Me gustaría mostraros un FRAGMENTO de mi nuevo
libro EL MILAGRO DE AMAR. Una historia de amor donde podréis sentir, reír,
llorar y sobre todo soñar.
Caminábamos despacio sintiendo nuestra cercanía
cuando algo mágico nos sorprendió. Al principio no sabía qué había pasado, solo
noté que ella se paraba en seco y miraba fijamente al cielo. Yo no podía ver
más allá de su rostro y aproveché para contemplarlo cuando unos copos de nieve
se posaron sobre sus mejillas y su cara se ilumino.
— ¡Esta nevando! —notó ilusionada como un niña.
Escuché su risa, vi su rostro, y sentí que ante mí
tenía a la mujer perfecta a la que no podía perder. Con ella todo era mágico y
enigmático. Un laberinto sin salida del que no deseaba escapar. Quise que me
transmitiera su energía, su entusiasmo por la vida y su capacidad para amar.
Con ella podía empezar de nuevo y ser una persona diferente, al haber
encontrado una compañera que me podía hacer olvidar lo que era la soledad.
Su sonrisa me contagió y le devolví su alegría.
— ¡Mira! —Me señaló al cielo—. ¡Está completamente
blanco!
Con reticencia aparté mi vista de ella y la elevé
al firmamento. Se veía espectacular, pero sentía melancolía al no poder
contemplar su rostro y volví a bajar la mirada. Para mi sorpresa la descubrí
mirándome.
Fijamente contemplándonos, nos quedamos parados mientras algunos copos de nieve empezaron a caer envolviéndonos. Ella alargó su mano enguantada y acarició mi cara siguiendo el rastro de mi mandíbula.
Fijamente contemplándonos, nos quedamos parados mientras algunos copos de nieve empezaron a caer envolviéndonos. Ella alargó su mano enguantada y acarició mi cara siguiendo el rastro de mi mandíbula.
— Tienes nieve en la cara —me dijo con una voz tan
suave como su caricia.
Cuando acercó su mano a mi boca se la atrapé en el
acto. Le retiré el guante de la muñeca y la saboreé besándola con dulzura. Para
mí regocijo, escuché como lanzaba un suspiro. La seguí mirando con fijeza, pues
no quería perderme ni un solo instante, y noté cómo temblaba no solo por el
frío sino por mi toque.
— ¿Tienes frío? —Ella negó con la cabeza.
— ¿Y tú? —me preguntó.
— A tu lado es imposible congelarme —le ofrecí mi
sonrisa seductora—. Más bien diría que es imposible no quemarme.
Sus ojos se agrandaron y pude ver que tragaba
saliva. Aún sostenía su mano cerca de mis labios, y noté cómo su pulso se iba
alterando. De pronto nos vimos rodeados de un sinfín de copos de nieve e
instintivamente miramos al cielo para ver la avalancha que empezaba a caer
sobre nosotros.
— ¡Corre! —le dije y tiré de ella para
refugiarnos.
Corrimos por la calle mientras escuchaba su risa
tras de mí. Nos metimos en un portal para resguardarnos y para nuestra sorpresa
descubrimos que estábamos cubiertos de nieve.
— ¡Pareces un muñeco de nieve! —me dijo sin poder
parar de reírse.
Solté una carcajada y le contesté:
— Me han llamado muchas cosas pero, muñeco de
nieve, nunca.
— Bueno, siempre hay una primera vez para todo
—replicó con buen humor.
— Sí —la miré a los ojos y le dije en un suave
murmullo—: Siempre hay una primera vez.
Y pensé que nunca había sentido nada igual por
otra mujer; tan fuerte, tan impulsivo e irracional, tan perturbador y
excitante, tan alejado de lo que era normal en mí, y tan embriagador que no
quería despedirme de ella por miedo a no volver a verla.
— Mi casa está cerca y se está haciendo tarde
—ella me soltó de pronto rompiendo todo el encanto.
Me sentí furioso, yo solo pensaba en cómo estar un
poco más a su lado, mientras que ella parecía resuelta a deshacerse de mí. Fue
como si una avalancha de «te lo dije» cayera sobre mí despertándome de mi
sueño. Me sentí estúpido por ser el único en sentir algo entre nosotros.
— Esperaremos un poco —propuse algo seco.
Asintió con la cabeza mientras seguía sacudiéndose
la nieve y caí en la cuenta de que a lo mejor ella lo había dicho al sentirse
cansada, mojada y helada. «¡Eres imbécil, siempre pensando en ti!». Me sentí
mal por no haberme preocupado antes de su bienestar y sí el haber considerado
lo que yo necesitaba. Tendría que aprender a ser más permisivo y comprensivo
pues, si quería conquistarla, no podía comportarme como un ogro furioso cuando
me contradijera.
— Si tienes frío podemos salir corriendo hasta tu
apartamento —le comenté con más suavidad intentando no parecer un patán.
Me contempló con admiración y en ese momento creí
que podía conseguirle el mundo entero si ella me lo pedía. Respiré, relajándome
al darme cuenta que el sueño de estar a su lado aún continuaba.
— No hace falta, esperaremos.
— ¿Estás segura?
Me acerqué a ella frotándole las manos para que
entrara en calor. Ella asintió mientras su frío aliento escapaba por su boca
para enfrentarse al viento.
— No quiero que enfermes por mi culpa.
La acerqué a mí y la abracé para darle parte de mi
calor. Ella se cobijó en mi pecho y descansó su cabeza en él.
— Estoy bien —su voz sonó como un ronroneo.
La abracé con más fuerza y olí el perfume de su
pelo y su cuello, sin poder evitar la tentación de besárselo.
— Entonces, esperaremos un poco.
Y nos quedamos en silencio, perdidos en nuestros
deseos, mientras contemplábamos como un manto blanco luchaba por asentarse en
el suelo. No sé cuánto tiempo estuvimos allí de pie, abrazados, o qué era lo
que ella estaba pensando, solo sabía que por nada del mundo quería dejarla
marchar y que, si ella también lo quisiera, esta noche no tendría por qué
acabar así. Podríamos continuar juntos hasta que el sol nos despertara en un
nuevo amanecer.
¿OS HA GUSTADO?
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