Capítulo 1
Daniel
Dejo escapar un profundo suspiro y me concentro en
la pared, sin mirar a la mujer que está conmigo en la cama. Por eso, a veces,
los líos de una noche no son buena idea, porque conllevan situaciones
incómodas. Normalmente, logro deshacerme de mis amantes antes del amanecer, o soy
yo el que se marcha de sus apartamentos, pero esta pelirroja es diferente y tiene
toda la pinta de convertirse en un auténtico dolor de cabeza.
—Tengo que madrugar —le digo fríamente—. Anoche te
comenté que trabajo temprano, ¿no?
—Sí, lo hiciste. —Nada, que no se levanta—. Pero
no me importa. Estoy bien aquí, contigo. Incluso puedo quedarme, si quieres.
—No necesito que te quedes —le suelto con rapidez—.
Además, no sé cuánto tiempo estaré en la oficina. Podría llegar muy tarde y no
me siento cómodo dejándote en mi casa hasta entonces.
—¿Por qué? —me responde, haciendo que me gire y la
mire—. ¿No confías en mí? ¿Crees que soy una especie de cazafortunas que planea
robarte algo? No soy así, ¿sabes? —Juguetona, pone pucheros, aunque yo no estoy
de humor—. Me gustas, Daniel. Quiero quedarme contigo.
Resisto el impulso de poner los ojos en blanco.
—Antes de venir a mi casa, ya te dejé claro que esto
solo iba a ser una aventura de una noche. Tú y yo no tenemos futuro...
—¿Y por qué no? —Ahora le toca a ella mostrarse
fría—. ¿No soy lo suficientemente buena para ti? ¿Qué me pasa?
—Solo tengo veintisiete años, no busco nada serio.
No quiero atarme a ninguna mujer. Estoy demasiado ocupado con mi trabajo. Soy
un hombre de carrera, así que no dispongo de tiempo para relaciones.
—Eso es muy triste. —Sale de la cama y se pone los
zapatos. Me sorprende que se los ponga antes que cualquier prenda, pero
prefiero no comentarle nada—. Debes sentirte muy solo, aunque si así es como
quieres vivir tu vida, que así sea.
¿Acaso eso es una especie de técnica de psicología
inversa? Ja, pues no voy a caer en la trampa. Tengo que irme, así que me
levanto de la cama y cojo mi traje, cuidadosamente doblado, para vestirme en el
baño. Si esta tía es lista, se habrá ido antes de que salga duchado y vestido.
No hay necesidad de mantener otra conversación incómoda. Ambos hemos dicho lo
que pensamos.
—Eres un gilipollas —exclamo para mí ante el
espejo mientras espero que el agua se caliente a la temperatura ideal—. Tus
hermanos tienen razón. Estás obsesionado con el trabajo.
Eso sí, son sobre todo mis hermanos pequeños los
que me lo echan en cara. Tim, que es un año menor que yo, y Lance, que es dos
años más joven. Los mayores no dicen mucho al respecto, ya que están demasiado
centrados en sus propias vidas. Ryan pasa tantas horas en su empresa como yo;
Ben está en el pueblo, viviendo como un auténtico vaquero; Artie... bueno, la
verdad es que no sé qué está haciendo Artie. Hablo con él, pero se mantiene algo
alejado de los demás. Aunque sí sé que monta mucho en bicicleta. Me gustaría
estar más pendiente de él, pero no sé si él desea que lo haga.
De todos modos, no tengo tiempo para lidiar con
los problemas de mis hermanos. Tengo tanto que hacer en la oficina, mucha gente
depende de mí y lo hago lo mejor que puedo.
Cuando salgo del baño, por suerte, encuentro la
habitación vacía. Estoy a punto de sonreír cuando, de pronto, la veo sentada en
mi sofá, mirando por la ventana.
—No te preocupes, solo estoy esperando a que
llegue el taxi —me dice con tristeza—. Tranquilo, no quiero ser una mujer
florero. Me voy, así que puedes volver a tu insignificante y triste existencia.
