UN ADMIRADOR
PARA SAN VALENTÍN
Cada día
recibo docenas de paquetes en mi casa y lo más desquiciante es que ninguno es
realmente para mí. Tengo, según muchos, el trabajo perfecto. Pruebo videojuegos
desde mi casa. He tenido que adaptar una de las habitaciones para poder tener
en ella todo lo necesario para desempeñar mi labor, pero ha merecido la pena.
Desde mi accidente, no me apetece salir de casa y este empleo me lo permite. Y
aunque no es tan divertido como la gente se piensa, me pagan lo suficiente por
él como para poder vivir sin apuros.
En varias
ocasiones ha intentado sacarme de casa, pero siempre lo he rechazado de manera
educada y sutil. No quiero ofenderlo, después de todo tendremos que vernos las
caras muy a menudo. Y qué cara. Es tan lindo que me pongo nerviosa cada vez que
está cerca de mí. Otra razón más para no querer implicarme más con él.
-Buenos días,
encanto – me sonríe en cuanto abro la puerta.
-Buenos días,
Miguel. ¿Traes algo para mí? – sigo con la broma que se ha hecho costumbre para
nosotros.
-Déjame ver –
revuelve su bolsa, fingiendo buscar – Vaya, pues hoy tenemos algo.
-¡Qué suerte!
– río.
-Una suerte
inmensa – me guiña un ojo.
-Déjalo en la
mesa – digo, dando por terminado nuestro ritual – Iré a por los de la semana
pasada.
-¿Ya los has
probado todos?
-Sí.
-¿Alguno
interesante?
-Un poco
violentos para mi gusto – le sonrío cuando se los entrego – Pero tal vez a ti
te interesen.
-Yo soy más
de hacer el amor – me guiña de nuevo el ojo y no puedo evitar sonrojarme
intensamente. Luego añade – Y no la guerra.
-Ya – aclaro
mi voz y observo el paquete que ha traído para no tener que mirarlo a él. Sus
palabras me han alterado bastante.
-Tengo algo
más para ti – me dice, ofreciéndome una carta roja – Estaba en tu buzón.
Hace tiempo
le pedí que me subiese el correo también, para no tener que bajar a por él. Es
tan voluntarioso, que no puso objeciones. Le sonrío mientras tomo en mis manos
la carta. No tiene ningún nombre escrito en el sobre y frunzo el ceño. No me
gusta no saber quien me la envía.
-Igual es
importante – me dice, al ver mi expresión.
-La leeré
luego – la dejo sobre los videojuegos nuevos – Gracias por todo.
-A mandar –
hace el saludo militar, sin dejar de sonreír un solo momento.
Le sonrío
sinceramente. Acabo de darme de cuenta de que sus visitas alegran mi día. En
más de una ocasión, me he descubierto ansiosa esperando su llegada. Sobre todo
cuando no nos vemos en varios días. Es como si necesitase una dosis diaria de
Miguel para sentirme bien. Y eso es extraño, porque en realidad no nos
conocemos tanto.
-Esta semana
nos veremos todos los días – me dice, cuando ya está en la puerta. Me sonrojo.
Es como si hubiese leído mis pensamientos.
-¿Y eso?
-Me ha dicho
Tomás, que hay varios trabajadores de baja.
-Vaya – me
lamento, no solo por ellos. Egoístamente, pienso en todo el trabajo extra que
tendré los próximos días.
-Mira el lado
bueno – me sonríe – Podrás disfrutar de mi compañía cada día.
Me sonrojo
sin remedio. Sé que no lo ha dicho en el sentido que yo le he dado, pero así lo
sentí. Me reprendo, porque no debo verlo de ese modo. Es un compañero de
trabajo y no se mezcla el placer con el deber. Eso lo sabe cualquiera.
-Hasta
mañana, entonces – le digo.
-Hasta
mañana, encanto.
Cuando me
quedo sola, tomo el paquete con los videojuegos y veo sobre él, la misteriosa
carta que había en el buzón. No me entusiasma la idea, pero decido abrirla.
"Un día sin ti es un día perdido."
Me quedo
mirando el papel, sin saber exactamente qué hacer con él. Lo giro para mirarlo
por ambos lados, por si hay algo más que me haya perdido, pero no. Simplemente
una frase. Muy bonita, pero una frase sin sentido para mí.
