Alice
—No puedo creer que me hayas convencido —dije.
Notaba una sensación extraña en el estómago, como
si fuera a cien kilómetros por hora. Lo tenía revuelto, me sentía enferma y
nerviosa. Me había dejado convencer como una tonta y miré alrededor con la
esperanza de que nadie me conociera. Al principio fue embarazoso, pero luego vi
a otras mujeres guapas y con clase que se divertían y estaban preparadas para
verse con hombres.
Había oído hablar de la subasta de citas
multimillonaria hacía unos tres años, cuando me mudé a Las Vegas para ir a la
universidad. Era una gran ciudad, con mucha diversión, y este evento había ido ganando
un gran número de seguidores. Aun así, la idea de pagar por pasar el tiempo con
un millonario me parecía poco ingeniosa.
Había sido arrastrada por mi amiga Kat que no
quería ir sola con Mary o Lucy. Se llevaban bien, pero se sentían mejor cuando
yo estaba allí, aunque no sabía por qué. Y a todas les encantaba verme tan nerviosa,
Nuestros asientos estaban en un buen lugar, pues desde
ahí podíamos ver todo el escenario. Me acomodé en la silla y me sorprendió que
tantos hombres ricos participaran en algo así. Es decir, era solidario, se
hacía por una gran causa, pero, aun así, iban desfilando como trozos de carne,
lo que resultaba degradante. Sin embargo, lo encontré tentador.
—Te encantará —dijo Kat—. No deberías ser tan
negativa. Estoy segura de que encontrarás al hombre que cumple con tu ideal.
—No tengo un ideal. Solo quiero un buen tipo —me
defendí.
Kat puso los ojos en blanco.
—Sí, pero eso implica que quieres un tipo perfecto
en todos los sentidos. Bueno, estos se acercan bastante.
—No quiero la perfección. No sé de dónde sacas esa
idea. Además, estos hombres no lo son, ni mucho menos. Solo porque tengan
dinero no significa que sean buenos.
—Es un buen comienzo —dijo Lucy.
Tuve que reírme. Las chicas estaban locas. Y ahora
que estábamos sentadas y el evento iba a comenzar, descubrí que empezaba a disfrutar.
Sentaba bien salir un poco; sobre todo, para sacar a Jacob de mi cabeza. Ah...
Jacob. Siempre encontraba la manera de colarse en mi mente.
Había roto con mi ex novio hacia tres meses. De
vez en cuando me llamaba o me enviaba mensajes con la esperanza de que volviéramos
a estar juntos, pero yo no estaba preparada, ni pensaba que lo fuera a estar. Me
había herido demasiado.
No quería pensar en lo que había ocurrido porque cuanto
más lo hacía más me devoraba por dentro. No podía olvidar que lo vi en la cama
con otra chica. Si al menos me hubiera engañado porque se había enamorado de
otra chica podría comprenderlo, pero no aceptaba que hubiera recogido a una
autoestopista al azar y la hubiera llevado a su apartamento.
Había querido sorprenderlo cuando regresaba a casa
de un concierto de Rascal Flatts. Jacob odiaba la música country, así que fui
con Kat. Después de dejarla, decidí ir a su casa para pasar un rato con él, ya
que se quedó solo mientras yo estaba en el concierto.
Y fue entonces cuando lo atrapé. Al principio
pensé que estaría enfermo, ya que sus gemidos se podían escuchar a través de la
puerta del apartamento. Usé mi llave, entré y fue cuando oí sus jadeos mezclados
con los de una mujer. Me sentí mal enseguida, aun así, entré en su dormitorio.
¿De verdad pensó que podría perdonarle algo así? ¿Lo
creyó de verdad? Porque se había acabado para siempre. Nunca estaría con un
hombre en el que no pudiera confiar.
Intenté olvidar y concentrarme en el espectáculo.
No estaba segura de lo que iba a ver, aparte de tipos muy ricos que participaban
en una subasta de citas. Sonaba ridículo, pero era una fantasía muy tentadora.
Sin embargo, nunca me ha excitado el dinero. La
riqueza no me interesa, ni me importa cuánto dinero gana un hombre. Aunque, claro,
se suponía que estos tipos también eran guapos y sexys.
Kat había insistido en que mirara la web donde
estaban los perfiles de los chicos, pero yo me negué. Prefería que me sorprendieran.
Podía ser que no encontrara ninguno por el que quisiera
pujar, pero como era para una gran organización benéfica tenía que hacerlo igualmente.
De todos modos, no estaba obligada a tener una cita con él, aunque prometiera
ser divertida.
—¿Estamos listas, señoras? —La voz del presentador
inundó la sala cuando un joven subió al escenario.
Era un poco bajito y flaco, con una sonrisa
arrogante y el pelo corto. No parecía formar parte de la subasta, pero mostraba
carisma para este tipo de espectáculo y tenía pinta de ser simpático.
Todas aplaudimos fuerte.
—¡Genial! —continuó el hombre—. Soy Melvin Maros, el
anfitrión. Esta noche tenemos un grupo de los solteros más codiciados, menores
de treinta años y con un valor de más de treinta millones de dólares. Algunos
de nuestros solteros son incluso multimillonarios. ¡No os olvidéis de eso!
