Relato COMPLETO
LA BODA
De
1
Odio ir en
tacones. No sé andar con ellos. Pero mi madre no me habría dejado salir de casa
si no me los pongo así que aquí estoy, caminando hacia la iglesia donde mi
hermana se va a casar y estoy viendo las amenazantes escaleras que debo bajar para
llegar a mi destino. ¿Por qué escaleras? Debe haber alguien ahí arriba que me
odia mucho. Casi tanto como odio yo los tacones.
Comienzo a
bajar con cuidado cada peldaño. Si llego tarde será sólo culpa de mi madre pero
creo que entenderá que es mejor eso que no llegar nunca. Suspiro cuando veo que
ya he bajado la mitad de ellas sin ningún percance y continúo concentrada en mi
labor.
Entonces
escucho la llegada de la limusina, sí menudo coche ha elegido mi hermana para
que la lleve, aunque creo que es cosa de su futuro esposo, el millonario. Las
hay con suerte. No sólo están locamente enamorados sino que él tiene dinero de
sobra para cumplir cada sueño de mi hermana. Siento envidia, pero de la sana.
Los adoro a ambos.
Me quedo
mirando su salida triunfal del vehículo, ella sí sabe andar en tacones, y
sonrío. Se la ve tan emocionada. Entonces llega el desastre para mí. Mi tobillo
se tuerce y caigo por las escaleras. Emito un pequeño grito de angustia que
dudo que alguien escuche y cierro los ojos esperando el duro golpe contra el
suelo. Pero no sucede nada.
Bueno, en
realidad sucede algo. Unos brazos fuertes y musculosos me acogen en mi caída
hacia el suelo y me aprietan contra un pecho igual de duro. Me siento acalorar
y todavía no he abierto los ojos.
-¿Estás bien? -
escucho la voz más sensual y masculina que he oído jamás y mi cuerpo se
estremece - Ha faltado poco.
Abro los ojos
por fin para ver a mi salvador y no puedo reprimir un gemido demasiado gutural.
Me he muerto y estoy en el cielo. En los brazos de un hermoso ángel de cabello
dorado y ojos azules que me miran con preocupación.
-Estoy bien -
contesto después de carraspear - Gracias a ti.
Todavía no me
ha soltado y me ruborizo. Esto es nuevo para mí. Soy una persona extrovertida y
afable. Nada me altera. Nada, salvo quizá ahora esa mirada azul y esa sonrisa
deslumbrante que me dedica mi salvador.
-Soy un poco
torpe con los tacones - me disculpo.
Él reacciona
por fin, dejándome en el suelo con delicadeza. Siento en mi piel cada palmo de
la suya en los lugares exactos donde me toca y la sensación es muy agradable.
Electrizante, sí, pero agradable de todas formas. Le sonrío, con mi mano
todavía sobre su brazo.
-Puedes
sujetarte a mí, si lo deseas.
¿Por qué me
parece que me está proponiendo algo indecente? Si lo deseo, dice. Vaya, lo
deseo más que nada pero no se lo voy a decir. Ni siquiera sé quién es aunque me
siento como si lo conociese de siempre.
-Gracias - le
dijo - pero creo que estaré bien mientras no haya más escaleras.
Ríe bajito y yo
siento calor en mis mejillas de nuevo. ¿Cómo lo hace? No logro entenderlo. Me
muerdo el labio y deja de reír inmediatamente. Su mirada se posa en mi boca y
me acaloro todavía más.
-¿Vienes a la
boda? - pregunto para disipar la tensión que hay entre nosotros en ese momento.
-Soy amigo del
novio desde que éramos pequeños - asiente.
-La novia es mi
hermana - le digo yo sin que me pregunte.
-No te pareces
mucho a ella.
-Sería una
novedad que lo hiciese - me toca reír bajito a mí - Soy adoptada.
-No lo sabía -
parece incómodo - Lo siento, no debí...
-Tranquilo - le
interrumpo - No es algo que me preocupe. Ni me importa hablar de ello.