No le contesto porque sé que trata de irritarme.
Tal vez me comporte como alguien frío y mis hermanos tengan razón, pero estoy
siendo yo mismo. Si no quiero mantener una relación con alguien, debo ser
sincero. Lo fui con ella anoche y lo estoy siendo ahora. Prefiero hacerlo a
permitir que surja cualquier ambigüedad porque eso puede conllevar problemas
más adelante. Al menos de esta manera, se soluciona inmediatamente. Tan pronto
como esta tía salga de mi casa, no querrá volver a verme. Perfecto.
Cuando llegue la mujer adecuada, alguien con quien
realmente desee tener una relación larga, entonces cambiará mi modo de actuar. Sin
embargo, por ahora, me mantengo a la espera de que eso suceda. Nunca me he
enamorado, pero estoy seguro de que algún día sucederá. Aparecerá la chica que
me haga cambiar de opinión. Y cuando llegue, lo sabré...
Al menos, eso creo. Es lo que dice la gente, ¿no?
Que se sabe. A mí no me ha ocurrido todavía, no he notado señal alguna de que deba
sentar la cabeza, así que seguiré como hasta ahora, actuando como siempre y
esperaré a ver qué pasa. Soy joven aún, tengo mucho tiempo por delante hasta
que llegue mi final feliz...
Cuando aparece su taxi, tenemos una fría
despedida. Resulta muy incómodo, pero solo dura unos instantes. Luego me voy
por el coche y pongo rumbo a la oficina. El mundo creativo me espera. La
publicidad es un sector tan divertido e inspirador, que me encanta. La pasión que
siento por mi trabajo es la razón por la que mi empresa se ha convertido en una
de las de mayor éxito de la ciudad y sigue creciendo. Aunque ayuda también que solo
contrate a empleados tan entusiastas como yo. De esa manera, organizamos
campañas publicitarias constantemente y seguimos mejorando cada día. No puedo
esperar a llegar a la oficina. Me encanta estar allí. Hay días en los que me
siento más como en casa en mi despacho que en mi verdadero hogar...
—Hola, jefe —me saluda Rebecca, la recepcionista,
con una sonrisa tan pronto como pongo un pie en la oficina—. ¿Cómo estás? Acabo
de recibir una llamada de The Vivien, y quieren trabajar con nosotros. He
enviado los contratos...
—Impresionante; gracias, Rebecca. Es una gran
noticia. —Qué manera tan espectacular de empezar el día—. ¿Algo más? ¿Qué tenemos
previsto para esta semana? ¿Alguna reunión hoy?
—En realidad, deberíamos concretar algunos puntos
para el acto de caridad de este fin de semana —me informa Rebecca. Me encanta ayudar,
por eso siempre me aseguro de participar en obras de caridad. Hay mucha gente
que no es tan afortunada como yo y quiero aportar mi granito de arena. Este
evento es para las personas sin hogar, y sé lo importante que es eso—. Habrá
una subasta y necesito saber qué prefieres. Aquí tengo la lista.
Me la entrega y la reviso enseguida. Hay premios fantásticos.
Una velada para dos en un caro restaurante, un día en un spa —que no es necesariamente
lo mío pero que podría ser divertido—, un viaje a Hawái...
—¿Una cita a ciegas? —pregunto y miro a Rebecca
con curiosidad—. ¿Qué significa eso?
—Ah, bueno, es muy emocionante. —Mueve las cejas con
picardía y se ríe—. Creo que te gustará, si estás dispuesto a ello, claro. Van
a organizar una cita para los dos mejores postores.
—Así que, si ganas, ¿no sabes con quién vas a
terminar? —¿Por qué será que, de pronto, noto un escalofrío recorriéndome la
columna vertebral? No puedo evitarlo, me gusta la idea. Es algo nuevo para mí,
salir con alguien sin haberla visto antes. Tal vez es justo lo que necesito—. Es
una locura, ¿no?
