Nunca he sido uno de esos tipos que cree en esas tonterías del amor a primera vista. Diablos, no es muy difícil liarse con esa mierda cuando tus hormonas empiezan a hablar. Una erección furiosa por una tía buena puede trastocar a un hombre y hacerle creer que siente algo que en realidad no existe. Luego, se convence a sí mismo de haber conocido a la mujer indicada. Yo había disfrutado de muchas relaciones con chicas preciosas, pero nunca se me había pasado por la cabeza enamorarme, y menos de una desconocida. La idea me parecía completamente absurda, hasta que la encontré a «ella».
Algunos de mis hermanos y yo habíamos llevado a Blaze
a casa de Sullivan para celebrar su cumpleaños. No llevábamos mucho tiempo allí
cuando la vi sentada en una de las mesas traseras con varias de sus amigas. Todas
eran muy guapas, arregladas para un sábado por la noche, pero ninguna de ellas
podía igualarla.
Con una sola mirada me cautivó por completo y no
presté atención a nada más, incluyendo a mis hermanos, sentados junto a mí en
la barra. No podía explicarlo. Había algo diferente en ella, algo que me atrajo
con una intensidad que jamás había sentido. Por mucho que lo intentara, no
podía apartar los ojos de ella. Durante casi una hora, me senté ahí, mirándola,
estudiando la forma en que su boca se movía cuando hablaba, cómo su cabeza caía
hacia atrás cada vez que reía, y la forma en que sus ojos, de un azul
cristalino, brillaban de deseo cada vez que se fijaban en los míos. Joder. Solo
con ver ese brillo de interés me dieron ganas de echármela al hombro, sacarla
de ese bar y reclamarla como mía de la manera más carnal.
Tuve mi oportunidad cuando noté un asiento vacío
justo a su lado. Un par de amigos suyos se levantaron para ir al baño, así que agarré
dos cervezas y me acerqué a su mesa. Cuando vio que me dirigía hacia ella, se
dio la vuelta rápidamente y le susurró algo a su amiga, lo que me hizo
preguntarme si había malinterpretado su mirada de interés, hasta que me dedicó
una sonrisa nerviosa. Maldición. Esa sonrisa me llegó hasta la médula. Traté de
mantener la calma y me senté.
—¿Está ocupado este asiento? —le pregunté.
—Ahora sí —me respondió con una voz juguetona.
La rubia que estaba sentada a su lado, se inclinó
hacia ella.
—Maldición, Reece —murmuró—. Tenías razón. Está
muy bueno.
Reece, que así se llamaba ella, abrió sus ojos
como platos y la regañó.
—¡Danielle!
—¿Qué? —protestó la rubia—. ¡Si tú misma lo has
dicho!
—¡Cállate! —dijo Reece.
Danielle me señaló con el dedo y volvió a
pincharla.
—Chica, necesitas conseguirte algo como esto.
—Oh, Dios mío. ¿Vas a parar?
—¿Por qué? Míralo... Unos bonitos ojos verdes y un
cuerpo sexy a juego —dijo casi babeando—. Diablos, me lo tiraría en un
santiamén.
Reece se volvió hacia mí con una expresión
mortificada.
—Por favor, ignórala. No suele ser tan odiosa. El
alcohol habla por ella.
—Te creo. —Hice un gesto con la mano y señalé la colección
de botellas de cerveza y vasos de chupito vacíos—. Parece que os estáis divirtiendo
mucho.
—Una de las chicas de mi hermandad se acaba de
comprometer, así que lo estamos celebrando con ella. Ha sido divertido, pero yo
soy la C.D. de reserva. Solo estoy esperando mi momento hasta que pueda salir
de aquí.
—¿C.D. de reserva? —pregunté.
—Sí. —Se encogió de hombros—. «Conductor Designado».
Ya hemos tenido algunos percances a lo largo de los años. Mis amigas no son muy estables cuando se trata de chicos sexys y
alcohol.
—Ya me imagino cuáles han podido ser esos
percances. —Me reí entre dientes y cogí una de las cervezas que le había
traído—. Supongo que no necesitarás esto.
Antes de que pudiera responder, lo hizo una de sus
amigas.
—Adelante, Reece. Estoy bien. No he tomado ni una
gota en toda la noche. Puedo aguantar una o dos horas más.
—Está bien, te tomo la palabra. —Reece me quitó la
cerveza de la mano y luego me miró—. Gracias.
—¿Estudias por aquí cerca? —le pregunté, al
recordar que había mencionado a su hermandad.
—Sí y no. Estuve en la UM, la Universidad de Michigan,
pero voy a trasladarme a la Universidad de Vanderbilt en un par de semanas.
Espero obtener allí mi título de abogado.
No podía imaginar por qué alguien tan dulce e
inocente querría ser abogado, pero noté la pasión en su voz al hablar de ello.
Por un motivo u otro, estaba claro que significaba mucho para ella. Iba a decirme
algo más, cuando se detuvo y me miró la mano. Yo jugueteaba con mi viejo
encendedor Zippo, pasando mi pulgar sobre la rueda de pedernal. Era una
costumbre que adquirí cuando dejé de fumar. Al darme cuenta de que había
llamado su atención, sonreí.
—Lo siento. Es un hábito nervioso.
—Un hábito nervioso, ¿eh? —preguntó—. ¿Estás
diciendo que te pongo nervioso?
—Tengo la sensación de que no soy el primer tipo
al que has hecho sentir así.
Ella hizo una mueca.
—No lo sé, pero si te hace sentir mejor, también
me pones bastante nerviosa.
—Me lo tomaré como una buena señal.
—Sí —afirmó—. Yo diría que es una muy buena señal.
Giré el encendedor en mi mano y, justo cuando iba
a guardarlo en mi bolsillo trasero, comenzaron a sonar los acordes de Faithfully.
Ella respiró hondo y sonrió.
—Me encanta Journey. Es la mejor banda de todos
los tiempos.
—No puedo estar en desacuerdo… —declaré.
Danielle se
inclinó sobre la mesa.
—Oye... tú —dijo—. señor Chico Duro con un
cuerpazo. Tienes que bailar con mi chica... hacerla pasar un buen rato.
Antes de que Reece pudiera negarse, extendí la
mano hacia ella.
—Ya has oído a la dama —le dije.
—Pero… —dudó ella.
—Si no bailas con él, entonces lo haré yo —añadió Danielle.
Me reí entre dientes mientras Reece tomaba mi mano.
—Ya voy, ya voy…
—Y no te olvides de besuquearle y agarrarle el
culo —ordenó Danielle.
Reece miró a la C.D. del grupo y soltó una carcajada.
—¡No más alcohol para Danielle!
—¿Por qué tienes que ser así? —se quejó la rubia.
—¡Solo trato de ayudar a una hermana!
