Esme
—Sí,
señor Jones. Voy enseguida. Yo solo... —«Dios, ¿por qué no me dejará terminar?»
Siempre está igual:
estresado, gruñón… y como soy su secretaria, me toca a mí aguantar el chaparrón.
Mi trabajo se supone que consiste simplemente en organizar su agenda y filtrar
las llamadas que no quiere contestar. No responsabilizarme cuando los clientes
no están contentos, cuando el equipo de producción no termina las cosas a
tiempo o cuando pierde dinero... pero me echa la culpa a mí.
No es de extrañar que
tenga ojeras y un permanente nudo de estrés en los hombros. Nada me gustaría
más que decirle al señor Jones dónde puede meterse el empleo, pero entonces no
sé qué sería de mí. En qué podría trabajar además de en esa oficina. Al terminar
mis estudios, me contrató como su asistente personal y no he hecho nada más.
Con veinticuatro
años, no puedo renunciar y buscarme otro trabajo. Vivo de cheque en cheque y mientras
no encontrara un nuevo empleo, no tendría dinero. No puedo permitirme ese lujo.
No puedo.
Junto a la puerta de
mi casa, cierro los ojos. Dejé que mi jefe despotricara en mi contra sin parar
y, ahora, intento bloquear el dolor que eso me ha causado. Su horrible actitud
no es personal, aunque a veces lo parece. Lo último que necesito ahora es ponerme
a llorar y, aunque ya noto los ojos anegados de lágrimas, no puedo dejarlas
salir...
Después de gritarme
como un loco, me ha colgado el teléfono, antes de que tuviera tiempo siquiera
de responderle. Por supuesto, ¿para qué molestarse en escucharme? Nada de lo
que yo pueda decirle significa nada para él. Joder, menuda forma de empezar una
mañana de lunes. Debí suponer que el día no comenzaría bien cuando no oí el
despertador.
Salgo a la calle y
dejo que el sol me bañe durante unos segundos antes de entrar en el coche. Cuando
llegue a la oficina, no veré más la luz del día. No tengo posibilidad alguna de
disfrutar del sol porque, sin importar la época del año que sea, siempre es de
noche cuando vuelvo a casa, así que decido tomarme un minuto.
¡Oh! Pero un sonido
me distrae de mi momento de soledad. Proviene de la vivienda de al lado, aunque
ha estado vacía desde hace mucho tiempo. Ni siquiera sé qué le pasó a la última
persona que vivió en él, simplemente desapareció. No es que tenga el hábito de
conocer a los vecinos. Intercambiar un rápido saludo está bien, pero eso es
todo. Prefiero mantenerme al margen porque mi trabajo es muy absorbente. No
tengo tiempo para tomarme un café con ellos.
—Ah, hola. —Un joven
musculoso me sonríe, mostrándome unos preciosos hoyuelos. Sus ojos verdes y su
pelo negro brillan con el sol. Pero no es lo que más me cautiva. Es el uniforme
de bombero que tiene en la mano, uno auténtico, no el de un stripper. Es un chico de uniforme que
hace que me derrita. Ni siquiera sabía que tenía este tipo de fantasía hasta ahora—.
Me llamo Theo Landon. Acabo de mudarme. Tú debes ser mi vecina, la mujer a la
que acudiré cuando se me acabe el azúcar o la leche. Encantado de conocerte.
Sonríe y me extiende
la mano con calidez, sin embargo, yo solo puedo pensar en el latido de mi
corazón y en el terror que me entra porque, a partir de ahora, tendré que estar
en forma. Vestida y maquillada, con el cabello bien peinado, por si acaso este
cachas se presenta para algo. Adiós a los pantalones de chándal...
—E... Esme Smith —tartamudeo
como una idiota mientras tomo su mano. Su cálida y gigante mano salvavidas que
envía un escalofrío de excitación a mi columna vertebral—. Mi nombre es Esme y
eh… yo también estoy encantada de conocerte.
