REAL IRREALIDAD
RELATO INCLUIDO EN EL LIBRO VESTIDA PARA AMAR
Sonó el
timbre de la puerta despertándome. Medio adormilado me puse una bata que
abrigara mi desnudez y abrí la puerta. Me quedé maravillado. Era una bellísima
mujer de largos cabellos rubios, hermosos ojos oscuros, esbelta figura y mirada
penetrante…Tú. Tras unos segundos de sorpresa, ya espabilado totalmente cerré
la puerta en silencio y entraste. Te ayudé a quitar el abrigo y a continuación
serví una copa para ambos. Nos acercamos y sin dejar de mirarnos fíjamente
brindamos. Tú diste un pasito más al frente pegándote casi a mi pecho sonriendo
con expresión entre pícara y amorosa, cercana y gentil. Fijé la mirada en tus
labios rojos. Tú también lo hiciste, entendimos claramente el código que el
deseo implantaba y nos besamos muy levemente al principio, casi rozándonos los
labios; para al poco dejarnos llevar por la pasión y devorarnos la boca con
hambre de siglos.
Sentir
la calidez y la caricia de tu aliento encendió mi miembro como si fuera un
resorte; entonces me sonreíste de nuevo como si adivinaras el volumen y
dureza del mismo bajo la tela. Tomaste mi mano y me dirigiste al dormitorio
(conocías perfectamente el camino). Allí me invitaste a sentarme en el borde de
la cama mientras cadenciosamente ibas despojándote de la ropa, prenda tras
prenda como si de un silencioso streaptease se tratase.
Descubriste
tus preciosos pechos, no demasiado voluminosos, muy apetecibles con esos erectos
botoncitos sonrosados que los coronaban. Después la falda, exponiendo a la
tenue luz el esplendor de tus caderas desnudas; y por fin me obsequiaste con la
visión de tu sexo, pulcramente depilado. Nos acostamos y fundimos nuestros
cuerpos, entrelazando las piernas, juntando nuestros vientres compartiendo
suspiros, caricias y besos, siempre besos, muchos besos. Creo que no dejé ni un
sólo poro de tu piel sin lamer, sin oler, sin mordisquear.
Tengo
grabado a fuego el sabor a pecado de tu vagina incandescente y el sonido de los
gemidos que, con cada embestida, al penetrarte hasta el alma proferías. ¡Era
todo tan real!. Tras corrernos casi al unísono, tú varias veces, yo una
sola, pero tan intensa y feroz como el viento de levante que golpea con furia
el acantilado, nos fundimos en un abrazo infinito. Te juro que jamás me sentí
tan querido, tan amado, tan mimado; y me consta que tú vivías idéntico
sentimiento. Nos dormimos agarrados de la mano hasta que el sonido de tu móvil
rompiendo ese silencio sagrado nos despertó alarmados. Cambiaste la expresión;
que de pronto se volvió amarga y abandonaste el lecho para vestirte en silencio
sepulcral mientras te miraba entristecido.
A
continuación desapareciste dejándome sumido en desazón y melancolía. No pude
volver a dormir, me levanté y encendí un cigarrillo reflexionando sobre la
increíble experiencia que había vivido. El nuevo año me había deparado una
intensa experiencia en sus albores. Había sido tan sólo una fantasía, pero tan
auténtica, tan profunda que aún paladeo tu gusto a hembra, el placer de tu
lengua sobre mi piel, las caricias de tus manos, tu perfume, el color de tu voz
y la inolvidable suavidad de tus senos. Inescrutables
melodías que bullen en mi interior entonando las trasnochadas notas del silencio.
Autor Max Pique
Ha sido un placer mostrar en esta gran revista uno de los relatos de mi recién nacido "Vestida para amar"
ResponderEliminarGracias