Cuando piensa en la regencia siempre se evoca a los nobles, sus vidas de lujo con sus exuberantes fiestas y palacios de ensueño. Pero el privilegio, es algo en lo que principalmente nacemos. Naces en una clase social específica y muchas veces es imposible escapar de ella.
Entonces, ¿cuál era la vida de un huérfano? De hecho, ¿cuáles eran sus derechos y qué no podían hacer?
LA ADOPCIÓN
Dejemos en claro que la adopción, lamentablemente, no existía en ese
entonces. Adopción tal como la conocemos, simplemente no fue así como
funcionaron. (Entró en uso como práctica en algún momento durante la década de
1920)
Una opción era que una familia del pueblo se llevara al niño a vivir con
ellos. Si ese fuera el caso, y suponiendo que estas personas estuvieran dispuestas
a tratar al niño con justicia, el niño podría ser de gran ayuda y hacer feliz a
una pareja.
No habría ningún procedimiento oficial como el de hoy, por lo que todo se
movería rápido y sin problemas.
La elección mucho más feliz sería que un familiar acogiera al niño. Un
tío, una abuela, un suegro. Suponiendo que quisieran al niño, les era posible
reclamar la herencia de sus -ahora- padres adoptivos una vez que murieran. Eso
es asumiendo que los padres escribieran esa disposición en su testamento.
En caso de que nadie quisiera acogerlos y no hubiera un familiar disponible,
las cosas se ponían un poco feas.
La parroquia acogería al niño y asignaría a un cuidador. Eso significaba
que debían satisfacer las necesidades básicas del niño (como alimentación,
ropa). El amor no estaba en esa lista.
Si ese cuidador era una persona de buen corazón, trataba al niño con
cuidado y como si fuera suyo.
Cuando los niños terminaban en manos de un cuidador deshonesto,
generalmente se los trataba como un medio para hacer negocio. Se les hacía trabajar
en exceso y a tratarlos con dureza. Hoy se consideraría un abuso que un niño
trabaje, pero eso no sucedía en la regencia. Los trabajos podían ser peligroso
y los niños podrían morir.
EL ASILO
Generalmente eran admitidas entre los nueve a los doce años y eran
educadas. Después de eso, se convertían en sirvientes a la edad de quince años.
Su educación consistía en enseñarles a limpiar, a coser, a cocinar, a
lavar y mucho más. Podía tratarse de una vida dura, pero por lo menos no
estaban descuidadas. Después se convertían en aprendices. Si todo iba bien les
pagaba 5 monedas británicas (que era el equivalente a 5 libras hoy por cierto).
La ley los amparaba con sus propios derechos, pero había demasiadas
lagunas donde se manipulaba la ley con demasiada facilidad. De esa manera,
cualquiera que buscara explotar a los huérfanos era libre de hacerlo.
Como veis, no siempre era todo de color de rosa en la regencia.
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