Finalmente,
imaginando que se han equivocado, la olvido en el aparador de la entrada y me
pongo manos a la obra con el trabajo. Si me van a llegar videojuegos cada día,
tendré que aplicarme más.
A la mañana
siguiente, cuando llega Miguel me trae una nueva carta igual a la anterior.
Dudo en cogerla. Estoy convencida de que no es para mí.
-¿Qué ponía
la primera? – me pregunta, curioso.
-Una frase de
amor – le digo sonrojándome – o algo así.
-Igual tienes
un admirador secreto – me sonríe – El viernes es San Valentín, ¿lo sabías?
-Eso es
ridículo – desecho su idea con un ademán. No me pierdo su cara de incredulidad.
-¿Por qué te
parece tan extraño eso? Eres muy bonita – sonríe cuando me sonrojo nuevamente -
¿Por qué no la abres y sales de dudas?
Hago lo que
me pide sin chistar. No quiero admitirlo pero siento curiosidad ahora. Un
admirador secreto. No es algo que te suceda todos los días. Cuando me encuentro
con una nueva frase, no puedo evitar sonreír.
"Eres la sonrisa que ilumina mi vida."
-A alguien le
has impresionado lo suficiente como para enviarte notas de amor – me guiña un
ojo después de que le diga lo que pone.
Evito decir
nada. No sé quién puede ser ni estoy segura de querer saberlo. No he vuelto a
ser la misma desde mi accidente. Me he alejado de todos porque no me gusta ver
la compasión en la cara de los demás y temo que alguien esté haciendo esto por lástima.
-Nos vemos
mañana, encanto – la voz de Miguel me regresa al mundo real.
-Hasta
mañana, Miguel.
El miércoles,
una nueva carta viene de la mano de los videojuegos. La sonrisa de Miguel me
dice que tendré que leerla en alto para que él sepa lo que han escrito. Casi se
diría que le hace más ilusión a él que a mí.
"Si dos personas están destinadas a estar
juntas, en el camino se encontrarán. Tú eres mi más bonita casualidad."
-Pero qué
bonito – no sé si hay una burla escondida en sus palabras pero tampoco intento
averiguarlo.
-Cada vez son
más largas – me limito a decir, a lo que él ríe.
-¿No te
gustan ni un poquito?
Me gustas tú, pienso y me sonrojo al darme de cuenta de ello. Ha sucedido sin que haya podido evitarlo. Ni siquiera sé cómo, simplemente es así. Su buen humor, su alegría innata, su sonrisa perenne. Miguel es positivismo en sí mismo y eso es lo que yo más necesito en mi vida.
Miguel se toma
mi sonrojo como un sí y decido no sacarlo de su error. Mejor eso a que se
entere de que es él quien me provoca los sofocos. Sería demasiado incómodo para
ambos.
Y a pesar de
lo que he descubierto, me encuentro invitándolo a tomar algo. Es la primera vez
que hago algo así. Nunca he dejado que nadie se acerque demasiado a mí desde el
accidente. Siempre con miedo a que lo hagan por lástima. Pero Miguel jamás lo
ha mencionado ni me ha mirado de distinta manera por ir en silla de ruedas. Él
me ve a mí y eso es otra de las razones por las que me gusta, pienso, mientras
hablamos.
A la mañana
siguiente me descubro ansiosa por que llegue Miguel. Y por leer la nueva carta.
Es curiosidad, me digo, pero en el fondo sé que se debe a que durante la noche
he soñado que quien me las enviaba era Miguel, y eso me hace sentir deseos de
leerlas. Soñar es gratis, después de todo.
"Mi estrategia es que un día cualquiera, no
sé cómo ni con qué pretexto, por fin me necesites."
-Esta me ha
gustado – admito. Miguel sonríe y vuelvo a pensar en que sería bonito que él
fuese mi admirador secreto.
Una vez más,
lo invito a tomar algo y charlamos durante al menos una hora. Después, Miguel
se tiene que ir para seguir con los repartos. Mañana es el último día en que
vendrá tan seguido. Echaré de menos sus visitas diarias.
El viernes me
levanto con más ganas que nunca de ver a Miguel. Si fuese una mujer valiente y
atrevida, le diría lo que siento. Después de todo es San Valentín, el día en
que el amor cobra mayor importancia. Pero no siento la misma confianza en mí
que antes de quedar postrada en la silla. Además, mi aislamiento voluntario
desde hace un año ha minado mis dotes sociales.