Sin responder, Reece me siguió a la pista de baile
y, como si ya lo hubiésemos hecho cientos de veces, ella deslizó sus brazos
alrededor de mi cuello y yo la envolví con los míos por la cintura. Fue en ese
momento cuando supe que me había metido en problemas, la clase de problemas que
hacen que un hombre se replantee su propia existencia. Nunca me había imaginado
como uno de esos tipos que se establecen y pasan el resto de su vida pegados a
una sola chica. Me gustaba que las cosas fueran fáciles. Entrar y salir. Sin
sentimientos. Sin expectativas. Sin complicaciones. Pero, con un solo roce,
ella me hizo pensar en una valla blanca y un coche familiar. No podía
explicarlo, pero había algo extraño en la forma en que su cuerpo estaba tan
sincronizado con el mío. Me sentía muy bien, como si un vacío que no sabía que
existía se hubiera llenado de repente, y yo estaba desesperado por aferrarme a
ese sentimiento. Cuando ella apoyó su cabeza en mi hombro, una nueva sensación
de confort y suavidad me invadió. Entonces, me miró y apretó sus labios
perfectos y llenos contra los míos. Yo ya estaba listo. Tenía un deseo
abrumador de conquistar cada centímetro de su cuerpo, y de ninguna manera iba a
dejarla salir del bar con nadie más que yo. Después de unos cuantos bailes,
algunos coqueteos y varios besos largos y seductores, logré convencerla de que fuésemos
a un lugar tranquilo. Segundos después, Reece se subió a mi moto y nos marchamos.
Aunque aquel viaje hasta mi apartamento y las
noches siguientes fueron increíbles, los recuerdos me persiguieron de una
manera que nunca hubiera imaginado. El sexo fue increíble, pero esa no fue la
mejor parte de nuestro fin de semana juntos. Fueron las conversaciones que
compartimos las que me causaron la mayor impresión. Mientras nos abrazábamos,
contábamos historias que llenaban mi pequeña habitación de risas y emociones
inesperadas. Sentía una fuerte conexión con ella, el tipo de conexión que tienes
con alguien que conoces de toda la vida, y yo solo deseaba que esos momentos no
terminasen. Por desgracia, todo lo bueno se acaba.
Reece estaba junto a la puerta y me miraba con sus
preciosos ojos azules. Cuando balbuceó un sincero adiós, pensé que nunca había
visto una imagen tan hermosa. Me apoyé en el marco y observé el débil rubor que
aún persistía en su cuello. Me había entregado un trozo de papel con su número
y dirección, y quise retenerla, hacer lo que fuera necesario para convencerla
de que se quedara. Lamentablemente, eso no entraba en sus planes. Yo creía que
había encontrado a la chica que había estado buscando, que todos mis sueños se
habían hecho realidad, pero pronto descubriría que ella no sentía lo mismo.
Salió por la puerta, se subió a su taxi y no miró atrás.
Cuando era niño, nunca pensé que iba a convertirme en un hacker de uno de los más famosos clubs de motoristas del sur. En aquel entonces, ni siquiera tenía una moto, y mucho menos sabía cómo conducir una. Había estado demasiado ocupado jugando con videojuegos. Era una forma de escapar de la realidad y fingir que estaba en otro mundo, librando batallas que alterarían mi universo imaginario. En mi pequeña ciudad, era famoso por ser el mejor jugador. Ganaba en los juegos más populares y conquistaba todos los niveles. Nadie podía superarme. Excepto Tommy Demarco. Pensé que mentía al presumir de haber desbloqueado niveles secretos y trucos, así que fui a su casa para comprobarlo por mí mismo.
Me mostró cómo se las arregló para burlar las
restricciones del fabricante en el sistema del juego, lo que le permitía hackear todos mis juegos favoritos.
Quedé impresionado. Al ver lo que había sido capaz de hacer, se encendió una
chispa dentro de mí, y me obsesioné con aprender todo lo posible sobre el hacking. No fue fácil. No tenía a nadie
que me enseñara, así que tuve que descubrirlo por mi cuenta. Por suerte, tenía
un don para ello y, con cada nuevo desafío, me sentía más impulsado a tener
éxito. En cuestión de meses, había aprendido todos los detalles de la programación.
Con solo unas pocas manipulaciones, había conseguido desvelar mucho más que los
simples trucos de Demarco.
Había algo acerca de burlar los sistemas que me
intrigaba, y quise saber hasta dónde podía llegar. Había alterado la
configuración de mi teléfono, la televisión por cable y el ordenador de mis
padres, y eso era solo el principio. No pasó mucho tiempo antes de que me
interesase por todo. Descubrí un mundo que superaba mi imaginación más salvaje,
un mundo que la mayoría de la gente no sabía que existía. Mis padres no tenían
ni idea de lo que hacía realmente, pero podían ver que tenía un don, y
esperaban que lo usara para ir a la universidad y estudiar una buena carrera.
Lo intenté, pero pronto aprendí que ya sabía más que la mayoría de mis
profesores. Después de solo tres semestres, me aburrí de la universidad y
terminé abandonándola. Aunque mi madre no estaba feliz con mi decisión, mi
padre pareció entender y confió en que encontraría mi camino. Me llevó algún
tiempo. Pasé los siguientes meses dando vueltas por la ciudad, haciendo
trabajos esporádicos aquí y allá, pero al fin le demostré a mi padre que tenía
razón y encontré el lugar donde debía estar.
Era camarero en uno de los pubs del centro cuando
Gus, el presidente de Satan's Fury entró a tomar una copa. Me sorprendió verlo allí,
y me sorprendió aún más cuando supe que había ido a buscarme. Se había enterado
de que yo había hecho un trabajo para uno de sus socios, y decidió ofrecerme la
oportunidad de ingresar en el club. Aunque había trabajado con gente bastante
peligrosa a lo largo de los años, nunca se me había acercado alguien con esa
clase de notoriedad. No había pruebas de sus delitos ni los habían mencionado en
las noticias, pero todo el mundo en Memphis sabía que no había que meterse con
los miembros de Satan's Fury. Tal vez eran solo rumores, pero estos hombres se
habían creado un nombre al que todos temían en la ciudad. Asumiendo que los
rumores eran ciertos, siempre hice lo posible por mantenerme a distancia y,
ahora, estar tan cerca de su presidente me había puesto nervioso. No podía
evitar preguntarme si realmente tenía lo que se necesitaba para codearme con
hombres como ellos, pero mi curiosidad superó mis dudas y decidí aceptar su
oferta.
En los últimos diez años, no ha pasado un día en
que me haya arrepentido de esa decisión. Los lazos que forjé con mis hermanos eran
más fuertes que la sangre, y no había nada que no hiciera por ellos, como hackear la base de datos del FBI para
encontrar información sobre nuestra última amenaza. Era algo que ya había hecho
muchas veces, pero, esta mañana en particular, estaba experimentando algunas
dificultades para pasar una de sus cortafuegos. Acababa de llegar a una
inesperada encriptación de extremo a extremo, cuando Big me interrumpió.
