Capítulo 1
Ellie
Me detuve en medio del aula de infantil, viendo
los números y letras de brillantes colores de la pared, las pequeñas mesas y
sillas distribuidas en grupos alrededor de la clase, y el gran escritorio que
había ante la pizarra.
—Esta es tu aula. Puedes cambiar lo que quieras. Pero
recuerda, no tenemos fondos para eso, así que tendrás que usar lo que haya aquí
o tu propio dinero.
Me volví hacia la señora Snyder, la directora de
la Escuela Primaria Waller, y sonreí.
—Está bien así.
Estaba más que bien. Aquella sería mi primera
clase propia. Los niños se habían ido ya a casa porque había comenzado su fin
de semana, pero el olor de los materiales de arte y de zumo llenaban el aire. Mi
clase. Estaba mareada con la idea.
Obtuve mi título en Educación hace un año, pero en
mi ciudad natal, en Illinois, solo lograba trabajos como maestra sustituta.
Hace dos semanas, dejé Illinois para venir a una Florida mucho más cálida gracias
el estímulo de mi mejor amiga de la universidad, y ahora estoy a punto de empezar
mi carrera como maestra titular.
Parece cosa del destino. Como estábamos en abril,
esperaba encontrar algo temporal mientras buscaba algún puesto de maestra para
otoño. Sin embargo, aquí estoy, en mi aula, para ocupar la plaza de una
compañera que va a tener un hijo y que prefiere dedicarse a ejercer de ama de
casa, por lo que no volverá al trabajo. Estoy tan contenta que tengo ganas de
bailar de felicidad, pero me contengo. No quiero que la directora piense que soy
un bicho raro.
—Asegúrate de revisar el manual de política y
procedimiento del centro. En la escuela Waller nos tomamos las reglas muy en
serio.
—Sí, lo leeré otra vez.
—Creo que te irá bien enseñando aquí, pero eres
joven, y algunos padres pueden tener algunas preocupaciones al respecto.
—Entiendo. Haré todo lo posible para demostrarles
que sé lo que hago.
La señora Snyder sonrió como si pensara que no sabía
en qué me estaba metiendo.
—Además, tenemos una política estricta sobre las
relaciones, más allá de la amistad, con otros empleados. Y no debe haber
absolutamente ninguna relación con los padres.
Asentí con la cabeza, pero mi mente volvió a mi
aula y me imaginé enseñando a mis alumnos. Después de todo, soy una
profesional, y nunca cruzaría la línea con un padre o un compañero de clase.
—Como dije, eres joven y muy bonita, y algunos de
nuestros profesores y padres solteros, o tal vez incluso algunos de los casados,
podrían interesarse en ti.
—Eso no será problema. —Hice caso omiso a esa
idea. No soy del tipo de chica a la que los hombres se le lanzan encima, como
la señora Snyder parecía sugerir. No es que sea poco atractiva, porque creo que
soy mona, pero me sobran unos kilos, y para algunos tíos, eso rompe todo el encanto.
Me imagino que aquí, en Florida, será aún peor porque la mayoría de las mujeres
que he visto son delgadas, están bronceadas y tienen el pelo aclarado por el
sol. En cambio, yo soy justo lo contrario, pero en Illinois, en invierno, no me
apetecía pasar mucho tiempo fuera de casa porque hacía un frío glacial, y mis
kilos de más me mantenían más calentita, por lo que no me venían tan mal, ¿no?
—Entonces nos veremos el lunes, temprano. La
señora Keener, la sustituta de esta semana, dejó el temario de lecciones en el
escritorio por si quieres llevártelos a casa el fin de semana.
Asentí con un gesto.
—Sí, me gustaría ver qué están dando los niños.
Quince minutos después, tenía los papeles en el
bolso e iba en el coche, camino de mi apartamento; encontrarlo fue otro evento
fortuito. El complejo estaba en la playa pero el que compré era asequible.
Probablemente era más barato porque daba a la piscina y no a la playa, y porque
necesitaba una pequeña reforma. Pero aún así, no podía creer la suerte que tuve
al conseguir una ubicación tan buena. Era como si Dios me sonriera. Esperaba
que siguiera haciéndolo en mi cita a ciegas de esta noche.
La única faceta de mi vida en la que no había
tenido suerte era en la amorosa. Tal vez porque había estado tan concentrada en
los estudios, y trabajando para pagarlos, que no tenía tiempo para salir con nadie.
Por lo que a los veintitrés años, todavía no me había acostado con ningún chico,
y estaba lista para perder la virginidad.
No es que no hubiera tenido oportunidades. Ni
tampoco que me estuviera reservando para el hombre de mi vida, o el matrimonio.
Más bien era virgen porque no había conocido a nadie que me excitara tanto como
para irme a la cama con él. No creía que necesitara estar locamente enamorada
para acostarme con alguien, pero al menos debería gustarme y sentirme
sexualmente atraída por él. Así que dejé que mi mejor amiga, Ángela, me concertara
una cita con la esperanza de que me ayudara a completar lo último de mi lista
de deseos para empezar una nueva vida.
Mientras me duchaba, me preguntaba cómo sería él.
Esperaba que se pareciera al chico guapo que había visto a veces en la piscina
con su hija. Era exactamente como esperaba que fueran los hombres de Florida;
pelo oscuro, aclarado por el sol, y piel bronceada sobre músculos definidos. Era
sexy y tenía que saber cómo complacer a una mujer. Era padre, así que tenía las
habilidades necesarias para hacer un niño.
Yo soy maestra, pero en este caso, me encantaría
ser su alumna mientras me enseñara los placeres que un hombre y una mujer
podían darse el uno al otro.
Pasé mis manos por mis pechos e imaginé que eran
las suyas las que los ahuecaban y masajeaban. Cerré los ojos y me pellizqué los
pezones, simulando que sus labios los chupaban. Pequeños chisporroteos de
placer se acumularon entre mis piernas. Me pregunté cómo sería si él se
deslizara dentro de mí.
No había planeado masturbarme, especialmente
porque no disponía de mucho tiempo para prepararme para la cita. Sin embargo,
las imágenes de mi sexi vecino me hacían sentir caliente y mojada. Alcancé mi vibrador
de la canastilla que tenía al lado de la bañera y me lo pasé entre los
pliegues. Dejé que Ángela me convenciera para depilarme mis partes íntimas. Solo
me atreví a hacerme la línea del bikini, aunque no planeaba ponerme en bañador
y mucho menos en bikini, a pesar de que ella me instó a que lo comprara.
Ángela fue más valiente, ya que se hizo la depilación
brasileña.
—No puedo esperar a que Rick me vea así —me dijo
entonces.
