodeó con el brazo a Angela.
Miré a Ellie.
—¿Un paseo?
Ella asintió.
—Es una bonita noche para ello.
Nos dirigimos a la playa y empezamos a caminar juntos, pero no pasó mucho antes de que Rick y Ángela se quedaran rezagados.
—Deberían buscarse una habitación. —Ellie miró hacia atrás donde Angela y Rick se besaban como locos. Rick apretaba el culo de su chica, mientras esta rozaba su pelvis contra la de él. Ellie se volvió hacia mí y me dijo—: Parece agradable.
Entendí que quería asegurarse de que Rick no le haría daño a su amiga. Asentí con la cabeza.
—Lo es.
Empezó a caminar de nuevo, y yo me uní a ella, manteniendo el paso.
Finalmente, me dijo:
—Gracias por acudir a la cita. Es vergonzoso que te hayan engañado, pero me alegro de que hayas venido.
—He disfrutado de la noche. Aunque no estoy seguro de por qué tendrían que haberme engañado.
Se detuvo y me miró con ojos escrutadores.
—¿Qué? —pregunté.
—Estoy tratando de decidir si eres sincero.
Sacudí la cabeza.
—Por supuesto que sí. ¿Por qué no iba a serlo?
Miró hacia abajo y luego hacia el agua. El viento le apartó el cabello de la cara, mostrando aún más esos preciosos ojos y sus labios carnosos.
Cuando me di cuenta de que no había contestado, pregunté de nuevo:
—¿Por qué crees que no soy sincero?
Ella se rio suavemente.
—No soy la clase de mujer a la que los hombres persiguen.
—Mentira.
Se sacudió y me miró.
—Soy un hombre, y estoy aquí contigo. —No debí haber dicho eso, pero no podía entender cómo pensaba que no era atractiva.
Sonrió y se volvió al agua.
—He sido tu vecina desde hace casi dos semanas y no te habías fijado en mí.
—Y otra mentira más. Sí lo hice. Te lo dije cuando nos presentaron esta noche. —Si supiera cuánto y cuánto esperma he tenido que limpiar de la pared de la ducha después de fantasear con ella.
—Ya sabes lo que quiero decir.
Inspiré hondo y me uní a ella para mirar el agua. Había algo en el mar que me calmaba y tranquilizaba. No podía culpar a mi hija por querer ser una sirena cuando creciera.
Mientras veía las olas en la orilla, sabía que debía guardar para mí los pensamientos que tenía sobre Ellie. Después de todo, no podía involucrarme con esta mujer, aunque mi cuerpo me suplicara conocerla.
—Estoy segura de que Ángela te contó mi... situación.
—¿Eh? —Me recordó lo poco que entendía de las mujeres y la forma en que hablaban en clave.
—Que nunca he... ya sabes...
—No, no lo sé. —¿De qué demonios estaba hablando?
—Que no he estado con un hombre.
Mi mente se llenó de todo tipo de pensamientos. Primero, no entendía cómo ningún hombre la había tocado. ¿Qué coño les pasaba a los tíos de Illinois? Luego, imaginé lo increíble que sería follar con una virgen. Finalmente, pensé en que no podía tocarla porque una mujer que esperó tanto para tener sexo debía estar reservándose para alguien importante, y ese nunca, nunca sería yo.
De alguna manera, encontré mi voz y pregunté:
—¿De eso va lo de esta noche? ¿Quieres perder tu virginidad? —Incluso cuando esas palabras salieron de mi boca, no podía creer que las hubiera dicho. Estaba pensando en ayudarla.
—No específicamente.
—¿Qué significa eso? —¿Por qué las mujeres no pueden ser más directas?
—Significa que estoy abierta a lo que pueda surgir, pero no estoy dispuesta a acostarme con cualquiera.
—Comprendo. —Aunque no lo hacía—. ¿Por qué no lo has hecho antes? No me dirás que no has tenido oportunidades.
Sus ojos eran suaves y dulces al mirarme, como si hubiera dicho algo que la hiciera sentir bien.
—He tenido oportunidades, pero no las he sentido, ¿sabes?
—¿No te gustaban ellos o no te sentías excitada? —Esto sí lo entendí. No se necesita mucho para que a un hombre se le levante. Las mujeres parecían necesitar un poco más.
Ella asintió con la cabeza. Al menos tenía algún tipo de estándar. No había tenido sexo solo para quitárselo de encima, sino que lo quería con alguien que le atrajera.