Él asiente y se
me queda mirando de nuevo. Aguanto todo cuando puedo pero ese hombre me afecta
de un modo tan intenso que me estoy volviendo una mojigata. Evito morder de
nuevo el labio hablando otra vez.
-Me llamo
Isabella.
-Marco.
Encantado - me tiende la mano.
Dudo sólo un
momento antes de enlazarla con la mía. Aquella sensación electrizante regresa
en cuanto nos tocamos pero ninguno se suelta.
-Vamos, Marco -
lo llaman entonces, rompiendo la magia - que ya salen.
Ya salen. ¡Ya
salen! Me he perdido la boda de mi hermana. Ahora sí muerdo el labio y miro la
iglesia preocupada. Deseando que mi madre no se entere de mi pequeño gran
desliz.
Marco me sujeta
con suavidad pero firme por un brazo y me ayuda a llegar a la puerta de la
iglesia. Se lo agradezco con una sonrisa y corro a reunirme con mi madre.
Bueno, no corro por miedo a caerme, pero hago lo que puedo.
-Ha sido una
ceremonia preciosa - le digo a mi madre.
-¿Dónde
estabas? No te he visto.
-Detrás. Cuando
llegué ya había empezado y no quise molestar - mentí descaradamente.
Después de la
intensa sesión de fotos en la que me encontré con la mirada azul de Marco
en más de una ocasión, nos fuimos al restaurante donde se celebraría el
banquete nupcial.
Durante toda la
comida, noté la mirada de Marco sobre mí pero no me atreví a mirarlo por temor
a no poder comer más. ¿Una actitud infantil? Puede, pero tenía hambre. Mucha,
así que me dediqué a comer y a hablar con los novios.
En el baile, mi
cuñado decidió presentarme a todos sus amigos y no pude evitar sonrojarme
cuando fue el turno de Marco. Otra vez y ya van tres. Esto no es para nada
normal en mí.
-He tenido el
placer de conocerla en la iglesia - le escucho decir.
-Sí - corroboro
- Evitó que me diera de bruces contra el suelo.
-Tú y los
tacones - ríe mi hermana.
Marco me
sorprende pidiéndome un baile y yo sorprendo a mi hermana aceptando. Sabe que
odio bailar.
Las horas pasan
y pierdo la noción del tiempo hablando y bailando con Marco. Es casi como si no
existiese nadie más. De hecho, parece que nos hemos aislado del mundo pero no
me importa. Me gusta estar con él y es probable que no lo vuelva a ver así que
quiero aprovechar bien su compañía.
-¿Podría
pedirte tu número de teléfono? - me pregunta como si me hubiese leído el
pensamiento - Me gustaría verte de nuevo.
-Todavía no me
voy a ninguna parte - sonrío.
-Pero no quiero
olvidarme de pedírtelo - se encoge de hombros y noto por primera vez que
está nervioso. Qué tierno es.
Intercambiamos
números y su sonrisa se amplía. Parece aliviado. ¿Porque tiene mi número? No
creo. Me muerdo el labio al pensar en ello y Marco me besa. No me lo esperaba.
-Lo siento - se
aparta antes de que pueda disfrutar de su contacto - No debí hacerlo.
-Yo no me he
quejado - le digo mordiendo de nuevo mi labio.
Y me besa otra
vez. En esta ocasión más tiempo y con mayor destreza. Nunca antes me habían
besado así y me derrito en sus brazos. Esta boda está resultando de lo más
increíble y ya ni me acuerdo de que los tacones me están machacando los pies.
Cuando llega el
momento de lanzar el ramo, las mujeres solteras nos ponemos en posición. No es
que me vaya a pelear por él pero siempre me ha gustado esta parte de las bodas.
Es divertido ver cómo las solteras más desesperadas son capaces de tirarse en
plancha para coger ellas el ramo.
En realidad, ni
siquiera presto demasiada atención a mi hermana. Mi mirada se desvía
continuamente hasta Marco. Me río cuando me indica con la cabeza que mire hacia
la novia. Finge ponerse serio pero no le sale muy bien, lo que provoca que yo
ría más.
