PÁGINAS

viernes, 14 de octubre de 2016

RELATO AMPLIADO: Un admirador para San Valentín de Sonia López Souto

Relato AMPLIADO


UN ADMIRADOR PARA
SAN VALENTÍN
De
Sonia López Souto



1


Cada día recibo docenas de paquetes en mi casa y lo más desquiciante es que ninguno es realmente para mí. Tengo, según muchos, el trabajo perfecto. Pruebo videojuegos desde mi casa. He tenido que adaptar una de las habitaciones para poder tener en ella todo lo necesario para desempeñar mi labor, pero ha merecido la pena. Desde mi accidente, no me apetece salir de casa y este empleo me lo permite. Y aunque no es tan divertido como la gente se piensa, me pagan lo suficiente por él como para poder vivir sin apuros.
El único contacto constante que tengo con el exterior es el mensajero de la empresa que me trae los videojuegos. Los demás que vienen a traerme todo lo que compro por internet, suelen ir variando cada día y no tengo tanto trato con ellos. Pero Miguel viene cada pocos días, bien para traerme un nuevo cargamento, bien para llevarse los que ya he probado. Siempre trata de mantener algún tipo de conversación conmigo, ya sea del tiempo, de alguna peli que ha visto o de cualquier otra cosa que se le ocurra. Es muy amable conmigo.
En varias ocasiones ha intentado sacarme de casa, pero siempre lo he rechazado de manera educada y sutil. No quiero ofenderlo, después de todo tendremos que vernos las caras muy a menudo. Y qué cara. Es tan lindo que me pongo nerviosa cada vez que está cerca de mí. Otra razón más para no querer implicarme más con él.
-Buenos días, encanto – me sonríe en cuanto abro la puerta.
-Buenos días, Miguel. ¿Traes algo para mí? – sigo con la broma que se ha hecho costumbre para nosotros.
-Déjame ver – revuelve su bolsa, fingiendo buscar – Vaya, pues hoy tenemos algo.
-¡Qué suerte! – rio.
-Una suerte inmensa – me guiña un ojo.
-Déjalo en la mesa – digo, dando por terminado nuestro ritual – Iré a por los de la semana pasada.
-¿Ya los has probado todos?
-Sí.
-¿Alguno interesante?
-Un poco violentos para mi gusto – le sonrío cuando se los entrego – Pero tal vez a ti te interesen.
-Yo soy más de hacer el amor – me guiña de nuevo el ojo y no puedo evitar sonrojarme intensamente. Luego añade – Y no la guerra.
-Ya – aclaro mi voz y observo el paquete que ha traído para no tener que mirarlo a él. Sus palabras me han alterado bastante.
-Tengo algo más para ti – me dice, ofreciéndome una carta roja – Estaba en tu buzón.
Hace tiempo le pedí que me subiese el correo también, para no tener que bajar a por él. Es tan voluntarioso, que no puso objeciones. Le sonrío mientras tomo en mis manos la carta. No tiene ningún nombre escrito en el sobre y frunzo el ceño. No me gusta no saber quien me la envía.
-Igual es importante – me dice, al ver mi expresión.
-La leeré luego – la dejo sobre los videojuegos nuevos – Gracias por todo.
-A mandar – hace el saludo militar, sin dejar de sonreír un solo momento.
Le sonrío sinceramente. Acabo de darme de cuenta de que sus visitas alegran mi día. En más de una ocasión, me he descubierto ansiosa esperando su llegada. Sobre todo cuando no nos vemos en varios días. Es como si necesitase una dosis diaria de Miguel para sentirme bien. Y eso es extraño, porque en realidad no nos conocemos tanto.
-Esta semana nos veremos todos los días – me dice, cuando ya está en la puerta. Me sonrojo. Es como si hubiese leído mis pensamientos.
-¿Y eso?
-Me ha dicho Tomás, que hay varios trabajadores de baja.
-Vaya – me lamento, no solo por ellos. Egoístamente, pienso en todo el trabajo extra que tendré los próximos días.
-Mira el lado bueno – me sonríe – Podrás disfrutar de mi compañía cada día.
Me sonrojo sin remedio. Sé que no lo ha dicho en el sentido que yo le he dado, pero así lo sentí. Me reprendo, porque no debo verlo de ese modo. Es un compañero de trabajo y no se mezcla el placer con el deber. Eso lo sabe cualquiera.
-Hasta mañana, entonces – le digo.
-Hasta mañana, encanto.