Intenté no poner los ojos en blanco. Todo lo que
había oído desde que conoció a Rick hace un par de meses era lo genial que era
en la cama. Me alegré por ella, por supuesto, pero después de un tiempo, solo
podía asumir cómo y dónde lo hacían, sobre todo porque yo todavía era virgen.
Esta noche, finalmente, conocería a Rick, y a uno
de sus amigos. Con suerte, además, descubriría de qué va todo eso del sexo. Hasta
ahora, mis únicas experiencias han sido con mis manos y con Fred, mi vibrador.
El zumbido del juguete golpeó mi clítoris, y mi
aliento se quedó atrapado, empujando mi mente de vuelta al hombre de la
piscina. En mi mente, sus manos estaban sobre mí, sus labios chupando mis duros
pezones, y su cálida polla buscando la entrada de mi cavidad. Empujé a Fred en
mi coño. No tenía mucho tiempo, así que lo empujé profundamente y aumenté la
vibración.
Jadeé mientras mi placer aumentaba. Mi coño se
contrajo en respuesta. Moví a Fred dentro y fuera, dentro y fuera, según la
necesidad enroscada más y más fuerte. Apreté uno de mis pezones y aumenté la
vibración a un nivel alto. En un instante, un orgasmo se disparó a través de
mí, irradiando desde mi núcleo.
Apagué el vibrador y lo lavé. Los orgasmos me
resultaban bastante placenteros, pero no tan espectaculares como decía Ángela.
Una parte de mí se preguntaba si no me pasaría algo raro. ¿Qué ocurriría si al
acostarme con un hombre el sexo fuera como esto, placentero pero no demoledor?
Aparté mis preocupaciones y me preparé para la
noche. Me puse un vestido rosa oscuro que acentuaba mi atractivo más fuerte:
mis pechos. Era un poco ajustado de caderas, pero Ángela insistió en que a los
hombres les gustaba eso. Esperaba que tuviera razón.
Dejé mi pelo oscuro en ondas largas, otra cosa que
Ángela insistía en que a los hombres les gustaba. Me maquillé, pero no mucho.
Sobre todo me puse colorete, rímel y brillo de labios.
—Espero que le guste, señor Cita a Ciegas. —Me
miré en el espejo, preguntándome en qué me había metido. Era una chica
inteligente, no necesitaba a un tío para satisfacerme. Me reí de mí misma—. No
lo necesitas para satisfacerte, Ellie, solo lo necesitas para llenarte. —Resoplé
mi propia insinuación.
Conduje hasta el restaurante y me dirigí al bar
donde iba a reunirme con Ángela, Rick y mi cita misteriosa.
—Oye, estás fantástica —me saludó Ángela con un
abrazo—. Ellie, este es Rick. Rick, ella es mi mejor amiga de la universidad,
Ellie.
Le estreché la mano.
—He oído hablar mucho de ti.
—Lo mismo digo —exclamó.
Tuve que admitir que Ángela eligió un novio guapo.
Esperaba que eso fuera un buen augurio para su amigo. Sus ojos miraron detrás
de mí.
—Y aquí está Will.
Me volví con una sonrisa, los dedos cruzados y el
corazón palpitando con lujuria. Al principio, mi sonrisa fue vacilante, y luego
plena. El amigo de Rick era mi vecino sexi.
¡Oh, Dios mío!
Capítulo 2
Will
Me preguntaba qué diablos hacía aceptando una cita
a ciegas cuando entré al restaurante. No era como si no pudiera echar un polvo
si quería. Pero a diferencia de Rick, no estaba en posición de vivir como un playboy de playa. Tenía una hija de
cinco años, y ella estaba antes que todo, incluyendo mi libido.
Me sorprendió un poco que me pidiera acudir a esta
cita. Conocía mi postura. No era como si él y yo saliéramos de bares. Cuando
quedábamos, normalmente hacíamos kitesurf o snorkel,
no íbamos de bar en bar en busca de ligues.
—Ángela quiere presentarme a su amiga —me dijo—, y
eres el único que conozco que estoy seguro de que tratará bien a esa chica. No
confío en que Kirk o Danny no se porten como unos completos idiotas.
Tuve que reconocerlo. Kirk y Danny eran unos tíos divertidos,
pero también un poco capullos cuando se trataba de mujeres.
—Además, por lo que dice Ángela, puede que tengas
suerte.
No quería tener suerte. Contaba con mi mano para
cuando necesitaba el estallido de un orgasmo. Mi vida se basaba en intentar ser
un buen padre y trabajar para compensar el hecho de que la madre de mi hija la
abandonara. Cuando necesitaba estar con una mujer, iba a uno de esos locales
turísticos, normalmente con Rick, y ligaba con alguna chica que estaría en la
ciudad solo una semana. Aunque, por supuesto, desde que mi amigo conoció a Ángela,
no lo habíamos hecho.
Intenté negarme a lo de la cita, pero mi pequeña,
Mollie, pasa el fin de semana con mis padres. Ellos siempre dicen que es para
darme un respiro, pero yo sé la verdad. Les encanta mimarla y no les culpo. Es
una niña adorable. A veces no puedo creer que haya creado algo tan maravilloso
como Mollie.
Sin Mollie, no me quedaba ninguna excusa para
rechazar la propuesta de Rick. Así que, aquí estoy, entrando en este ruidoso local,
para ayudar a mi amigo a conseguir puntos con su chica. ¡Las cosas que uno hace
en nombre de la amistad!
Me preguntaba cuánto tiempo tendría que entretener
a esa chica hasta que pudiera irme. Entonces vi a la mujer que estaba frente a Rick
y, de repente, esta cita no parecía tan difícil después de todo.
Era mi nueva vecina, y aunque no nos habíamos presentado,
la conocía íntimamente ya que era la atracción principal de mis masturbaciones
matinales en la ducha. Tenía unos pechos espectaculares, que ahora resaltaban
en toda su gloria con un vestido rosa que también acentuaba sus caderas. ¿Rick me
había dicho que era posible que tuviera suerte con ella?
Enseguida aparté ese pensamiento. Por un lado, me
pondría al mismo nivel que Kirk y Danny. Segundo, era mi vecina, lo que
significaba que la vería después de esta noche. Mi primera regla cuando decidía
estar con una mujer era que debía ser alguien a quien no volvería a ver. No
tenía tiempo para relaciones, ni deseaba que me destrozaran el corazón otra
vez. Además, tenía que pensar en Mollie. No podía dejar que una mujer entrara
en nuestras vidas para desaparecer después, como hizo la madre de Mollie.
Joder. Era frustrante porque al acercarme a mi
vecina, vi su pelo largo, oscuro y ondulado, y me picaba los dedos por tocarlo.