—Pero divertido. —Rebecca me mira fijamente—. Yo que
tú, pujaría por esta oferta. Nunca sabes lo que va a pasar, y eso resulta
interesante. Además, tienes encanto, ¿no? Atraes a todas, así que sería una
cita divertida y, aunque se fuera un poco incómoda, es por una buena causa.
—Hmmm. —Finjo que me lo estoy pensando, sin
embargo, ya me he decidido—. Claro, ¿por qué no? Puja por mí. Y por el viaje de
Hawái también. Tal vez incluso por lo del restaurante. Qué demonios, inténtalo
con las tres cosas, a ver qué gano.
—Genial. —Rebecca me sonríe—. Te he enviado al
correo electrónico la agenda, lo tienes todo ahí.
Sonrío para mí mientras me dirijo hacia mi
despacho. No sé qué va a pasar en esa subasta de caridad. Por supuesto, no hay
garantías de que gane, pero no puedo evitar pensar en lo divertido que sería acudir
a una cita a ciegas. Normalmente ligo en fiestas o eventos de trabajo, así que
esto podría ser divertido. Tal vez conozca a la mujer de mi vida.
Puede que aún sea joven, pero en cierto modo mi
vida amorosa es en lo único en lo que no he tenido éxito todavía. No he
encontrado a nadie a quien amar, ni siquiera a ninguna mujer con la que me
gustaría mantener una relación estable. Me encantaría saber cómo es eso. Lo de
acostarse cada día con una tía diferente está bien durante un tiempo, pero ya
me resulta algo vacío y mecánico. Lo de esta mañana me lo ha demostrado.
Dios, sería de locos que una cita a ciegas organizada
en un acto de caridad cambiara las cosas, aunque también resultaría una
historia genial para contársela a los nietos, ¿no? Algo un poco diferente. ¿Por
qué no? Siempre estoy dispuesto a que las cosas sean inusuales, algo…
extravagantes. Tal vez sea mi lado creativo. Me atrajo al mundo de la
publicidad y, ahora, me arrastra hacia esto. Mi instinto suele ser acertado, no
me ha defraudado antes, así que no veo por qué lo haría ahora. Esta podría ser
la semana definitiva y que lo cambie todo. ¿No sería una locura?
Capítulo 2
Gemma
«¿Qué coño hago yo aquí?», me pregunto mientras miro
a mi alrededor y me fijo en los asistentes al acto en favor de las personas sin
hogar. Esta pandilla de ricachones solo trata de demostrar al mundo que son
algo más que unos gilipollas egoístas a los que solo les preocupa ganar dinero.
No creo que a ninguno de ellos les interese realmente el motivo de la subasta. ¿Por
qué me hago esto a mí misma?
A mí sí me importa, esa es la diferencia. Colaboro
con frecuencia en actos benéficos y no todos son eventos como este, en los que
los demás pueden verte. Participo desinteresadamente sin que salga a la luz porque
lo hago por ayudar. Solo estoy aquí esta noche porque conozco a alguien de la
junta directiva, a Paige, y ella me rogó que viniera. Pero al mirar a los otros
asistentes, me pregunto si debería haberme molestado. Esto está lleno de
idiotas. No son el tipo de personas con las que suelo tratar y sé que me miran
con desprecio, pensando que no pertenezco al mundo de los negocios solo porque
soy mujer. Y porque no actúo como ellos.
—¿Quieres otra copa? —me pregunta Eve,
recordándome que no he venido sola. Siempre me hago acompañar por mi asistente
personal a eventos como este, en vez de una cita, para tener a alguien con quien
hablar.
—Eh, sí, por favor —respondo distraída. Quiero otra,
pero también salir de aquí. Me quedaré un poco más, para asegurarme de que me
vean, y luego me iré—. Gracias.
—¿Y hago alguna oferta por ti? —Miro a Eve con una
expresión vacía—. Ya sabes, la puja. Te recuerdo que es así como recaudan el
dinero. Deberías...