—¿Has pensado en probar un DDoS?
Big era un miembro de nuestra sección del estado
de Washington y un compañero hacker.
Había venido a Memphis con varios de sus hermanos para ayudarnos a localizar a
Josué Navarro, un jefe del cártel que se había convertido recientemente en una
amenaza para nuestra red de distribución. Como el resto de nosotros, estaba
ansioso por obtener los informes que nos permitiesen localizarlo. Su sugerencia
de usar un DDoS no era una sorpresa, pero había el inconveniente de tener que
usar múltiples ordenadores para inundar simultáneamente su sistema con datos, y
yo sabía que eso no era factible.
—Ya lo he
pensado, pero configurarlo llevaría tiempo, y necesitaríamos un equipo que no
tenemos.
—Maldición. —Big dejó escapar un suspiro
exasperado, y luego volvió a prestar atención a su ordenador. Como a Navarro se
le consideraba un criminal de alto riesgo, ambos sabíamos que el FBI dispondría
de la información más actualizada sobre nuestro hombre, pero el tiempo no
estaba de nuestro lado. El FBI no tardaría en notar nuestra presencia, y
entonces estaríamos jodidos.
—¿Qué hay de usar un RAT? —añadió Big—. Solo hace
falta que el agente correcto muerda el anzuelo, y entonces tendríamos el
control total de su ordenador. Podríamos usarlo...
—Sé cómo funciona un RAT, Big —lo interrumpí.
—Lo siento, hermano. Estaba pensando en voz alta.
—No hay problema. —Sabía que solo intentaba
ayudar, pero esta no era mi primera vez—. Además, creo que lo tengo. Dame un
segundo…
La última vez que me metí en su sistema, dejé un
tipo de malware anclado en lo más
profundo de su base de datos y, tan pronto como lo activara, tendría acceso a
todos los registros que había guardados en el marco principal.
Big se inclinó hacia mí, vio lo que yo acababa de
hacer y sonrió.
—¿Un root-kit?
Joder, no se me había ocurrido.
Segundos después, entré y empecé a buscar el
archivo de Josué Navarro, un infame jefe del cártel que tenía el poder de
acabar con cualquiera que se interpusiera en su camino. Ninguno de nosotros lo había
considerado una amenaza potencial, hasta que la chica de Shadow, Alex, mencionó
su conexión con el negocio de su padre. Tan pronto como Gus descubrió que era
su tío, puso a todo el club en alerta máxima. El padre de Alex, Rodrigo
Navarro, era uno de los mayores traficantes de drogas de California, y cuando decidió
expandir su negocio, puso sus ojos en Memphis. No solo era nuestro territorio,
sino también la ciudad donde su hija se había escondido durante más de ocho
años. Alex había hecho todo lo posible para mantener en secreto su verdadera
identidad, Alejandra Navarro, y su ubicación. Ni siquiera le había dicho la
verdad a Shadow, esperando que su padre no pudiera encontrarla. Por desgracia,
sus esfuerzos fueron en vano, y tres días atrás, él fue tras ella. El club
intentó intervenir, pero Rodrigo fue eliminado antes de que tuviéramos la
oportunidad de ponerle las manos encima. Independientemente de quién lo hubiera
matado, Gus sabía que su hermano buscaría a alguien a quien echar la culpa, y
quería que el club estuviera preparado por si éramos los elegidos.
Tan pronto como obtuve la información que necesitábamos,
Big se volvió hacia mí.
—¿Qué quieres que haga?
Le entregué una hoja de papel.
—Aquí hay una lista de sus últimas vigilancias.
Mira a ver si puedes averiguar qué son, para que sepamos dónde enfocar nuestra
búsqueda.
Pasamos las siguientes horas recabando datos sobre
Navarro, y luego le llevamos a Gus todo lo que habíamos encontrado. Cuando
llegamos a su oficina, estaba sentado detrás de su escritorio hablando con
Cotton, el presidente de la sección de Washington.
—¿Lo habéis conseguido? —preguntó en cuanto
entramos.
—Más o menos —respondí—. Sabía que su cártel, los
Parcas, tenía su base en Colima, México, pero no tenía ni idea de lo poderoso
que se ha vuelto. Ha estado haciendo envíos por todo el mundo, y su
distribución en los EE.UU. casi se ha triplicado en el último año. El FBI está
intentando pararlo. Por lo visto, Robert Hamilton, el agente que lo ha estado
investigando, se ha acercado bastante.
—¿Y? —dijo Gus.
—Navarro ha pasado a la clandestinidad. No ha
habido señales de él en meses.
Big le entregó a Gus el archivo.
—Parece que el agente por fin pudo conectar a
Navarro con el asesinato de seis hombres en Cancún. Eran competidores suyos, y
este hijo de puta no solo los torturó y mató, sino que colgó sus cuerpos en
varios puentes locales para que todos los vieran.
—Es una forma de causar impresión —refunfuñó
Cotton.
A lo largo de los años, Cotton había causado su
propia impresión con los hermanos de nuestro gremio. Era uno de los presidentes
más jóvenes, pero había demostrado ser un líder fuerte e inquebrantable. No me
sorprendió que se le ocurriera la idea de que varios de nuestros clubs se
unieran y crearan un conducto para la distribución de nuestras armas. Era una
empresa rentable para todos los implicados, y no tenía ninguna duda de que
Cotton no estaba contento de que le el último envío se hubiera suspendido. Se inclinó
hacia atrás en su silla con una expresión en blanco y refunfuñó.
—Si es listo, se apartará de los problemas de su
hermano y seguirá adelante.
Gus ladeó la una ceja.
—Dudo mucho que eso vaya a pasar.
—Los Parcas están en guerra con un cartel vecino,
los Mortales—. Big sacudió la cabeza—. Diablos, toda la ciudad de Colima se ha
convertido en un campo de batalla. Solo han pasado un par de días, así que tal
vez haya una posibilidad de que haya estado demasiado distraído como para darse
cuenta de que su hermano ha desaparecido.
—Tal vez, pero no pasará mucho tiempo antes de que
sospeche. —Gus buscó un cigarrillo en su bolsillo—. Sabemos que Josué es el cabecilla.
Demonios, apuesto a que Rodrigo nunca hizo un movimiento sin consultarlo
primero.
—Estoy de acuerdo contigo en eso —dijo Big—. No
hay duda de que Josué sabía que su hermano estaba en Memphis, y me atrevería a
decir que sabía que había descubierto que Alex estaba aquí y planeaba traerla a
casa.
Gus dio una calada a su cigarrillo.
—Es probable que tengas razón.
—Lo que significa que vendrá a buscarla cuando no
pueda contactar con su padre —añadió Big.