El público aplaudía y fingí formar parte de él, pero
se notaba que estaba aburrida. Kat me dio un codazo, y yo le sonreí y empecé a
aplaudir. Todo era extraño, no me gustaba. Quería estar en casa, sola y
relajada, en lugar de luchar con mis emociones porque no encontraba nada
positivo en ese lugar. Era una pérdida de tiempo. Estaba a punto de irme,
aunque no lo hice por ser una causa solidaria. Tenía que aguantar.
—Bien —continuó Melvin—. Tenemos diez chicos a los
que podréis ver y escuchar. También comprobaréis que una cita puede transformar
vuestra vida, así que tendréis la oportunidad de pujar. Los hombres con las ofertas
más altas bajarán a conoceros. —Eso sonó divertido—. ¡Vamos a empezar!
Todas las mujeres aplaudieron, algunas de ellas
estaban de pie. Kat y Lucy brindaron con sus cervezas. Yo había decidido no
tomar alcohol esa noche.
—El primer concursante que tenemos esta noche es
un desarrollador de software de veintiocho años. Su riqueza actual es de
treinta y ocho millones de dólares. ¡Por favor, denle la bienvenida a Stan
Notton!
Apareció un tipo guapo con esmoquin. Medía un
metro ochenta, iba impecablemente vestido y no podía ser más atractivo. Se
dirigió al escenario y extendió las manos para que todos pudieran verle. Las
mujeres comenzaron a gritar y a chillar. Se escuchaba que le decían: «¡Quítatelo!».
«¡Sí, nene!». «¡Maldita sea, estás muy bueno!».
Atraía todos los cumplidos y era fácil ver que estaba
acostumbrado.
—¡La puja comenzará en mil dólares!
¿Mil? Vaya...
No estaba segura... Tenía algo de dinero que había heredado de mi abuela cuando
falleció el año pasado a los ochenta y seis años. Siempre estuve a su lado y
ella quiso favorecerme con una pequeña cantidad. Así que me dejó veinte mil dólares
para pagar mi último semestre de universidad. Fue una buena ayuda.
—¡Mil! ¿Tenemos dos mil? ¡Hay dos! Ahora… ¡tres!
Comprobé que el precio de este hombre subía hasta
que por fin fue vendido por seis mil dólares.
—¡Tenemos un ganador! ¡La dama del vestido azul
por seis mil dólares! ¡Venga y reclame su premio!
Vi cómo bajaba del escenario y se acercaba a la
mujer que había hecho una oferta por él. Parecía un buen partido y la beneficencia
se alegraría de conseguir el dinero. Lo necesitaban desesperadamente.
—No puedo creer que lo dejaras escapar —me dijo
Kat—. No has hecho ni una oferta.
—No voy a pujar por el primer tipo. No hemos visto
a los otros todavía, es mejor esperar por si aparece alguno mejor —me
justifiqué. Pero no estaba muy segura de mis palabras.
Me aterrorizaba hacer una oferta. No sabía el
motivo, aunque en el fondo reconocía que no era la forma correcta de hacer las
cosas.
—Bien, espero que pujes pronto por alguien. No creo
que los demás puedan ser mejores que este tipo, que se sale de las listas de
éxitos y está forrado. ¿Qué más podría pedir una chica?
—Estás demasiado obsesionada con la apariencia y
el dinero.
—También quiero que se involucre en otras cosas
buenas, no te creas. —Buscó otros argumentos.
—Tranquila, supongo que estos tipos están
involucrados en la beneficencia y obras de caridad —le recordé.
—¿Ves? No soy tan superficial.
—Lo eres un poco. —Me reí.
Kat sacó la lengua y luego se rio también.
—¡Esto ha sido muy divertido! —El anfitrión
regresó—. Bien, el siguiente postulante vale tres mil millones de dólares. La
mayor parte de su dinero la ha hecho con bienes inmuebles, pero ahora invierte
en todo tipo de compañías que le interesan. ¡Por favor, den la bienvenida a
Chuck Dabron!
Observé al hombre que entraba en el escenario.
Parecía que un halo caliente envolvía su cuerpo; un fuego brillante que lo
rodeaba mientras caminaba hacia los focos. Por supuesto, todo estaba en mi
imaginación, pero era el hombre más sexy que había visto en mi vida. Medía uno
ochenta, con hombros anchos, ojos verdes que combinaban a la perfección con su
pelo castaño oscuro, ligeramente largo, y que reflejaba la luz de una forma
asombrosa.
Se detuvo frente a mí y nos miró a las tres. Era
como una especie de ángel enviado para salvarme de algo. Me olvidé hasta de lo
que estaba haciendo allí, ni siquiera podía recordar mi propio nombre.
—Muy bien, ¿quién quiere empezar pujando por Chuck
con mil? —preguntó el locutor, mientras observaba al público—. De acuerdo, tenemos
mil... oh, tenemos mil quinientos... y dos mil... vaya... genial. ¡Sigan
subiendo, señoritas!
Antes de pensarlo me levanté y dije:
—¡Ocho mil dólares!
Todas las mujeres de alrededor se giraron para
mirarme. Parecían sorprendidas. Las había superado a todas a la vez. Kat se
tapaba la boca con las manos mientras se reía y se estremecía. Estaba feliz por
mí. Era una locura.
—¡Muy bien! ¡Tenemos un precio alto! Ocho mil a la
una... a las dos... ¡y vendido!
No podía creerlo.