—Oh, sí. —Hago un gesto con la mano—. Por favor,
hazlo. Puja por cualquier cosa. Ya me conoces, solo pretendo ayudar. Además,
seguro que todos los premios serán geniales.
Confío en Eve, obviamente, por eso le permito
pujar con mi dinero en la subasta. Ella ha formado parte de mi empresa de marketing desde el principio, cuando
nosotras dos éramos las únicas que formábamos la plantilla. Me ha ayudado a poner
el negocio en marcha y no estaría donde está hoy sin ella. Intento
promocionarla, darle mayores responsabilidades, pero está contenta con su puesto
de ayudante. No quiere ascender, lo cual me parece bien ya que sé que le
interesa más conciliar su vida profesional y familiar. A mí eso no me preocupa.
Soy feliz centrándome solo en el trabajo, por lo que no tengo mucha vida fuera
del horario de oficina, aunque tampoco la deseo. Si me plantease salir con
alguien, bastaría con recordar a los tíos que me han venido hoy para hacerme cambiar
de idea enseguida. No, este no es el momento ni el lugar para ello. Tal vez más
adelante. De todos modos, solo tengo veinticinco años. La gente no se enamora a
esta edad.
—Vaya, vaya, vaya —me susurra una voz melindrosa al
oído, haciéndome temblar—, pero si está aquí Gemma Dove. Representando a la
Corporación Dove, ¿verdad? —Arg, ese tono condescendiente. Me gustaría
responderle como se merece, pero debo conservar la calma. Pelearme con alguien
en un acto benéfico no sería bueno para mi imagen—. Encantado de verte, tan
guapa como siempre. Me gusta cómo se ajusta a tu piel este vestido rojo. Y el escote
es increíble, ¿sabes?
—Oh, Roman —respondo con frialdad cuando me giro
hacia el dueño de esa voz—. Sí, he venido en representación de mi empresa. No de
mis pechos, así que ya puedes dejar de mirarlos. —Sin embargo, no lo hace. Mi
vestido no enseña tanto, pero eso no parece importarle. Solo se fija en mi
cuerpo. Es por comportamientos como el suyo que odio a estos cerdos—. Y como me
va mucho mejor que a ti, no sé por qué hablas como si tuvieras algo de lo que
presumir. —Inclino la cabeza a un lado con curiosidad—. ¿Y bien, Roman?
—Bah —murmura, como si mi éxito no significara nada.
Si Eve no regresa pronto, perderé la compostura—. Me va bien, gracias, y he
ganado algunas de las campañas a las que ambos nos presentábamos. —Sus ojos, por
fin, se apartan de mí y recorre la habitación con la mirada—. Aunque ninguno de
los dos le hace sombra a Daniel Wilson, ¿verdad?
Dios, la mención de mi mayor rival casi me hace
gritar. No sé si a Daniel le va mejor que a mí, normalmente vamos a la par,
pero por supuesto un cerdo sexista como Roman no cree que yo pueda alcanzar la
cima del éxito en el mundo de la publicidad. Su opinión no debería molestarme,
se supone que estoy por encima de toda esa mierda, pero tengo que admitir que
de vez en cuando me afecta. No puedo evitarlo. Si me estuvieran juzgando porque
no soy buena en mi trabajo, sería una cosa, pero el hecho de no tener pene no
es una excusa para vilipendiarme. Puedo trabajar tanto y tan bien como
cualquiera. Putos gilipollas.
—Mira a Daniel —se ríe Roman, centrando mi atención
en la última persona a la que quiero ver en la sala—. Tiene maña con las mujeres,
¿no crees? Esa ardiente joven está prácticamente salivando solo por hablar con
él. Debe ser por su legendario encanto. Me encantaría tener un poco. —Ruedo los
ojos, sabiendo que sí, en efecto, le vendría bien, aunque no voy a decírselo—. Debe
llevarse a la cama, cada noche, a una tía distinta y nunca repite con la misma
dos veces. Es impresionante.