Entonces, algo
me golpea en la cara y tiendo mis manos por acto reflejo. Miro hacia ellas y
veo el ramo de novia de mi hermana. La miro a ella y está aplaudiendo con su
mejor cada de niña traviesa. ¿No lo habrá hecho a propósito? Por su expresión
yo diría que sí. Y cuando me indica con la cabeza que mire hacia Marco, sé que
lo ha lanzado contra mí para que yo lo tuviese. La fulmino con la mirada antes
de volverme hacia Marco.
-¿Has visto? -
bromeo - Soy la siguiente en casarme.
-Me parece
genial - dice él - Siempre que yo pueda ser el novio.
Por cuarta vez
en mi vida mi rostro se cubre de rojo carmesí y no puedo evitar que una tonta
sonrisa se instale en mi cara. ¿Lo dirá en serio?
-Jamás
bromearía con algo así, Isabella - en ese momento comprendo que he pensado en
alto.
-Si decido
casarme, te lo haré saber para que podamos coordinar nuestras agendas - me
muerdo el labio.
-Eso me
encantaría - y me besa.
Desde luego ahí
arriba alguien me adora lo suficiente como para haberme hecho caer en los
brazos de aquel hermoso ángel. Y doy gracias por ello. No sé a dónde nos
llevará esto, pero lo voy a disfrutar al máximo. Tanto o más que el beso que me
está dando.
Seguimos
bailando hasta que la boda termina y nos unimos a los más jóvenes cuando
deciden seguir la fiesta en una discoteca cercana al restaurante. Ninguno de
los dos quiere separarse todavía y esa es tan buena excusa como cualquier otra.
-¿Te importa si
pasamos antes por mi casa? – le pregunto – Necesito cambiarme los zapatos o no
aguantaré mucho tiempo más.
-Sin problema –
abre la puerta de su coche para mí.
Una vez
llegamos, me acompaña hasta la entrada. Abro la puerta y me giro hacia él.
Muerdo mi labio, indecisa y su mirada se posa en mi boca. Un escalofrío recorre
mi cuerpo y hablo en un impulso.
-¿Y si nos
quedamos aquí?
2
Da un paso
hacia mí rodeando mi cintura con su brazo para pegar nuestros cuerpos. Cuando
me besa, camino con él hacia el interior de la casa, dando por sentado que eso
es un sí. Siento, pues tengo los ojos cerrados, como cierra la puerta detrás de
nosotros sin romper el contacto de nuestros labios.
Me apoya
contra la pared y continuamos besándonos hasta que el aire comienza a escasear.
Entonces, separa nuestras bocas pero no así nuestros cuerpos. Me mira a los
ojos y puedo ver el deseo en los suyos. Me sonríe y siento mi mundo
tambalearse. Adoro su sonrisa.
-Creo que
hemos bebido demasiado – me dice - ¿Me invitarías a un café para rebajar el
alcohol en vena?
-Claro –
rodea mi mano con la suya y caminamos unidos por ellas hasta la cocina.
Lo observa
todo con interés y me alegro de haber limpiado ayer, porque normalmente no
tengo tiempo para esas cosas entre semana. Mi trabajo me absorbe la energía y
cuando llego a casa lo único que quiero es descansar.
-Tienes una
casa muy bonita – me dice mientras preparo el café – Lo que he visto de ella
hasta ahora.
-Luego te
hago un recorrido si quieres – me sonríe en cuanto lo digo y lo imito – Aunque
no hay mucho que ver. Es pequeña.
-Suficiente
para ti – concluye.
-Antes tenía
una habitación alquilada – le confieso – Mientras estudiaba. En el trabajo a
media jornada que tenía no ganaba suficiente para cubrir todos los gastos.
-¿Cómo es que
no te quedaste con tus padres hasta terminar los estudios? Si vivís en la misma
ciudad, sería lo más lógico. Y económico.
-Adoro a mi
familia – sonrío – pero nos llevamos mejor si no nos vemos a diario. En cuanto
alcancé la mayoría de edad, me mudé a esta casa. Era de mis abuelos. Se supone
que debería ser para mi hermana, pero ella nunca quiso irse de casa de mis
padres, así que me la quedé yo.