Acababa de comprar al hombre más sexy que jamás
había visto. Y ahora me miraba fijamente con una sonrisa muy dulce. Sentí que
mis piernas se derretían bajo el ataque de esa increíble mirada.
¿Qué iba a hacer ahora?
Chuck
Era una sensación muy extraña.
Estaba de pie en el escenario con esas luces
brillantes en los ojos mientras una sala llena de mujeres gritaba. Era agradable
ser apreciado y que chillaran por mí, pero también resultaba surrealista.
Seguramente, no era para tanto; al menos yo no lo
creía.
No me había entusiasmado que mis amigos me pidieran
que les ayudara en la subasta, ya que un tipo se había puesto enfermo y se había
echado atrás. Para empezar, tuve que quitarle tiempo al trabajo, lo cual odiaba.
Y por otro lado, tendría que fingir que me gustaba una mujer y esperar que no
fuera un incordio cuanto tuviéramos nuestra cita.
En realidad, para ser honesto, ni siquiera sabía
si me elegirían. Últimamente, había estado tan concentrado en mi trabajo que el
amor se había quedado en el camino y no tenía tiempo para él. Se había corrido
la voz de que no buscaba una relación seria, pero eso no impedía que las mujeres
lo intentaran, por supuesto. Yo las esquivaba, ya que solo quería que me
dejaran en paz.
Sin embargo, esto era diferente, se hacía por caridad.
Debería estar contento por ayudar a una buena organización benéfica, pero eso
no quitaba que deseara estar en otro lugar.
Me sorprendí cuando empezaron a llegar las ofertas
y todas esas mujeres pujaban por mí. ¿Qué locura era esta? Resultaba halagador,
desde luego, estoy acostumbrado a las miradas femeninas, pues van inherentes a la
marca del éxito. Y no solo de las mujeres, de todo el mundo en general.
Cuando sonó la voz de los ocho mil no estaba
seguro de haber escuchado bien, pero era real. Una mujer había ido directamente
a ocho mil dólares. Yo era suyo por un período de tiempo, es lo que había
firmado, y tenía que asumirlo.
Y entonces la vi cuando salí del escenario para
buscarla.
Ella estaba de pie frente a su mesa, con un grupo
de amigas que sonreían y la animaban.
Me sorprendió muchísimo. Era la mujer más guapa
que había visto en mucho tiempo. Vaya. Era un ángel. No podía creer que una
chica tan preciosa hubiera pagado por mí. No creía merecerlo.
Al acercarme a ella sentí que se me secaba la garganta.
Sudaba un poco y estaba muy nervioso, aunque no debería estarlo porque jamás pierdo
los nervios por la proximidad de nadie. Ni siquiera una chica bonita provoca ese
efecto en mí. Siempre he estado cómodo siendo quien soy, incluso cuando era un
joven de clase trabajadora. Sabía que yo valía mucho y todavía mantengo esa
creencia.
—Hola —dije, mientras me acercaba a la mujer más
atractiva.
¿Se estaba sonrojando? Yo creía que sí. Vaya,
estaba nerviosa. Nunca lo hubiera imaginado, pero el rubor la hacía más atractiva.
Su piel brillaba, su sonrisa era tímida y dulce, y sus hermosos ojos resplandecían
con el contraste de las luces y el fondo oscuro. Siempre había oído hablar de
amor a primera vista, pero... maldición... nunca pensé que me pasaría a mí.
Tenía que controlarme.
—Hola —respondió ella.
—¿Hay algún lugar donde podamos estar a solas un
momento para hablar tranquilamente? —le pregunté.
Hizo un gesto hacia una mesa en el fondo de la
habitación.
Ella sonrió y la acompañé mientras sus amigas se
reían y nos alentaban. Siguió riendo y los nervios la delataron cuando casi tropezó.
Era adorable y me provocó mucha ternura.
Maldición, me gustaba. No pude evitar que mi
mirada se fuera hacia sus nalgas. La forma en que su trasero redondo presionaba
contra el vestido y oscilaba en su cuerpo curvilíneo fue demasiado para mí.
Intenté ser un caballero y que no me pillara mirando, pero vaya, apenas pude
evitarlo. La deseé desde el momento en que la vi y supe que la quería de todas
las maneras posibles.
Saqué su silla y la guie mientras me sentaba a su
lado. Llamé a un camarero y pedí un par de copas para los dos. Entonces
empezamos a conocernos un poco mejor.
—Bueno, yo soy Chuck —dije.
—Soy Alice.
—Hola, Alice. Te agradezco que hayas pujado por
mí.
—Todavía no puedo creer que lo haya hecho. No
estaba segura de que fuera a pujar por alguien. Han sido mis amigas las que me han
traído.
—¿No crees que merezca ser ofertado? —me burlé.
Puso su mano sobre la mía. Me encantó su toque.
—Oh, por supuesto que sí… —balbuceó.
Me reí.
—Estoy bromeando. Lo comprendo. En realidad a mí
me convencieron unos amigos para hacerlo. El tipo que se suponía que estaba en
mi lugar se puso enfermo y tuvo que dejarlo. De modo que me ofrecí. Es por una
gran causa, así que me alegro de haberlo hecho. Y me alegro mucho de que
pujaras por mí.
—Gracias.