—¿Ah, sí? —exclamo, incapaz de reprimir mis
sentimientos ni un segundo más. Me ha sacado de quicio, pero ya es demasiado
tarde para arreglarlo—. Porque tratar a las mujeres como si fueran simples trozos
de carne no me parece algo de lo que presumir, ni elogiar. ¿De verdad piensas
que deberías celebrarlo con otra muesca en su cama?
—Oh, ¿no me digas que te gusta Daniel? —bromea
Roman, sus ojos brillan de emoción ante la idea de liarme—. ¿Detecto algún tipo
de tensión sexual entre vosotros porque eso podría ser divertido? Los rivales
de los negocios… follando. Dios, sería un bombazo. Y, entonces, yo terminaría
en lo más alto.
—Eres idiota, Roman —gruño con rabia ante su sugerencia
de mezclar negocios y placer. Joder, ¡solo ve a las mujeres como objetos
sexuales! Qué triste—. No me gusta Daniel. Es un auténtico capullo. Míralo,
desperdiciando la velada cuando se supone que hemos venido por algo benéfico.
Para ayudar a personas desfavorecidas...
—Claro, claro. —Roman sonríe. No le he convencido
de que no estoy celosa, lo que me hace sentir aún más culpable. Empiezo a
pensar que esta noche ha sido un desperdicio total de maquillaje y de un bonito
conjunto—. Por supuesto, Gemma. Te creo, miles de personas no...
—Hola, Gemma. —Afortunadamente, mi amiga Paige aparece
de pronto para interrumpir nuestra conversación—. ¿Cómo va todo? Gracias por
venir, te lo agradezco mucho.
Me aleja de Roman, permitiendo que controle mi
temperamento al instante. Es increíble cómo un pequeño pinchazo puede tener tal
impacto en mí. Odio a ese tío, y estoy enfadada conmigo misma por caer en sus
provocaciones. Especialmente cuando se trata de tonterías como esa sobre el
imbécil de Daniel. Ja, este se cree que su pelo rubio y su cuerpo, alto y
musculoso, lo convierten en un buen partido. Usa sus brillantes ojos verdes y
sus hoyuelos cuando sonríe para atraer a las mujeres, y piensa que ya, por eso,
es alguien genial. ¿Cómo puede serlo un playboy como él? ¿Cómo pueden los demás
tíos respetar eso? Me desconcierta. Los hombres parecen atrapados en sus
prioridades.
Supongo que no ayuda el hecho de que yo no haya
tenido exactamente un buen historial romántico. He mantenido dos relaciones que
consideraría serias —una durante siete meses y otra de cinco—, aunque supongo
que otros a esos noviazgos no los llamarían algo serio. Lo mío con Ollie, a
quien conocí en la universidad, se desvaneció como por arte de magia ya que
nuestra química no bastó para mantenernos juntos. Sin embargo, Anthony, hace un
par de años, me conquistó con promesas de amor y de un final feliz, pero
resultó que él ya estaba casado, lo que descubrí gracias a un incómodo encuentro
con su esposa. Ella me culpó de todo, a pesar de que yo no sabía nada, y
también me enteré de que yo no era a su única aventura. No lo vi venir y, por
eso, ya no confío en mí misma. Ni en mí ni en los hombres, así que he decidido
que no los necesito en mi vida. Y Roman me ha recordado que todos son unos
gilipollas.
—¿De qué iba ese? —Paige se ríe y pone los ojos en
blanco, ignorando al capullo de Roman—. De todos modos, gracias por venir,
Gemma. Significa mucho para mí el tenerte aquí. ¿Ya has pujado en la subasta?
Tenemos unos premios fantástico este año. Y algunos bastante extravagantes
también. Estoy segura de que te encantarán...
No sé de qué premios extravagantes habla, pero no
hay que menospreciar a Paige en ese sentido. Ha trabajado muy duro para que
esta noche sea increíble, y debería ser recompensada por ello.
