de Sonia López Souto
En un mundo gobernado por los hombres, las mujeres no tienen
ni voz ni voto. Son meros instrumentos en sus manos y nada pueden hacer para
cambiarlo, salvo tratar de conservar en la medida de lo posible, su orgullo y
su dignidad. Y eso es lo que yo estoy intentando hacer en este momento,
mientras mi padre, el gran duque de Kent, cuadra sus hombros ante una multitud,
nuestros invitados en nuestra mansión de Mayfair, dispuesto a anunciar mi
compromiso con un hombre del que sólo conozco el título.
No escucho sus palabras, no puedo dejar de pensar en el
incierto futuro que me espera. Mi corazón está agonizante y la sangre rehúye
mis mejillas así que parezco todavía más pálida de lo que soy en circunstancias
normales. Miro al frente con una sonrisa en los labios pero me siento tan
artificial que ya no me molesta que mi padre me intente mostrar como si de un
trofeo se tratase. Un objeto con el que obtener un buen trato con el conde de
Norfolk.
Llevo puesto un vestido dorado y blanco, demasiado recargado
para mi gusto, que pesa casi tanto como la opresión que siento en mi pecho.
Apenas puedo moverme con él pero mi madre insiste en que he de llamar la
atención hacia mi atuendo, puesto que no soy hermosa. Al parecer, el rojo de mi
cabello y las pecas que salpican mi blanca piel no son buenas cualidades para
considerar bella a una mujer. Ni siquiera el intenso verde de mis grandes ojos,
logra eclipsar mis otros rasgos, no tan agradables. O al menos eso es lo que mi
madre me repite hasta la saciedad.
Supongo que los hombres prefieren una belleza más
sofisticada, una dama tan rubia y de unos ojos tan azules como los de mi prima.
Ella ha tenido tantos pretendientes, que su padre la mira con orgullo. El mío,
en cambio, está deseando deshacerse de mí. Por suerte, como no se cansa de
recordarme, el conde ha aceptado desposar a una mujer tan falta de atractivo
como yo.
Cuando noto que mi padre me tiende la mano, deposito con
rapidez la mía sobre ella. Sé lo que va a suceder ahora y no estoy preparada
para ello, aunque me haya estado convenciendo a mí misma de que podía hacerlo.
Mi cuerpo tiembla de forma incontrolada y las piernas
amenazan con no sostenerme por más tiempo. Me falta la respiración y la vista
se me nubla. Me siento desfallecer cuando mi padre entrega mi mano al que será
mi prometido. No me atrevo a mirarlo.
Cuando creo que me desmayaré, noto una cálida y firme mano
sosteniendo la mía. Y me siento reconfortada al momento. Mi respiración se
serena y mi corazón comienza a bombear sangre hacia mis extremidades de nuevo.
Sigo la línea que su brazo traza hasta el dueño de la mano y me encuentro con
unos intensos y oscuros ojos que me miran con preocupación.
-¿Mejor? - pregunta.
Entonces lo veo y tiene el rostro más hermoso que he visto
en mi vida. Sé que no es correcto utilizar esa palabra para describir a un
hombre, pero es la primera que se me viene a la mente.
Lo observo detenidamente, sus ojos negros enmarcados por
abundantes pestañas, su nariz recta, sus labios curvados en una sincera
sonrisa, su fuerte mandíbula. Todo encaja perfectamente en él. Mi vista regresa
a sus labios y se queda fija en ellos hasta que su sonrisa se amplía. Siento
arder mis mejillas en cuanto comprendo que lo he estado mirando de una forma
demasiado descarada y agacho la cabeza.
-Parece que sí - lo oigo murmurar.
Me acompaña hasta la mesa principal, sujetando todavía mi
mano. Por el camino somos interrumpidos con un sinfín de felicitaciones y mis
nervios vuelven a apoderarse de mí.
Me siento abrumada y comienzo a temblar otra vez. Mi
prometido debe haberlo notado porque aprieta mi mano y me sonríe cuando
nuestras miradas se encuentran. Me tranquilizo al momento. ¿Por qué tiene ese
efecto en mí? Realmente no me importa, prefiero disfrutar de ello.