—Joder. No tenemos tiempo para esta mierda —ladró
Gus—. Nuestros compradores están esperando su envío, y no podemos seguir
posponiéndolo.
—Tenemos que proteger nuestra red. Es demasiado
importante —respondió Cotton.
Big se dirigió a mí.
—Tal vez podamos encontrar una manera de
distraerlo... lo suficiente para llevar a cabo esta entrega.
—Yo también estaba pensando en eso. —Cotton miró a
Gus y continuó—. Me has contado todo lo que pasó con Rodrigo y cómo lo mataron,
pero no me has dicho qué hiciste con sus restos.
Gus lo miró confundido.
—No pensé que fuera importante... pero no tienes
que preocuparte por eso. Mis chicos son cuidadosos con esa mierda. Haría falta
un maldito milagro para que alguien encuentre su cuerpo, incluyendo a Josué.
Por lo que todos aquí sabemos, él sigue vivo y coleando. Te lo garantizo.
—Esa es la cuestión —declaró Cotton—. Tal vez
sería mejor si Josué supiera que está muerto.
—¿A dónde quieres llegar, hermano? —preguntó Gus.
—Si trasladamos a Rodrigo y a sus hombres a algún
lugar remoto y montamos la escena para que parezca que lo han asesinado,
entonces habría una investigación. La noticia no tardaría en llegar a los
periódicos, y Josué entraría al trapo. Él querrá averiguar por sí mismo quién
mató a su hermano y...
—Irá a buscarlo allí en vez de aquí —lo
interrumpió Gus.
—Exactamente. No estoy diciendo que nos solucione
la papeleta por completo, pero podría darnos algo de tiempo para salir
adelante. Una vez que apartemos eso del camino, entonces podremos averiguar la
mejor manera de acabar con este hijo de puta.
—¿De verdad crees que eso podría funcionar? —pregunté,
escéptico.
—Ni idea. —Gus se puso de pie—. Pero vale la pena
intentarlo. Vamos a discutirlo con los demás.
Todos seguimos a Gus fuera de su oficina y por el pasillo
hasta el bar. Cuando entramos, Shadow, T-Bone y Murphy estaban sentados a una
de las mesas tomando una cerveza con Stitch and Clutch. Nosotros nos servimos
también y nos unimos a ellos. Murphy, nuestro sargento de armas, miró a Clutch
con gesto divertido.
—Entonces, ¿estás diciendo que tienes un estómago delicado?
—Diviértete todo lo que quieras —dijo Clutch con
su vaso en la mano—, pero tú no has oído la conversación que acabo de escuchar.
Siempre he sabido que Stitch era capaz de hacer cualquier mierda cuando tenía
que hacerlo, pero oírle hablar de ello con Shadow es otra cosa. De ninguna
manera querría estar del lado equivocado con él por medio.
Hacía mucho que Shadow ya no era el ejecutor de
nuestro club. Un día, Shadow llevó a Stitch, el ejecutor de la sección de Washington,
a su sala de confinamiento para ver si tenía alguna sugerencia. En contra del
buen juicio de Clutch, Shadow terminó obteniendo más de lo que esperaba.
—Nunca habría imaginado todo lo que se puede hacer
con un simple juego de alicates. Maldición. Esa mierda me va a dar pesadillas
—concluyó Clutch, con su cara retorcida en una mueca.
Conocí a Clutch hacía poco más de un año, cuando
estaba estableciendo la ruta de nuestra red de distribución. En ese momento,
nuestro mecánico principal estaba en cama después de un accidente de moto, y
Clutch terminó por quedarse varias semanas para ayudar en el garaje. Desde
entonces, todos aprendimos que tenía un gran sentido del humor, así que no tuve
problemas para ponerlo a prueba.
—Lástima que tu chica, Liv, no esté aquí para
cogerte de la mano —le dije.
—Desearía que ella... no creo que vaya a pegar ojo
esta noche.
—No te preocupes. Stitch estará allí para
mantenerte a salvo. —Me reí entre dientes.
—¿Se supone que eso me hará sentir mejor? Porque
no es el caso.
—Odio interrumpir esta fascinante conversación —intervino
Gus—, pero tenemos un asunto importante que discutir.
El grupo guardó silencio mientras Gus explicaba el
plan de Cotton. Shadow y T-Bone parecían satisfechos, pero Murphy se mostró
reservado.
—¿Te das cuenta de que estos tipos llevan varios
días enterrados? —preguntó.
—Sí, pero no creo que haya problemas —argumentó
T-Bone—. Los atamos y los envolvimos en plástico. Eso, junto con la cal que vertimos
en el suelo, debería facilitar su traslado.
Shadow se volvió hacia Murphy.
—En realidad, no importa cómo estén. Incendiaremos
el lugar y quemaremos lo que quede de ellos.
—Tienes razón en eso. —Murphy se rio—. Necesitamos
dejar a los policías algunas pistas para ayudarles a identificar a Navarro, de
lo contrario, podrían tardar semanas en clasificar las cenizas. No hay duda de
eso.
Murphy miró a Gus.
—¿Cuándo quieres hacerlo?
—Cuanto antes mejor.
Pasamos la siguiente media hora haciendo arreglos para
reubicar los restos de Navarro. Aunque ninguno de nosotros creía que eso
mantendría a su hermano a raya para siempre, todos sabíamos que nos daría algo
de tiempo para que, el día que llamara a nuestra puerta, estuviésemos
preparados.
Siempre creí que la
integridad moral y un comportamiento honesto eran la clave del éxito. Pensaba
que, si trazaba cada detalle de mi vida, incluso los momentos más minúsculos,
estaría preparada para cualquier cosa. Mientras que otros encontraban tediosa
mi obsesión por las listas de tareas y los calendarios, esta me daba la capacidad
de controlar todo de la forma más organizada posible. Creía que había que
mantener una apariencia de estructura si quería graduarme en la facultad de
derecho, sobre todo, en una prestigiosa facultad como Vanderbilt. Estaba
decidida a ser la mejor fiscal del estado, así que hice todo lo posible para
mantenerme en un camino recto, sin dejar que nada me desviase. Por desgracia,
después de un error inolvidable, mi vida se llenó de unos baches y curvas que
no vi venir, y terminé teniendo que abandonar la escuela de leyes.
A pesar de que mis planes de convertirme en
abogada se habían ido al traste, no me di por vencida. Me aferré a mi sueño de
luchar contra las injusticias del mundo y me convertí en una reportera de
investigación para el periódico Memphis Metro. Sabía que no podría poner a los
criminales tras las rejas, pero podía exponer sus crímenes al mundo, o eso
pensaba. Había trabajado en el periódico durante más de un año, y todavía
estaba atascada escribiendo artículos sobre construcción y espectáculos de
mascotas. Después de meses de intentarlo, finalmente convencí a mi editor,
Chandler Graves, de que me diera una oportunidad. Aceptó dejarme escribir un
artículo sobre el cartel mexicano, pero, como era de esperar, tenía condiciones.