—He enviado a Eve para que lo haga por mí. —Le
sonrío—. Ella se asegurará de que gane algo para que done más de lo que le di
originalmente. Sabes cuánto quiero apoyarte.
—Eres una buena amiga. —Paige asiente con la
cabeza unas cuantas veces—. Gracias, Gemma.
Hablamos un rato, antes de que le diga que tengo
que irme. Paige ya me ha visto; sabe que he cumplido mi parte, así que no hay
ninguna razón para que me quede. Seguro que Eve también se ha ido. Debe haber
encontrado a una de sus amigas o a un chico guapo con el que hablar. No me ha
traído mi copa, aunque no me importa. Esto es lo que suele pasar de todas
formas. Ella puede reclamar en mi nombre cualquier premio que gane en la subasta
porque ya no soporto más esta atmósfera llena de testosterona. Esto no es para
mí.
Una vez que salgo del edificio, respiro de alivio, contenta de haber terminado con el suplicio de este año. Menos mal. Los Roman y los Daniel de este mundo solo formarán parte de mi vida en la sala de juntas y ahí puedo derribarlos con facilidad. Ahí es donde yo brillo, y ellos caen. Y este año, los machacaré. Más de lo normal.
Capítulo 3
Daniel
Tomamos asiento para que se anuncien los ganadores
de la subasta y debo admitir que estoy emocionado. Como la puja es a sobre
cerrado, cualquier cosa puede pasar y resulta muy divertido. Todo el mundo
parece sentir lo mismo porque hay un cierto tono de diversión infantil flotando
en el ambiente. No puedo esperar a ver lo que gano.
—¿Por qué has pujado? —me pregunta con su
maravillosa voz ronca Leanne, la sexi pasante francesa de una de las otras empresas
representadas esta noche. Ese tañido extranjero solo la hace aún más excitante.
—Oh, por muchas cosas. —Le guiño un ojo—. Un viaje
a Hawái...
—Es para dos, ¿no es así? —Sus ojos brillan con
emoción—. Tal vez necesites que alguien te acompañe... Tengo un montón de
bikinis nuevos que aún no han visto la luz del día.
Sonrío pero no le prometo nada. Un fin de semana
de descanso es algo que un tío hace con una novia. Si gano lo de Hawái,
entonces tendré que dejar muy claras mis intenciones sobre el viaje antes de
invitar a nadie. Leanne es increíblemente hermosa y muy divertida, pero también
demasiado joven para pensar en ella para algo serio. Tiene veintiún años, y una
relación con ella terminaría por culpa de su inmadurez. No necesito ese tipo de
problemas. Yo no tengo experiencia en el amor; no quiero que mi primera vez sea
con alguien que no esté realmente involucrada.
—Esto es divertido, ¿no? —Leanne desliza su silla
más cerca de mí y se aferra a mi brazo—. Lo estoy disfrutando.
La mujer que dirige la organización benéfica
empieza a anunciar los premios y a los afortunados ganadores. Escucho atento y
aplaudo cuando llega el momento, expectante. Rebecca me dijo que había hecho
algunas ofertas altas, pero no han mencionado mi nombre todavía.
—Oh, Hawái. —Leanne está más emocionada que yo y
ni siquiera le he prometido invitarla—. Esta vez ganarás. No puedo esperar.
Esto es increíble.
Grita tanto que llama la atención de todos los que
nos rodean. La gente la mira como si fuera una vergüenza, y eso no es bueno
para mí. No deseo que me recuerden como el acompañante de una borracha
chillona. No quiero ser el tío del que todos hablen mañana, pero no puedo apartarme
ahora. No sin parecer un cabrón. Tendré que hacerlo en su momento.
Intento alejarme un poco, pero ella viene conmigo.
Me ha reclamado, y no me deja ir. Probablemente debería haberme fijado más
antes de charlar con la primera mujer hermosa que se cruzó en mi camino. Eso ha
sido un error tonto, ¿no? Me dejé atraer por su exótica dulzura...
—Oh... ese no es tu nombre —exclama Leanna—. Creí
que te llamabas Daniel.