Hubo algunos segundos de silencio. Me pareció
bien, pero me di cuenta de que eso hizo que Alice se sintiera incómoda. Podría
haber dicho algo, pero decidí dejar que el silencio continuara un poco más. Era
divertido, me gustaba jugar con la incomodidad de la gente y, normalmente, solían
estar incómodos por una razón.
—¿A qué te dedicas? —me interesé.
—Soy estudiante universitaria.
—Qué bien. ¿En qué especialidad?
—Contabilidad.
—Ah, un buen contable siempre está en demanda.
Estoy seguro de que tendrás una gran carrera por delante.
—Eso espero. ¿Cómo has conseguido tanto éxito siendo
tan joven?
—No soy tan joven como crees.
—¿Qué edad tienes? —Frunció el ceño.
—Tengo treinta y dos años. ¿Y tú?
—Adivina —bromeó.
—No. —Sacudí la cabeza—. No caeré en eso.
Se rio y me encantó su risa.
—Buena respuesta. Tengo veintidós años y terminaré
mi licenciatura el próximo semestre.
—Eso es genial. ¿Tienes alguna idea de lo que
quieres hacer en nuestra cita?
—No tengo ni idea. —Parecía sincera.
Sonreí.
—Bueno, estaba pensando en la cena. Conozco un lugar
estupendo no muy lejos de aquí, y luego podemos ir a un buen espectáculo. En
Las Vegas hay donde elegir.
Ella asintió y se rio.
—Bien, confiaré en ti.
—Seguro que has visto espectáculos increíbles por
aquí. ¿Conciertos al menos? —Al verla sonreír me interesé—: ¿Quién es tu grupo favorito?
—No te rías, pero me encanta la música country.
Traté de no reírme.
—De acuerdo. ¿Te gusta Randy Travis? ¿Clint Black?
¿Garth Brooks?
—Sí, pero me gustan más los nuevos artistas.
Fingí tono lastimero.
—Oh, no... Qué triste. Pertenecen a principios de
los noventa y también a los setenta. Esas fueron mis décadas favoritas para la
buena música country. Veo que tendré que educarte en la buena música.
—Vale, hazlo, pero me encanta el sonido moderno.
¿Qué quieres que te diga?
—Bueno, puedes decir que sientes mucho haberme
ofendido —bromeé.
Ella se reía mucho, me encantaba lo fácil que era
hacer que se sintiera bien. Su risa era tan pacífica y serena, era una mujer
maravillosa. Disfrutaba conociéndola.
—Entonces, ¿eres oriundo de aquí? —me preguntó,
antes de tomar un sorbo de su vodka con arándanos.
—No. En realidad soy de Ohio.
—¿En serio? ¿Cómo has llegado hasta aquí?
—Bueno, siempre me ha gustado el clima, me encanta
el desierto, y Las Vegas es mi estilo de ciudad. Una vez que empecé a ganar dinero
decidí invertir en algunos hoteles casino. Y aquí sigo desde entonces.
—Es muy interesante.
—En realidad, es bastante aburrido, pero lo importante
es amar lo que haces y tener libertad. La libertad es la auténtica riqueza. Cualquiera
que te diga lo contrario miente. Pero basta de hablar de negocios. Una vez que
empiezo me resulta difícil parar.
—Estoy fascinada. Podría estar escuchándote hablar
de este tema durante horas.
Sonreí.
—Es muy amable de tu parte, pero como empiece no
me detendré. ¿Qué hay de ti? ¿Qué quieres hacer en la vida?
—Bueno, no estoy segura de querer ejercer mi carrera
cuando la termine.
—¿En serio? —Arqueé una ceja.
—Sí. —Se rio—. Es triste decirlo, pero estoy
harta. Ese es el miedo al primer año de universidad, cuando tratas de elegir
una especialidad. ¿Qué es lo que, realmente, quieres hacer el resto de tu vida?
¿Cómo saberlo? Hay tantas cosas que me gustaría hacer que, probablemente, no tendré
la oportunidad de hacerlas. ¿Se supone que debo elegir solo una?
—Así es. No tendríamos que elegir solo una. Es una
locura. El mundo está lleno de objetivos maravillosos que perseguir como para
centrarse solo en uno. Yo también deseaba esa libertad.
Bebió un trago y me sonrió, mirando por encima de la
copa. Me deseaba. Pude sentirlo. Noté esa chispa. Y yo también la deseaba, me
gustaba mucho; pero tenía que esperar porque no sabía lo lejos que ella tenía
pensado llegar.
—Entonces, ¿nos vemos mañana por la noche? ¿Dónde
me recogerás? —preguntó.
—Podría recogerte en tu casa. Si te parece bien.
Di por hecho que diría que no. Después de todo,
apenas me conocía y sería lógico que desconfiara, pero me sorprendió.
—Suena bien. Tengo muchas ganas de que llegue.
—Yo también. —Tomé su mano y la besé una vez más,
antes de que se diera la vuelta y se alejara hacia la mesa de sus amigas.
Podría haberme quedado y ver cómo se abalanzaban
sobre ella con preguntas sobre el multimillonario con el que iba a salir. Alice
mantuvo el contacto visual y me miró de vez en cuando mientras yo permanecía allí.
Entonces me di la vuelta y me alejé.
Supe que me miraban mientras hablaban de mí, y me
hice el despistado. Me encantaba la adulación, aunque también me sentía incómodo
con las miradas analíticas de los demás.