Primero debía entregarle mis artículos, y solo podría
trabajar en ellos una vez aprobados. No estaba emocionada con la situación,
pero acepté, ya que por fin tenía la oportunidad de probarme a mí misma.
Llevaba varias semanas ocupada con mi artículo, pero
no había llegado aún a ninguna parte. Después
de llamar a una puerta tras otra, entonces, sucedió. Conseguí la pista que
esperaba. Me temblaban los dedos y pensé que el corazón se me saldría
literalmente del pecho al levantarme del escritorio y mirar por encima de la
pared de mi pequeño cubículo de oficina. Rápidamente busqué en la habitación a
mi mejor amiga, Grace. Al mirar a todos mis colegas, que trabajaban en sus
escritorios, me invadió la repentina necesidad de gritarles que dejaran de
hacer lo que estaban haciendo para contarles lo que había encontrado. Aunque no
estaría mal presumir un poco, este tipo de noticias era algo que solo podía
compartir con Grace. Ella era la única persona en la oficina en la que podía
confiar de verdad. Para mi decepción, no pude encontrarla. Pensé en el único
lugar en donde podría estar, y salí al pasillo. Corrí hacia la sala de
aperitivos. Cuando entré, ella se frotaba la redonda barriga mientras miraba
con nostalgia la máquina de aperitivos. Estaba embarazada de siete meses y, con
su creciente apetito, ni siquiera se dio cuenta de mi presencia.
—¡Oye! ¡Adivina qué! —exclamé.
—No estoy de humor para adivinar, Reece —refunfuñó,
con la vista clavada en la hilera de dulces—. Así que, si hay algo que quieras
decirme, adelante.
Busqué en mi bolsillo un billete de dólar y lo
metí en la máquina expendedora y seleccioné rápidamente su barra de caramelo
favorita. Tan pronto como se cayó de la ranura, la tomé y se la ofrecí. Por
suerte, su expresión se suavizó cuando me la quitó de la mano.
—¿Estás teniendo una mañana difícil? —le pregunté.
—Sí, pero nada que un poco de chocolate no pueda
arreglar. —Dio un mordisco a su barra de caramelo y habló con la boca llena—.
¿Cuál es la gran noticia?
La tomé del brazo y la llevé a un rincón de la
habitación. Una vez que me aseguré de que nadie me oía, le susurré.
—Lo encontré. Bueno, en realidad no lo encontré,
pero estoy cerca.
—¿Qué? Pero ¿cómo?
—¡Gracias a una fuente, y es muy grande! —Sonreí
de oreja a oreja—. ¡Han visto entrar a Rodrigo en un apartamento aquí mismo, en
Memphis!
—¡Estás bromeando!
—¡Nop! Parece
que no es la primera vez que visita esa zona. ¿Te imaginas? El imbécil estaba
justo debajo de mis narices, y ni siquiera lo sabía.
—Pero ¿por qué estará aquí en Memphis? —preguntó
Grace.
—No estoy segura. Sabía por mi investigación que
él y el cártel de su hermano habían intentado expandir su distribución más al
norte, pero no me di cuenta de que eso incluye a Memphis —expliqué—. Ahora que
tengo esta dirección, quizás pueda usarla para rastrearlo y...
—¡Eh! ¿No pensarás ir allí tú sola, verdad? —dijo ella,
preocupada.
—Bueno, sí. ¿No lo ves? Esto es exactamente lo que
he estado buscando. Estos hombres son responsables de miles de asesinatos, y
nunca han tenido que pagar por ello. Siguen escabulléndose entre las grietas, y
nadie es capaz de detenerlos. Si puedo conseguir la pista correcta, al fin
podré escribir la historia que siempre he deseado y que acabará con estos tipos
de una vez por todas. Así que, sí, voy a ir a ese apartamento, y voy a
averiguar qué demonios están tramando.
—¿Has hablado con Graves sobre esto? —preguntó
Grace con aprensión.
Mi buen humor disminuyó en cuanto ella mencionó su
nombre.
—No, todavía no… —confesé.
—Sé que estás emocionada y todo eso, pero tu pista
no va a ninguna parte sin su aprobación.
—Soy muy consciente de eso, Grace. —Me quejé en
voz baja.
—Lo siento. No quiero que te hagas ilusiones. Todo
esto da un poco de miedo, y es muy probable que él no lo acepte, sobre todo,
porque no tienes tanta experiencia como otros periodistas.
—Puedo manejar a Graves. Solo tengo que hacerle
ver lo importante que es ir a ese apartamento para mi historia.
—Bueno, será mejor que pienses en algo rápido.
—Grace hizo un gesto con la mano hacia la oficina principal—. Parece que el
señor Maravilloso viene hacia aquí.
Me di la vuelta con
rapidez y dejé escapar un fuerte suspiro cuando vi a Graves caminando en
nuestra dirección. Esperaba que se alegrara por mi nueva pista, pero empecé a
tener dudas cuando nos dedicó a ambas una media sonrisa.
—Buenas tardes, señoras.
—Buenas tardes, señor Graves —lo saludó Grace.
—Será mejor que vuelva al trabajo —le dijo él—. La
alcanzaré en un rato.
Grace me hizo un guiño rápido antes de volver a su
escritorio. Cuando se fue, Graves me miró con una ceja arqueada.
—¿Ha terminado su artículo sobre la nueva rotonda
del centro?
—Lo he hecho. Se lo he presentado hace una hora.
—Es bueno oírlo —dijo inexpresivo—. Después de que
lo estudie, hablaremos de su próxima tarea.
—Sobre eso... Hay algo que me gustaría discutir
con usted —aventuré.
—Bien. ¿Qué tiene en mente?
Eché un vistazo rápido y me di cuenta de que otros
periodistas se habían reunido en la sala de descanso.
—¿Podríamos discutirlo en su oficina?
—Hoy tengo la agenda llena, Winters —se negó.
—Sé que está ocupado, pero esto es importante.
—Está bien, pero tengo una reunión en quince
minutos.
—Genial —declaré—. Solo necesito cinco.
Lo seguí a su oficina y tomamos asiento.
—Veamos —dijo—. ¿Qué es lo que le gustaría
discutir?
—Es sobre mi artículo. Esta mañana he encontrado
una pista importante, y necesito su aprobación para avanzar en él.
—¿Qué clase de pista?
—Mi informante se ha puesto en contacto conmigo y
me ha dado la dirección de Rodrigo Navarro. Como ya sabe, es uno de los líderes
del cártel que he estado investigando. El apartamento donde se le ha visto está
aquí en la ciudad, y me gustaría que me dieran el visto bueno para ir a
comprobarlo.
Él cruzó los brazos y se inclinó hacia atrás en su
sillón.
—¿Quiere ir a una dirección que le han soplado
para encontrarse con un capo de la mafia? —dijo con una mueca.