Y sus brillantes ojos azules, a menos que me equivoque, no solo me reconocieron
sino que también les gustó lo que vieron. Mierda.
—Hola, colega. —Rick me dio una palmada en la
espalda—. Esta es mi chica, Ángela y su amiga, Ellie.
Estreché la mano de Angela.
—No puedo creer que aguantes a este tío.
Ella sonrió.
—Es bueno en la cama.
Rick sonrió.
—Gracias, nena.
Dirigí mi atención a mi vecina.
—No nos hemos presentado formalmente todavía.
—Cierto, eres del 2B. —Nos dimos la mano. Su tacto
era suave y sus dedos largos, no pude evitar que la imagen de cómo se verían
envueltos alrededor de mi polla se colara en mi cerebro.
—Me llamo Will.
—¿Os conocéis? —preguntó Ángela con una mirada
inquisidora a Ellie.
—Somos vecinos —dijo esta.
La sonrisa de Ángela era amplia y sabia. Me hizo
preguntarme si Ellie se habría fijado en mí como yo en ella y si se lo habría
contado a su amiga.
—Genial —dijo Rick.
En ese momento llegó el camarero para acompañarnos
a una mesa donde pedimos unas bebidas.
—Así que... —Los ojos de Ángela brillaban cuando
miraba a Ellie—. Qué casualidad que seáis vecinos.
Ellie le lanzó a su amiga una mirada que parecía
decir «no me avergüences». Una vez más, me pregunté si Ellie se había fijado en
mí. ¿Estaba yo protagonizando sus fantasías como ella protagonizaba las mías?
—Lamento no haberme presentado antes —le dije—. Supongo
que debería haberte dado la bienvenida. —Yo quería hacerlo, pero mi regla de no
mantener relaciones me detuvo. Ellie no parecía el tipo de chica que tenía aventuras
de una noche.
—He estado ocupada. Y tú también. Eres padre, ¿no?
—Ella sonrió, y yo tuve el impulso de besarla.
—Sí.
—Mollie es genial. ¿Ya la has conocido? —le
preguntó Rick.
Ellie sacudió la cabeza.
—No. Mi apartamento da a la piscina, así que los
he visto allí juntos—. Se volvió hacia mí—. ¿Tu casa tiene vistas a la playa?
—Sí.
El camarero trajo nuestras bebidas, pero no
estábamos listos para pedir la cena todavía.
—Trabajas en casa, ¿no es así, Will? —me preguntó
Ángela—. ¿Eres traficante de drogas?
Ellie se ahogó con su bebida y yo me acerqué para
darle una palmadita en la espalda, que estaba desnuda y caliente.
—Cariño, ya te lo dije, es escritor. —Rick puso
los ojos en blanco.
No pude evitar preguntarme si la idea del
narcotráfico vino de Ellie. Mucha gente trabajaba desde casa, pero para algunos,
era todavía una idea extranjera y a menudo más asociada con las mujeres.
Probablemente se preguntaba cómo un hombre de veintitantos años se podía
permitir vivir en una casa con vistas a la playa. Aunque, ¿qué clase de padre
sería un traficante de drogas?
—¿Sobre qué escribes? —Ellie se recompuso. Aún
así, dejé mi brazo en el respaldo de su silla, tocando suavemente su espalda.
—Cosas de marketing
sobre todo. Cartas de ventas, artículos de relaciones públicas, cosas así.
—¿Pagan bien? —se interesó Ángela. Parecía una
pregunta para indagar si podía permitirme el cuidar de su amiga, lo que equivalía
a echar un cubo de agua fría sobre la atracción que sentía. ¿Me gustaría
follarme a Ellie? Sí. Pero no iba a casarme con ella.
Quité mi mano de la espalda de Ellie y cogí mi copa.
—Lo bastante bien como para mantenernos a Mollie y
a mí.
—¿Qué tal si pedimos la cena? —preguntó Rick.
La velada fue agradable, pero también frustrante.
Ellie no solo era hermosa y sexy, sino también inteligente y divertida. Me
estaba costando recordarme que no debía tocarla.
—¿Qué os parece si damos un paseo por la playa? —propuso
Rick después de que pagáramos la cuenta.
—Me encantaría. —Ángela miró a Rick y me pregunté
si mi amigo sabía o le importaba que ella estuviera tan enamorada. ¿Él sentía
lo mismo? Tendría que advertirle sobre los peligros de entregar su corazón a
una mujer.
—¿Y vosotros? —Rick rodeó con el brazo a Angela.
Miré a Ellie.
—¿Un paseo?
Ella asintió.
—Es una bonita noche para ello.
Nos dirigimos a la playa y empezamos a caminar
juntos, pero no pasó mucho antes de que Rick y Ángela se quedaran rezagados.
—Deberían buscarse una habitación. —Ellie miró
hacia atrás donde Angela y Rick se besaban como locos. Rick apretaba el culo de
su chica, mientras esta rozaba su pelvis contra la de él. Ellie se volvió hacia
mí y me dijo—: Parece agradable.
Entendí que quería asegurarse de que Rick no le
haría daño a su amiga. Asentí con la cabeza.
—Lo es.
Empezó a caminar de nuevo, y yo me uní a ella,
manteniendo el paso.
Finalmente, me dijo:
—Gracias por acudir a la cita. Es vergonzoso que te
hayan engañado, pero me alegro de que hayas venido.
—He disfrutado de la noche. Aunque no estoy seguro
de por qué tendrían que haberme engañado.
Se detuvo y me miró con ojos escrutadores.
—¿Qué? —pregunté.
—Estoy tratando de decidir si eres sincero.
Sacudí la cabeza.
—Por supuesto que sí. ¿Por qué no iba a serlo?
Miró hacia abajo y luego hacia el agua. El viento le
apartó el cabello de la cara, mostrando aún más esos preciosos ojos y sus labios
carnosos.
Cuando me di cuenta de que no había contestado,
pregunté de nuevo:
—¿Por qué crees que no soy sincero?
Ella se rio suavemente.
—No soy la clase de mujer a la que los hombres persiguen.
—Mentira.
Se sacudió y me miró.
—Soy un hombre, y estoy aquí contigo. —No debí
haber dicho eso, pero no podía entender cómo pensaba que no era atractiva.
Sonrió y se volvió al agua.
—He sido tu vecina desde hace casi dos semanas y
no te habías fijado en mí.
—Y otra mentira más. Sí lo hice. Te lo dije cuando
nos presentaron esta noche. —Si supiera cuánto y cuánto esperma he tenido que limpiar
de la pared de la ducha después de fantasear con ella.
—Ya sabes lo que quiero decir.
Inspiré hondo y me uní a ella para mirar el agua.
Había algo en el mar que me calmaba y tranquilizaba. No podía culpar a mi hija
por querer ser una sirena cuando creciera.