—Y así es. —¿De qué demonios está hablando?—. Soy
Daniel Wilson. No te he mentido.
—Oh, vaya, pues entonces no has ganado el viaje a Hawái.
—Hace pucheros como si me hubiera perdido a mí—. Eso es decepcionante, ¿no?
Tenía ganas de divertirme un poco al sol. Mis bikinis iban a disfrutarlo.
Está empezando a molestarme. Eso es de lo más
presuntuoso.
—Esa es la naturaleza de una subasta, ¿no? Nunca
sabes lo que va a pasar. No puedes dar por hecho que vas a ganar. De todos
modos, yo pujé por otras cosas.
No parece impresionada, se cruza de brazos y no me
mira. Es como si toda esta interacción se basara en un posible viaje a Hawái,
lo cual es ridículo porque acabo de mencionarlo hace unos momentos. Me alejo de
Leanne y dejo que la velada continúe, tratando de no quemarme de rabia.
Definitivamente no es la mujer que pensé que era cuando la conocí...
Pero como la noche continúa y mi nombre no se
menciona ni una sola vez, empiezo a aburrirme. Realmente quería ganar algo,
tenía ganas de divertirme un poco, así que esto es irritante. Incluso termino
sacando el móvil del bolsillo para ver si tengo algún correo electrónico para
distraerme...
¿Qué demonios? Tengo un mensaje de texto de un
número desconocido que inmediatamente capta mi atención. Todo lo que figura en
él es una fecha y una hora. El próximo viernes en un restaurante muy exclusivo
a las ocho y media de la tarde. Hago clic en el mensaje para saber más, y me doy
cuenta de que en realidad he ganado algo después de todo. La cita a ciegas de
la que me había olvidado por completo. Supongo que este premio no ha sido
anunciado para que no sepamos quiénes son los dos ganadores, lo que lo hace
mucho más emocionante...
Miro a mi alrededor, preguntándome quién será la
otra afortunada ganadora. Hay muchas mujeres hermosas presentes, a muchas me
gustaría conocerlas mejor, y la semana que viene voy a poder hacerlo con una de
ellas. ¿Podría ser Jessica, con quien solo he hablado en eventos de trabajo? ¿O
tal vez Natalie, que me ha mirado ya un par de veces? Oh, esto resulta muy
divertido. Rebecca tenía razón. Siento un pequeño escalofrío recorriendo mi
columna vertebral ante la idea de lo que podría pasar en los próximos días.
Podría ser el comienzo de algo increíble.
—¿Y ahora qué? —Había olvidado que Leanne seguía a
mi lado hasta que pregunta eso—. La subasta ha terminado, pero no ganaste nada,
así que, ahora, ¿qué pasa? ¿Se acabó la velada o seguimos bebiendo?
Ya no la soporto, no quiero que esto continúe.
Menos ahora que estoy intrigado por lo de esta cita a ciegas. No me importaría dar
una vuelta por si puedo obtener alguna pista sobre con quién saldré.
—Para mí, la noche ha terminado... —le respondo
con cierta frialdad.
—¿Nos vamos entonces? —Me sorprende escuchar esas
palabras saliendo de su boca. ¿Lo dice en serio? Después de que ha actuado como
una niña pequeña respecto a lo de Hawái, ¿cree que quiero irme a casa con ella?
—Yo no voy a ninguna parte —le contesto serio—.
Hay gente aquí con la que necesito hablar. ¿No tienes algún contacto con el que
reunirte? Viniste aquí por esa razón, por el networking, ¿no?
—No. —Niega con la cabeza—. No vine para eso, sino
porque era un acto de caridad. Quiero apoyar las causas benéficas. Si solo lo
ves como una oportunidad de hacer negocios, entonces es que eres una mala
persona...
—¿Acaso donaste dinero? —No debería entrar en esta
discusión. Debería irme, pero Leanne me ha puesto nervioso—. No, no lo hiciste.