Bueno, como primera
impresión, seguro que ha sido una mierda. Puedo verlo mirándome con curiosidad
mientras me ruborizo. No sé qué tono de rojo deben tener mis mejillas ya, pero resulta
totalmente humillante. Aún así, nuestros ojos permanecen unidos. No puedo dejar
de mirarlo, por mucho que lo intento. De verdad, quiero apartar la vista para
romper la magia de este momento antes de que me trague entera y me encuentre hecha
un charco a sus pies, pero no puedo.
Debe ser porque Theo
es el primer chico guapo que he visto desde hace mucho tiempo. No sentía este
extraño aleteo en la boca del estómago desde Luke, con quien salí en el
instituto. No obstante, eso fue solo un amor de adolescente. Creí que esa era
la razón por la que no había vuelto a pasarme, pero ahora empiezo a pensar que
puede haber otra razón por la que ninguna de mis otras citas ha funcionado. Me
he estado perdiendo esto.
Qué lástima que no
pueda interactuar con él. No es que un hombre tan sexi como mi nuevo vecino quisiera
verme otra vez pero, aún así, estoy demasiado ocupada con mi trabajo. No tengo
tiempo, aunque una pequeña parte de mí, ahora mismo, desea saltar sobre él. Me
encantaría envolver mis piernas alrededor de su cintura y aferrarme a él para
siempre...
Sobre todo si lleva
el uniforme. Vaya, apuesto a que está increíblemente guapo vestido así.
—Theo, ¿dónde diablos
quieres que ponga esto? —Una mujer aparece justo detrás de él, sacudiendo su
pelo teñido de púrpura. Es preciosa y también tiene una de esas sonrisas de anuncio.
Solo con verla, mi autoestima queda por los suelos. Tengo que admitir que nunca
me he considerado sexi o guapa, más bien del montón, pero esta chica es todo lo
que yo no soy. Y, por supuesto, hace una maravillosa pareja con Theo, como debe
ser—. Oh, hola.
—Hola. —Ahora mis
niveles de intimidación están por las nubes, y apenas puedo contenerme. Estaba
pensando en su novio de una manera definitivamente inapropiada. Me pregunto si
ella puede notármelo en la cara.
—Yo soy Natasha.
Encantada. Creo que has dicho que te llamas Esme, ¿verdad? Bonito nombre...
Dios, es un cielo y, además,
simpática. Por supuesto que sí. ¿Por qué no iba a serlo? Lo tiene todo a su
favor. No soporto estar cerca de ella, es demasiado para mí. Necesito escapar.
—Ánimo con la mudanza.
—Me retiro, esperando que mi sonrisa no sea demasiado forzada—. Tengo que irme
a trabajar antes de que mi jefe se ponga aún más gilipollas. Aunque... estoy
segura de que os veré a los dos por aquí.
Cuando entro en el coche, siento que todo mi cuerpo vibra y grita. Esto ha sido demasiado, como si mi mañana no hubiera sido ya lo suficientemente mala, ahora esto. Dios mío, voy a vivir al lado de un bombero sexi y su novia. No es justo.
—¿Cómo
va todo? —me pregunta Delia mientras toma asiento a mi lado en la cafetería.
Tiene un carácter muy alegre, pero supongo que puede porque, en la fábrica, no
tiene que lidiar con el señor Jones todo el tiempo. Si lo hiciera, estaría pálida
y estresada, como yo—. Oh, oh, mal, ¿eh?
Me encojo de hombros,
sabiendo que debo tenerlo escrito en la cara.
—Sí, más o menos. Las
cosas no parecen ir bien. Lo de Starks ha provocado algunas quejas y ahora
podrían dejar de trabajar con nosotros...
—Bueno, el único
responsable es el jefe. Quiere usar materiales más baratos y eso es lo que pasa
cuando se hacen recortes. De todos modos, tú no tienes la culpa, Esme, así que
¿por qué te llevas la peor parte de todo?
