UN AMOR ETERNO
de Sonia López Souto
He estado enamorada de Ewan
MacCleod desde que era una niña. Tal vez al principio, cuando nos conocimos,
fuese tan sólo admiración. Pero con el transcurrir de los años, ha ido
despertando en mí sentimientos tan fuertes que sólo puedo definirlos como amor.
Hemos crecido juntos, casi como
hermanos, aunque yo jamás lo pude ver de ese modo. Mi padre lo respeta y lo
tiene en gran estima, pero sé que nunca aprobaría un matrimonio entre nosotros.
Soy la hija primogénita de un laird sin hijos varones, necesita un buen enlace
que le proporcione la seguridad y continuidad del clan. Ewan no le puede
ofrecer eso, por más que lo hayan aceptado entre nosotros como uno más, pues es
un muchacho huérfano que apareció una noche tormentosa a las puertas del
castillo, famélico y desnutrido.
Durante semanas, mi madre lo
cuidó como si de su propio hijo se tratase. Yo la ayudé, porque ya me había
cautivado sin saberlo. Y fue así cómo nos hicimos amigos inseparables. Ewan me
protegía de todos y de todo y yo lo ayudaba a integrarse entre los MacCleod.
Juntos aprendimos a nadar, a cabalgar, a trepar a los árboles. Nos
escabullíamos por las noches para observar las estrellas en las almenas. Tantos
castigos se llevó él, para que a mí no me pasase nada malo. Y caí en el amor,
aún sabiendo que era un imposible.
Hoy es el día de mi boda. No sé
quién es el novio, mi padre no ha querido decírmelo. Tampoco he insistido en
saberlo, no me importa. Si no puedo tener a Ewan, sé que no seré feliz. Sea
quien sea, cumpliré con mi deber de esposa. Más allá de eso, no podré hacer
nada, salvo quizá entregar a los hijos que tengamos, ese amor que llevo dentro
y que no puedo entregar a quien quiero.
No he visto a Ewan desde que se
anunció mi compromiso, hace ya un mes. Nunca le he hablado de mis sentimientos,
lo he disfrazado de amistad, pero al saber que me desposaría con alguien que no
fuese él, me sentí egoísta por un momento y deseé decírselo. Tal vez sea mejor
que haya desaparecido. Así, no estropearé lo que hay ahora entre nosotros.
Porque una vida sin él cerca sería totalmente insoportable.
Mi madre me mira ahora a través
del espejo y me sonríe con pena. Tampoco ella sabe quién es mi prometido. Nadie
lo sabe, salvo mi padre. Aunque nunca le he hablado a mi madre de lo que siento,
creo firmemente que ella lo sabe. Su mirada parece pedirme disculpas en este
momento. ¿Por no poder darme lo que anhelo? Poco importa. Hace años que sé que
este día llegaría, aunque me creí más preparada de lo que estoy en realidad.
-Tu padre te quiere –me dice mi
madre con cariño. Suena a disculpa.
-Lo sé, madre –le aprieto la mano
que mantiene sobre mi hombro, antes de mirarme fijamente en el espejo.
Mi cabello está bellamente
adornado con flores silvestres y luce suelto, como a mí me gusta. Mis ojos
azules brillan, no por emoción sino por lágrimas contenidas. Mis mejillas están
sonrojadas, no de ilusión sino de rabia. Mi sonrisa luce trémula, no de nervios
por la boda sino por miedo al futuro que me espera. Definitivamente, no parezco
una novia ansiosa por pronunciar sus votos.
-Acabemos con esto –suspiro.
Mis hermanas, todavía muy jóvenes
para entender que a veces un matrimonio no es como el de las grandes historias
de amor que tanto disfrutan escuchando, me sonríen emocionadas. Sé que cualquiera
de ellas querría estar en mi lugar. Bendita inocencia.
Caminar hacia la pequeña capilla
donde se celebrará la ceremonia se siente como caminar hacia el patíbulo. Ruego
a Dios y a cuantos santos se me ocurren para que suceda lo inesperado y se
cancele la boda, pero sé que no tendré tanta suerte. La vida real es dura, eso
lo he aprendido bien.