—Ahora mismo trata de expandir su distribución, y
mi fuente cree que Rodrigo está aquí para ponerlo todo en marcha. Supongo que busca
una nueva ruta para transportar la droga y, si me acerco lo suficiente, podré
averiguar...
—Bueno, pues no voy a darle mi aprobación —afirmó
él.
—¿Qué? ¿Por qué no?
—Porque esos hombres son criminales peligrosos, y
no la quiero cerca de ninguno de ellos —dijo—. ¿Ha considerado lo que le harían
si sospecharan que los está investigando?
—No tengo intención de dejar que se enteren —me
justifiqué—. Quiero decir, no pretendo pedirle una entrevista en persona.
Mantendré mi distancia y me esconderé. Ni siquiera sabrán que estoy allí.
—Oh, sabrán que está ahí, Winters. —Se pasó la
mano por la cara y masculló—. Una joven rubia que los sigue en su Volkswagen
rojo brillante. Umm... sí. Seguro que
pasará desapercibida —terminó, con ironía.
—No soy estúpida, Chandler. Sé lo que significa ir
de incógnito.
—Puede que lo sepa, pero nunca lo ha puesto en
práctica. No tiene ni idea de cómo saltarse el radar —argumentó.
—Bueno, esta es mi oportunidad de aprender.
—No lo sé, Winters. Solo acepté este artículo
porque sabía que era importante para usted, pero ahora, creo que fue un error.
—No fue un error. Puedo hacerlo, pero necesito que
me dé la oportunidad de probarlo.
—¿Y si le pasa algo? —insistió Chandler.
—No me va a pasar nada. Como le he dicho, jugaré
sobre seguro y mantendré la distancia. Le doy mi palabra.
—De acuerdo, pero con una condición. Myles irá con
usted.
Myles Dixon era uno de nuestros mejores periodistas.
Había cubierto muchos de los grandes casos criminales de la ciudad, y debería
haber estado emocionada de tener la oportunidad de trabajar con alguien como
él, pero no lo estaba. Quería hacer esto por mi cuenta. Por desgracia, no era
una opción. Una vez que Graves se decidía por algo, no había forma de convencerlo.
—Bien. Me llevaré a Myles, pero yo también tengo
una condición.
—¿Cuál?
—La historia es mía. No importa lo que pase, usted
no opinará al respecto.
—De acuerdo. —Chandler miró su reloj y se levantó—.
Tengo que ir arriba. Vaya con Myles y póngale al corriente de la situación. Si él
le hace alguna pregunta, envíemelo.
—Lo haré.
Cuando me dirigía hacia la puerta, Graves me llamó.
—Winters.
—¿Sí?
—Myles es muy bueno en lo que hace. Si usted juega
bien sus cartas, podría aprender algo de él.
—Nunca se sabe. Cosas más extrañas han sucedido.
Me despedí y volví a mi escritorio. Apenas acababa
de sentarme cuando Grace me abordó, excitada, quería saber sobre mi encuentro
con Graves. Mientras le ponía al corriente, una sonrisa maliciosa se extendió
por su cara.
—¿Por qué esa mirada? —le pregunté, sorprendida
por su reacción.
—Oh, no lo sé. Estaba pensando que... trabajar
codo con codo con Myles no está nada mal. Con ese cuerpo ardiente y esos
increíbles ojos azules… Y encima de eso, es un escritor brillante. ¿Quién sabe?
Tal vez os llevéis bien.
—Umm...
no. No me interesa Myles. En lo que a mí respecta, él es solo un medio para un
fin.
—Dices eso ahora, pero después de un par de
vigilancias nocturnas, podrías ver las cosas de manera diferente—. Se rio.
—No es una posibilidad.
—Ya lo veremos.
Antes de que pudiera responderle, Grace se dio la
vuelta y se fue. Maldición. Ya me sentía ansiosa por hablar con Myles, pero,
después de mi conversación con Grace, estaba asustada, sobre todo, porque Grace
tenía razón. En nuestra pequeña oficina, él era algo así como un símbolo
sexual. Era un periodista con talento que se parecía a Chris Hemsworth, y se
hacía difícil no pensar en Thor cada vez que entraba en la habitación. Para
empeorar las cosas, solo había hablado con él dos veces y, en ambas ocasiones, se
trató solo de una breve conversación. Había una posibilidad de que ni siquiera
me recordara, lo que hacía que el contacto con él fuera mucho más difícil. Sabía
que no tenía otra opción, así que levanté el teléfono y marqué su número.
Después de un corto intercambio, acordamos vernos después del trabajo para
comer algo. Para mí iba a ser una noche, pero, si podía convencerlo de que
trabajase conmigo, habría valido la pena. Tan pronto como colgué el teléfono,
encendí mi portátil y abrí mis notas. Quería estar preparada cuando me reuniera
con Myles, así que repasé rápidamente todo lo que había reunido durante el
último mes. Aunque no era mucho, se trataba de un buen comienzo y, con suerte,
no tardaría mucho en tener todo lo necesario para acabar con Rodrigo Navarro.
Estaba decidida a hacerle pagar por el daño que le había causado a mi familia,
y nada se iba a interponer en mi camino.
He hecho algunas cosas bastante jodidas en mi vida, pero hasta que Cotton mencionó el traslado de Navarro y sus hombres, nunca había considerado desenterrar un maldito cadáver, y mucho menos uno que llevaba varios días enterrado. No me entusiasmaba la idea, pero como los demás, creía que era la mejor manera de que el club apartase al hermano de Navarro de nuestro camino.
Mientras conducíamos hacia el lado este de la
ciudad para recuperar los cuerpos, traté de prepararme para lo que íbamos a
encontrar, pero no me sirvió de nada. Diablos, casi vomito mi almuerzo cuando
vi el estado de los cadáveres en descomposición. Aun así, me las arreglé para
ayudar a mis hermanos a hacer el trabajo. Una vez que tuvimos todo cargado en
la parte trasera del camión, fuimos a una parte remota de Little Rock,
Arkansas. Había investigado la zona y conseguí encontrar un viejo almacén
abandonado a varios kilómetros de la ciudad. Cuando descubrí que era uno de los
muchos que había en los alrededores, supe que era el lugar perfecto para poner
en marcha nuestro plan.
Llegamos al almacén pasada la medianoche. Sin una
sola luz en la calle, todo estaba rodeado de oscuridad. No queríamos
arriesgarnos a que nos reconocieran, así que dejamos nuestros chalecos
distintivos del club en el SUV y nos vestimos de negro. Incluso llevábamos
pasamontañas de color oscuro, lo que nos dificultó la visión en el momento de
sacar los cuerpos del todoterreno. Una vez que los tuvimos dentro del almacén,
quitamos el plástico y los colocamos junto a varias de sus armas de fuego, para
que pareciese un intercambio que había salido mal. Como sabíamos que había una
posibilidad de que la policía descubriese que todo era un montaje, incendiamos
el lugar para destruir cualquier evidencia que pudiera conectar la muerte de
Navarro con nosotros. Antes de irnos, Blaze aparcó la camioneta de Navarro en
la entrada, con su billetera en la guantera.