—Entonces, ¿no estás esperando al hombre de tu vida?
Resopló, y luego pareció horrorizada por haberlo hecho. Era adorable.
—No. No se trata de ninguna razón moral o religiosa.
Inspiré hondo y traté de convencerme de que no me hiciera la siguiente pregunta, sabiendo que iba a fracasar.
—¿Tú…?
Un leve rubor en sus mejillas me dio la respuesta. Aún así, quería oírla.
—No dejaría pasar la oportunidad si eso es lo que estás preguntando.
Mi polla, que ya estaba semidura, saltó atenta.
—Pero, no tienes que hacerlo solo porque sientas pena por mí o porque tu amigo te haya tendido una trampa. Estoy segura de que no soy tu tipo.
—Necesitas controlar mejor tu sex-appeal, Ellie. —Al arriesgarme, me acerqué a ella. Tomé su mano y la presioné contra mi ingle. El calor se encendió en sus ojos, aunque no se apartó.
—Ves, eres mi tipo. —Me incliné más cerca.
—¿Adivina quién ha participado en mis sesiones de masturbación desde que te mudaste?
Su aliento se aceleró.
—¿Yo?
—Así es. Y joder, sí, me encantaría ayudarte a perder tu virginidad, sin embargo, hay una cosa que debes saber de mí.
Tragó saliva y sus ojos estaban muy abiertos, como si estuviera un poco aturdida.
—No mantengo relaciones serias. Podemos ser amigos y follar, pero no puedo ofrecerte más. Quiero que lo sepas.
Ella asintió.
—Lo entiendo.
La miré fijamente.
—¿Es eso un «lo entiendo, no, no perderé mi virginidad contigo» o es un «lo entiendo, fóllame»?
Volvió a tragar con fuerza.
—Fóllame.





Capítulo 3



Ellie
No me jodas. ¿Yo dije eso? ¿Voy a hacerlo? Aunque soy virgen, nunca me consideré una mojigata. Dicho esto, siempre pensé que ese tipo de lenguaje era un poco vulgar, reservado para las películas porno. Empezaba a pensar que estaba equivocada porque cuando Will lo propuso, una emoción recorrió mi cuerpo y mis bragas se humedecieron. Y cuando le contesté, me sentí extrañamente fortalecida.
Ángela y Rick habían desaparecido, y supuse lo que estaban haciendo. Imaginé, además, que pensaban que estaría bien con Will. Así que ahora me dirigía con él a su camioneta para ir hacia el complejo de apartamentos.
—¿Estás bien? —me preguntó.
Asentí con la cabeza, algo nerviosa.
—Sí. Me siento emocionada.
Mostró una sonrisa que hizo que mi corazón se detuviera.
—¿Emocionada de ansiosa, o de cachonda?
—Ambas, supongo.
Él se rio y pensé que el sexo sin compromiso se convertiría en algo tan fácil para mí, como lo era ya para él.
Cuando llegamos a nuestra urbanización, aparcó.
—Probablemente deberíamos hacer esto en tu casa. Te sentirás más cómoda allí.
Asentí con la cabeza y me pregunté si parecía un ciervo asustado ante los faros de un coche.
Salimos del vehículo y me cogió la mano. Me pareció reconfortante. Sabía que esto era solo una aventura más para él, pero parecía entender la magnitud que suponía para mí lo que estábamos a punto de hacer.
Cuando llegamos a mi apartamento, mis manos temblaban tanto que me costó abrir la puerta.
Me quitó las llaves y se apoyó en el marco de la puerta.
—Escucha, si no estás lista...
—Lo estoy.
Me estudió.
—Si en algún momento quieres parar, dímelo.
Miré sus brillantes ojos azules por primera vez desde que le dije que quería que me follara.
—¿No será eso malo para ti?
Me sonrió con dulzura.
—Decepcionante, sí. Frustrante, también. Pero malo, no. Lo entenderé.
Asentí con la cabeza. Supuse que estaba de acuerdo con mi respuesta porque usó mi llave para abrir la puerta.
—¿Tienes vino? —preguntó mientras me cedía el paso. Puede que esto fuera un polvo sin importancia, pero al menos tenía modales.
—Sí. ¿Quieres un poco?
—Claro. Además, puede que te ayude a relajarte.
Eso podría haber sido cierto, pero quería recordar cada instante. No deseaba que el vino empañara mi primera experiencia sexual.