Al llegar a los bastidores me apresuré hacia la
salida, pero entonces vi a algunos de mis amigos chocando los cinco y actuando
como estúpidos. Estaban charlando sobre sus citas. Todos habíamos tenido suerte,
ya que habían pujado por nosotros mujeres increíbles. Pero yo sabía que Alice
era algo más: era la chica más increíble que había conocido. No tenía duda, y
eso que había salido con algunas mujeres maravillosas en mi vida.
Me sentía diferente. No sabía lo que me pasaba,
pero me atrajo en cuanto la vi. Y luego, cuando conseguí que habláramos,
incluso llegué a asustarme, pero de un modo agradable.
Me fui a casa, a mi mansión en las afueras de la
ciudad. Me encantaba este lugar. Era mi recinto, la fortaleza que me protegía
del mundo exterior. Era un lugar donde podía ser yo mismo, donde no tenía que
ser el personaje que los demás esperaban, el duro hombre de negocios,
extrovertido y carismático que encantaba a todo el mundo.
No existía una mujer especial en mi vida, aunque ahora
empezaba a creer que la había descubierto. Era demasiado pronto para decirlo,
pero al llegar me sentía como si flotara en una nube celestial, sin dejar de
pensar en la noche siguiente y en lo que podría suponer.
Me quité el traje, bajé a la sala de estar y luego
continué las escaleras hasta el salón de cine. Había diseñado la distribución
con mucho esmero y resultaba perfecta. Me encantaba ese lugar y desde niño había
querido tener uno así. Si querías ver la televisión tenías que verla con
estilo, ¿no?
Cogí una cerveza fría de la nevera y me senté en
mi sillón reclinable favorito, dispuesto a ver la nueva película de Arnold
Schwarzenegger. Pero tenía problemas para concentrarme, no dejaba de pensar en
la preciosa Alice y en volver a verla. Era perfecta.
Y yo me sentía perfecto al estar con ella. ¿Era
demasiado pronto para sentirme así? Porque tenía la sensación de que algo serio
estaba a punto de comenzar.
Alice
—¿Estás lista para tener a sus hijos? —Se interesó
Kat, nada más sentarme.
—No, pero es muy agradable —repliqué, poniendo los
ojos en blanco.
—Agradable, unas narices —intervino Lucy—. Vi cómo
babeabas por él. Estabas lista para tragarte su sable.
Me quedé sin aliento al escuchar aquella
barbaridad.
—¡Eres imposible! —Intenté no reírme, pero ya me
estaba sonrojando.
Había fantaseado con hacerle a Chuck algunas guarrerías.
Uff. ¿Qué me pasaba? Salía con un multimillonario sexy, divertido e
interesante. Eso era lo que me pasaba. Estaba nerviosa y también muy excitada.
No podía esperar a nuestra cita.
—Déjala en paz —le regañó Mary—. Acaba de conocerlo.
Mejor que nos hable de él.
Suspiré.
—No hay mucho que contar. Saldremos mañana y
espero que lo pasemos muy bien. Eso es todo.
—Y es por una gran causa —nos recordó Lucy—. Pero,
maldita sea, eres afortunada. ¿Cómo tuviste pelotas para pujar tanto?
Suspiré otra vez.
—Lo sé. No debí haber pujado tanto, pero no pude
evitarlo. Me vi obligada a hacerlo.
—Supongo que será por lo impresionante que estaba
cuando salió al escenario. Yo también me desorienté. Diablos, me despisté hasta
el punto de que olvidé hacer una oferta. Pero vaya, has pagado una gran
cantidad del dinero que habías ahorrado. Espero que el tipo merezca la pena.
—No me voy a lanzar sobre él. Nunca he hecho eso
con ninguno —aclaré—. Prefiero ir poco a poco.
—No creo que eso vaya a funcionar con ese hombre —advirtió
Kat—. Está acostumbrado a conseguir lo que quiere sin perder tiempo. Ahora te
quiere a ti, pero será mejor que te hagas a la idea de que rápidamente pasará a
otra persona.
—¿De qué estás hablando? Es una cita de caridad.
No hay ninguna relación aquí.
—Eres tan ingenua. —Se encogió de hombros—. Así es
como empieza siempre, pero entre vosotros saltan chispas y deberíais ir más
lejos. ¿Por qué no dejar que las chispas se aviven y que las cosas sigan su
curso? Puede que no tengas otra oportunidad. Haz lo que normalmente no harías;
deja que esto sea una cita de fantasía. Después de todo, lo es. ¿Alguna vez en
tu vida has pensado que saldrías con un tipo como él?
La miré. No sabía si llevaba razón o debía
ofenderme.
—Deberías hacer las dos cosas —intervino Mary.
—Vale, ¿crees que debería saltar sobre los huesos
de este tío? Apenas lo conozco. ¿No sería raro?
—¿Dónde está tu sentido de la aventura? Tienes que
ir a por él.
—Bueno, trataré de no decepcionarlas, señoras —decidí.
Seguimos hablando durante un buen rato y tomamos
unos cuantos tragos más. Finalmente, salimos a trompicones del lugar y llegamos
a la acera, donde llamamos a un taxi para que nos llevara a casa.
Cuando llegué me metí en la ducha y limpié los
efectos de la fiesta de mi cuerpo. Sentí el agua tibia sobre mi piel y me
pareció una sensación maravillosa. Después froté con las manos el jabón que se
deslizaba por el pelo y, al terminar, decidí que me iría directamente a la
cama. Había sido una gran noche.