Antes de que pueda
empezar a despotricar sobre la necesidad de defenderme —lo que, en mi caso, es
más fácil de decir que de hacer—, cambio de tema para contarle la otra cosa de
la que estoy desesperada por hablar.
—Tengo un nuevo
vecino guapísimo, sabes. —Me rio, sintiendo que me ruborizo una vez más. No dejo
de ponerme roja cada vez que pienso en Theo. Él provoca ese efecto en mí, no
puedo explicarlo. Cada vaso sanguíneo dentro de mí reacciona—. Es bombero,
creo. Llevaba el uniforme y parecía muy agradable. Es una pena que tenga
novia...
—Arg, iba a sugerirte
que le invitaras a salir. Me conoces demasiado bien. —Delia se golpea con la
palma de la mano en la frente—. ¿Sabes su apellido? Busquémoslo en Internet
para que pueda verlo por mí misma.
—Theo Landon. No sé
si es un nombre demasiado común, pero déjame echar un vistazo en...
No termino de decirlo
cuando me doy cuenta de que ella ya lo ha encontrado. Está casi tan guapo en fotografía
como en persona, me deja sin aliento solo con mirarlo. Y es bombero porque hay
fotos de él en el trabajo. Sé que voy a pasar mi tarde mirando... ¡vaya! Mi
corazón late acelerado y siento que mi aliento se atasca en mi garganta. Ya soy
un desastre y este hombre vive en la puerta de al lado.
—Aquí no dice que tenga
novia. —Delia frunce el ceño—. Pero supongo que el hecho de que una mujer se
mude con él, es algo privado. Es una pena porque es muy sexy. ¿Cómo vas a vivir
al lado de un dios del sexo sin perder la cabeza? Desde luego, a mí me pone a
cien con solo mirarlo.
Me carcajeo con
fuerza. Hablar de Theo y pensar en él hace que, de pronto, mi día con el señor
Jones no parezca tan malo. Si este tío logra distraerme así, me alegro de que
se haya mudado. Y me ha hecho pensar en que, tal vez, debería tratar de salir un
poco. Es algo en lo que no he pensado desde hace años, así que resulta
emocionante.
—Esme —me grita el
señor Jones, sacándome de mi ensimismamiento de golpe. Por supuesto, nunca
tendré tiempo para conocer a alguien con él pegado—. Vuelve al trabajo ahora
mismo, has jodido esta factura...
—Es la hora del almuerzo, y yo ni siquiera me encargo de hacer las facturas —susurro, aunque solo me oye mi amiga. No tengo valor de decírselo a la cara a él porque no sé cómo terminaría eso. En nada bueno, eso seguro. Nadie se enfrenta al jefe por esa razón. Todos estamos en sus manos—. Hasta luego, Delia.
Theo
—Natasha,
no sé qué habría hecho sin ti. —Atraigo a mi hermana para darle un abrazo—. Muchas
gracias por todo. Mudarse de casa es una putada, pero has logrado que hasta
resultara divertido.
Natasha no se toma
muy bien los elogios porque siempre antepone a los demás sin pensarlo. Ni
siquiera se le habrá pasado por la cabeza que hoy renunció a un día de
vacaciones para poder ayudarme, eso le resultará natural. Yo no habría sido
capaz de afrontar el fin de mi desafortunado matrimonio sin ella. Aunque Jane
fue la causante de que nuestra relación terminara, con infidelidad incluida, mi
ex conseguía hacerme sentir culpable de todo.
Por suerte, mi
hermana se ha asegurado de que mantuviera la cabeza erguida. Si no fuera por su
apoyo, no sé dónde estaría ahora.
—Sigo pensando que es
peligroso vivir tan cerca de Jane —exclama Natasha mientras se aparta de mis
brazos—. Incluso aunque sea en la misma ciudad. Esa tía no te ha dejado en paz,
pero entiendo el porqué de tu decisión. No querías cambiar de parque de
bomberos, a pesar de que en cualquier otro te hubieran cogido.