Fui a la cocina a buscar el vino y los vasos. Cuando los serví, volví a la sala de estar pero él no estaba. ¿Se había ido? Vaya, había cambiado de opinión. Claro, cómo no. Era un hombre sexi y viril al que probablemente le gustaban las mujeres que sabían lo que hacían en la cama. Ángela me dijo una vez que los hombres tenían un interés perverso en desflorar a las vírgenes, pero tal vez Will no fuera así.
—¿Will?
—Aquí.
Su voz vino de mi dormitorio, enviando otra llamarada caliente a través de mi cuerpo. Fui a mi habitación y lo encontré a los pies de mi cama.
—Solo quería saber con qué íbamos a trabajar.
Levanté una ceja.
—¿Te gusta? —Era una cama queen size.
Su sonrisa era sexy.
—Será perfecta. Lo suficientemente grande como para moverse de verdad.
Se me secó la boca.
Tomó las copas de vino, vertiendo la mitad de una en la otra. Me dio la más llena y se bebió la otra de un trago.
Di un buen sorbo y esperé a relajarme. Decidí que tendría que beber toda la botella para estar más tranquila porque ahora mismo, todas mis neuronas se estaban disparando. Puso su vaso en mi cómoda y luego tomó el mío e hizo lo mismo.
Se acercó, poniendo su mano en mi cintura.
—¿Qué tal si empezamos con un beso?
Asentí con la cabeza.
Sonrió y luego se inclinó hacia mí. Sus labios eran suaves cuando se encontraron con los míos. El calor húmedo inundó mi centro mientras sus labios se deslizaban por los míos. Su beso fue suave mientras su lengua me urgía a abrir la boca. Sabía a vino y a perfección, y no pude evitar que se me escapara un gemido.
—¿Te gusta esto? —preguntó mientras seguía besándome por la mandíbula.
—Sí. —Luego, queriendo ser una buena anfitriona y amante, le pregunté—: ¿Y a ti?
Se rio contra mi cuello.
—Sí. He querido besarte prácticamente desde la primera vez que te vi.
—¿En serio? —Me resulta difícil de creer.
—Ajá. No voy a quitarte la virginidad, Ellie. Voy a hacerte ver lo sexy que eres. —Sus manos me agarraron los pechos, amasándolos hasta que me dolieron—. ¿Estás preparada?
—Sí, oh, sí.
Sus labios volvieron a capturar los míos, mientras me bajaba la cremallera del vestido. Me deslizó las tiras de los hombros y me lo sacó, al tiempo que yo aguardaba, contra toda esperanza, que le gustara lo que quedaba a la vista. Sus labios se mantuvieron sobre los míos mientras sus dedos hábilmente me desabrochaban el sujetador, quitándomelo y tirándolo a un lado.
—Déjame mirarte, Ellie. —Él se apartó y yo tuve el impulso de cubrirme los pechos, pero encontré el coraje para dejarle mirar. Sus ojos estaban hambrientos mientras tomaba mis pechos. Extendió su mano, tomando un pecho y frotando su pulgar sobre mi pezón enviando una nueva ola de sensaciones entre mis piernas—. Tienes unas tetas fantásticas.
Otra palabra que siempre había considerado vulgar, pero de hecho, ahora, me sonaba erótica.
Se inclinó, poniendo su boca en un pezón y chupándolo.
—¡Oh! —Jadeé mientras el placer se irradiaba por mi cuerpo. Su otra mano jugó con mi otro pezón, y por Dios, pensé que podría tener un orgasmo solo con eso. ¿No sería vergonzoso? Me dolía en todas partes, pero especialmente entre las piernas. Esto es lo que había estado esperando. Que un hombre hiciera que la necesidad de que me tocara superara mis nervios por estar desnuda y vulnerable ante él.
Mantuvo su boca sobre mí mientras me bajaba las bragas. Salí de ellas y me quité las sandalias.
Se echó hacia atrás y me contempló.
—Eres tan sexy…
El calor en sus ojos parecía coincidir con sus palabras, aunque me resultaba difícil de creer.
Le señalé.
—¿No se supone que tú también deberías estar desnudo?
Me dio una sonrisa malvada.
—Es mejor, sí. —Se sacó la camisa por la cabeza y la tiró a un lado. A continuación, extrajo un condón de su billetera y lo tiró en la cama. Luego se acercó a mí—. ¿Y ahora qué hacemos?