Me miré con atención en el espejo mientras me
secaba. Siempre he tenido una figura bonita, llena de curvas sensuales. Tengo
un pecho grande y redondo, un gran trasero y caderas amplias. Nunca he tenido
sobrepeso, pero siempre he sido un poco más grande de lo que me gustaría. Sin
embargo, hablando con todas mis amigas, he descubierto que la mayoría de las
mujeres sienten lo mismo por sus cuerpos.
Yo había llegado a aceptar el mío en su mayor
parte, solo esperaba que Chuck lo aceptara también.
Vaya, ¿estaba realmente contemplando la idea de que
él y yo tuviéramos sexo en la primera cita? Eso solo lo había hecho una vez y fue
un error. Juré que no volvería a hacerlo y ahora estaba valorándolo de nuevo. No
quería que mis amigas me influyeran.
Me puse el camisón y me metí en la cama. Me había
dejado las bragas bajadas por una razón, no podía estar más mojada. Había
pensado demasiado en Chuck y en todas las cosas que me gustaría que me hiciera.
Estaba lista para probarlo, sentirlo, dejar que me abrazara y me llevara a las
mayores profundidades de la pasión y la lujuria brutal. Sí... lo quería todo.
Me toqué entre las piernas y las abrí un poco.
Unté la humedad alrededor de los bordes exteriores de mi abertura, y luego
sumergí mis dedos índice y medio de la mano derecha dentro de mí, muy despacio.
Entraron profundamente y jadeé al sentir las deliciosas sensaciones que corrían
por mi cuerpo. Me gustaba tanto... que ni siquiera pude evitar morderme el
labio... más fuerte... más fuerte... incluso pensé que saboreaba mi propia sangre.
Ahora me estaba metiendo los dedos con más fuerza,
los metía y los sacaba, dejando que de vez en cuando subieran hasta el clítoris
para arrastrar un poco de humedad y dar unos cuantos golpes oportunos. Cada vez
estaba más cerca del orgasmo. Ya no tardaría mucho.
Sonreí al cerrar los ojos y pensar que Chuck estaba
allí conmigo. Podía imaginar su enorme, gruesa y carnosa polla golpeando mi
apretado coño. Me estiraría mucho. Sí... eso era... oh, joder... Deseaba que
estuviera allí. Quería su boca en la mía. Quería probar su lengua. Quería
sentir sus dulces labios sobre mí. Necesitaba tener su enorme miembro dentro de
mí, empujando y deslizándose en mi interior.
Era maravilloso, estaba en el cielo puro. Doblé
los dedos, cada vez entraba más fuerte, acariciándome, todo mi cuerpo
hormigueaba hasta que arqueé la espalda.
Y entonces la presa se rompió y el abrumador
orgasmo me golpeó como una tonelada de ladrillos, iluminando cada una de mis
zonas erógenas. Apenas podía respirar y me temblaba todo el cuerpo.
Perdí la noción del tiempo que estuve así, a punto
de volverme loca de placer, hasta que finalmente empezó a disminuir. Al ver que
había sudado decidí que necesitaba otra ducha. No dejaba de pensar en tener el
sudor de Chuck sobre mí, quería oler su sudor caliente; sentir su orgasmo
dentro de mí. Necesitaba su semen salado y ardiente, era lo único en lo que
pensaba desde que lo conocí.
Nunca me había sentido así antes. Era increíble,
pero también un poco aterrador. No me reconocí a mí misma. Nunca había sentido
esa sensación de lujuria total por nadie. Era demasiado intensa.
¿Cómo sería cuando fuera real? ¿Cómo me sentiría cuando
estuviera con Chuck la noche siguiente? ¿Dejaría que las cosas llegaran tan
lejos? ¿Sería capaz de detenerlas? No estaba segura. Simplemente, no lo sabía.
Eso me desconcertaba. ¿Qué iba a pasar? Cerré los
ojos e intenté dormir mientras mi coño seguía temblando.
Estaba tumbada sobre las sábanas bajo el aire
acondicionado a todo volumen, y pensando que Chuck estaba allí. Era fácil
imaginar que venía hacia mí con su cuerpo fuerte y musculoso, con su enorme erección
latiendo en su mano para mí, y esa mirada hambrienta en sus ojos. Me devoraría entera
y se saldría con la suya. No había manera de resistirme a él. Tampoco querría
hacerlo.
Chuck
—Vaya, nunca he estado aquí antes, pero siempre he
querido venir —dijo Alice cuando nos sentamos.
Tenía la reserva en La Shay, un nuevo restaurante de cinco estrellas que llevaba abierto
unos seis meses. Había estado allí varias veces y la comida, el servicio y el
ambiente en general eran magníficos.
—Es estupendo —le expliqué—. Y por cierto, estás increíble,
por si acaso no te lo he dicho.
—Ya lo has hecho dos veces —repuso ella,
ruborizándose—, pero nunca me canso de escucharlo.
—Bien. Entonces no dejaré de decírtelo.
—Tengo que admitir que estoy un poco nerviosa.
—Sonrió al decirlo.
—¿Por qué?
—Bueno, no estoy muy segura, pero lo estoy.
Normalmente, no me pongo nerviosa, ni siquiera con gente nueva, pero esta noche
sí.
—¿Tienes expectativas sobre esta noche?