Mientras veía las olas en la orilla, sabía que
debía guardar para mí los pensamientos que tenía sobre Ellie. Después de todo,
no podía involucrarme con esta mujer, aunque mi cuerpo me suplicara conocerla.
—Estoy segura de que Ángela te contó mi...
situación.
—¿Eh? —Me recordó lo poco que entendía de las
mujeres y la forma en que hablaban en clave.
—Que nunca he... ya sabes...
—No, no lo sé. —¿De qué demonios estaba hablando?
—Que no he estado con un hombre.
Mi mente se llenó de todo tipo de pensamientos.
Primero, no entendía cómo ningún hombre la había tocado. ¿Qué coño les pasaba a
los tíos de Illinois? Luego, imaginé lo increíble que sería follar con una
virgen. Finalmente, pensé en que no podía tocarla porque una mujer que esperó
tanto para tener sexo debía estar reservándose para alguien importante, y ese
nunca, nunca sería yo.
De alguna manera, encontré mi voz y pregunté:
—¿De eso va lo de esta noche? ¿Quieres perder tu
virginidad? —Incluso cuando esas palabras salieron de mi boca, no podía creer
que las hubiera dicho. Estaba pensando en ayudarla.
—No específicamente.
—¿Qué significa eso? —¿Por qué las mujeres no
pueden ser más directas?
—Significa que estoy abierta a lo que pueda
surgir, pero no estoy dispuesta a acostarme con cualquiera.
—Comprendo. —Aunque no lo hacía—. ¿Por qué no lo
has hecho antes? No me dirás que no has tenido oportunidades.
Sus ojos eran suaves y dulces al mirarme, como si
hubiera dicho algo que la hiciera sentir bien.
—He tenido oportunidades, pero no las he sentido,
¿sabes?
—¿No te gustaban ellos o no te sentías excitada? —Esto
sí lo entendí. No se necesita mucho para que a un hombre se le levante. Las
mujeres parecían necesitar un poco más.
Ella asintió con la cabeza. Al menos tenía algún
tipo de estándar. No había tenido sexo solo para quitárselo de encima, sino que
lo quería con alguien que le atrajera.
—Entonces, ¿no estás esperando al hombre de tu
vida?
Resopló, y luego pareció horrorizada por haberlo
hecho. Era adorable.
—No. No se trata de ninguna razón moral o
religiosa.
Inspiré hondo y traté de convencerme de que no me
hiciera la siguiente pregunta, sabiendo que iba a fracasar.
—¿Tú…?
Un leve rubor en sus mejillas me dio la respuesta.
Aún así, quería oírla.
—No dejaría pasar la oportunidad si eso es lo que
estás preguntando.
Mi polla, que ya estaba semidura, saltó atenta.
—Pero, no tienes que hacerlo solo porque sientas
pena por mí o porque tu amigo te haya tendido una trampa. Estoy segura de que
no soy tu tipo.
—Necesitas controlar mejor tu sex-appeal, Ellie. —Al arriesgarme, me acerqué a ella. Tomé su mano
y la presioné contra mi ingle. El calor se encendió en sus ojos, aunque no se
apartó.
—Ves, eres mi tipo. —Me incliné más cerca.
—¿Adivina quién ha participado en mis sesiones de
masturbación desde que te mudaste?
Su aliento se aceleró.
—¿Yo?
—Así es. Y joder, sí, me encantaría ayudarte a perder
tu virginidad, sin embargo, hay una cosa que debes saber de mí.
Tragó saliva y sus ojos estaban muy abiertos, como
si estuviera un poco aturdida.
—No mantengo relaciones serias. Podemos ser amigos
y follar, pero no puedo ofrecerte más. Quiero que lo sepas.
Ella asintió.
—Lo entiendo.
La miré fijamente.
—¿Es eso un «lo entiendo, no, no perderé mi
virginidad contigo» o es un «lo entiendo, fóllame»?
Volvió a tragar con fuerza.
—Fóllame.
Capítulo 3
Ellie
No me jodas. ¿Yo dije eso? ¿Voy a hacerlo? Aunque
soy virgen, nunca me consideré una mojigata. Dicho esto, siempre pensé que ese
tipo de lenguaje era un poco vulgar, reservado para las películas porno.
Empezaba a pensar que estaba equivocada porque cuando Will lo propuso, una
emoción recorrió mi cuerpo y mis bragas se humedecieron. Y cuando le contesté,
me sentí extrañamente fortalecida.
Ángela y Rick habían desaparecido, y supuse lo que
estaban haciendo. Imaginé, además, que pensaban que estaría bien con Will. Así
que ahora me dirigía con él a su camioneta para ir hacia el complejo de
apartamentos.
—¿Estás bien? —me preguntó.
Asentí con la cabeza, algo nerviosa.
—Sí. Me siento emocionada.
Mostró una sonrisa que hizo que mi corazón se
detuviera.
—¿Emocionada de ansiosa, o de cachonda?
—Ambas, supongo.
Él se rio y pensé que el sexo sin compromiso se
convertiría en algo tan fácil para mí, como lo era ya para él.
Cuando llegamos a nuestra urbanización, aparcó.
—Probablemente deberíamos hacer esto en tu casa.
Te sentirás más cómoda allí.
Asentí con la cabeza y me pregunté si parecía un
ciervo asustado ante los faros de un coche.
Salimos del vehículo y me cogió la mano. Me
pareció reconfortante. Sabía que esto era solo una aventura más para él, pero
parecía entender la magnitud que suponía para mí lo que estábamos a punto de
hacer.
Cuando llegamos a mi apartamento, mis manos
temblaban tanto que me costó abrir la puerta.
Me quitó las llaves y se apoyó en el marco de la
puerta.
—Escucha, si no estás lista...
—Lo estoy.
Me estudió.
—Si en algún momento quieres parar, dímelo.
Miré sus brillantes ojos azules por primera vez
desde que le dije que quería que me follara.
—¿No será eso malo para ti?
Me sonrió con dulzura.
—Decepcionante, sí. Frustrante, también. Pero malo,
no. Lo entenderé.
Asentí con la cabeza. Supuse que estaba de acuerdo
con mi respuesta porque usó mi llave para abrir la puerta.
—¿Tienes vino? —preguntó mientras me cedía el
paso. Puede que esto fuera un polvo sin importancia, pero al menos tenía
modales.
—Sí. ¿Quieres un poco?
—Claro. Además, puede que te ayude a relajarte.
Eso podría haber sido cierto, pero quería recordar
cada instante. No deseaba que el vino empañara mi primera experiencia sexual.