No tenía ni idea. Él era el profesor. Aunque no estaba segura de lo que debía hacer, sí sabía lo que quería. Extendí la mano y acaricié su pecho. Estaba caliente y duro. Podía sentir su corazón latiendo.
—Mi polla está incómoda. —Me cogió las manos y las bajó a sus vaqueros.
Me deshice del cinturón y del botón. Le miré a los ojos, sintiéndome un poco insegura.
—Libérame, Ellie. Mira lo que me haces.
Tragué saliva y, luego, le bajé los pantalones y los calzoncillos. Su erección se liberó y yo jadeé al verlo. Era larga, gruesa, dura y tan hermosa que quise arrodillarme y adorarla. Pasé un dedo por encima de ella, viéndola moverse. Entonces una nueva ola de miedo me inundó. ¿Realmente iba a tener eso dentro de mi cuerpo?
Sus manos me agarraron los brazos y me acercaron, su erección me empujó en el vientre.
—Recuerda, solo dime que me detenga si quieres.
—Estoy nerviosa, pero quiero hacerlo.
Asintió con la cabeza.
—Haré que te resulte agradable, Ellie. ¿De acuerdo?
La sinceridad de sus ojos me calmó los nervios.
—Vale.
Me movió suavemente hacia atrás y me tumbó en la cama. Me besó de nuevo mientras su duro y caliente cuerpo me presionaba contra el colchón.
—Si hay algo que te gusta, dímelo —murmuró mientras sus manos se deslizaban hasta mis pechos, seguidas de su boca.
—Eso me gusta.
Chupaba, pellizcaba y amasaba un pecho y luego el otro.
—Me encantan tus tetas, Ellie.
—A mis tetas les encanta lo que estás haciendo. —Me incliné hacia él, olvidando mis inhibiciones. Si iba a acostarme con él, no podía dejar que mis nervios se interpusieran.
Continuó jugando con mis tetas, mientras una mano se deslizaba sobre mi vientre y a través de los pequeños rizos entre mis piernas.
—Estás mojada, Ellie. ¿Es por mí?
—Sí. —Me arqueé de nuevo, queriendo, no... necesitando sus dedos allí.
Frotó mi nubosidad más sensible y la electricidad salió disparada a través de mi cuerpo.
—¿Te has corrido alguna vez?
—Sí.
—¿Te tocas a ti misma, Ellie?
Mis caderas empezaron a balancearse contra su mano mientras mi placer crecía.
—Sí.
—¿Con qué fantaseas cuando te tocas?
Deslizó un dedo por mis pliegues y encontró mi entrada. Alcé las caderas, queriendo que él estuviera dentro para satisfacer mi necesidad.
—En ti.
—¿Te has corrido pensando en mí?
—Sí. Oh...
—Voy a hacer que te corras ahora, Ellie. —Deslizó un dedo dentro de mí. Había hecho eso con mi consolador, pero de alguna manera, el dedo de Will era diez veces mejor. Retiró su dedo.
—Más. Will, por favor.
—Dos dedos entonces —dijo y luego se empujó con ellos en mi interior—. Estás tan jodidamente caliente y apretada, Ellie. No puedo esperar a meter mi polla dentro de ti.
Gemí mientras sus dedos me acariciaban y sus palabras aumentaban el erotismo.
—Ahora —dije—. Lo quiero ahora.
—Córrete para mí primero.
Le miré.
—Pero quiero...
—Córrete ahora, te ayudará cuando te folle. Me aseguraré de que vuelvas a hacerlo.
—¿Dos veces? —Había oído que era posible, pero los orgasmos múltiples no eran lo normal, ¿verdad? ¿Y podría suceder la primera vez? No fui capaz de cuestionarlo cuando me metió los dedos otra vez, y me chupó uno de los pechos, porque todo pensamiento se desvaneció, reemplazado por la más deliciosa sensación.
—Oh... sí... sí...
Sus dedos bombeaban hacia adentro y hacia afuera, mientras su boca trabajaba mis pezones. Luego sentí una presión en mi pezón y las explosiones de placer llenaron mi mente y todo mi cuerpo convulsionó.
—Oh, Dios...
Sus manos y labios continuaron trabajando hasta que me exprimió hasta el último orgasmo.
Respiraba con dificultad mientras estaba acostada habiendo tenido mi primer orgasmo con un hombre. Técnicamente todavía era virgen, pero eso cambiaría pronto. Y si me tocaba tan bien, solo podía imaginarme cómo se sentiría el coito. Empezaba a entender por qué Ángela no podía dejar de hablar del sexo con Rick.