Cuando me quedo sola, tomo el paquete con los videojuegos y veo sobre él, la misteriosa carta que había en el buzón. No me entusiasma la idea, pero decido abrirla.
Un día sin ti es un día perdido.
Me quedo mirando el papel, sin saber exactamente qué hacer con él. Lo giro para mirarlo por ambos lados, por si hay algo más que me haya perdido, pero no. Simplemente una frase. Muy bonita, pero una frase sin sentido para mí.
Finalmente, imaginando que se han equivocado, la olvido en el aparador de la entrada y me pongo manos a la obra con el trabajo. Si me van a llegar videojuegos cada día, tendré que aplicarme más.
A la mañana siguiente, cuando llega Miguel me trae una nueva carta igual a la anterior. Dudo en cogerla. Estoy convencida de que no es para mí.
-¿Qué ponía la primera? – me pregunta, curioso.
-Una frase de amor – le digo sonrojándome – o algo así.
-Igual tienes un admirador secreto – me sonríe – El viernes es San Valentín, ¿lo sabías?
-Eso es ridículo – desecho su idea con un ademán. No me pierdo su cara de incredulidad.
-¿Por qué te parece tan extraño eso? Eres muy bonita – sonríe cuando me sonrojo nuevamente - ¿Por qué no la abres y sales de dudas?
Hago lo que me pide sin chistar. No quiero admitirlo pero siento curiosidad ahora. Un admirador secreto. No es algo que te suceda todos los días. Cuando me encuentro con una nueva frase, no puedo evitar sonreír.
Eres la sonrisa que ilumina mi vida.
-A alguien le has impresionado lo suficiente como para enviarte notas de amor – me guiña un ojo después de que le diga lo que pone.
Evito decir nada. No sé quién puede ser ni estoy segura de querer saberlo. No he vuelto a ser la misma desde mi accidente. Me he alejado de todos porque no me gusta ver la compasión en la cara de los demás y temo que alguien esté haciendo esto por lástima.
-Nos vemos mañana, encanto – la voz de Miguel me regresa al mundo real.
-Hasta mañana, Miguel.
El miércoles, una nueva carta viene de la mano de los videojuegos. La sonrisa de Miguel me dice que tendré que leerla en alto para que él sepa lo que han escrito. Casi se diría que le hace más ilusión a él que a mí.
Si dos personas están destinadas a estar juntas, en el camino se encontrarán. Tú eres mi más bonita casualidad.
-Pero qué bonito – no sé si hay una burla escondida en sus palabras pero tampoco intento averiguarlo.
-Cada vez son más largas – me limito a decir, a lo que él ríe.
-¿No te gustan ni un poquito?
Me gustas tú, pienso y me sonrojo al darme de cuenta de ello. Ha sucedido sin que haya podido evitarlo. Ni siquiera sé cómo, simplemente es así. Su buen humor, su alegría innata, su sonrisa perenne. Miguel es positivismo en sí mismo y eso es lo que yo más necesito en mi vida.
Miguel se toma mi sonrojo como un sí y decido no sacarlo de su error. Mejor eso a que se entere de que es él quien me provoca los sofocos. Sería demasiado incómodo para ambos.
Y a pesar de lo que he descubierto, me encuentro invitándolo a tomar algo. Es la primera vez que hago algo así. Nunca he dejado que nadie se acerque demasiado a mí desde el accidente. Siempre con miedo a que lo hagan por lástima. Pero Miguel jamás lo ha mencionado ni me ha mirado de distinta manera por ir en silla de ruedas. Él me ve a mí y eso es otra de las razones por las que me gusta, pienso, mientras hablamos.
A la mañana siguiente me descubro ansiosa por que llegue Miguel. Y por leer la nueva carta. Es curiosidad, me digo, pero en el fondo sé que se debe a que durante la noche he soñado que quien me las enviaba era Miguel, y eso me hace sentir deseos de leerlas. Soñar es gratis, después de todo.
Mi estrategia es que un día cualquiera, no sé cómo ni con qué pretexto, por fin me necesites.
-Esta me ha gustado – admito. Miguel sonríe y vuelvo a pensar en que sería bonito que él fuese mi admirador secreto.
Una vez más, lo invito a tomar algo y charlamos durante al menos una hora. Después, Miguel se tiene que ir para seguir con los repartos. Mañana es el último día en que vendrá tan seguido. Echaré de menos sus visitas diarias.
