LAS MÁS
ROMÁNTICAS CARTAS DE AMOR DE LA HISTORIA
"Amada mía":
cartas de amor de grandes personajes de la historia
Hombres y mujeres
célebres abrieron su corazón en cartas confesando amores a primera vista,
pasiones no correspondidas, ansias secretas y deseos imposibles. Muchas fueron
contestadas pero otras no siempre llegaron al amado. Leé un puñado de esos
ardientes textos privados.
Sólo el amor puede despertar emociones tan
extremas como la pasión y el odio. Enrique VIII enloqueció por Ana Bolena antes
de ordenar su muerte, Napoleón sufrió por el desdén de Josefina, Perón tuvo en
Evita su “tesoro adorado”.
Simón Bolívar le escribía
a su amante Manuela Sáez mientras entre batalla y batalla, Sigmund Freud le
envió más de 900 cartas a Martha Bernays, Gabriela Mistral puso por escrito su
pasión por el poeta Manuel Magallanes Moure en sus misivas, Pablo Neruda le
envió centenares de arrebatadas epístolas a Matilde mezclando besos con
encargos de comida y tabaco.
"Más que los besos, son las cartas las que
unen las almas", escribió
John Donne en el siglo XVI. En diferentes épocas y escenarios, los
protagonistas de la historia han volcado por igual sus sentimientos, no siempre
correspondidos, a través de cartas que demuestran que sólo el amor es capaz de
desnudar el alma de hombres y mujeres, cualquiera sea su origen, edad o
condición social.
FRAGMENTOS:
He aquí unos
fragmentos de algunas cartas de amor
cautivantes que se han escrito a través de la historia; cartas que hablan de
amores a primera vista, amores no correspondidos, amores secretos, amores
imposibles; cartas sin terminar y cartas que, incluso, no siempre llegaron.
"Mi corazón y mi persona se rinden ante ti
suplicándote que sigas favoreciéndome con tu amor", escribió Enrique VIII a Ana Bolena en 1528, ocho
años antes de que ordenara encerrar a su esposa en la Torre de Londres y
decapitarla.
Entre batalla y batalla,
Napoleón Bonaparte volcó su vena romántica en sus cartas a Josefina. “
“Mi dulce Josefina, ámame,
que estés bien y pienses muy a menudo en mí”, escribió el
emperador en agosto 1796. Más tarde le escribe: "Es imposible estar más débil y degradado. Vuestros pensamientos envenenan
mi vida, desgarran mi alma".
Un tono muy distinto al utilizado apenas un par de meses después: “No te amo, en absoluto; por el contrario, te detesto, eres una Cenicienta
malvada, torpe y tonta. Nunca me escribes, no amas a tu marido”, se
lamentaba. Quizá el desdén de Josefina le arrojó en
brazos de María Walewska, a quien en una breve y arrebatada
carta Napoleón confiesa: “No he
visto más que a usted, no he admirado más que a usted, no deseo más que a usted”.
Algo similar sugiere la
misiva que un domingo de 1868 escribió el poderoso zar Alejandro II de Rusia a
Katia, su amante y futura esposa. "Hola
mi ángel, te quiero más que a la vida y tu adorable carta de anoche, que vengo
de recibir y de leer con pasión y con felicidad, me volvió loco",
expresó Alejandro II.
La carta que
Juliette Drovet dirigió a Victor Hugo es directa y simple, en ella puede
leerse: "Te quiero, ante todo y
después de todo, te quiero, te quiero, te quiero". En cambio, el autor
de Los miserablesescribió un texto más elaborado para otra amante,
Léonie d´Aunet, el 9 de julio de 1843. "¡Oh! ¡Piensa en mí! ¡Quiéreme! Sueña con el último minuto cuando
nos vimos y el primer minuto cuando volveremos a vernos", expresó
Victor Hugo. Y agregó: "¡Oh Dios
mío! ¡Que es largo, y necesito verte! Ángel dulce, fija tus ojos adorables
sobre mí. De aquí los sentiré. Esto me recalentará el alma. Te quiero. ¡Eres mi
vida! Hasta el jueves, ¡oh qué largo es!".
No menos arrebatado
parece Lord Byron en su relación con Caroline Lamb, una dama de la alta
sociedad pero casada con otro: “Prometo y juro que ninguna otra, de palabra y obra, ocupará jamás el lugar en mi afecto, que es y será el más sagrado para ti, hasta que yo sea nada”. Las promesas de Lord Byron
se desvanecieron rápidamente a juzgar por su correspondencia con la
joven Teresa Guiccioli, a quien confiesa un amor apasionado”y en
cuyas manos pone su destino con la promesa de que nunca dejaré de
amarte”.
Pero si de pasión se
trata, Oscar Wilde superó a Byron: “Niño mío”,
comienza una de sus cartas a lord Alfred Douglas, “es una maravilla que esos labios de pétalo de
rosa rojos tuyos sirvan igual para la música del
canto que para la locura del besar”.
Te quiero y te amo y
te necesito
Dos meses después de
escribir esto, Saint-Exupéry desapareció misteriosamente para siempre cuando
pilotaba un avión sobre Francia, en una misión de reconocimiento durante la
Segunda Guerra Mundial.
"Te amo únicamente a ti, no tengo nada; ni
capacidad, ni inteligencia, nada, nada, tengo el amor. Es terrible. Y es por
eso que si te perdiera me perdería a mí misma y ya no sería entonces Gala,
sería una pobre mujer como hay miles y miles.Tienes que comprender que no tengo
nada mío, tú me posees enteramente. Y si me amas cuidarás preciosamente tu
vida, porque sin ti sería como un sobre vacío", le escribió Gala a Paul Eluard, su esposo, casi
las mismas palabras que luego le dirá a Dalí.
FUENTE: mdz oneline
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