Will se apartó y se puso el condón. Me pareció que debía tocarlo y no ser una participante pasiva. Pero cuando lo alcancé, sacudió la cabeza.
—No hay tiempo para eso. Eres tan jodidamente sexy que necesito estar dentro de ti. Ahora. —Pero no se movió. Me estudió un momento y me di cuenta de que se aseguraba de que yo estuviera de acuerdo.
Abrí más las piernas y sentí su erección deslizarse contra mis pliegues, enviando nuevos chispazos a través de mi cuerpo.
Se agarró el pene, me lo frotó con él de nuevo y luego me besó.
—Iremos despacio, ¿vale?
Asentí con la cabeza a pesar de que solo podía pensar en tenerlo en lo más profundo de mi ser.
Empujó contra mi abertura y sentí lo fantástico que era.
—Sí... más.
Apretó los dientes.
—No quiero hacerte daño.
Le pasé las manos por la espalda y le agarré el culo.
—Por favor. Más, Will.
Me penetró más y la sensación fue increíble. Se retiró y yo estaba a punto de quejarme, pero luego volvió a empujar. Lo hizo de nuevo, y esta vez, sentí un pequeño escozor, y jadeé.
—¿Estás bien, Ellie?
Podía oír la tensión en su voz.
—Sí. Por favor, solo fóllame.
—Ah, joder. —Se retiró y luego se sumergió hasta que me llenó.
Yo grité.
Él se calmó.
—¿Estás bien?
—Sí... solo... —Mis caderas se movieron contra él, ya que mis entrañas necesitaban más fricción.
Él se rio.
—Yo cuidaré de ti. —Hizo palanca sobre mí, y su cuerpo comenzó a moverse dentro y fuera en largos golpes—. Tu coño está muy apretado, Ellie. Se siente tan jodidamente bien.
Con cada penetración, me sentía en el borde del éxtasis de nuevo.
—Will...
—Joder, voy a correrme. Dime que tú también.
Asentí con la cabeza.
—Estoy… cerca...
Tocó entre nuestros cuerpos.
—Tu clítoris está duro, Ellie. Córrete para mí. —Lo frotó, y de nuevo, mi cuerpo se agarraba y apretaba el suyo y la dicha me atravesó.
—Sí, joder, sí —gritó mientras se sumergía dentro de mí una y otra vez. Dejó escapar un gemido salvaje y luego me penetró duro y profundo mientras echaba la cabeza hacia atrás. Nunca antes había visto un orgasmo masculino y fue increíble.
Después de que Will se deshiciera del condón, pensé que se iría, pero en cambio, volvió a la cama. Me acercó a él para que mi cabeza descansara sobre su pecho.
—¿Estás bien?
—Sí. Eso fue increíble. Gracias.
Se rio.
—Creo que nunca antes me habían dado las gracias por proporcionarle un orgasmo a una mujer.
—Dos orgasmos.
—Lo hice bien entonces.
—Fue fantástico. —Me mordí el labio inferior queriendo preguntar pero no estaba segura de querer saber la respuesta a mi pregunta—. ¿A ti también te gustó?
Me besó en la frente y respondió suavemente:
—Sí.





Capítulo 4



Will
Fue jodidamente increíble, pero no me atreví a decirle a Ellie mientras yacíamos acurrucados uno junto al otro que, en realidad, el sexo con ella había sido espectacular, todas las veces que lo habíamos hecho. Sabía que lo disfrutaría, pero no estaba preparado para lo bien que se sentiría estar con ella. Había aceptado un polvo sin compromiso para que perdiera la virginidad, sin embargo, me preguntaba si aceptaría una aventura. Mi compromiso con la soltería seguía siendo tan fuerte como siempre, pero no había forma de que una vez fuera suficiente. Tenía que follarla de nuevo.
Le acaricié la espalda.
—Sabes, hay muchas maneras de follar.
Ella me miró.
—¿En serio? —Su tono sugería que lo sabía.
Le sonreí a su fingida ingenuidad.
—Sí. Podría enseñarte más.
—Qué generoso de tu parte.
—Bueno... no es completamente altruista.
—Oh. —Esos labios se redondearon con la misma forma que tenían cuando ella se corrió.
—Yo también saco algo de esto.
—¿Solo un poco?
Me reí.