Fui a la cocina a buscar el vino y los vasos. Cuando
los serví, volví a la sala de estar pero él no estaba. ¿Se había ido? Vaya,
había cambiado de opinión. Claro, cómo no. Era un hombre sexi y viril al que
probablemente le gustaban las mujeres que sabían lo que hacían en la cama. Ángela
me dijo una vez que los hombres tenían un interés perverso en desflorar a las
vírgenes, pero tal vez Will no fuera así.
—¿Will?
—Aquí.
Su voz vino de mi dormitorio, enviando otra
llamarada caliente a través de mi cuerpo. Fui a mi habitación y lo encontré a
los pies de mi cama.
—Solo quería saber con qué íbamos a trabajar.
Levanté una ceja.
—¿Te gusta? —Era una cama queen size.
Su sonrisa era sexy.
—Será perfecta. Lo suficientemente grande como
para moverse de verdad.
Se me secó la boca.
Tomó las copas de vino, vertiendo la mitad de una
en la otra. Me dio la más llena y se bebió la otra de un trago.
Di un buen sorbo y esperé a relajarme. Decidí que
tendría que beber toda la botella para estar más tranquila porque ahora mismo,
todas mis neuronas se estaban disparando. Puso su vaso en mi cómoda y luego
tomó el mío e hizo lo mismo.
Se acercó, poniendo su mano en mi cintura.
—¿Qué tal si empezamos con un beso?
Asentí con la cabeza.
Sonrió y luego se inclinó hacia mí. Sus labios
eran suaves cuando se encontraron con los míos. El calor húmedo inundó mi
centro mientras sus labios se deslizaban por los míos. Su beso fue suave
mientras su lengua me urgía a abrir la boca. Sabía a vino y a perfección, y no
pude evitar que se me escapara un gemido.
—¿Te gusta esto? —preguntó mientras seguía besándome
por la mandíbula.
—Sí. —Luego, queriendo ser una buena anfitriona y
amante, le pregunté—: ¿Y a ti?
Se rio contra mi cuello.
—Sí. He querido besarte prácticamente desde la
primera vez que te vi.
—¿En serio? —Me resulta difícil de creer.
—Ajá. No voy a quitarte la virginidad, Ellie. Voy
a hacerte ver lo sexy que eres. —Sus manos me agarraron los pechos, amasándolos
hasta que me dolieron—. ¿Estás preparada?
—Sí, oh, sí.
Sus labios volvieron a capturar los míos, mientras
me bajaba la cremallera del vestido. Me deslizó las tiras de los hombros y me
lo sacó, al tiempo que yo aguardaba, contra toda esperanza, que le gustara lo
que quedaba a la vista. Sus labios se mantuvieron sobre los míos mientras sus
dedos hábilmente me desabrochaban el sujetador, quitándomelo y tirándolo a un
lado.
—Déjame mirarte, Ellie. —Él se apartó y yo tuve el
impulso de cubrirme los pechos, pero encontré el coraje para dejarle mirar. Sus
ojos estaban hambrientos mientras tomaba mis pechos. Extendió su mano, tomando
un pecho y frotando su pulgar sobre mi pezón enviando una nueva ola de
sensaciones entre mis piernas—. Tienes unas tetas fantásticas.
Otra palabra que siempre había considerado vulgar,
pero de hecho, ahora, me sonaba erótica.
Se inclinó, poniendo su boca en un pezón y
chupándolo.
—¡Oh! —Jadeé mientras el placer se irradiaba por
mi cuerpo. Su otra mano jugó con mi otro pezón, y por Dios, pensé que podría
tener un orgasmo solo con eso. ¿No sería vergonzoso? Me dolía en todas partes,
pero especialmente entre las piernas. Esto es lo que había estado esperando.
Que un hombre hiciera que la necesidad de que me tocara superara mis nervios
por estar desnuda y vulnerable ante él.
Mantuvo su boca sobre mí mientras me bajaba las
bragas. Salí de ellas y me quité las sandalias.
Se echó hacia atrás y me contempló.
—Eres tan sexy…
El calor en sus ojos parecía coincidir con sus
palabras, aunque me resultaba difícil de creer.
Le señalé.
—¿No se supone que tú también deberías estar
desnudo?
Me dio una sonrisa malvada.
—Es mejor, sí. —Se sacó la camisa por la cabeza y
la tiró a un lado. A continuación, extrajo un condón de su billetera y lo tiró en
la cama. Luego se acercó a mí—. ¿Y ahora qué hacemos?
No tenía ni idea. Él era el profesor. Aunque no
estaba segura de lo que debía hacer, sí sabía lo que quería. Extendí la mano y
acaricié su pecho. Estaba caliente y duro. Podía sentir su corazón latiendo.
—Mi polla está incómoda. —Me cogió las manos y las
bajó a sus vaqueros.
Me deshice del cinturón y del botón. Le miré a los
ojos, sintiéndome un poco insegura.
—Libérame, Ellie. Mira lo que me haces.
Tragué saliva y, luego, le bajé los pantalones y los
calzoncillos. Su erección se liberó y yo jadeé al verlo. Era larga, gruesa,
dura y tan hermosa que quise arrodillarme y adorarla. Pasé un dedo por encima
de ella, viéndola moverse. Entonces una nueva ola de miedo me inundó.
¿Realmente iba a tener eso dentro de mi cuerpo?
Sus manos me agarraron los brazos y me acercaron,
su erección me empujó en el vientre.
—Recuerda, solo dime que me detenga si quieres.
—Estoy nerviosa, pero quiero hacerlo.
Asintió con la cabeza.
—Haré que te resulte agradable, Ellie. ¿De
acuerdo?
La sinceridad de sus ojos me calmó los nervios.
—Vale.
Me movió suavemente hacia atrás y me tumbó en la
cama. Me besó de nuevo mientras su duro y caliente cuerpo me presionaba contra
el colchón.
—Si hay algo que te gusta, dímelo —murmuró
mientras sus manos se deslizaban hasta mis pechos, seguidas de su boca.
—Eso me gusta.
Chupaba, pellizcaba y amasaba un pecho y luego el
otro.
—Me encantan tus tetas, Ellie.
—A mis tetas les encanta lo que estás haciendo. —Me
incliné hacia él, olvidando mis inhibiciones. Si iba a acostarme con él, no
podía dejar que mis nervios se interpusieran.
Continuó jugando con mis tetas, mientras una mano
se deslizaba sobre mi vientre y a través de los pequeños rizos entre mis
piernas.
—Estás mojada, Ellie. ¿Es por mí?
—Sí. —Me arqueé de nuevo, queriendo, no...
necesitando sus dedos allí.
Frotó mi nubosidad más sensible y la electricidad
salió disparada a través de mi cuerpo.
—¿Te has corrido alguna vez?