—¿A qué clase de expectativas te refieres? —Se
sorprendió por mi observación.
Tenía la sensación de que me estaba provocando, pero
me mantuve tranquilo y me encogí de hombros.
—No lo sé. Es la impresión que das.
Ella sonrió otra vez. Me encantaba verla sonreír.
Podría estar mirando su dulce sonrisa y sus hermosos ojos todo el día. Era el
tipo de mirada en la que podías quedarte anclado y perder la noción del tiempo.
Era perfecta.
Intenté no parecer demasiado interesado. Después
de todo, mantener las distancias era lo mejor para dar a entender que merecía a
una mujer maravillosa. Al pasar más tiempo con ella vi que se preguntaba lo
mismo que yo. ¿Era suficiente mujer para mí? Desde mi punto de vista era una
duda tonta, ya que cualquier hombre estaría encantado con una mujer como Alice.
—Bueno, he aprendido a no tener expectativas en la
vida. Eso es lo que causa más infelicidad —respondió.
—Cierto. También he leído a esos filósofos. Y es
parte del estoicismo, ¿correcto?
—Correcto. Me gradué en Filosofía durante dos semestres
—me aclaró—. Y todavía leo mucho a Nietzsche, Platón, Aristóteles, etc.
No estaba seguro de si trataba de impresionarme con
sus lecturas preferidas, pero lo hizo. Fue agradable mantener una conversación
intelectualmente enriquecedora con alguien, una gran ventaja cuando ese alguien
también era una mujer guapa.
—Eso es lo mejor de la universidad. Puedes probar
distintas clases y descubrir qué es lo que más te interesa. ¿Alguna vez lees
algo menos denso?
—Sí, también leo un montón de basura. —Se rio—. Me
encanta el misterio de un buen asesinato, un thriller de suspense y también he
leído bastantes novelas románticas de las que venden en tiendas de todo a diez
centavos.
—Así que tú también tienes la mente abierta a la
fantasía. En mi opinión, creo que todo lo que puedes imaginar es capaz de
hacerse realidad si lo deseas con fuerza.
—Eso es interesante —dijo.
Llegaron los primeros platos y comenzamos a cenar.
Yo había pedido un filete poco hecho con una patata asada. Ella, pasta con una
ensalada. Poco a poco, comenzamos a profundizar en nuestros intereses y lo que
queríamos de la vida. Era solo cuestión de tiempo que llegara el tema del amor.
—No puedo creer que estés libre. —Se asombró Alice.
—Pues lo estoy, y por propia elección. No he
sentido esa chispa o conexión desde hace mucho tiempo. Pacté conmigo mismo que
no iba a buscar relaciones que no me aportaran nada, ¿sabes? No quería ir por
ese camino. Cuando me comprometa con alguien será porque sienta algo real.
—¿Y cómo sabrás que no te equivocas? ¿No tienes
que pasar antes un tiempo con esa persona para conocerla?
—Eso es lo normal, pero he llegado a la conclusión
de que si es real sucederá en el acto. Ocurrirá en un instante. Será esa chispa
inmediata. ¿No crees en ese destello?
—No, no creo en él —aseveró, muy seria—. Pero
todos podemos cambiar de opinión. No me cierro a lo que cree la mayoría de la
gente. Quiero aprender y crecer. Quiero que me pongan a prueba. Me encanta. Así
que, si crees que estoy equivocada en algo, me gustaría que me lo dijeras.
—Bien, desafío aceptado —repuse con una sonrisa.
Más tarde, al terminar la cena, decidí continuar
con la última parte de la noche que había planeado. No era realmente un plan,
pues dependía de cómo fuera la primera parte. Y hasta ahora había ido de
maravilla. Alice era todo lo que siempre había deseado en una mujer. Tenía ese
presentimiento desde el principio, pero ahora estaba realmente seguro.
—Es una pena que la noche termine tan pronto —reconocí
en voz alta.
—Sí, pero es por lo que he pagado. —Se notaba que
bromeaba.
—Bueno, ahora que ya no estoy trabajando, ¿qué tal
si regresamos a mi casa? La noche es demasiado joven para terminarla ya, ¿no
crees?
Ella sonrió. Pude ver que sus ojos se iluminaban.
Sí... ella quería venir conmigo y entendía lo que le estaba sugiriendo.
—¿Qué tienes en mente? —me provocó, con un brillo
sexy en los ojos.
—¿Qué te parece si nadamos?
—No llevo bañador...
Me reí con suavidad.
—Bueno, por suerte para ti tengo algunos de sobra.
—¿Guardas trajes de baño de mujer «de sobra» en tu
casa?
—Me gusta estar preparado. A menudo, cuando vienen
algunos de mis amigos con sus parejas, tienen ganas de nadar en mi impresionante
piscina. Desde niño deseé tener una así.
—Bien. Me has convencido.
—¿Y ahora qué...?—preguntó ella, dando un sorbo a
su copa de champán y recostándose en un lado del jacuzzi.
Acabábamos de hacer varios largos en la piscina. Alice
era una nadadora excelente, mucho mejor que yo. Fluyó por el agua con una
gracia natural que me pareció hipnótica. La observé mientras la seguía y me
permití quedarme detrás solo para poder ver cómo se movía de un lado a otro,
justo delante de mí. Su dulce trasero era perfecto. Cuando salí de la piscina
ya tenía una furiosa erección dispuesta para ella. Esperaba que se diera
cuenta, pero si la percibió, fingió que no la había visto.