Nos sentamos
en la mesa de la cocina para tomar el café y me mira con tanto interés, que me
siento cohibida de repente. Oculto mi sonrojo, a los que parece que tendré que
acostumbrarme mientras esté con Marco, bebiendo un sorbo del café. Está tan
caliente que me quemo la lengua.
-Cuidado – me
dice sonriendo – Quema.
-A buenas
horas me lo recuerdas – le sonrío de vuelta.
-Cuéntame
más.
-¿Sobre qué?
-Sobre ti.
-¿Qué quieres
saber?
-Quiero
saberlo todo – me sonríe una vez más.
-Si tú me lo
dices todo de ti… - le sugiero.
-Me llamo
Marco y vivo a dos calles de aquí. No sé por qué no nos hemos encontrado antes
– me guiña un ojo - Soy vicepresidente en la empresa de mi padre, ya ves que
gran logro, aunque en mi defensa diré que trabajo duro para demostrar que
merezco el puesto. Tengo dinero, un coche impresionante, un apartamento de
lujo, pero me falta lo más importante.
-¿Qué es?
-Alguien con
quien compartirlo.
-Supongo que
en eso estamos igual. Salvo por lo del coche impresionante y el apartamento de
lujo – rio – Me gusta mi casita pequeña y sencilla. Y voy andando a todas
partes.
-¿En qué
trabajas?
-Soy asesora
financiera en una empresa que está en expansión en este momento. Trabajo no me
falta y pagan muy bien – me encojo de hombros – Aunque es agotador y me deja
sin ganas de tener vida social.
-Espero que a
partir de ahora puedas al menos quitar un par de minutos al día para aumentar
esa vida social – en cuanto lo dice, me sonrojo una vez más.
-Se puede
intentar – le sonrío.
Terminamos
nuestros cafés conversando animadamente y sorprendidos al descubrir que tenemos
muchos gustos en común. Cuanto más nos conocemos, más me gusta. Y creo que es
algo recíproco, por cómo me mira.
-¿Quieres ver
ahora la casa? – le sugiero en cuanto llevamos las tazas al lavavajillas.
-Claro. Las
damas primero – hace una reverencia y yo me rio.
Pasamos por
cada una de las habitaciones y vamos comentando sobre ellas. Marco es muy
divertido y no dejo de reírme. Sin darme cuenta, dejo la habitación pequeña de
última. Cuando la abro, me pongo nerviosa de repente. Allí hay una parte de mi
vida que nadie conoce, salvo mi hermana. Ni siquiera mis padres lo saben.
-Prométeme
que tu idea de mí no cambiará después de que traspasemos esta puerta – le digo,
dando la espalda al cuarto.
-¿Es que
tienes un cuarto del placer como ese tal Grey? – bromea.
-No
exactamente – muerdo mi labio – pero tal vez pienses de mí algo que no es en
cuanto lo veas.
-¿No te
dedicarás a disecar a tus ex novios? – alza una ceja y la tensión que he ido
acumulando se escapa con mi risa.
-Colecciono
otra cosa – abro la puerta y le dejo pasar en primer lugar – Es un hobby que
tengo desde hace unos años.
-Esto es… -
creo que lo he dejado sin palabras.
3
Mientras se
pasea por el cuarto, yo aguardo junto a la puerta, ansiosa por saber qué opina
de lo que ve. Sé que muchos de los que me conocen me juzgarían si llegasen a
descubrir lo que hago y por eso no lo he compartido con nadie más que mi
hermana. Ni siquiera sé por qué le he permitido a Marco entrar a verlo. Tal vez
porque deseo que permanezca en mi vida durante mucho tiempo y esto es algo que
no podré ocultar a quien comparta mí día a día.
-¿Las has
hecho tú? – me pregunta después de mirar cada foto expuesta.
-Sí.
-Y los
modelos…
-La mayoría
son universitarios. Yo necesito a quien retratar y ellos el dinero.