Durante la cena, consigo mantener con él una conversación lo
suficientemente educada. No doy mi opinión en temas que, según mi padre no han
de incumbir a una mujer, ni hablo sin que se me pregunte, como me exige mi
madre que haga. Soy tan discreta y correcta como esperan que sea, pero veo
fruncir el ceño al conde en varias ocasiones. ¿Qué habré hecho para
disgustarlo?
-¿Por qué os contenéis? - me pregunta durante el baile
inaugural.
-No os comprendo, milord.
-Roger - me sonríe - Llamadme Roger, Jocelyn.
-En ese caso, llamadme vos Jo. Lo prefiero.
-Jo - mi nombre suena bien en sus labios - ¿Por qué os
contenéis?
-No sé a qué os referís, Roger.
-Sé que os habéis estado guardando vuestras opiniones en
nuestras conversaciones. Y yo no quiero una esposa florero.
-¿Una esposa florero?
-Una mujer bella que el esposo luce ante todos pero que es
incapaz de ofrecer una interesante conversación.
Un intenso rubor, ya he perdido la cuenta de cuantos van,
cubre de nuevo mis mejillas. ¿Acaso me considera bella? Eso me parece deducir
de sus palabras. Y como si me hubiese leído el pensamiento, se aproxima a mí
para susurrarme al oído.
-Jo, eres la mujer más hermosa que he visto nunca. Pero
quiero saber qué piensas realmente y cuáles son tus inquietudes y tus
ilusiones. Tus esperanzas. Tus deseos. Quiero saberlo todo de ti.
-Yo también quiero saberlo todo de ti, Roger - consigo
decir.
Mi respiración está agitada por su cercanía y mi piel
sensible al sentir su aliento sobre ella.
Mis ojos se encuentran con los suyos y su boca se posa en la
mía. Es un roce tan efímero que apenas lo noto pero logra acelerar los latidos
de mi corazón. Sé que debería haberme ofendido pero sólo consigo esgrimir una
tímida sonrisa. Él se lleva mi mano a los labios antes de hablar de nuevo.
-Admito que tenía mis reservas al aceptar este compromiso
pero ahora sólo lamento haber acordado esperar un año para celebrar la boda.
Estoy deseando hacerte mi esposa, Jo.
Mi sonrisa se amplía y él vuelve a besar mi mano con
auténtica adoración. Y a pesar de todo, yo siento el cosquilleo en los labios
como si fuese en ellos donde depositó ese beso.
Cuando bailamos de nuevo, la sonrisa todavía no ha
desaparecido de mi cara. Ahora comprendo que, contra todo pronóstico, he
encontrado el amor.
Ayyy, una pena. Debería ser el argumento de una novela, Sra Souto.
ResponderEliminarBueno, no es algo que me haya planteado por el momento, pero no lo olvidaré, por si algún día me animo. :)
EliminarAww, muy lindo el relato :3 , pero estoy de acuerdo con "Lectora"
ResponderEliminarGracias!! Al final tendré que plantearmelo seriamente. Jeje.
EliminarQue pena yo quiero saber mucho mas, y sería genial si escribieses la novela
ResponderEliminarMe lo pensaré. :)
EliminarEstoy totalmente de acuerdo con los comentarios anteriores.
ResponderEliminarQue bonitooooooo!!! Me ha encantado!!! Quiero mas!!!
ResponderEliminarDeberias terminarlo como libro, nos dejas a todas con ganas de mas, esta precioso
ResponderEliminarInteresante, pero ¿sería el comienzo o el final de una historia?
ResponderEliminarMe he imaginado la escena, el baile, la presentación, ella odiando a su padre, a su madre, a su prima, a los invitados.
Me he imaginado a él, esperando a hablar con ella. No tiene dudas (ellos nunca tienen dudas en esta época... jejeje)...
Y con nada (¿cuántas líneas son realmente?) he sentido ese beso, ese cosquilleo en su estómago, y esa ilusión por lo que va a venir...
Un placer, como siempre
Yo tambien me uno a los comentarios anteriores.😊
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