—Sí.
—¿Te tocas a ti misma, Ellie?
Mis caderas empezaron a balancearse contra su mano
mientras mi placer crecía.
—Sí.
—¿Con qué fantaseas cuando te tocas?
Deslizó un dedo por mis pliegues y encontró mi
entrada. Alcé las caderas, queriendo que él estuviera dentro para satisfacer mi
necesidad.
—En ti.
—¿Te has corrido pensando en mí?
—Sí. Oh...
—Voy a hacer que te corras ahora, Ellie. —Deslizó
un dedo dentro de mí. Había hecho eso con mi consolador, pero de alguna manera,
el dedo de Will era diez veces mejor. Retiró su dedo.
—Más. Will, por favor.
—Dos dedos entonces —dijo y luego se empujó con
ellos en mi interior—. Estás tan jodidamente caliente y apretada, Ellie. No
puedo esperar a meter mi polla dentro de ti.
Gemí mientras sus dedos me acariciaban y sus
palabras aumentaban el erotismo.
—Ahora —dije—. Lo quiero ahora.
—Córrete para mí primero.
Le miré.
—Pero quiero...
—Córrete ahora, te ayudará cuando te folle. Me
aseguraré de que vuelvas a hacerlo.
—¿Dos veces? —Había oído que era posible, pero los
orgasmos múltiples no eran lo normal, ¿verdad? ¿Y podría suceder la primera
vez? No fui capaz de cuestionarlo cuando me metió los dedos otra vez, y me
chupó uno de los pechos, porque todo pensamiento se desvaneció, reemplazado por
la más deliciosa sensación.
—Oh... sí... sí...
Sus dedos bombeaban hacia adentro y hacia afuera,
mientras su boca trabajaba mis pezones. Luego sentí una presión en mi pezón y
las explosiones de placer llenaron mi mente y todo mi cuerpo convulsionó.
—Oh, Dios...
Sus manos y labios continuaron trabajando hasta
que me exprimió hasta el último orgasmo.
Respiraba con dificultad mientras estaba acostada
habiendo tenido mi primer orgasmo con un hombre. Técnicamente todavía era
virgen, pero eso cambiaría pronto. Y si me tocaba tan bien, solo podía
imaginarme cómo se sentiría el coito. Empezaba a entender por qué Ángela no
podía dejar de hablar del sexo con Rick.
Will se apartó y se puso el condón. Me pareció que
debía tocarlo y no ser una participante pasiva. Pero cuando lo alcancé, sacudió
la cabeza.
—No hay tiempo para eso. Eres tan jodidamente sexy
que necesito estar dentro de ti. Ahora. —Pero no se movió. Me estudió un
momento y me di cuenta de que se aseguraba de que yo estuviera de acuerdo.
Abrí más las piernas y sentí su erección
deslizarse contra mis pliegues, enviando nuevos chispazos a través de mi
cuerpo.
Se agarró el pene, me lo frotó con él de nuevo y
luego me besó.
—Iremos despacio, ¿vale?
Asentí con la cabeza a pesar de que solo podía
pensar en tenerlo en lo más profundo de mi ser.
Empujó contra mi abertura y sentí lo fantástico
que era.
—Sí... más.
Apretó los dientes.
—No quiero hacerte daño.
Le pasé las manos por la espalda y le agarré el
culo.
—Por favor. Más, Will.
Me penetró más y la sensación fue increíble. Se
retiró y yo estaba a punto de quejarme, pero luego volvió a empujar. Lo hizo de
nuevo, y esta vez, sentí un pequeño escozor, y jadeé.
—¿Estás bien, Ellie?
Podía oír la tensión en su voz.
—Sí. Por favor, solo fóllame.
—Ah, joder. —Se retiró y luego se sumergió hasta
que me llenó.
Yo grité.
Él se calmó.
—¿Estás bien?
—Sí... solo... —Mis caderas se movieron contra él,
ya que mis entrañas necesitaban más fricción.
Él se rio.
—Yo cuidaré de ti. —Hizo palanca sobre mí, y su
cuerpo comenzó a moverse dentro y fuera en largos golpes—. Tu coño está muy
apretado, Ellie. Se siente tan jodidamente bien.
Con cada penetración, me sentía en el borde del éxtasis
de nuevo.
—Will...
—Joder, voy a correrme. Dime que tú también.
Asentí con la cabeza.
—Estoy… cerca...
Tocó entre nuestros cuerpos.
—Tu clítoris está duro, Ellie. Córrete para mí. —Lo
frotó, y de nuevo, mi cuerpo se agarraba y apretaba el suyo y la dicha me
atravesó.
—Sí, joder, sí —gritó mientras se sumergía dentro
de mí una y otra vez. Dejó escapar un gemido salvaje y luego me penetró duro y
profundo mientras echaba la cabeza hacia atrás. Nunca antes había visto un
orgasmo masculino y fue increíble.
Después de que Will se deshiciera del condón,
pensé que se iría, pero en cambio, volvió a la cama. Me acercó a él para que mi
cabeza descansara sobre su pecho.
—¿Estás bien?
—Sí. Eso fue increíble. Gracias.
Se rio.
—Creo que nunca antes me habían dado las gracias
por proporcionarle un orgasmo a una mujer.
—Dos orgasmos.
—Lo hice bien entonces.
—Fue fantástico. —Me mordí el labio inferior
queriendo preguntar pero no estaba segura de querer saber la respuesta a mi
pregunta—. ¿A ti también te gustó?
Me besó en la frente y respondió suavemente:
—Sí.
Capítulo 4
Will
Fue jodidamente increíble, pero no me atreví a
decirle a Ellie mientras yacíamos acurrucados uno junto al otro que, en realidad,
el sexo con ella había sido espectacular, todas las veces que lo habíamos hecho.
Sabía que lo disfrutaría, pero no estaba preparado para lo bien que se sentiría
estar con ella. Había aceptado un polvo sin compromiso para que perdiera la
virginidad, sin embargo, me preguntaba si aceptaría una aventura. Mi compromiso
con la soltería seguía siendo tan fuerte como siempre, pero no había forma de
que una vez fuera suficiente. Tenía que follarla de nuevo.
Le acaricié la espalda.
—Sabes, hay muchas maneras de follar.
Ella me miró.
—¿En serio? —Su tono sugería que lo sabía.
Le sonreí a su fingida ingenuidad.
—Sí. Podría enseñarte más.
—Qué generoso de tu parte.
—Bueno... no es completamente altruista.
—Oh. —Esos labios se redondearon con la misma
forma que tenían cuando ella se corrió.
—Yo también saco algo de esto.
—¿Solo un poco?
Me reí.
—Mucho. —La hice rodar para ponerla debajo—. Tu
coño está jodidamente caliente, Ellie. ¿Lo sabías?