-Hay que ser
muy atrevido para desnudarse ante una desconocida – me mira y no veo censura en
sus ojos, sino curiosidad.
Sí, retrato a
gente desnuda. Y a pesar de ello, ninguna de las fotos llega a mostrar nada.
Tan sólo insinúa. Son fotos artísticas, no pornográficas. Aunque sé que mucha
gente no lo verá de ese modo y por eso lo mantengo en secreto.
-Soy poca
cosa – sonrío – Nadie tendría miedo de mí.
-Con una
cámara apuntando hacia mí y sin ropa de por medio… - sonríe – Yo estaría
acojonado.
-No obligo a
nadie. Vienen porque quieren – oculto mi rostro de él, bajando mi vista al
suelo.
-Me encantan
– sujeta mi barbilla con su mano y busca mis ojos con los suyos – No te
avergüences de algo que te apasiona. Aunque nadie más vaya a entenderlo.
-No es algo habitual
– digo – La mayoría retrata paisajes.
-Pero tú no
eres como la mayoría – acerca su boca a la mía – Tú eres única, Isabella.
Me besa con
tanta dulzura, que me pierdo por un momento en las sensaciones que provoca en
mí. Este hombre sabe cómo hacer que una mujer se sienta especial. Única. Cuando
rodeo su cuello con mis manos, acerca nuestros cuerpos y profundiza el beso. Ni
siquiera sé cómo sucede, pues sólo soy consciente de sus labios sobre los míos,
pero acabamos en mi habitación, arrancándonos la ropa del cuerpo con urgente
necesidad, y haciendo el amor apasionadamente.
-Que sepas
que no suelo ir tan rápido con ninguna mujer – me dice después, abrazados como
amantes satisfechos, mientras acaricia mi brazo distraídamente y yo disfruto
del latido de su corazón en mi oído.
-Tampoco yo –
le confieso – Ni siquiera suelo traer hombres a casa el día en que los conozco.
-Eso me hace
sentir especial – sonríe cuando lo miro.
-Lo eres –
admito.
Permanecemos
acostados, simplemente disfrutando de contacto de nuestros cuerpos hasta que
nos dormimos. Y eso es algo que también llevo tiempo sin experimentar. Tanto
tiempo, que ya había olvidado de lo reconfortante que es sentir los brazos de
otra persona en torno a ti, escuchar su pausada respiración contra el cuello o
sencillamente despertarse junto a alguien que te está sonriendo con verdadero
afecto. Y que no le importa si tienes el pelo revuelto o si te has olvidado de
desmaquillarte y ahora pareces un mapache. Esos son los pequeños detalles que
enamoran.
-Buenos días,
Bella.
-Bella – me
estiro perezosamente y noto la intensa mirada de Marco sobre mí – Hacía años
que nadie me llamaba así.
-Y que lo
haya hecho, ¿es bueno o malo?
-En tus
labios – digo acercándome a él – suena de maravilla.
-Me alegro –
me besa y pienso que este es, sin duda, el mejor despertar de todos.
-¿Quieres
desayunar? – digo de repente.
-Me temo que
ya es más la hora de comer – me dice señalando el reloj.
-¡Oh, Dios!
Pero cuánto hemos dormido – me levanto de un salto hasta que recuerdo que estoy
desnuda. Me cubro con la sábana, dejando ahora expuesto a Marco.
-Yo no me
quejaban de las vistas – me dice sonriendo.
-Tampoco yo
me quejo ahora – lo imito antes de coger ropa limpia y entrar en el baño,
dejando la sábana a los pies de la cama. Para cuando salgo, Marco ya está
vestido con la ropa de la boda.
-Te invito a
comer – me dice – pero antes pasaremos por mi casa para cambiarme de ropa. Si
no te importa.
-Yo encantada
– sonrío – siempre que me enseñes ese apartamento de lujo que tienes.
-Eso está
hecho – se acerca y me rodea con sus brazos – Pero yo no tengo cuarto del
placer.
-¿Y dónde
duermes? – nos reímos juntos, antes de que Marco me bese de nuevo.