—Mucho. —La hice rodar para ponerla debajo—. Tu coño está jodidamente caliente, Ellie. ¿Lo sabías?
—Nunca he pensado tanto en mi... coño.
—Si vas a tener relaciones sexuales, necesitas usar las palabras correctas. —Le tomé un pecho—. Tetas.
Ella sonrió.
—Tetas.
Deslicé mi mano sobre su vientre hasta su sexy pubis depilado.
—Coño.
Jadeó mientras la señalaba.
—Coño.
—Muy bien. —Tomé su mano y la llevé a mi polla, que ya empezaba a hincharse de nuevo—. Pene.
—Pene.
—O polla. Puedes usar cualquiera de los dos.
—Me gusta tu polla. —Sus ojos azules eran coquetos—. Y creo que yo también le gusto. —Me acarició, y pude comprobar que efectivamente le gustaba.
—Me parece que sí.
—¿Cuál es mi próxima lección? —Continuó acariciando mi polla y me pregunté si sería demasiado pronto para enseñarle a hacer mamadas.
Nuestra única opción era esa porque había acabado los condones y aunque tenía más en mi casa, no quería dejarla ni un segundo, al menos todavía.
—¿Qué te gustaría aprender?
Como si pudiera leer mi mente, se movió por mi cuerpo.
—¿Me enseñarás a chuparte la polla?
Mi pene se llenó hasta casi estallar con sus palabras y al verla relamerse sus fantásticos labios.
—Eso es más bien una lección avanzada.
—¿No crees que estoy preparada? Aprendo rápido. —Su mano se movió arriba y abajo por mi eje. Luego se inclinó y besó mi punta.
—Joder, Ellie.
Levantó la cabeza.
—¿No?
—Joder, sí. Chúpame la polla.
Ella sonrió, con una mezcla de autosatisfacción y placer. Sosteniendo mi polla en una mano, se inclinó y se llevó la punta a su boca.
Cerré los ojos mientras las sensaciones irradiaban por mi cuerpo.
—Sí. Toma más.
Me deslizó más profundamente en su boca, y fue fantástico.
—Más... un poco más rápido... —Abrí los ojos para ver esos bonitos labios rosados deslizarse por mi polla. Al verlos, mi polla se llenó aún más. Ellie podría ser inexperta, pero, mierda, estaba a punto de hacerme salir de mi piel.
Me agaché y me masajeé las pelotas. Sus labios dejaron mi polla y gemí.
—No te detengas, Ellie... estoy cerca. —Utilicé mi otra mano para instarla a que bajara hasta mi polla.
Apartó mi mano de mis testículos, reemplazándola con la suya, y luego volvió a chuparme, hasta que estuve seguro de que le había dado en la parte posterior de su garganta.
—Sí, justo ahí... Dios, qué bien... —Definitivamente necesitaba averiguar cómo tenerla como amiga con derecho a roce, porque no recordaba haberme sentido tan bien en la boca de una mujer.
Sentí cómo estaba a punto del orgasmo. Tiré de Ellie para detenerla.
—Voy a correrme.
Ella siguió chupándome, más profundo, más rápido.
—Ellie... oh, Dios... no puedo... —Intenté de nuevo moverla.
Su mano me empujó mientras separó la boca para respirar. Tomé las riendas, viendo mi oportunidad de correrme sobre el vientre en vez de sobre su boca, pero antes de que pudiera detenerla, su boca estaba sobre mí otra vez, sus labios apretados alrededor de mi polla y mierda...
—Joder, joder, joder... —Mis caderas se doblaron, y vi lucecillas blancas destellar detrás de los ojos, mientras el placer se disparaba a través de mi cuerpo. Mi esperma inundó su dulce boca y fue tan jodidamente erótico, que seguía corriéndome. Ella trató de tomarlo todo, pero algo goteó de sus labios, y eso también fue muy sexy.
Finalmente, ella dejó que mi pobre polla se alejara y me miró.
La incorporé.
—Un puto plus. —La empujé hacia mí y la besé rápido y fuerte. Ella puso su cabeza en mi hombro mientras yo trataba de controlar mi respiración y mi corazón.
—Te dije que aprendía rápido.
Sonreí. Había tanto que podía enseñarle y tenía tiempo. Mollie estaría con mis padres todo el fin de semana. Serían muchas las horas en las que podría enseñar a Ellie lo que sabía sobre los placeres de la carne. Tal vez incluso se nos ocurrieran algunas nuevas ya que parecía ansiosa por probar cualquier cosa.