—Me gustan mis compañeros
—declaro encogiéndome de hombros—, y me gusta vivir aquí. Jane ya me ha quitado
demasiadas cosas, como la casa. No quiero perder esto también. Además, no creo
que ella se interese más por mí ahora que hemos firmado el divorcio porque no
puede sacarme nada más.
—¿Y qué pasará cuando
sigas adelante con tu vida? —Natasha me guiña un ojo—. Entonces, podría entrometerse.
Está acostumbrada a que estés solo. Lo has estado desde que la abandonaste.
Cuando eso cambie...
—Créeme, no ocurrirá pronto
—respondo irónico—. Primero deseo acostumbrarme a mi nueva casa y a vivir sin
ella. No tengo ninguna prisa por encontrar a alguien que me cause más problemas.
—No todas las mujeres
somos iguales. No nos juzgues a todas por ella. —Natasha echa un vistazo al
edificio—. Y creo que has empezado con buen pie. Esto no es tan grande como la casa
que tenías antes, pero dispondrás de más espacio porque tu ex no estará por el
medio. Esto será un nuevo comienzo. Has estado solo más de un año. Divorciado al
fin, ahora es el momento de empezar a recuperar tu propia vida. Y si eso
significa seguir adelante, entonces deberías seguir adelante...
—Probablemente tengas
razón. —Abrazo a Natasha otra vez—. Y gracias de nuevo, por todo. Supongo que
será mejor que entre y vea qué más tengo que hacer... aunque tú has trabajado
mucho.
—Ya me conoces...
tengo que hacerlo todo. No puedo evitarlo.
—Bueno, yo necesito organizarme
antes de ir a trabajar. Hoy tengo turno de noche...
—¿Serás capaz de aguantar?
Has trabajado todo el día. Dios, no me di cuenta… tenía que haberte obligado a
dormir mientras yo me encargaba de todo... —La cabeza de mi hermana parece a
punto de explotar.
—¡Puedo dormir ahora!
—La tranquilizo con una sonrisa—. Además, tenemos camas en el parque. Ya lo
sabes. No es problema. No te preocupes por mí, preocúpate por ti misma...
Tardo un rato, pero consigo
que Natasha comprenda que todo irá bien y la acompaño hasta el coche. Con
sinceridad, cuando se va, me doy cuenta de que realmente se ha encargado de
todo. Es tan rápida y organizada que lo único que hago es vagar por la casa y
comprobar que todo está en su sitio.
—Minimalista. —Me
sonrío a mí mismo—. Nada como el desorden en el que vivía antes.
Tal vez el divorcio
me haya dejado con menos de la mitad de lo que tenía antes de conocer a Jane,
pero eso no me convierte en medio hombre. Ya no necesito vivir a medias. Este
no es el final de mi historia, solo el comienzo de un nuevo capítulo, eso es
todo, y no hay absolutamente nada malo en empezar de nuevo y ver qué pasa.
Desde nuestra ruptura, he estado languideciendo como un vegetal, pero ahora que
he reunido el valor para comenzar de cero, eso cambiará. Tal vez. No sé, no deseo
precipitarme demasiado. Poco a poco.
—Los vecinos también
parecen agradables —digo, solo para llenar la casa de algún sonido—. La
pelirroja de la puerta de al lado es una verdadera dulzura. Esme, creo que se
llamaba. Me gustaría conocerla.
No puedo evitar
preguntarme cuál es su historia. Parece dulce y tranquila aunque, al mismo
tiempo, es como si llevara el peso del mundo sobre sus hombros. Seguro que algo
la preocupaba. Supongo que podría haberla pillado en un momento delicado, pero
tenía la mirada de alguien que es así de verdad. Una parte de mí, la que
siempre quiere ejercer de héroe, y por la que me hice bombero, desea ayudarla.