A un paso de entrar, mis pies se
detienen. No me siento con fuerzas para hacerlo. Creí que podría, pero mi
cuerpo tiembla tanto que temo caerme al suelo en cualquier momento. Miro a mi
madre, aterrada. Ella me aprieta la mano y me indica con su mirada que todo
saldrá bien, aunque no llego a creerla. Hay duda en sus dulces ojos.
Mi padre sale a recibirnos y me
ofrece su brazo para acompañarme hasta el altar. Allí, una vez me entregue al
que será mi esposo para el resto de mis días, ya no habrá vuelta atrás. Mi
vida, tal y como la conozco, habrá acabado.
-No creo que pueda hacerlo, padre
–le susurro, presa del pánico.
-Podrás, Isobel –me mira con su
eterno gesto de amor que usa con todas nosotras– Sé que podrás. Siempre he
exigido mucho de ti por ser mi primogénita y jamás me has fallado ni has
protestado por el papel que te ha tocado desempeñar. Nuestra gente te quiere y
te respeta. Puede que nunca te lo haya agradecido como es debido…
-Lo he hecho porque que te
quiero, padre –lo interrumpo– No has de agradecerme nada.
-Pero quiero hacerlo, mi vida –me
sonríe– Y esta es la mejor forma que se me ocurre. Aunque he de admitir, que
también yo salgo beneficiado. Vamos. Es hora de que conozcas a tu esposo.
A pesar de no sentirme con
fuerzas, me apoyo en mi padre y caminamos hacia el altar donde mi vida será
sentenciada a muerte. Así me siento. Ni siquiera soy capaz de mirar hacia mi
prometido, mis ojos estudian el suelo que piso para no tener que enfrentarme a
un futuro desalentador.
-Cuídamela bien –escucho decir a
mi padre, antes de entregar mi mano a mi prometido.
-Siempre.
Mi vista se alza al escuchar aquella
voz. No salgo de mi asombro cuando me encuentro con la hermosa mirada de Ewan y
con esa sonrisa suya que tanto amo. Me ayuda a colocarme a su lado, frente al
padre Angus. En ningún momento deja de mirarme. Si lo hiciese, me moriría.
-¿Te agrada que sea yo quien vaya
a desposarte, Issy? –me dice con su voz profunda y varonil. A pesar de la
franqueza con la que me habla, parece ansioso de saber mi respuesta.
-No podría haber pensado en nadie
mejor que tú, Ewan –le sonrío– De hecho, eres el único con el que querría compartir
mi vida.
-Me alegra saberlo. Porque yo no
puedo pensar en nadie que no seas tú.
-¿Cómo es posible? –frunzo el
ceño– Te fuiste.
-Tu padre me envió lejos en una
misión. No tuve opción –me aprieta las manos mientras habla– Lo menos que
quería era irme de tu lado después de que me lo propuso. Mi único anhelo era
abrazarte y decirte cuanto te amo. Siempre lo he hecho, Issy. Siempre lo haré.
-Nunca lo supe –bajo mi mirada y
él alza mi rostro apoyando la mano en mi barbilla.
-No creí tener el derecho a
demostrarlo –me acerca a él– pero ahora vas a ser mi esposa, Issy. Y jamás
volverás a dudar de mi amor.
Antes de que la ceremonia empiece
siquiera, Ewan me besa para sellar un amor que estoy segura de que durará
eternamente.
Si fuera libro largo hubiera sido lindo saber que tipo de misión le mandó el padre de Isobel a Ewan ... muy bonito :)
ResponderEliminarOh, dios mío, no sabía cuanto te echaba de menos!!! Gracias, Sonia!!! 😘
ResponderEliminarOh, dios mío, no sabía cuanto te echaba de menos!!! Gracias, Sonia!!! 😘
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios chicas!!! 😊😊 Besitos para todas.
ResponderEliminarQue bonitoo, pero como siempre corto ��
ResponderEliminarComo siempre, consigues que nos encante con muy poco
ResponderEliminarPrecioso.
ResponderEliminarPreciosooo!!!!
ResponderEliminarPreciosooo!!!!
ResponderEliminarprecioso!!! me ha encantado
ResponderEliminarSon tan bonitos !! Me encanta :)
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