Con él se
siente todo tan natural. La última vez que me permití pasar la noche en casa
con un hombre, la incomodidad que sentimos al día siguiente fue suficiente para
no querer volver a vernos. Quedamos en llamarnos, pero ninguno de los dos lo
hizo. Con Marco es como si llevásemos toda la vida haciéndolo.
Bajamos de la
mano y no nos soltamos hasta que Marco abre la puerta de su coche para mí.
Viajamos en silencio, disfrutando de la tranquilidad que la compañía mutua nos
proporciona. Ni siquiera necesitamos rellenar con conversaciones fútiles momentos
como este y me gusta.
-Dejaré el
coche en el garaje – me dice finalmente – Al sitio donde quiero llevarte
podemos ir andando. No queda lejos.
-De acuerdo –
le sonrío para que vea que no me disgusta la idea. Como le dije, yo siempre voy
a pie. O en transporte público si está demasiado lejos.
Subimos en el
ascensor hasta el onceavo piso, que es donde está el apartamento de Marco. Ya
puedo imaginarme las vistas que tendrá de la ciudad y estoy ansiosa por
descubrirlas. Debe notar mi entusiasmo porque sonríe y toma besa mi mano, que
no ha soltado desde que abrió de nuevo la puerta del coche para mí. Hoy en día
es difícil toparte con un caballero, son una especie en peligro de extinción.
-Voy a
ducharme – me dice en cuanto entramos en el apartamento – Cotillea todo lo que
quieras.
-Gracias – lo
miro y me da un beso rápido antes de desaparecer por una de las puertas.
Yo me voy
directamente al enorme ventanal que hay en el salón. Como creía, las vistas son
impresionantes. Y aunque es cierto que el lugar es de lujo, se siente acogedor
igualmente. Me sorprende, no me lo esperaba para nada.
Después de
admirar la ciudad desde las alturas, investigo un poco por mi cuenta. Abro y
cierro puertas, dejando para el final la habitación en la que está Marco. Para
ser un apartamento, es muy grande. Y está decorado con muy buen gusto.
Minimalista y moderno, pero hogareño aún así.
-Me encanta
tu apartamento – le digo a través de la puerta del baño cuando entro en su
habitación.
-Me alegro –
dice saliendo en ese mismo momento, con una toalla rodeando su cintura. Se ve
tan sexy, que no puedo evitar hacer un repaso minucioso de su anatomía.
Me siento en
la cama mientras él se mueve por la habitación con la soltura de quien lo hace
a diario. Saca del armario ropa acorde al estilo que he elegido yo para mí y la
deja en una silla. Después toma la ropa interior del primer cajón de la cómoda
y se quita la toalla sin ningún pudor delante de mí. Y por más que debería
sentirme avergonzada, lo único que puede pensar es que podría pasarme una vida
entera reviviendo este momento.
-¿Me
permitirías retratarte? – le pregunto antes siquiera de pensar en lo que estoy
diciendo. Cuando me mira con dudas en sus ojos, añado – Si no quieres que se
vea tu rostro, podemos ocultarlo. Me encantaría tener una foto tuya.
-Lo haré –
dice acercándose a mí y ayudándome a levantarme – siempre que tú salgas en ella
también.
-¿Y quién la
saca?
-Estoy seguro
de que sabes cómo hacerlo – asciende con sus manos por mi espalda, pegando
nuestros cuerpos en el proceso – Me encantaría tener una foto tuya.
-Eso lo he
dicho yo – sonrío.
-Lo sé.
Y aunque yo
soy de las que se ocultan tras la cámara, estoy dispuesta a ponerme ante el
objetivo si es con Marco a mi lado.
4
Ha pasado un
año desde que conocí a Marco y parece toda una vida. No hemos vuelto a
separarnos desde entonces, alternando nuestras noches en su apartamento y en mi
casa. Viajando los fines de semana a cualquier lugar que se nos ocurra, para
hacer cualquier locura que nos apetezca. Porque hemos descubierto que somos
igual de aventureros. Simplemente nos faltaba encontrar a la persona con la que
disfrutar de esos momentos.