No sé si puedo, no
debería meterme en su vida, pero si ella quiere mi ayuda, debería dársela. Solo
como amigo, por supuesto. No estoy interesado en nada más. Puede que haya
pasado mucho tiempo desde que Jane y yo nos separamos, y algo también desde que
nos divorciamos, pero aún no me siento preparado para seguir adelante en ese
aspecto. Todavía no.
Estoy harto de líos y no puedo enfrentarme de nuevo a problemas de pareja constantes, no deseo complicarme la vida. Me gusta que las cosas sean fáciles, tranquilas, quiero dejarme de follones, y por mi cuenta sé que puedo hacer que eso suceda.
—Hola,
guapo... —me grita mi amigo Frankie, mientras me golpea con una toalla en el
culo—. Me alegro de verte, tío. ¿Cómo te fue con la mudanza? ¿Contento de librarte
de las cadenas del matrimonio de una vez por todas? Ha pasado una eternidad.
Ah, las bromas de los
chicos son una de las razones por las que adoro mi trabajo. Tenemos una
profesión tan dura, que no nos tomamos en serio nada más. Incluso el final de
una relación es objeto de mofa entre nosotros.
—Sí, ya vuelo alto,
amigo mío. —Me burlo yo, agitando las manos como si fueran las alas de un
pájaro—. No volveré a dejarme atar nunca más.
—No te culpo. Tienes
que salir conmigo y con Ben una noche de estas. Una aventura es justo lo que
necesitas.
No digo nada porque
nunca he sido el tipo de hombre que tiene aventuras de una noche, lo mío son
las relaciones formales. Antes de Jane, salí con Michelle y estuve con ella
mucho tiempo. Pero a los veintiocho años, tal vez sea hora de probar algo
nuevo, ya que es evidente que mi método no ha funcionado. No sé si una noche de
sexo, pero una aventura corta, sin compromisos, podría venirme bien. Tal vez
con la misteriosa pelirroja que lleva el peso del mundo sobre sus hombros. Desde
luego, necesita pasar un buen rato...
Dios, no puedo creer
que haya pensado eso. Resulta demasiado irrespetuoso.
—Ya veremos —le
contesto a Frankie—. Podría ser divertido, pero he oído que sois tremendos.
—Basta —grita Tamara—.
Landon quizás quiera hablar. Tal vez necesite un hombro sobre el que llorar tras
poner fin a su matrimonio, así que por qué no dejáis de ser tan capullos.
De pronto, un silencio
absoluto se cierne sobre el vestuario. Uno podría sentirse culpable si no fuera
porque todos estallan de risa un segundo después. Por supuesto, no tengo
intención de venir al trabajo como un alma en pena. Ni hablar. No soy así. Ni
tampoco ninguno de mis colegas.
No lloré ni siquiera
al principio, cuando todo se vino abajo con Jane. Solo lo acepté, como ahora. De
repente, no íbamos a seguir juntos, pero de ninguna manera iba a
responsabilizarme por ello. Solo vine a trabajar y seguí como siempre. Mis
compañeros tardaron un tiempo en enterarse de que algo ocurría. Pero eso no es problema
porque tampoco me gusta hablar de mis sentimientos.
Aunque me dolió
mucho, aunque Jane se aseguró de que no deseara salir con nadie más durante una
buena temporada, no necesito balbucear mis sentimientos. Preferiría seguir adelante,
especialmente ahora. Solo mi trabajo es el mismo, todo lo demás ha cambiado,
así que un nuevo comienzo me vendrá bien.
—Volvamos al trabajo,
¿vale? —Ruedo los ojos y me rio, uniéndome un poco a la broma—. No necesito
hablar de mi nueva casa como si fuera el fin de mi matrimonio. Eso ya pasó hace
mucho. Y me viene bien no pensar en Jane.
—Sí, pero ahora te
has librado de ella por completo —me recuerda Tamara—. Eso es genial.
Tiene razón. Jane no
sabe dónde vivo y no quiere venir aquí. Ya cometió ese error y no terminó bien.