—¿Qué vas a hacer este fin de semana? —pregunté.
—No tengo planes, ¿por qué?
—Podría enseñarte más cosas. Y creo que necesitaríamos todo el fin de semana.
Levantó la cabeza y sonrió, y fue impresionante por su belleza y autenticidad.
—Acepto, profesor Polla Sexy.
Lo primero que tuve que hacer como profesor de Polla Sexy fue conseguir más condones. Me puse los vaqueros y volví a mi apartamento. Aunque la caja que guardaba en el botiquín estaba casi llena, me preguntaba si sería suficiente para el fin de semana.
La siguiente lección que le enseñé fue cómo montarme. Nuestra primera vez, cuando la desvirgué, no podía imaginar nada mejor. Luego me la chupó hasta que vi las estrellas, y pensé que nada sería mejor que eso. Pero cuando se puso a horcajadas sobre mí, y su cuerpo subía y bajaba sobre mi polla, con sus tetas rebotando y balanceándose, joder, llegué a la conclusión de que no había manera de que nada pudiera mejorarlo.
—Dime cuándo vas a correrte. —Porque yo estaba muy cerca.
Mi impresión de Ellie antes de desflorarla era que no usaba un lenguaje vulgar y que estaría tranquila en el orgasmo. Sin embargo, siendo una buena estudiante, había aprendido y estaba dispuesta a dejar sus inhibiciones. Sus maullidos y agudezas hacían que mi polla se endureciera cada vez que las decía.
—Ahora... oh, voy a... —Echó la cabeza hacia atrás y su boca formó esa perfecta y preciosa O. Era tan hermosa. Pero entonces su coño me agarró la polla y me llevó al clímax con ella. Me empujó hacia arriba, dejando que toda la fuerza de mi orgasmo saliera de mi cuerpo.
—Joder, sí...
Ella se derrumbó sobre mí.
—Oh. —Empezó a alejarse de mí, pero la rodeé con mis brazos y la sujeté para que se quedara a mi lado—. No quiero aplastarte.
—Me gusta que me aplasten. —Esperaba que, además de aprender nuevos trucos sexuales, se sintiera más cómoda con su cuerpo. En general, no tenía la sensación de que le molestara, pero parecía cohibida al estar desnuda. Sabía cuáles eran los estándares sociales de belleza de una mujer, y estaba jodido. Por lo que a mí respecta, los pechos grandes con los que un hombre puede darse un festín y las caderas pronunciadas a las que agarrarse cuando se está penetrando el cuerpo de una mujer, son muy sexys. No me gustan las mujeres demasiado delgadas que parecen a punto de romperse con solo tocarlas.
A la mañana siguiente, después de enseñarle cómo era el sexo en la ducha, con ayuda del consolador que llamaba Fred, descubrí que nunca había nadado en el mar.
—Vives en la playa, ¿cómo es que no te has dado un chapuzón en el mar?
Se encogió de hombros.
—Ponte el bañador, nos vamos a nadar.
Sus ojos estaban indecisos, pero asintió con la cabeza.
—Tengo que ir a casa y llamar a mis padres para hablar con Mollie, pero luego nos vemos en la playa. ¿En unos veinte minutos? —le dije.
—Estaré allí.
Fui a mi casa, me puse el bañador y llamé a Mollie, que estaba en medio de la preparación de un pastel con mi madre y no podía hablar mucho.
Veinte minutos después, estaba en la playa pero no vi a Ellie. ¿Había cambiado de opinión? El viento soplaba y el olor de Ellie me hacía cosquillas en la nariz. Me di la vuelta y ella venía hacia mí con un pareo y chanclas. Su pelo largo estaba recogido en una cola de caballo, pero unas hebras finas le rodeaban la cara. Era tan asombrosamente hermosa. ¿Cómo no lo veía?
—Vas a tener que quitarte eso para entrar al agua. —Decidí ayudarla, la arrastré a un beso y le quité esa prenda. Debajo tenía un bikini blanco con cerezas. Sus tetas se veían espectaculares y tuve que luchar contra las ganas de chuparle una en ese mismo momento.
Después de haberle quitado su virginidad anoche, su atuendo me hizo reír.
—Vas a necesitar un nuevo bañador.
Se mordió el labio.
—Sí... lo compré mientras mi cereza aún estaba intacta.