-Buenos días,
encanto – su sonrisa ilumina mi día y no puedo evitar pensar en las cartas una
vez más. Una de ellas decía algo parecido.
Me entrega el
paquete del trabajo y después la carta. No ha abandonado su sonrisa en ningún
momento, pero lo noto nervioso. Abro la carta y su ansiedad parece crecer.
Sonrío al verlo alternar su peso de una pierna a otra.
-Ni que la
carta fuese para ti – le digo y él me sonríe.
"Soy la persona más feliz del mundo cuando me
dices Hola o me sonríes, porque sé que aunque haya sido tan solo un segundo,
has pensado en mí."
A medida que
leo, Miguel empieza a recitar conmigo y al final, es él quien termina la frase
mientras yo guardo silencio. Lo miro indecisa. Él me sonríe y sale de mi piso
un momento. Cuando regresa, porta en sus manos un gran ramo de rosas rojas y lo
deposita en mis brazos.
-Feliz día de
San Valentín, Emma.
Creo que es
la primera vez, salvo el día que nos conocimos, que me llama por mi nombre y
por alguna extraña razón, me afecta más que cuando me dice encanto. Me sonrojo
al comprender que sí era él, después de todo, quien me enviaba las cartas.
-¿Por qué lo
has hecho? – necesito saber que no ha sido todo un juego. Miguel no parece de
esos, pero soy demasiado desconfiada.
-Porque no
sabía de qué otra forma llamar tu atención – parece cohibido – Llevo un año
intentándolo y nada parecía funcionar. Estabas tan encerrada en ti misma, que
no lograba llegar a ti.
-Pero, ¿por
qué?
-¿No es
evidente? – se acerca a mí – Porque me gustas.
-¿En serio? –
su cercanía me pone nerviosa, sobre todo cuando se agacha a mi lado, apoyándose
en el reposabrazos de la silla.
-¿Tan difícil
es de creer? – alza una ceja. Cuando mi vista huye hasta la silla, vuelve a
hablar – Yo te veo a ti. Y tú eres muy guapa. Simpática, interesante, valiente,
fuerte. Eres muchas cosas buenas, Emma. Una silla no debería frenarte.
No miramos un
instante que parece infinito, ninguno de los dos quiere romper el contacto.
Entonces, abro mi boca para hablar pero Miguel no me deja hacerlo. Eleva su
rostro hacia el mío y me besa. No un beso tierno y suave, sino un beso cargado
de intenciones. Un beso que me demuestra lo que verdaderamente siente por mí.
Le gusto,
grita mi mente eufórica. Quisiera saltar de alegría pero como no puedo, me
limito a saborear su beso. Rodeo su cuello con mis brazos y respondo con igual
intensidad, mientras mentalmente bailo de alegría.
-¿Eso es un tú también me gustas? – me pregunta
cuando nos separamos para tomar aire.
-Eso es un tú también me gustas – me sonrojo y él
me besa de nuevo, con renovado ímpetu.
Feliz Día de
San Valentín, pienso mientras disfruto de sus labios sobre los míos.
Que historia mas tierna, como Miguel al final se decide en decirle que esta enamorado mas de un año y encima esperar a un dia tan especial como ese,
ResponderEliminarNecesitaba que fuese especial para que ella no tuviese dudas.
EliminarSuper tierno, me encantó la historia de como él ve más allá de lo que como ella se siente :3
ResponderEliminarSi. Las apariencias engañan. Hay que saber mirar en el interior.
EliminarAwww ♡♡♡♡♡♡ q lindoooo!! ^///^
ResponderEliminar😍😍Si, verdad?
EliminarAwww ♡♡♡♡♡♡ q lindoooo!! ^///^
ResponderEliminarBonito relato para San Valentín. Se te quedan las ganas de saber más sobre ellos, sobre el accidente, sobre ese año entero durante el que Miguel la veía sin poder acercarse a ella, sobre lo que pasó después...
ResponderEliminarGracias por esta pequeña historia, Sonia
De nada!! Tal vez un día cuente su historia. Teresa ya me lo sugirió y creo que no sería una mala idea. Jeje
EliminarNo lo sería, aunque ya conocemos el final... o quizás, lo que conocemos es el principio... no lo sé
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