-No puedo
creer que me dejase convencer para esto – me dice Marco, nervioso.
-Yo también
salgo, ¿recuerdas? – me abrazo a él – Nadie sabrá que somos nosotros. No se nos
distingue.
Marco y mi
hermana llevan al menos seis meses insistiendo en que debería exponer mis
fotografías en una galería de arte y al fin lo he hecho. En venganza, la foto
que Marco y yo nos hicimos, forma parte de las que he elegido. No es porque
nosotros seamos los modelos, pero es una de las mejores que he hecho hasta el
momento. Cada vez que la miro, puedo sentir el amor que emana de ella. Porque
aunque en aquel momento no lo sabíamos todavía, estábamos ya locamente
enamorados el uno del otro.
-Es hermosa –
le digo – Merece estar expuesta al mundo.
-Si alguien
descubre que somos nosotros – me dice – haré que te arrepientas de haberla
elegido.
-Si alguien
nos reconoce – respondo riendo – ya estaré arrepentida de haberla elegido.
Sé que
bromea, porque en el fondo, también a él le encanta la foto. Lo he descubierto
en varias ocasiones admirándola, cuando cree que no lo veo. Puede que sea
arriesgado enseñarla, sobre todo porque nuestras familias acudirán a la
apertura, pero sería un pecado mantenerla oculta en casa.
-Al menos
verán la buena pareja que hacemos incluso en la intimidad – susurra en mi oído
provocando que un escalofrío recorra mi columna vertebral.
-Marco –
intento reprenderlo pero me resulta imposible. Ha sonado más como un gemido y
él ríe.
-Más tarde,
mi amor – besa mi cuello, antes de desaparecer con la excusa de ir a por dos
copas de champán.
A lo largo de
la tarde, se acercan a mí infinitud de personas para alabar mis fotografías.
Algunos incluso se interesan por ellas y aunque no están a la venta, les hago
saber que podrían conseguir las suyas propias. La mayoría se lleva mi tarjeta y
prometen contactarme en breve para concertar una cita.
-Mira tú por
dónde – dice Marco con orgullo – vas a convertirte en toda una empresaria de
éxito. Si esto funciona, podrías dedicarte en exclusiva a la fotografía.
-Aunque me
encantaría, no voy a ilusionarme con eso. En cuanto lo piensen fríamente, sin
las fotografías al lado para inspirarlos, se arrepentirán de querer sacarse
una.
-Eres muy
buena en esto. Los has impresionado – me besa entre frases – Verás cómo te
llaman. En uno meses podrán dejar el trabajo de asesora y dedicarte a lo que
realmente te llena.
-Tú me llenas
– le digo y su risa me indica que lo ha malinterpretado – Pervertido.
-No he sido
yo la que lo ha dicho, amor.
-Pero sí el
que ha pensado en lo que no era – sonrío antes de susurrarle al oído – Quiero
irme de aquí y dejar que me llenes.
-Me parece
una gran idea – me susurra también – pero antes tengo que hacer otra cosa.
-¿Qué cosa? –
lo miro con curiosidad.
Se limita a
sonreír y da un par de palmadas. De repente, comienza a sonar nuestra canción,
la primera de todas las que compartimos durante la boda de mi hermana. La gente
nos mira y exclama de asombro cuando comienzan a entrar en la galería varios
hombres y mujeres cargando con docenas de rosas rojas. Cuando nos rodean,
empiezo a tener una ligera idea de lo que pretende hacer Marco y una sonrisa
tonta se instala en mi cara.
Da otro par
de palmadas aparecen más personas, esta vez portando fotos. Mis ojos se abren
de sorpresa cuando descubro que son fotografías que Marco y yo nos hemos ido
sacando a lo largo de este año juntos. Llevo las manos a mi cara para evitar
que vean mi boca completamente abierta. Esto es más de lo que esperaba.
