FRAGMENTO INÉDITO[...]Al llegar allí, la imagen que vio nada más entrar le devolvió una espontánea sonrisa a su mohíno rostro. Por lo visto, Colin Wilde permanecía de espaldas, concentrado en la elaboración de unos suculentos platos, a tenor del olor que desprendían.Ése era un buen momento para acercarse a su anfitrión y conocer otros aspectos de su hermético carácter. Bien era cierto que eran contadas las ocasiones en las que había disfrutado de ver a un hombre cocinar y cabía señalar que, además, jamás había tenido el gusto de admirar a uno con semejante destreza.Alimentada por la curiosidad, oteó discretamente por encima de sus hombros.—Huele muy bien, ¿qué es?—Algo rápido.Colin ladeó la cabeza y la miró de soslayo.—¿Es usted carnívora? —Sonrió volviendo la vista a la cazuela.—¿Ésa es una pregunta trampa?Las mejillas de ella se ruborizaron levemente bajo su blanca piel.—Es una pregunta, sin más, Emma. Sin otra pretensión más allá de romper el hielo. —Se humedeció los labios con lentitud y continuó rehogando la cebolla—. Aunque, por supuesto, es usted libre de otorgarle el sentido que más le plazca.La joven, que en ningún momento pretendía morder el anzuelo, habló sin pensar por culpa de su indomable impulsividad.—No tengo manías, doctor. Tan sólo soy una chica sencilla de pueblo que se ha ido adaptando a todo tipo de situaciones y…—¿Me pasa la fuente, por favor?Colin la interrumpió con educación para señalar el utensilio con un leve gesto de cabeza. Sin duda, su único y más inmediato propósito no era otro que se sintiera cómoda con la convivencia que iniciaban ese mismo día.—Creo que no me equivoco al afirmar que todos tenemos un pasado, señorita Campbell —argumentó sin detenerse a mirarla a los ojos—. Está claro que unos hemos gozado de más privilegios que otros. Sin embargo, le aseguro que haber crecido en un ambiente acomodado no es sinónimo de haber vivido mejor, sino más despreocupado.»Al final, la realidad de los problemas, tarde o temprano, nos acaba salpicando a todos por igual.Al volverse, Colin clavó por unos instantes sus intensos ojos color café en los suyos. Ella, sin saber por qué, fue incapaz de apartarlos. Su mirada era demasiado intensa, demasiado penetrante, casi hipnotizadora…—Apuesto a que ya se habrá dado cuenta de que me gusta observar a las personas —añadió, sonriendo en una mueca—, resultado de mi patológica y absurda obsesión por desconfiar del prójimo.El doctor Wilde meditó durante unos instantes para elegir cuidadosamente las palabras antes de pronunciarlas.—No actúo por caridad —alegó con rotundidad—. Jamás lo he hecho y jamás lo haré. Quiero que eso le quede muy claro desde un primer momento.[...]
miércoles, 17 de febrero de 2016
FRAGMENTOS: Alquien inesperado de Eva P. Valencia
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