Ahora, además, tengo un nuevo número de móvil y la he bloqueado en las redes
sociales, así que tampoco puede seguir molestándome por esa vía. Puedo quitarme
los grilletes con los que me sometió y empezar a ser libre por fin. Sonrío de
verdad, feliz por primera vez desde hace mucho. No me di cuenta de lo roto que
estaba mientras estuve con ella. Sin embargo, ahora entiendo cómo me puso bajo
un estrés constante, pero afortunadamente todo ha terminado.
Tal vez ese también
sea el problema de Esme. Quizás por eso siento una conexión con ella. Podría
ser que haya tenido a alguien que la machaque, la acose y haga de su vida un
infierno. Tal vez pueda darle algún consejo para que no sufra tanto como yo lo
hice. Jane y yo deberíamos haber cortado todo contacto cuando nos separamos, no
involucrarnos en un duro divorcio, no debería haberla dejado despotricar contra
mí tantas veces... pero ya no estoy roto. Soy más fuerte. Mejor.
Ahora soy libre y es
hora de que, por fin, siga adelante. Si puedo ayudar a alguien a llegar a esa
conclusión mucho más rápido de lo que lo hice yo, sería fantástico.
Esme
—Es
una mierda, una auténtica mierda. Ya no puedo tolerar esto, Esme. Esto nos va a
causar problemas...
Agarro las carpetas con
más fuerza contra el pecho, demasiado asustada para preguntarle qué significa
eso. Mi jefe se ha quejado sobre cuestiones de dinero desde hace mucho tiempo,
¿significa eso que tenemos dificultades financieras?
Si esta empresa se
retira, como muchas otras han hecho desde que comenzó la crisis, hace poco más
de una década, no sé qué será de mí. Todas las razones por las que no le he
dicho al señor Jones que dimito, se quedarán en nada. Incluso podría perder mi
casa.
—¿Cómo diablos voy a
recuperar a todos nuestros clientes, Esme? ¿Cómo voy a compensar tus errores?
—Yo... Yo... —Quiero responderle
que fue decisión suya optar por materiales más baratos, como Delia mencionó,
pero no puedo.
—No sé cómo lidiar
con esto. ¿Cómo se supone que voy a mantener un negocio a flote cuando ni
siquiera puedes hacer bien las tareas más simples? Debería despedirte...
Dios, ya estamos. Al
menos dos veces por semana amenaza con despedirme por incompetente. Cuando
estoy animada, me resbalan sus bravuconadas; no obstante, cuando me encuentro sobrecargada,
estoy muy sensible y me dan ganas de llorar. Este hombre me recuerda, todo el
tiempo, que mi vida está virtualmente en sus manos. Si no fuera por él, no sé
dónde estaría ahora. Sin hogar probablemente, malviviendo en las calles y
comiendo de la basura.
No se me puede culpar
por esto, pero si fuera mejor empleada, él ni siquiera se enteraría, ¿verdad?
No puedo evitar sentirme así, como si fuera responsable, de alguna manera, de
los fracasos de esta empresa. El trabajo de un asistente personal es lo que
mantiene unida a toda la compañía, así que tal vez me equivoque.
—Lo siento, señor
Jones. —Agacho la cabeza, tratando de ocultar la lágrima que tan desesperadamente
quiere liberarse—. Siento que todo esto esté pasando. Si hubiera algo que
pudiera hacer para arreglar las cosas, yo...
—No hay nada —dice,
callándome al instante—. Nada que alguien como tú pueda hacer. Como de
costumbre, le toca al organillero arreglar las putas cosas de los monos... y
tengo más monos trabajando aquí que la mayoría.
Por eso nunca llego a
casa antes de que oscurezca, porque siempre soy yo la que se pone en esta
posición. Escuchando sus gritos y soportando el peso del mundo recaer sobre mí.
Es horrible.