Tampoco pujaste por nada, todo lo que has hecho es molestarte porque no gané,
así que por favor no actúes como si fueras mejor que yo. No he hecho nada para
merecer eso.
—Estoy aquí, ¿no? —Agita las manos—. Vine para
apoyar el acto. Y tú tampoco puedes actuar como si fueras mejor que yo. No sé
por qué, de repente, actúas con tanta frialdad, Daniel.
—Mira, Leanne, tú eres la que cambió en el mismo
instante en que supiste que no había ganado el viaje a Hawái. Oíste el nombre
del ganador, ¿no? Si tienes tantas ganas de ir, ¿por qué no vas a buscar a esa
persona?
Leanne me mira como si la hubiera decepcionado,
como si la hubiera defraudado.
—No puedo creer que seas tan cruel ni que estemos
manteniendo esta conversación.
—No llegamos a ninguna parte, ¿verdad? Nunca vamos
a estar de acuerdo, así que me despido de ti aquí. Espero que disfrutes el
resto de la noche, Leanne.
Con eso, me levanto de la silla y dejo a Leanne atrás,
probablemente despreciándome. Parece que hoy he hecho varias enemigas, lo cual
no es bueno. Pero pronto iré a mi cita a ciegas y seguro que será diferente. El
viernes no haré otra enemiga más.
──── ∗
⋅◈⋅ ∗ ────
—Hola, tío, ¿qué pasa? —me dice Tim en cuanto
contesta al teléfono. Tim es un espíritu libre tan amante de la juerga, que
resulta muy divertido hablar con él. Además, siempre puedo confiar en que
conteste al móvil incluso después de la medianoche, como ahora. Definitivamente,
esta ha sido una noche muy larga—. ¿Cómo estás?
—Bien, bien. —Me rio un poco mientras salgo del
taxi y pago al conductor—. Nunca adivinarás lo que me ha pasado... Es una
locura. Necesitaba contárselo a alguien.
—Oh, Dios. Por favor, dime que no tiene nada que
ver con tu vida sexual...
—Lo dices como si fuera para tanto —exclamo—. Tengo
una vida sexual de lo más normal. —Abro la puerta de mi casa—. Salvo que no repito
en la cama con la misma mujer.
—Tío, eso es bastante raro —continúa Tim, tan
sincero como es habitual en él—. A ver, sigue; aunque, por favor, elude
cualquier detalle sórdido. No sé si podré soportarlo.
—Como si fueras tan inocente. —Me dejo caer sobre
la cama, contento por lo bien que ha resultado la noche, aunque, al final, no llegué
a averiguar quién será mi cita misteriosa—. Quería contarte que vengo de una
subasta. Una en la que he ganado una cita, pero no sé con quién.
—¿Eh...? —Hay una breve pausa en el otro extremo
del teléfono—. Nunca te pasa nada normal, ¿verdad? ¿Qué quieres decir con que
ganaste una cita en una subasta pero que no sabes con quién?
—Así es el premio. No se mencionan los detalles. Será
el próximo viernes por la noche.
—Pareces muy emocionado por ello, lo cual no es
propio de ti —reflexiona Tim—. ¿Va a ser solo otra aventura, porque creo que es
lo último que necesitas? Es hora de que empieces a buscar a alguien agradable.
Alguien con quien asentarte. No quiero que te quedes solo para siempre.
—Oh, ¿y eso me lo aconseja mi hermano, el espíritu
libre? —bromeo—. De todos modos, quién sabe, podría ser una peculiar forma de
conocer al amor de mi vida, ¿no crees? He pensado mucho en ello estos días, así
que no te preocupes.
—Sería una locura si, gracias a esto, conoces a la
mujer de tu vida —me dice Tim honestamente—. Pero también increíble. Eso sí, no
te olvides de llamarme después de la cita para decirme cómo te fue. Ahora, me
tienes intrigado.
—Descuida. —Sonrío para mí por tener un hermano
que entiende mi punto de vista—. Lo haré.
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