PÁGINAS

viernes, 18 de marzo de 2016

RELATO: La aventura

LA AVENTURA 
de Sonia López Souto

Mis amigas habían insistido tanto en que las acompañase, que no pude negarme, por más que prefiriese quedarme en casa lamentándome de mi patética vida.
Hacía ya una semana que me habían echado del trabajo. Y todo por no dejarme intimidar por mi jefe y su supuesta autoridad sobre nosotros. Más bien diría que era un aprovechado del poder que le habían conferido. Pero no estaba en mi mano cambiarlo. O sí lo estaba pero no quería hacerlo. Cuantos menos problemas me crease, mejor para mí y mi futuro profesional.
Estábamos en el coche, camino de algún lugar. Viajábamos sin rumbo fijo, en busca de aventuras. Al menos eso es lo me habían dicho ellas.
Mi gran aventura sería poder olvidar por un momento que habían rescindido mi contrato por no acostarme con mi jefe. ¿Que tenía mi orgullo y mi dignidad intactos? Cierto. Pero mi bolsillo se resentiría a final de mes, cuando las facturas se llevasen parte de mis ahorros.
-Alegra esa cara, mujer -me dijo María, la más rubia de las tres- Parece que vas al matadero.
-Por lo que sé de este viaje, bien podría ser así -me encogí de hombros.
-Melodramática -suspiró Ana.
-Bueno -me encogí de nuevo de hombros y miré por la ventanilla del coche.
-Tendremos que hacer algo para animarte.
-Yo creía que este viaje tenía ese propósito -ni siquiera las miré.
-Pues está claro que no funciona.
En ese momento, un coche deportivo nos adelantó. Yo apenas le presté atención, me interesaba más el paisaje. O fingía interesarme. Pero mis amigas comenzaron a gritar como adolescentes.
-¿Habéis visto a esos bombones?
-Y con ese coche. Creo que me he enamorado.
-Exageradas -murmuré.
El deportivo permaneció delante de nuestro coche y fue desacelerando hasta el punto de que María, que era quién conducía, tuvo que adelantarle para no tener que frenar también.
-Oh, Dios -gritaron al unísono- Nos han lanzado un beso.
Yo bufé y ambas me lo recriminaron. No me importaba. Mi cuerpo no estaba para escarceos con hombres que conducían coches caros y ligaban en la carretera.
-Podrían ser violadores -pensé en alto.
-Pues yo me dejaría violar -la risa histérica de Ana me hizo negar con la cabeza.
-Ahí vuelven -anunció María.
Vi pasar el coche por mi ventanilla, mientras nos revasaba de nuevo. Me removí inquieta en el asiento, cuando se mantuvieron por unos segundos, a nuestra altura.
-Esto es peligroso -dije- podrían provocar un accidente.
-Deja de ser tan aguafiestas.
Silencié mis protestas pero no pude detener la sensación de angustia que se instaló en mi pecho.
Cuando repitieron la misma maniobra que la primera vez, María tuvo que adelantar de nuevo. Y al sobrepasarnos una tercera vez, las tres leímos perfectamente el mensaje que uno de ellos sostenía en sus manos. 'Un café en la siguiente salida'.
-Ni se os ocurra -les advertí.
-Aquí está la aventura que buscamos - no me hicieron caso.
Me negué a seguirlas hasta la cafetería de la estación de servicio donde nos detuvimos. Y aunque protestaron, esta vez logré mi objetivo.
Me paseé intranquila por el aparcamiento, maldiciéndolas en bajo por lo insensatas que eran. Ni siquiera fui consciente de que no estaba sola, hasta que alguien me habló.
-Pareces disgustada.
Lo miré y mis pupilas se dilataron. No las veía pero estaba segura de ello, porque lo enfoqué perfectamente, mientras el resto del mundo permanecía difuso.
No era de esos hombres que irradian belleza. Ni tenía un cuerpo perfecto que te quitase el oxígeno de los pulmones. Pero su cabello rojo y la miríada de pecas que adornaban su rostro lo hacían infinitamente atractivo. Y sus ojos verdes, definitivamente eran de otro mundo.
-Lo estoy - bajé la mirada al comprender que me lo había quedado mirando fijamente.
-Entonces únete al club.
-¿También estas disgustado? -lo miré de nuevo, con curiosidad.