Antes no era así. El
señor Jones ha sido un hombre desagradable desde que le conozco y su compañía
ha tenido que enfrentar numerosos problemas en el pasado, pero por aquel
entonces los gritos iban dirigidos a todos. Ni siquiera me di cuenta de que,
poco a poco, se habían centrado solo en mí hasta que Delia empezó a trabajar
aquí y me lo dijo. Así que tengo que ser yo la culpable, ¿no? Tengo que contribuir
a lo que el señor Jones percibe como el problema, de lo contrario, seguiría
siendo como antes.
Podríamos reírnos de
ello entonces, animarnos mutuamente, pero ahora no es una broma. Ahora, es un verdadero
infierno.
—Necesito que cambies
las horas de todas mis reuniones de mañana, Esme, y necesito que lo resuelvas
ahora mismo...
—Pero, jefe, la
mayoría de la gente ya se habrá ido a casa... —intento explicarle, aunque eso
no me lleva a ninguna parte.
—Los asistentes están
de guardia las 24 horas del día, los siete días de la semana... —Me pregunto si
todos los jefes opinan lo mismo. Si es así, entonces debería figurar en la
descripción del puesto para advertir a los futuros candidatos al mismo. No
puedo ser la única que no se diera cuenta de ello cuando acepté el empleo—. Estarán
disponibles. Necesito la mañana libre para resolver este asunto, pero no quiero
perder ninguna de mis reuniones porque podrían llevarnos a nuevos negocios, y
Dios sabe que los necesitamos. Así que necesito que muevas el culo y hagas
algunas llamadas. No te quedes ahí parada...
—Es que no sé si eso
será posible. —Me siento como una idiota. ¿Por qué tiene que hacerme sentir así?—.
Tiene reuniones todo el día, por la mañana y por la tarde.
—¡Ves, esta es la
clase de mierda de la que estoy hablando! Esta exactamente. —Agita sus manos,
en mi dirección, de forma despectiva—. No puedes hacerlo, ¿verdad? Un asistente
personal decente lo haría. Ya tengo suficientes problemas, no necesito que me
compliques la vida aún más. Mierda. No, no lo necesito. —Su cara se torna de un
rojo brillante, está furioso. Doy un paso atrás, tratando de escapar—. Vete y
haz esas malditas llamadas, ¿quieres?
—S... sí. —Me tambaleo
hacia atrás, casi cayéndome al suelo—. Haré esas llamadas ahora mismo, yo... cambiaré
los horarios y la duración de las reuniones para... para encajarlo todo. Me
aseguraré de... de ello.
Salgo corriendo de su despacho, llorando a mares y con el corazón desbocado. Necesito hallar la manera de facilitarle la vida al señor Jones, tiene razón. Debería haber encontrado una solución. Otros asistentes personales la habrían hallado. Ellos sabrían exactamente qué hacer. Yo también necesito saberlo. Debo mejorar para que la empresa funcione mejor y no me eche más la culpa...
El
cansancio bloquea mi vista mientras voy de camino a casa. Me resulta difícil
mantener los ojos abiertos y es peligroso conducir así, pero no tengo otra
opción. Por fin, he logrado escapar del infierno que supone permanecer en el
despacho, cerca del señor Jones, y no quería quedarme allí ni un segundo más.
He pensado en dormir en la oficina, o dentro del coche en el aparcamiento, cuando
he salido agotada en otras ocasiones, pero nunca lo he hecho. Me da demasiado
miedo.
—Por fin en casa —murmuro
al detener el coche. A veces me sorprende el milagro que supone el que no me
haya estrellado contra el lateral del edificio todavía. Imagino que mi subconsciente
se hace cargo de lo destrozada que estoy porque no tendría dinero para pagar la
reparación—. Ahora, a descansar.
Mi día a día no es
muy apasionante, ¿verdad? De casa al trabajo y, luego, directamente, de vuelta
a casa. No es la situación ideal, pero es la única que tengo. Cuando la gente
habla de equilibrar la vida laboral y la personal, me dan ganas de reír. O sea,
¿qué implicaría eso? Cosas con las que solo puedo soñar mientras me quedo
dormida.