Después de nadar decidimos descansar en el
jacuzzi. Serví más champán y nos metimos en el agua tibia para calentarnos. El
shock fue increíble y me encantó la forma en que sus pezones atravesaron el
ajustado bikini. Estaba muy bien dotada. No podía esperar a tocar esos grandes
y deliciosos pechos. Quería enterrar mi cara entre ellos.
Sonreí y me acerqué a ella, justo a su lado, con
mi cara muy cerca de la suya.
—Tengo que admitir que eres una nadadora estupenda.
Se ruborizó un poco. Maldita sea, y me dedicó una
mirada sexy.
—Bueno, gracias.
—Y tengo que admitir que ese traje de baño te
sienta de maravilla —añadí.
—De nuevo, gracias.
—Y tengo que decirte que están a punto de salirse.
Eso debe resultar un poco incómodo.
Miraba descaradamente sus senos y ella estaba
disfrutando. Me sonrió y se los miró.
—Sí, un poco...
—Creo que tengo una solución —resolví sin
titubear.
Había enredado un mechón de su pelo entre mis
dedos y dejé que se deslizara lentamente entre ellos.
—¿En serio? ¿Cuál?
Desaté la mitad superior de su bikini y no intentó
detenerme. Los triángulos de tela cayeron con facilidad al agua. Ahora estaba
expuesta, en topless delante de mí.
Sus grandes pechos de copa D flotaban un poco en el agua, con los pezones duros
y erguidos hacia mí.
Rodeé su cuello con una mano y la acerqué a mí.
Luego la besé suavemente en los labios, despacio al principio. Había esperado
este momento desde que nos conocimos y ahora por fin estaba sucediendo.
Sus pechos empujaron contra mi tórax mientras se
movía un poco hacia adelante. Mi polla latió furiosa, empujando fuertemente
contra el bañador que llevaba puesto.
Alice gimió mientras me metía la lengua en la boca
y al mismo tiempo sentí sus manos deslizándose por el borde de mi erección, a
través del traje de baño. Sus dedos se cerraron y la apretaron. Gemí de placer
y ella también, con sorpresa por mi tamaño. Siempre he sido bien dotado.
Me quité el traje de baño con rapidez y lo tiré al
lado de la piscina. Ahora estaba libre y ella no perdió el tiempo. Rodeó mi
polla desnuda con las manos, apretando y tirando; su palma se frotaba sobre la
cabeza en círculos suaves, lo que me llevó a un nivel de erección aún más alto.
Deslicé la braga del bikini por su cuerpo y Alice
sacó los pies. Luego lo tiré a un lado, no podía soportar perder más tiempo. Me
moví entre sus piernas, separándoselas, y presioné hacia adelante muy despacio.
La penetré. La sensación de su hendidura moviéndose alrededor de mi polla y sentir
que entraba dulcemente en ella fue asombrosa.
Jamás había experimentado algo así. Su coño era apretado,
caliente, acogedor y estaba tan mojado. Succionaba con fuerza mi miembro mientras
me la follaba.
—Oh... guau... dame fuerte... justo ahí... —jadeó ella.
Su cara mostraba el placer que sentía y me encantó
mirarla. Era tan guapa. Solo deseaba en ese momento hacerla feliz.
Me retiré y la giré con rapidez. Ella se inclinó
para empujar el trasero contra mi pelvis. Una posición perfecta. Mi polla
estaba dura y se la metí en su coño apretado, hasta que sus gemidos de placer
se deslizaron por mis oídos como una dulce música.
La rodeé con las manos y sostuve sus grandes
pechos mientras continuaba penetrándola más y más fuerte. Ya casi estaba llegando
y pude sentir que ella también. Quería que se corriera. Quería sentir su
humedad liberándose y succionándome. Lo necesitaba.
—¡Me corro! —gruñí, justo antes de que eyacular dentro
de ella.
Se me doblaron las rodillas mientras intentaba permanecer
en su interior. Estaba resbaladizo, pero ella me sujetaba con fuerza por
dentro, atrapando mi polla en sus paredes. Me moví arriba y abajo para sentirla
un poco más antes de desplomarme de cansancio, y la abracé.
Seguimos abrazados en el agua durante varios minutos,
sin decir nada, solo los dos sosteniéndonos y acariciándonos. De vez en cuando
nos besábamos con suavidad, ambos conscientes el uno del otro. Fue maravilloso.
Sabía que me estaba enamorando locamente de esta mujer y no sabía cómo
manejarlo. Lo mejor era dejar que la naturaleza siguiera su curso, aunque era
cauteloso en cuanto a qué pensaría Alice si mis sentimientos eran demasiado
fuertes. Podría resultar alarmante.
Debía actuar con calma por ahora, pero sabía que
no sería por mucho tiempo. Pude leer en su preciosa mirada que ella sentía lo
mismo. El sentimiento estaba en el aire, en las miradas, en las caricias y en la
forma en que habíamos hecho el amor. No teníamos control sobre lo que estaba
sucediendo. Siempre me pregunté qué se sentiría al enamorarse de verdad, y
ahora lo sabía.
Estábamos empezando algo maravilloso.
Agarré la botella y rellené las copas. Sonreímos y
bebimos mientras nos mirábamos.
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