Tan pronto como estuvimos seguros de que todo
había salido como lo habíamos planeado, nos subimos a nuestros vehículos y nos
dirigimos de vuelta a Memphis. Todos estábamos ansiosos por saber si el plan de
Cotton había funcionado, así que Big y yo no perdimos tiempo en hackear la base de datos del
Departamento de Policía de Little Rock. Leímos todos los informes que se
presentaron y, en principio, parecía que se lo habían tragado. Como
esperábamos, usaron la camioneta y la licencia de Navarro para conectarlo con
la escena, y no pasó mucho tiempo antes de que identificaran sus restos. Pero,
comenzaron a dudar cuando llegó el informe del forense. Aunque no quedaba mucho
de Navarro o sus hombres, este determinó que la hora real de la muerte no
coincidía exactamente con la del incendio. Aun así, todavía asociaban lo
ocurrido con un enfrentamiento relacionado con la droga, y no compartieron la
información con los periódicos.
Confiados porque nuestro plan había funcionado,
nos reunimos en Daisy's, el restaurante del club, para comer una hamburguesa
antes de que Cotton y los demás volvieran a casa. Cyrus había cerrado temprano
y reservó el recinto para los hermanos. Justo cuando estábamos a punto de
terminar de comer, Blaze se volvió hacia Gus.
—Ahora que hemos ganado algo de tiempo, ¿vamos a
seguir adelante con la entrega?
—Creo que la haremos el fin de semana —dijo Gus—, pero
vamos a hacer las cosas un poco diferentes, esta vez. —Miró rápidamente en
dirección a Cotton y continuó—. Cotton va a enviar a varios hermanos para que
sigan el cargamento hasta que llegue a Baton Rouge.
—¿Y Ronin? ¿Ha arreglado las cosas con el nuevo
muelle? — preguntó Shadow.
Sabiendo que lo perdería todo si se conociese su
ubicación, Ronin había trabajado duro para mantener seguros su muelle y todas
sus barcazas de transporte. Pero Navarro había puesto un dispositivo de rastreo
en uno de nuestros todoterrenos y, de esa forma, llevamos a nuestro enemigo
directo a su puerta. Fue un duro golpe para el club, pero un golpe aún más duro
para Ronin. Básicamente tuvo que empezar de cero y buscar un nuevo almacén y
una nueva barcaza. Para hacer las cosas aún más difíciles, solo tenía unos
pocos días para hacerlo.
—Ya lo ha resuelto, pero el muelle está en Mobile.
—¿Mobile, Alabama?
—Sí. Afirma que es incluso mejor que el anterior,
y ha añadido más seguridad. Murphy y yo vamos a comprobarlo por la mañana. Si
es tan bueno como él dice, entonces deberíamos estar listos para el fin de
semana.
—Bien. Me alegra oírlo.
Cotton y los demás estaban repasando algunos
detalles de su viaje de vuelta a casa cuando oí el ruido de la puerta delantera
al abrirse. Me giré para ver quién había llegado y, de repente, mi mundo dejó
de girar. Llevaba años sin verla, pero, en el momento en que me encontré con
esos ojos azules como el cristal, supe que era Reece. Estaba tan preciosa como
aquella noche en el bar, y todavía podía recordar lo bien que se sentía en mis
brazos.
Recordé su olor, la suave caricia de sus labios, el
calor de su cuerpo contra el mío y el anhelo que ardía dentro de mí cuando se
marchó.
Pensé en todas las noches de insomnio que pasé
preguntándome cómo me las arreglé para dejar que una chica como Reece se me
escapara de las manos. No podía negar el hecho de que era culpa mía. Intenté
jugar limpio y no la llamé enseguida. De hecho, no la perseguí en absoluto.
Tenía la cabeza dura y asumí que ella me llamaría. Eso no sucedió y, para
cuando me saqué la cabeza del culo, ya era demasiado tarde. Mi estómago se
retorció en un nudo cuando recordé el día que fui a su dormitorio a buscarla.
Había ido allí después de haberla llamado al fin, y la conversación fue
incómoda en el mejor de los casos. Supe que estaba herida por haber esperado
tanto tiempo para contactar con ella, pero yo creía que podría arreglarlo si
iba a verla en persona.
Me sorprendió cuando Danielle, su compañera de la
hermandad, abrió la puerta. Me sorprendió aún más cuando me dijo que Reece ya
se había ido a Vanderbilt. No me extrañó que Danielle me dijese que yo la había
cagado en grande. Pensé en ir tras ella, explicarle que había cometido un
error, pero, después de mi conversación con Danielle, decidí no hacerlo. Reece
había ido a Vanderbilt para empezar un nuevo capítulo de su vida, un capítulo
en el que un hombre como yo no tenía cabida.
Mientras la veía allí, de pie junto a la puerta,
me pregunté si había tomado la decisión correcta. Mi mente explotó con todas
las preguntas, preguntas que exigían respuestas inmediatas. Cuando iba a ir a
su encuentro, me sobresaltó la voz de Cyrus.
—Lo siento, señora, hemos cerrado.
Vi con asombro cómo un ligero rubor cruzaba su
delicado rostro. Con una sonrisa torpe y un rápido encogimiento de hombros, se
dio la vuelta y se alejó. El pánico se apoderó de mí y corrí hacia la puerta,
pero me detuve al ver que hablaba con un tipo en el aparcamiento. Al cabo de
unos minutos, Reece se metió en el coche con él. Maldita sea. Aunque no tenía
derecho sobre ella, no podía evitar sentirme celoso. Entré de nuevo en el
restaurante y volví a mi mesa, preguntándome si el gilipollas con el que estaba
era su novio o, peor aún, su marido. La sola idea de que estuviera atada a
alguien me revolvió el estómago. Al captar mi cambio de humor, Blaze se inclinó
hacia mí.
—¿Todo bien, hermano?
Asentí con la cabeza.
—Sí. Solo tenía que comprobar algo.
—¿Estás seguro?
—Positivo.
—Está bien. Si tú lo dices. —Blaze se puso de pie
y se volvió hacia los demás—. Bueno, chicos... mejor me voy a casa. Kenadee
tiene que trabajar en el turno de noche, así que tendré que estar allí para que
Kevin se organice.
—Yo también tengo que irme —dijo Shadow
levantándose—. Te acompaño a la salida.
Después de que todos se despidieran, Blaze se
dirigió a Clutch y Stitch.
—Os veré el fin de semana.