—No están los vecinos
—murmuro cuando paso por delante de su casa. No es el hecho de que tengan la
luz apagada solo lo que me confirma ese hecho, sino que su camioneta tampoco
está. Me imagino que el bombero sexi estará trabajando, pero ¿y su novia? Tal
vez hayan ido a cenar fuera o algo así, el tipo de cosas románticas que hacen
las parejas. Me agarro el estómago muerta de hambre mientras me pregunto cómo
será eso de que te inviten a cenar. La mayoría de las noches tomo unos fideos
instantáneos de ramen porque no tengo fuerzas para cocinar.
De todas formas, como
no estoy acostumbrada a tener vecinos, eso no es un problema para mí. Ojalá no
sean de los que están de fiesta hasta tarde y hacen mucho ruido al volver
porque eso sí supondría un verdadero problema. No creo que fuera capaz de
arreglármelas en ese caso. No soy la típica persona que tiende a gritar o
enfrentarse a un compañero o al jefe en el trabajo, pero si los vecinos de al
lado me tocan mucho las narices, no garantizo que no me convierta en una
auténtica loca. No necesito más estrés en mi vida.
Con un profundo
suspiro, subo las escaleras como si mis piernas estuvieran hechas de plomo. Sé
exactamente hacia dónde me dirijo y nada me detendrá. Después de esta mierda de
día, necesito un baño caliente. Con suerte, entonces dormiré y soñaré con
cualquier cosa que no sea el reino de terror del señor Jones.
Mis ojos amenazan con
cerrarse ante el relajante sonido del agua llenando la bañera, e incluso
quitarme la ropa para entrar en el baño completamente desnuda no me ayuda a
mantenerme despierta. Sin embargo, como he decidido llevarme el móvil, tengo
algo en lo que concentrarme. Normalmente no lo hago porque un baño de espuma es
mi momento especial de descanso y me gusta que no haya tecnología cerca, ante el
riesgo que supone que mi jefe me llame, pero esta noche necesito hacerlo. Desde
que Delia encontró a Theo en Internet, he deseado buscarlo yo misma en la privacidad
de mi casa.
Sí, eso me convierte
en una loca, lo sé —y, además, virtualmente, en una acosadora—, en especial, al
tener novia, pero no tiene por qué saberlo. Esto puede ser un pequeño y
delicioso secreto. Y es lo más cerca que estaré de un hombre al no poder tener
citas por culpa de mi trabajo de mierda...
Oh, no, eso es todavía
peor. Resulta asquerosamente trágico, como mi vida. Aún así, esa idea no me
impide entrar en las redes sociales, tan pronto como me sumerjo en el agua,
para echar un vistazo a su perfil.
—Oh, vaya. —Toco su
cara en la pantalla—. Es impresionante. Como un dios griego.
Se parece a los tíos
que salen en los calendarios de bomberos, no es el tipo de persona que yo
esperaría que trabajara realmente para el departamento de bomberos. Es como un
modelo, un sueño hecho realidad, y me conmueve por dentro. Tampoco parece
vanidoso. Sus amigos publican sus fotos y no responde a todos los comentarios
que le dicen lo guapo que es. No hay ninguna señal de su novia, tal como dijo
Delia, pero supongo que es más reservada. La entiendo, yo tampoco publico
muchas cosas porque no quiero que la gente las vea. Tal vez tendría más
autoestima si me pareciera a ella, pero…
De todos modos, no
importa por qué no sale su novia. No me corresponde a mí averiguarlo. Tengo
demasiados problemas como para preocuparme por los de los demás. Lo que
necesito es concentrarme en el trabajo sin perder la cabeza. No sé si eso será
posible; fácil no, desde luego, pero he sobrevivido a cosas peores, así que también
podré con esto. No me queda otra.
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