—Nunca he pensado tanto en mi... coño.
—Si vas a tener relaciones sexuales, necesitas
usar las palabras correctas. —Le tomé un pecho—. Tetas.
Ella sonrió.
—Tetas.
Deslicé mi mano sobre su vientre hasta su sexy pubis
depilado.
—Coño.
Jadeó mientras la señalaba.
—Coño.
—Muy bien. —Tomé su mano y la llevé a mi polla,
que ya empezaba a hincharse de nuevo—. Pene.
—Pene.
—O polla. Puedes usar cualquiera de los dos.
—Me gusta tu polla. —Sus ojos azules eran coquetos—.
Y creo que yo también le gusto. —Me acarició, y pude comprobar que
efectivamente le gustaba.
—Me parece que sí.
—¿Cuál es mi próxima lección? —Continuó
acariciando mi polla y me pregunté si sería demasiado pronto para enseñarle a
hacer mamadas.
Nuestra única opción era esa porque había acabado
los condones y aunque tenía más en mi casa, no quería dejarla ni un segundo, al
menos todavía.
—¿Qué te gustaría aprender?
Como si pudiera leer mi mente, se movió por mi
cuerpo.
—¿Me enseñarás a chuparte la polla?
Mi pene se llenó hasta casi estallar con sus
palabras y al verla relamerse sus fantásticos labios.
—Eso es más bien una lección avanzada.
—¿No crees que estoy preparada? Aprendo rápido. —Su
mano se movió arriba y abajo por mi eje. Luego se inclinó y besó mi punta.
—Joder, Ellie.
Levantó la cabeza.
—¿No?
—Joder, sí. Chúpame la polla.
Ella sonrió, con una mezcla de autosatisfacción y
placer. Sosteniendo mi polla en una mano, se inclinó y se llevó la punta a su
boca.
Cerré los ojos mientras las sensaciones irradiaban
por mi cuerpo.
—Sí. Toma más.
Me deslizó más profundamente en su boca, y fue
fantástico.
—Más... un poco más rápido... —Abrí los ojos para
ver esos bonitos labios rosados deslizarse por mi polla. Al verlos, mi polla se
llenó aún más. Ellie podría ser inexperta, pero, mierda, estaba a punto de
hacerme salir de mi piel.
Me agaché y me masajeé las pelotas. Sus labios
dejaron mi polla y gemí.
—No te detengas, Ellie... estoy cerca. —Utilicé mi
otra mano para instarla a que bajara hasta mi polla.
Apartó mi mano de mis testículos, reemplazándola
con la suya, y luego volvió a chuparme, hasta que estuve seguro de que le había
dado en la parte posterior de su garganta.
—Sí, justo ahí... Dios, qué bien... —Definitivamente
necesitaba averiguar cómo tenerla como amiga con derecho a roce, porque no recordaba
haberme sentido tan bien en la boca de una mujer.
Sentí cómo estaba a punto del orgasmo. Tiré de
Ellie para detenerla.
—Voy a correrme.
Ella siguió chupándome, más profundo, más rápido.
—Ellie... oh, Dios... no puedo... —Intenté de
nuevo moverla.
Su mano me empujó mientras separó la boca para
respirar. Tomé las riendas, viendo mi oportunidad de correrme sobre el vientre
en vez de sobre su boca, pero antes de que pudiera detenerla, su boca estaba
sobre mí otra vez, sus labios apretados alrededor de mi polla y mierda...
—Joder, joder, joder... —Mis caderas se doblaron,
y vi lucecillas blancas destellar detrás de los ojos, mientras el placer se
disparaba a través de mi cuerpo. Mi esperma inundó su dulce boca y fue tan
jodidamente erótico, que seguía corriéndome. Ella trató de tomarlo todo, pero
algo goteó de sus labios, y eso también fue muy sexy.
Finalmente, ella dejó que mi pobre polla se alejara
y me miró.
La incorporé.
—Un puto plus. —La empujé hacia mí y la besé
rápido y fuerte. Ella puso su cabeza en mi hombro mientras yo trataba de
controlar mi respiración y mi corazón.
—Te dije que aprendía rápido.
Sonreí. Había tanto que podía enseñarle y tenía
tiempo. Mollie estaría con mis padres todo el fin de semana. Serían muchas las horas
en las que podría enseñar a Ellie lo que sabía sobre los placeres de la carne.
Tal vez incluso se nos ocurrieran algunas nuevas ya que parecía ansiosa por
probar cualquier cosa.
—¿Qué vas a hacer este fin de semana? —pregunté.
—No tengo planes, ¿por qué?
—Podría enseñarte más cosas. Y creo que
necesitaríamos todo el fin de semana.
Levantó la cabeza y sonrió, y fue impresionante
por su belleza y autenticidad.
—Acepto, profesor Polla Sexy.
Lo primero que tuve que hacer como profesor de Polla
Sexy fue conseguir más condones. Me puse los vaqueros y volví a mi apartamento.
Aunque la caja que guardaba en el botiquín estaba casi llena, me preguntaba si
sería suficiente para el fin de semana.
La siguiente lección que le enseñé fue cómo
montarme. Nuestra primera vez, cuando la desvirgué, no podía imaginar nada
mejor. Luego me la chupó hasta que vi las estrellas, y pensé que nada sería
mejor que eso. Pero cuando se puso a horcajadas sobre mí, y su cuerpo subía y
bajaba sobre mi polla, con sus tetas rebotando y balanceándose, joder, llegué a
la conclusión de que no había manera de que nada pudiera mejorarlo.
—Dime cuándo vas a correrte. —Porque yo estaba muy
cerca.
Mi impresión de Ellie antes de desflorarla era que
no usaba un lenguaje vulgar y que estaría tranquila en el orgasmo. Sin embargo,
siendo una buena estudiante, había aprendido y estaba dispuesta a dejar sus
inhibiciones. Sus maullidos y agudezas hacían que mi polla se endureciera cada
vez que las decía.
—Ahora... oh, voy a... —Echó la cabeza hacia atrás
y su boca formó esa perfecta y preciosa O. Era tan hermosa. Pero entonces su
coño me agarró la polla y me llevó al clímax con ella. Me empujó hacia arriba,
dejando que toda la fuerza de mi orgasmo saliera de mi cuerpo.
—Joder, sí...
Ella se derrumbó sobre mí.
—Oh. —Empezó a alejarse de mí, pero la rodeé con
mis brazos y la sujeté para que se quedara a mi lado—. No quiero aplastarte.