-Mis amigos han decidido hacer un alto en el camino sin consultarme -se encogió de hombros- Y ya vamos con retraso. Odio llegar tarde a los sitios.
Me senté junto a él en el césped, mientras me hablaba. De repente, sentía la necesidad de tenerlo cerca.
-Yo también lo odio.
-No me digas que también tú llegas tarde a algún sitio.
-No que yo sepa -le sonreí- Estamos buscando aventuras aunque me parece que mis amigas acaban de encontrar la suya en esa cafetería.
-Lo siento.
-Yo siento haberme dejado convencer por ellas para venir. Estaría mejor en mi casa.
-Yo me alegro de que te convencieran -cuando lo miré, habló de nuevo- Me ha gustado conocerte.
-Supongo que algo bueno sacaré de todo esto -le sonreí de nuevo.
-Yo espero que sí.
Se giró hacia mí y yo hice lo mismo. No sabía qué se proponía pero estaba tan cómoda con él, que tampoco me importaba demasiado, siempre que pudiese pasar más tiempo a su lado.
-Tal vez suene atrevido y termines golpeándome por decirlo, pero he deseado besarte desde el primer momento en que te vi -se mordió le labio y entornó los ojos, esperando el tortazo. 
Supongo que lo esperaba. Yo desde luego, no pensaba hacer nada semejante.
-Puedes intentarlo -le sujerí.
Se acercó más a mí mientras su mano se apoderaba de mi nuca para ayudarse a unir nuestros labios. La descarga eléctrica que sentimos, nos separó.
-Vaya -dije.
-Vaya -repitió antes de besarme de nuevo.
Cuando nos separamos, nuestras respiraciones estaban descontroladas. Podía sentir el cosquilleo en los labios y pasé la lengua por ellos inconscientemente. Su mirada se posó en ellos y sentí mi corazón golpear con fuerza mi pecho.
-¿Me darías tu número de teléfono? -me preguntó- No querría perder el contacto ahora que te he encontrado.
Mordí mi labio mientras asentía. No estaba segura de poder hablar en ese momento sin sonar demasiado ridícula.
Tomé su teléfono en mis manos y grabé mi número. En cuanto lo revisó, me dedicó la sonrisa más increíble que había visto en mi vida.
-Ahora ya te tengo -susurró antes de besarme una vez más.
Ya de regreso en el coche, escuché protestar a mis amigas porque la pequeña reunión con los guapos del coche deportivo no salió todo lo bien que esperaban. Pero no les presté demasiada atención porque recibí un mensaje en mi teléfono.
-Hola, Anaís. Soy el pelirrojo al que enamoraste con tus besos. Sólo ahora que no te tengo cerca, recordé que no te di mi nombre. Soy Eduardo. Y estoy deseando verte de nuevo.
Sonreí sin poder evitarlo y le contesté al momento. Mientras mi mente captaba vagos retazos de la conversación de mis amigas sobre un chico al que los guaperas debían acompañar a algún sitio.
-Hola, Eduardo. Un placer haberte conocido. Sí, señor. Un verdadero placer. Espero poder repetir experiencia pronto.
Capté el nombre de Eduardo en boca de María y me alarmé.
-¿Qué dices de un tal Eduardo?
-Que por culpa de él, los chicos terminaron nuestra pequeña reunión. No lo conozco pero ya lo odio.
Sonreí al comprender que gracias a la locura de mis amigas por perseguir a los guapos y, seguramente, ricos chicos del deportivo, yo había podido conocer a un pelirrojo increíble.
-Al final te quedarás sin aventura, Anaís -la voz de Ana me regresó al presente.
No dije nada pero mi sonrisa se amplió. Desde luego que había conseguido mi aventura. Una que esperaba que me llevase muy lejos.
-Yo también -ponía el mensaje de Eduardo- Y te aseguro que repetiremos experiencia tantas veces como desees.
Definitivamente, mi aventura acababa de empezar.


2 comentarios:

  1. Genial... como siempre... que momento más sencillo pero más romántico... haces que tenga ganas de conocer a un pelirrojo... y, como siempre, me dejas con ganas de saber más...

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  2. Es original :) .. La mayoría de los galanes de novelas son de cabello oscuro o monos, no pelirojos, y por supuesto el relato muy bonito como siempre, es algo que desearías que te pase :)

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