El viernes me levanto con más ganas que nunca de ver a Miguel. Si fuese una mujer valiente y atrevida, le diría lo que siento. Después de todo es San Valentín, el día en que el amor cobra mayor importancia. Pero no siento la misma confianza en mí que antes de quedar postrada en la silla. Además, mi aislamiento voluntario desde hace un año ha minado mis dotes sociales.
-Buenos días, encanto – su sonrisa ilumina mi día y no puedo evitar pensar en las cartas una vez más. Una de ellas decía algo parecido.
Me entrega el paquete del trabajo y después la carta. No ha abandonado su sonrisa en ningún momento, pero lo noto nervioso. Abro la carta y su ansiedad parece crecer. Sonrío al verlo alternar su peso de una pierna a otra.
-Ni que la carta fuese para ti – le digo y él me sonríe.
Soy la persona más feliz del mundo cuando me dices Hola o me sonríes, porque sé que aunque haya sido tan solo un segundo, has pensado en mí.
A medida que leo, Miguel empieza a recitar conmigo y al final, es él quien termina la frase mientras yo guardo silencio. Lo miro indecisa. Él me sonríe y sale de mi piso un momento. Cuando regresa, porta en sus manos un gran ramo de rosas rojas y lo deposita en mis brazos.
-Feliz día de San Valentín, Emma.
Creo que es la primera vez, salvo el día que nos conocimos, que me llama por mi nombre y por alguna extraña razón, me afecta más que cuando me dice encanto. Me sonrojo al comprender que sí era él, después de todo, quien me enviaba las cartas.
-¿Por qué lo has hecho? – necesito saber que no ha sido todo un juego. Miguel no parece de esos, pero soy demasiado desconfiada.
-Porque no sabía de qué otra forma llamar tu atención – parece cohibido – Llevo un año intentándolo y nada parecía funcionar. Estabas tan encerrada en ti misma, que no lograba llegar a ti.
-Pero, ¿por qué?
-¿No es evidente? – se acerca a mí – Porque me gustas.
-¿En serio? – su cercanía me pone nerviosa, sobre todo cuando se agacha a mi lado, apoyándose en el reposabrazos de la silla.
-¿Tan difícil es de creer? – alza una ceja. Cuando mi vista huye hasta la silla, vuelve a hablar – Yo te veo a ti. Y tú eres muy guapa. Simpática, interesante, valiente, fuerte. Eres muchas cosas buenas, Emma. Una silla no debería frenarte.
No miramos un instante que parece infinito, ninguno de los dos quiere romper el contacto. Entonces, abro mi boca para hablar pero Miguel no me deja hacerlo. Eleva su rostro hacia el mío y me besa. No un beso tierno y suave, sino un beso cargado de intenciones. Un beso que me demuestra lo que verdaderamente siente por mí.
Le gusto, grita mi mente eufórica. Quisiera saltar de alegría pero como no puedo, me limito a saborear su beso. Rodeo su cuello con mis brazos y respondo con igual intensidad, mientras mentalmente bailo de alegría.
-¿Eso es un tú también me gustas? – me pregunta cuando nos separamos para tomar aire.
-Eso es un tú también me gustas – me sonrojo y él me besa de nuevo, con renovado ímpetu.
Feliz Día de San Valentín, pienso mientras disfruto de sus labios sobre los míos. Porque desde luego, este está siendo el mejor de todos cuantos he tenido.
Nunca le di demasiada importancia a esta celebración porque para mí el amor se ha de demostrar día a día, pero debo admitir que Miguel se lo ha currado. Me ha hecho creer que puede haber algo mejor que mi trabajo y mi apartamento, después de mi accidente. Me ha dado esperanzas. Algo que no tenía desde aquel fatídico día en que me dijeron que no volvería a caminar.
-¿Cenarías conmigo esta noche? – me dice en cuanto dejamos de besarnos.
-Me gustaría.
-Conozco un bonito restaurante cerca de tu casa que…
-No creo que sea buena idea.
No he vuelto a salir de casa desde que regresé del hospital y no me siento preparada todavía para eso. Para las miradas de la gente, para encontrarme con algún conocido y sentir su lástima.
-Yo estaré contigo todo el tiempo, Emma – que use mi nombre me desarma – Por favor. Tu vida no acabó el día del accidente.
Sé que tiene razón y aún así, no termino de decidirme. ¿Tan horrible sería ir? No lo sé.