—Me gusta que me aplasten. —Esperaba que, además
de aprender nuevos trucos sexuales, se sintiera más cómoda con su cuerpo. En
general, no tenía la sensación de que le molestara, pero parecía cohibida al
estar desnuda. Sabía cuáles eran los estándares sociales de belleza de una
mujer, y estaba jodido. Por lo que a mí respecta, los pechos grandes con los
que un hombre puede darse un festín y las caderas pronunciadas a las que
agarrarse cuando se está penetrando el cuerpo de una mujer, son muy sexys. No me
gustan las mujeres demasiado delgadas que parecen a punto de romperse con solo
tocarlas.
A la mañana siguiente, después de enseñarle cómo
era el sexo en la ducha, con ayuda del consolador que llamaba Fred, descubrí
que nunca había nadado en el mar.
—Vives en la playa, ¿cómo es que no te has dado un
chapuzón en el mar?
Se encogió de hombros.
—Ponte el bañador, nos vamos a nadar.
Sus ojos estaban indecisos, pero asintió con la
cabeza.
—Tengo que ir a casa y llamar a mis padres para
hablar con Mollie, pero luego nos vemos en la playa. ¿En unos veinte minutos? —le
dije.
—Estaré allí.
Fui a mi casa, me puse el bañador y llamé a Mollie,
que estaba en medio de la preparación de un pastel con mi madre y no podía
hablar mucho.
Veinte minutos después, estaba en la playa pero no
vi a Ellie. ¿Había cambiado de opinión? El viento soplaba y el olor de Ellie me
hacía cosquillas en la nariz. Me di la vuelta y ella venía hacia mí con un
pareo y chanclas. Su pelo largo estaba recogido en una cola de caballo, pero
unas hebras finas le rodeaban la cara. Era tan asombrosamente hermosa. ¿Cómo no
lo veía?
—Vas a tener que quitarte eso para entrar al agua.
—Decidí ayudarla, la arrastré a un beso y le quité esa prenda. Debajo tenía un
bikini blanco con cerezas. Sus tetas se veían espectaculares y tuve que luchar
contra las ganas de chuparle una en ese mismo momento.
Después de haberle quitado su virginidad anoche,
su atuendo me hizo reír.
—Vas a necesitar un nuevo bañador.
Se mordió el labio.
—Sí... lo compré mientras mi cereza aún estaba intacta.
Le di un beso rápido adorando su humor y dulzura,
mientras ignoraba la pequeña campana de advertencia que sonaba en mi cabeza y
que decía que me estaba involucrando demasiado. «Es solo una aventura de fin de
semana», me dije a mí mismo.
Tomé su mano y la llevé al agua. Ella vaciló en la
orilla, pero aparentemente, no estaba tan fría como pensaba y me siguió dentro.
—No hay tiburones, ¿verdad? —preguntó.
—No, aquí no. Ha habido ataques de escualos en la
costa de Florida pero, hasta donde yo sé, no hemos tenido ninguno aquí.
La rodeé con los brazos en medio del agua y, al
alzarla, sus magníficas tetas se movieron. Acerqué su cuerpo más al mío e
incliné mi cabeza, besando sus tetas.
—Quiero follarte aquí.
—¿Ahora? —Giró la cabeza hacia la arena donde la
gente se estaba preparando para disfrutar de un día de playa.
—Ahora no. Tal vez por la noche. Bajo el brillo de
la luna. —Al principio me pregunté si estaría despejado esta noche, ya que
llovía mucho en Florida. Luego me pregunté en qué diablos estaba pensando,
queriendo hacer algo que pudiera considerarse romántico.
—¿Es eso un estudio avanzado?
Le sonreí. Ellie tenía una maravillosa dicotomía.
Podía ser ingenua y vulnerable, pero también segura y aventurera. Era una
mezcla refrescante de las otras mujeres con las que había estado. Especialmente
con la madre de Mollie. «Tío, eso fue un error». No, no lo fue porque si no hubiera
estado con Tiffany, Mollie no existiría. Y por muy enfadado que estuviera con
Tiffany por abandonar a Mollie, también supuso un alivio el no tener que lidiar
con ella.
Durante un tiempo, pensé en darle a Mollie una
nueva madre ya que parecía que una niña necesitaba una figura materna. Pero no
me interesaba arriesgar mi corazón otra vez, y mi madre era el único modelo
femenino que Mollie necesitaba.
Decidí olvidarme de Tiffany y centrarme en las
tetas de Ellie.
Ella se rio.
—¿Qué os pasa a los hombres con las tetas?
La miré como si hubiera hecho una pregunta tonta.
—Son tetas. —Tenía una en cada mano—. Son suaves,
redondas... tetas.
Alzó una ceja.
—¿No hay nada en mí por lo que te sientas atraído?
Se ruborizó.
—Tus pectorales son bonitos.
—Esas son tetas también, más o menos.
Se rio.
—Supongo que sí. —Me rodeó el cuello con los
brazos y se acercó como si quisiera contarme un secreto. No había nadie a
nuestro alrededor, pero le seguí la corriente, inclinándome hacia ella—. También
me gusta tu polla.
La presioné contra ella.
—Y a mí me gusta tu coño.
Sus mejillas se enrojecieron más.
—Y a mi coño le gusta tu polla.
Me reí.
—Cuidado, o puede que necesite follarte aquí y
ahora.
Se frotó contra mí, y me pregunté si me dejaría.
¿Alguien sabría si metía mi polla dentro de su dulce y caliente coño aquí, en
medio del mar?
Me incliné y le besé las tetas de nuevo.
—A veces también quiero follarme a estas bellezas.
Sus ojos se abrieron de par en par en la intriga.
—¿Y eso cómo se hace?
—Te lo mostraré más tarde. —Moví mis cejas—. ¿Sabes
qué más me gustaría?
—¿Qué?
—Quiero comerte el coño.
Arrugó la nariz.
Lo pensé, primero anoche y, luego, otra vez esta
mañana, pero me detuve para que no la presionara.
—¿Por qué pones esa cara? Te garantizo que te
gustará.
—¿No es asqueroso?
—¿Fue asqueroso cuando me la chupaste?
Sus ojos brillaban con calor como si lo recordara.
—No.
—¿Y cuándo me corrí en tu boca? Intenté
advertirte, pero no te detuviste.
—Sabía un poco dulce y picante. Me gustó.
—Entonces, ¿por qué no habría de ser lo mismo si yo
te lamiera?
Puso esa cara otra vez.
—A los hombres les gusta. A mí me gusta, Ellie.
Espero que me dejes intentarlo con el tiempo.
Asintió, aunque no muy convencida. Sin querer
insistir, dejé el tema y me centré en disfrutar del fin de semana con Ellie
mientras ignoraba la advertencia que sonaba en mi mente y que me decía que
debía irme ahora, antes de necesitar algo más que su cuerpo.
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