Mientras
observo las fotos, puedo revivir cada uno de los momentos en que fueron
tomadas. Eso como ver una película en fotogramas de nuestro amor. Mi mirada se
cruza con la de mi hermana en algún momento y la veo sonreír entusiasmada. Algo
me dice que ella sabía todo esto.
-Sé que no
son tan buenas como las que tú haces, mi amor – comienza a hablar Marco – pero
en ellas está retratado el mejor año de toda mi vida. Y así como una fotografía
inmortaliza un momento especial o importante que deseamos recordar, yo quiero
inmortalizar este día.
Saca la
cámara instantánea que me regaló en mi cumpleaños y toma una fotografía de mi
atónito rostro. Me insta a que coja la foto y la mire. Mis ojos no podrían abrirse
más aunque quisiese. No tengo ni idea de cómo lo ha hecho, pero no soy yo la
que aparece en la instantánea, sino un anillo de compromiso.
-Pero, ¿cómo?
– acierto a decir.
-Isabella, mi
Bella – se hinca de rodillas frente a mí y abre una pequeña caja negra donde
está el verdadero anillo – Sé que es pronto, pues apenas llevamos un año
juntos, pero ya no puedo imaginarme mi vida sin ti a mi lado. Tú has dado color
a mis días y has iluminado mis noches. Me has enseñado que el detalle más
pequeño puede ser grande si sabes cómo enfocarlo. Y que no hay nada corriente
en lo que nos rodea, sólo hay que apreciar la belleza que se esconde detrás de
lo obvio. La vida contigo es como una buena fotografía y por eso, me preguntaba
si querrías retratarnos cada día, a partir de este momento y en adelante, y así
inmortalizar nuestro amor más allá de la muerte.
Me limpio las
lágrimas que me ha provocado con sus palabras y sonrío. Apenas tengo voz, de la
emoción, así que me limito a asentir con entusiasmo y le extiendo la mano para
que coloque el anillo en mi dedo. En cuanto lo hace, se levanta y me besa. Y es
ahí donde soy consciente de nuevo de que no estamos solos, porque escucho
aplausos y vítores a nuestro alrededor.
-Imagina que
me hubieses dicho que no – bromea en cuanto deja de besarme.
-Te habría
dicho que sí en la boda de mi hermana si me lo hubieses preguntado – le sonrío.
-Te lo dije –
me recuerda.
-Lo hiciste –
asiento antes de que me bese otra vez.
Después de
eso, nos separan para felicitarnos por el compromiso y no podemos volver a
reunirnos hasta pasada al menos media hora. Aunque nuestras miradas se buscan
constantemente y nuestras bocas se sonríen cuando lo logran. No importa si no
logro dedicarme a lo que más me gusta en esta vida, porque tener a Marco a mi
lado es cuánto necesito para ser feliz.
Benditos
tacones que me hicieron tropezar aquel día y caer en sus brazos. Puede que nos
hubiésemos conocido de igual modo, pero quiero creer que el destino jugó un
papel importante en nuestra unión. Después de todo, frecuentábamos los mismos
lugares y nunca coincidimos hasta el día de la boda.
-¿En qué
piensas? – me pregunta rodeando mi cintura con sus brazos cuando por fin
logramos reunirnos.
-En que
debería enmarcar una fotografía de los zapatos que llevé a la boda de mi
hermana – le sonrío cuando veo la curiosidad en su rostro – Gracias a ellos,
encontré al amor de mi vida.
-Me parece
una idea magnífica – me devuelve la sonrisa – porque gracias a ellos, la mujer
de mi vida cayó literalmente en mi brazos.
Nos besamos
una vez más, sellando así lo que el destino una vez decidió unir en una boda.
FINAL.
Bonito relato,como todo lo que escribes
ResponderEliminarBonito relato,como todo lo que escribes
ResponderEliminarComo siempre, espectacular! Qué pedida más currada!!!
ResponderEliminarComo siempre, espectacular! Qué pedida más currada!!!
ResponderEliminarwao!! Como le haces Sonia todo lo que escribes es genial!! hermoso relato !! 💒💍😍😍😍😍
ResponderEliminarMi relato favorito!!Te felicito Sonia eres la mejor
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