FLASHBACK
-Llego tarde, Andrés – repito una vez más a través del auricular – Hablamos en cuanto salga de la reunión.
-¿No entiendes que esto es importante?
-¿Planear unas vacaciones es más importante que una reunión de trabajo? – frunzo el ceño – No lo creo. Hablamos luego, Andrés.
Cuelgo antes de que pueda decirme nada más. Es cierto que voy con retraso y todavía me quedan al menos veinte minutos de camino. Siempre que el tráfico sea fluido. Y a pesar de todo, intento no sobrepasar el límite de velocidad. Sólo me faltaba que me parasen para multarme.
-Venga ya – protesto al ver que el semáforo se pone en rojo a unos segundos de traspasarlo. Parece que hoy todo está en mi contra.
Me detengo impaciente y no dejo de mirar la luz intentando que se ponga verde sólo con mi pensamiento. Me vendría genial tener poderes en este momento. Teletransporte, pienso. Eso sería ideal.
En cuanto tengo vía libre, me meto en el cruce feliz por poder avanzar por fin. Entonces escucho un sonido justo segundos antes de notar un fuerte impacto contra el lateral del coche. Alguien ha tocado la bocina, avisándome pero es demasiado tarde. Mi coche da varias vueltas de campana. El cinturón me retiene en mi asiento, pero no evita que mi cuerpo se lleve igualmente varios golpes. Mi cabeza da un giro demasiado brusco y siento un dolor indescriptible en mi espalda. Tan fuerte, que me desmayo.
FIN DEL FLASHBACK

-Emma – la voz de Miguel me trae de regreso al presente - ¿Estás bien?
-Sí – asiento, no muy convencida.
-¿Me acompañarías? – me mira con la esperanza pintada en el rostro y sé que si continúa insistiendo, acabaré por ceder.
-No tengo nada elegante que ponerme – digo tontamente a modo de excusa.
-No necesitas nada elegante – sonríe, sabedor de que ha ganado – El restaurante es muy familiar. Totalmente informal. Sé que te gustará.
-Pero si en cualquier momento te pido que me traigas a casa…
-Nos quedaremos tanto como tú quieras – me interrumpe – Prometido.
-De acuerdo.
-Pasaré por ti a las siete – se acerca a mí de nuevo y me besa – Ahora tengo que volver al trabajo o me caerá la bronca.
-Yo también tengo que ponerme a ello – sonrío.
-Te echaré de menos.
Me besa una vez más antes de irse y yo me quedo inmóvil por largos minutos antes de reaccionar. Ha sucedido todo tan deprisa, que ya me veo asimilándolo durante las horas que faltan para nuestra cena de San Valentín.

 CONTINUARÁ...
(DÍA 21)

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