Le di un beso rápido adorando su humor y dulzura, mientras ignoraba la pequeña campana de advertencia que sonaba en mi cabeza y que decía que me estaba involucrando demasiado. «Es solo una aventura de fin de semana», me dije a mí mismo.
Tomé su mano y la llevé al agua. Ella vaciló en la orilla, pero aparentemente, no estaba tan fría como pensaba y me siguió dentro.
—No hay tiburones, ¿verdad? —preguntó.
—No, aquí no. Ha habido ataques de escualos en la costa de Florida pero, hasta donde yo sé, no hemos tenido ninguno aquí.
La rodeé con los brazos en medio del agua y, al alzarla, sus magníficas tetas se movieron. Acerqué su cuerpo más al mío e incliné mi cabeza, besando sus tetas.
—Quiero follarte aquí.
—¿Ahora? —Giró la cabeza hacia la arena donde la gente se estaba preparando para disfrutar de un día de playa.
—Ahora no. Tal vez por la noche. Bajo el brillo de la luna. —Al principio me pregunté si estaría despejado esta noche, ya que llovía mucho en Florida. Luego me pregunté en qué diablos estaba pensando, queriendo hacer algo que pudiera considerarse romántico.
—¿Es eso un estudio avanzado?
Le sonreí. Ellie tenía una maravillosa dicotomía. Podía ser ingenua y vulnerable, pero también segura y aventurera. Era una mezcla refrescante de las otras mujeres con las que había estado. Especialmente con la madre de Mollie. «Tío, eso fue un error». No, no lo fue porque si no hubiera estado con Tiffany, Mollie no existiría. Y por muy enfadado que estuviera con Tiffany por abandonar a Mollie, también supuso un alivio el no tener que lidiar con ella.
Durante un tiempo, pensé en darle a Mollie una nueva madre ya que parecía que una niña necesitaba una figura materna. Pero no me interesaba arriesgar mi corazón otra vez, y mi madre era el único modelo femenino que Mollie necesitaba.
Decidí olvidarme de Tiffany y centrarme en las tetas de Ellie.
Ella se rio.
—¿Qué os pasa a los hombres con las tetas?
La miré como si hubiera hecho una pregunta tonta.
—Son tetas. —Tenía una en cada mano—. Son suaves, redondas... tetas.
Alzó una ceja.
—¿No hay nada en mí por lo que te sientas atraído?
Se ruborizó.
—Tus pectorales son bonitos.
—Esas son tetas también, más o menos.
Se rio.
—Supongo que sí. —Me rodeó el cuello con los brazos y se acercó como si quisiera contarme un secreto. No había nadie a nuestro alrededor, pero le seguí la corriente, inclinándome hacia ella—. También me gusta tu polla.
La presioné contra ella.
—Y a mí me gusta tu coño.
Sus mejillas se enrojecieron más.
—Y a mi coño le gusta tu polla.
Me reí.
—Cuidado, o puede que necesite follarte aquí y ahora.
Se frotó contra mí, y me pregunté si me dejaría. ¿Alguien sabría si metía mi polla dentro de su dulce y caliente coño aquí, en medio del mar?
Me incliné y le besé las tetas de nuevo.
—A veces también quiero follarme a estas bellezas.
Sus ojos se abrieron de par en par en la intriga.
—¿Y eso cómo se hace?
—Te lo mostraré más tarde. —Moví mis cejas—. ¿Sabes qué más me gustaría?
—¿Qué?
—Quiero comerte el coño.
Arrugó la nariz.
Lo pensé, primero anoche y, luego, otra vez esta mañana, pero me detuve para que no la presionara.
—¿Por qué pones esa cara? Te garantizo que te gustará.
—¿No es asqueroso?
—¿Fue asqueroso cuando me la chupaste?
Sus ojos brillaban con calor como si lo recordara.
—No.
—¿Y cuándo me corrí en tu boca? Intenté advertirte, pero no te detuviste.
—Sabía un poco dulce y picante. Me gustó.
—Entonces, ¿por qué no habría de ser lo mismo si yo te lamiera?
Puso esa cara otra vez.
—A los hombres les gusta. A mí me gusta, Ellie. Espero que me dejes intentarlo con el tiempo.
Asintió, aunque no muy convencida. Sin querer insistir, dejé el tema y me centré en disfrutar del fin de semana con Ellie mientras ignoraba la advertencia que sonaba en mi mente y que me decía que debía irme ahora, antes de necesitar algo más que su cuerpo.





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