Tan pronto como se fueron, los demás comenzaron a
dispersarse. Cotton siguió a Stitch and Clutch arriba, a los apartamentos del
club sobre el restaurante. Se habían quedado allí la semana pasada, y aunque el
alojamiento era bastante decente, no tenía duda de que todos estaban deseando
volver a casa y ver a sus familias. Una vez que se fueron, fui con Gus y Moose
a por nuestras motos. Justo cuando estábamos a punto de ponernos los cascos,
Gus se giró hacia nosotros.
—Tengo un mal presentimiento sobre este tal
Navarro.
Moose agitó la cabeza.
—No eres el único. Mira, no digo que mover esos
cuerpos fuera una mala idea. Creo que nos dará algo de tiempo, pero al final
del día, todos los caminos con Navarro conducen a Memphis.
—Sí, tenía que saber que su hermano planeaba
ampliar su distribución para incluir a Memphis. Demonios, probablemente fue él
quien lo envió para prepararlo todo.
—Por lo tanto, es solo cuestión de tiempo antes de
que Josué siga el rastro hasta aquí.
—Exactamente.
—Voy a necesitar que hagas lo que sea necesario
para encontrarlo —me dijo Gus—. Sé que parece que se lo ha tragado la tierra,
pero tiene que haber una manera de que puedas rastrearlo.
—No te preocupes, haré todo lo posible —le
aseguré.
—Voy a necesitar algo más que lo posible, Riggs.
—Entendido. No te decepcionaré.
Un sentimiento desalentador me invadió mientras Gus
subía a su moto. Había sido el presidente el tiempo suficiente como para que yo
supiera cuando estaba preocupado, y no había duda de que toda esta situación
con Navarro le quitaba el sueño. Era comprensible. Por lo que había leído sobre
él, sabía que Navarro era un hombre poderoso, más que cualquiera que hubiéramos
encontrado, y que no sería fácil destruirlo. Aunque eso no significaba que no
se pudiera hacer. A lo largo de los años, el club se había enfrentado a muchos
adversarios, y cada uno de ellos se había creído capaz de someternos, pero
ninguno se había acercado siquiera. Todavía estábamos en pie, y yo haría todo
lo que estuviera en mi mano para mantener nuestra posición.
Cuando volvimos a la sede del club, fui
directamente a mi dormitorio y empecé a leer todos los informes que Big y yo
habíamos reunido sobre Navarro. Pasé toda la noche buscando cualquier cosa que
me llevara a su paradero, y Blaze llamó mi atención cuando entró por la puerta.
Él paseó su mirada por todos los papeles y archivos
esparcidos por mi escritorio.
—¿Qué es todo esto?
—Trato de cazar a Navarro —respondí.
—¿Y has tenido suerte?
—Creo que me estoy acercando, pero no lo sabré
hasta que compruebe esta dirección IP. Creo que podré usarla para interceptar
su teléfono.
—No tengo ni idea de qué demonios estás hablando,
pero buena suerte con eso.
—Gracias —me burlé.
—Entonces, ¿qué te pasó anoche?
Me volví hacia la pantalla de mi ordenador.
—Ya te lo he dicho. No fue nada.
—Oh, no me vengas con esa mierda, Riggs. Tú y yo
sabemos que no fue nada. Pude verlo en tu cara —se quejó—. Demonios, parecía
que habías visto un maldito fantasma. Así que, dime. ¿Qué pasó anoche?
Respiré hondo, listo para confesar.
—La vi.
—Lo siento, hermano. Vas a tener que darme más que
eso.
—Reece. —Me giré hacia él—. Vi a Reece.
—¿Quién diablos es Reece?
No podría culparlo por no recordarla. Aunque le
había contado todo sobre ella, incluso más de lo que él quería saber, habían
pasado un par de años desde la última vez que mencioné su nombre. Cuando ella se
fue a Vanderbilt, hice lo que pude para apartarla de mi cabeza y también el fin
de semana que pasamos juntos, pero no fue fácil. Siempre que me acostaba con
una chica, terminaba comparándola con Reece, lo que solo me llevaba a una larga
lista de decepciones.
—La chica
que conocí en tu cumpleaños —expliqué, con la esperanza de que fuese
suficiente.
—Oh, maldición —soltó.
Sí. Fue suficiente.
—Sí.
—Creí que estaba en Vanderbilt o algo así —dijo
levantando las cejas.
—Yo también lo creía, pero parece que ha vuelto a la
ciudad.
—Entonces, ¿qué vas a hacer al respecto?
—Nada —respondí rotundo.
—¿Qué quieres decir con nada? Esta chica significaba
algo para ti, estabas muy alterado cuando ella se fue de la ciudad. Sé que has
jodido las cosas, pero ahora tienes la oportunidad de ponerlas en su sitio —regañó—.
Debes buscarla y explicárselo.
Por mucho que quisiera, sabía que no podía. Con
todo lo que pasaba ahora en el club, no tenía tiempo para distracciones,
especialmente, una distracción como Reece. Por el momento, necesitaba mantenerme
enfocado en encontrar a Navarro y nada más.
—No tengo tiempo para esa mierda ahora mismo.
Además, no sé si ella querrá verme. Y anoche estaba con un tipo.
—No te tenía por alguien que se asusta por una
pequeña competencia —provocó.
—No he dicho que tenga miedo, imbécil. Es solo que
no le veo sentido a perseguir a una chica que ya está con otro.
—Supongo que tienes que preguntarte... ¿es solo
una chica o es más que eso? —insistió Blaze—. Si realmente crees que es la
indicada, tienes que luchar por ella, de lo contrario, pasarás el resto de tu
vida arrepintiéndote.
—Ya se me ocurrirá algo. Ahora, tengo que
encontrar a Navarro.
—Haz lo que tengas que hacer, pero recuerda
—añadió—, la última vez que pospusiste verla, el coste fue más de dos años sin
ella. Si esperas, esta vez podrías perderla para siempre.
Blaze se marchó y me dejó a solas con una furiosa
tormenta de dudas. No tenía ni idea de en qué punto estaba realmente con Reece.
Por lo que yo sabía, ella no me había dedicado un solo pensamiento, y yo perdía
mi tiempo por pensar en ella. Pero eso no bastaba para detener la ardiente
necesidad que sentía de volver a verla. Por razones que no entendía, esta mujer
me había dejado una marca, y no podía quitármela de la cabeza. Todavía la
quería y, aunque sabía que Blaze tenía razón al decirme que fuera tras ella, no
cambiaba el hecho de que tenía un trabajo que hacer. Sin importar las
circunstancias, el club era lo primero. Era un lema con el que todos vivíamos,
porque, a la hora de la verdad, los hermanos de Satan's Fury no eran solo los
miembros de un club. Éramos una familia, y no nos deteníamos ante nada para
mantener a salvo a nuestros seres queridos. Sabía que podía sacrificar
cualquier oportunidad que tuviera con Reece, pero no había otra opción. Estaba
atrapado sin remedio.
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