PÁGINAS

viernes, 29 de abril de 2016

RELATO INCOMPLETO: 1º Parte (El Ascensor)

Relato Ampliado




El Ascensor 
de Sonia López Souto



1   

El ascensor está abarrotado pero aquella mujer se empeña en entrar en él, empujando al resto de nosotros. El chico que se había posicionado delante de mí minutos antes, se aprieta ahora contra mí sin poder evitarlo.
-Lo siento -murmura sin mirarme en ningún momento.
Me remuevo un poco pero eso sólo empeora las cosas. Ahora lo tengo de frente, mi pecho contra el suyo.
-Perdón -murmuro entonces yo.
Él me mira y ambos sonreímos. Y por más extraño que parezca, en cuanto mis ojos se posan en los suyos, tan verdes, no me siento para nada incómoda con su cercanía.
-¿Es siempre así? -me pregunta.
-¿Eres nuevo aquí?
-Este es mi primer día -asiente.
-Una recomendación -bajo el volumen de mi voz por lo que tiene que acercarse más a mí- Entra al menos quince minutos antes y no tendrás problemas.
-¿Tú no sigues tus consejos? -alza una ceja divertido.
-Hoy me retrasé un poco -me encojo de hombros.
Las puertas del ascensor se abren y la carga se aligera un poco. Podemos poner algo de distancia entre nosotros y me sorprendo a mí misma pensando en que hubiese preferido continuar cerca de él.
-Me llamo Rodrigo -me ofrece su mano.
-Helena -la enredo con la mía y vuelve la sensación de que ese contacto es lo que quiero.
Por un momento, ninguno de los dos libera su mano. Oímos cómo la puerta del ascensor se abre de nuevo y más gente baja. Pero ninguno se mueve, nuestras miradas enfrentadas y las manos todavía enlazadas.
Finalmente rompemos el contacto visual y mi mano se desliza de la suya. Siento el vacío que su ausencia provoca en mi piel y aprieto el puño mientras mis dientes atacan mi labio inferior.
Noto sus ojos fijos en mi boca y lo miro. Sus pupilas están dilatadas y casi puedo imaginar que las mías se encuentran en el mismo estado aunque no pueda verlas. Ni siquiera recuerdo que estamos en un ascensor y que hay gente a nuestro alrededor. Yo sólo lo veo a él.
-¿Te gustaría tomar algo conmigo después del trabajo? -me dice- ¿O estoy siendo demasiado atrevido para ti?
-Me encantaría -respondo sin pensarlo.
Una sonrisa ilumina su rostro y creo que podría morirme en ese momento. Moriría feliz, desde luego.
-Esta es mi planta -me apresuro a salir. Las puertas ya se cierran.
-En la entrada -alcanzo a oír antes de que terminen de cerrarse.
Y me paso toda la mañana pensando en lo increíble que será reencontrarme con Rodrigo a la salida. Este podría ser el inicio de algo importante. Al menos esa es la sensación que he tenido y quiero saber a dónde me llevará.
Hace años que no me intereso por un chico después del desastre de mi última relación. Rodrigo es el primero que consigue que me ilusione por tener una cita con alguien en todo ese tiempo. Y aunque debería sentirme preocupada por si algo no sale bien, estoy un poco desentrenada, estoy ilusionada porque la mañana termine rápido para reencontrarme con él.
Ni siquiera el estúpido de mi jefe logra amargarme hoy. Por más que se comporte como un miserable conmigo, como cada día, la sonrisa no desaparece de mi rostro en ningún momento. Hoy soy feliz y lo demás no me importa.
Durante el descanso siento la tentación de buscarlo pero no sé en qué departamento trabaja así que me trago las ganas de verlo junto con el café y la magdalena. Me conformo con saber que me estará esperando a la salida. Ya falta menos.
-No olvides terminar la presentación para mañana, Helena –me dice mi jefe una hora antes de nuestro horario de salida– Yo me voy ya. La quiero en mi mesa a primera hora de la mañana.
-Ahí la tendrás –le respondo conteniendo la rabia. Siempre se marcha antes dejándome con todo el trabajo y por supuesto, siempre se lleva la gloria después.
Cuando llego a la calle, voy con retraso. La esperanza de que Rodrigo me haya esperado se ha ido media hora después de que la hora de salida haya pasado. Seguramente ha creído que le he dado plantón y eso me hace odiar todavía más a mi jefe. Estúpido.
Salgo echa una furia y ni siquiera miro por donde ando. Necesito irme a casa y darme un buen baño de espuma para relajarme. La tensión puede conmigo en estos momentos.
-Helena –me llaman.
Me giro hacia el lugar de donde proviene la voz y siento que mi día acaba de cambiar de nuevo en cuanto descubro que es Rodrigo. Me ha esperado toda una hora. Y no parece para nada enfadado, porque me está regalando una increíble y perfecta sonrisa.
-Creí que ya no estarías aquí –me disculpo en cuanto llega junto a mí.
-No te vi salir, así que supuse que te habías retrasado con algo –me mira intensamente y me derrito por dentro– Tenía muchas ganas de verte de nuevo.
No sé qué decirle, pero parece que no necesita que lo haga porque me toma de la mano y comenzamos a caminar juntos. No sé a dónde me lleva, pero no me importa. Quiero disfrutar de lo que el contacto de su mano enlazada con la mía me está provocando. Si para ello debemos caminar por horas, no diré nada. Simplemente sentiré.
Ninguno de los dos dice nada mientras seguimos andando. Lo he pillado mirándome varias veces ya y siempre terminamos sonriéndonos como dos tontos. Aún así, el silencio continúa presente. Ninguno de los dos se decide a romperlo.
-Es aquí – me dice finalmente cuando llegamos a una pequeña cafetería de la que no tenía constancia hasta ahora.
Entramos y me quedo impresionada de lo bonita y acogedora que se ve. Siento la mano de Rodrigo presionando mi espalda para que avance hacia una de las mesas y se lo agradezco mentalmente. No habría podido dar un paso más, embobada como estoy con la decoración del lugar.
-¿Te gusta? –su pregunta me hace reaccionar.
-Es precisa –le sonrío.
-Es de mi hermana –me devuelve la sonrisa– Hace un par de meses que la abrió.
-Muy bien –bromeo con él– Llevando nuevos clientes al negocio familiar.
Me pone un poco nerviosa pensar que pueda conocer a su hermana también, pero la sonrisa que me dirige mientras se sienta frente a mí después de ayudarme con la silla, me tranquiliza. Siento que con él todo irá bien.
-Rodri. ¡Qué alegría se llevará tu hermana cuando sepa que estás aquí! –la camarera le sonríe y me da la espalda mientras habla– Hacía ya varios días que no te dignabas a visitarnos. Te echábamos de menos.
Puedo imaginarme cómo hace un mohín después de esa frase. Elevo mis ojos al cielo y cuando mi vista regresa a Rodrigo, lo veo sonreír. Creo que me ha visto hacer el gesto y le resulta divertido. Mientras la muchacha continúa hablando, nuestras miradas siguen conectadas. Ni siquiera sé si la está escuchando. Yo no, desde luego.
-¿Rodri? –la insistente voz de la chica rompe nuestro contacto visual.
-¿Qué?
-Te preguntaba si te pongo lo de siempre –parece molesta ahora.
-Sí –Rodrigo me mira antes de hablar- ¿Tú qué quieres?
-Un café con leche, con extra de leche, por favor.
-Eso es todo, Clara. Gracias.
-Creo que le gustas –le digo en cuanto se marcha.
-A mí me gustas tú.



Continuará

No hay comentarios:

Publicar un comentario