PÁGINAS

miércoles, 30 de diciembre de 2020

FRAGMENTO: Solo una noche



Prólogo

  

Morgan

Sábado

Mi virginidad estaba en serio peligro, aunque no me importaba. De hecho, hacía mucho tiempo que debía haberla perdido; sin embargo, no había tenido oportunidad de hacerlo, al menos no con alguien interesante, hasta ahora. No es que fuera fea, pero tampoco era el tipo de chica que llamaba la atención. Sobre todo la de los hombres sexis como Kade Raven. Las personas bienintencionadas decían que tenía una cara bonita y que sería guapa si perdiera un poco de peso. Y creo que tenían razón, pero es que me gustaba comer y no me importaban mis curvas.

La falta de oportunidades también influyó en mi celibato. Aunque crecí entre ricos, no formaba parte de su mundo. Mi madre era el ama de llaves de los McAdams, así que la mayor parte de mi tiempo lo pasaba con los hijos de los otros empleados domésticos.

No es que los McAdams no fueran agradables, lo eran y, hoy en día, Beth McAdams es mi mejor amiga. Pero no había forma de superar las diferencias sociales. Además, tuve que trabajar desde muy joven para ayudar a mi madre a llegar a fin de mes. Y ahora que ella sufría una enfermedad crónica, tenía que trabajar aún más. Por lo tanto, lo de mi virginidad pasó a un segundo plano.

Mi experiencia con el amor fue relegada a vivir indirectamente a través de otros. Ahora mismo, a través de Beth y su príncipe azul, Ash Raven, el hermano mayor de Kade. Como romántica empedernida que soy, estaba a favor de que se dieran una segunda oportunidad y, por fin, lo lograron. Hace treinta minutos, pronunciaron sus votos y se casaron, con la niña más hermosa del mundo —su hija Hannah— a su lado.

La recepción fue mágica y me sentí honrada de que Beth me pidiera ser su dama de honor y, así, compartir este día con ella. Me sentí como Cenicienta, llevada a un mundo que no tenía los desafíos y las cargas de la vida cotidiana. Por eso bailaba con el sexy Kade Raven, aunque estaba segura de que él solo lo hacía por ser amable. Después de todo, era el padrino y su papel incluía pasar un rato con la dama de honor.

Pero también tenía fama de conquistador y había muchas chicas guapas en la fiesta, que eran más su tipo que yo. Así que el motivo de por qué había pasado la última hora charlando y bailando conmigo, no tenía sentido. Ya había cumplido con su obligación.

—Parece que en tu cabeza estás librando una guerra —dijo, inclinándose hacia mí. Su colonia era tan intoxicante como el champán.

—Me preguntaba por qué sigues bailando conmigo —le respondí. No tenía sentido ser tímida. Además, si se moría de ganas de encontrar a su ligue para esta noche, no quería entretenerlo.

—Si no lo sabes, o tienes muy baja autoestima, o no lo estoy haciendo bien.

¿Eh?

Me pasó un brazo por la cintura y me llevó fuera del salón de baile, a un rincón tranquilo y sin gente.

—Quizás necesito ser más claro —dijo, poniéndome contra la pared mientras me miraba con los ojos verdes más hermosos que jamás había visto. Su mano acunó mi mejilla—. Detenme ahora si no deseas esto.

—¿Desear qué? —Mi mente parecía haber sufrido un cortocircuito. Pensé que quería besarme, pero… no, era imposible.

Se rio, lo que me hizo sentir avergonzada.

—Eres tan jodidamente auténtica, Morgan. Me gusta eso de ti.

—Tú también me gustas.

—Entonces, voy a besarte.

Eso no podía ser verdad, excepto que lo era. Sus labios capturaron los míos, y mi corazón, que ya latía rápido, se puso a mil por hora. Jadeé y, luego, gemí mientras sus labios devoraban los míos en un beso ardiente que sentí hasta la médula.

Me agarré a sus hombros, en parte para mantenerlo cerca y en parte para evitar caerme allí mismo, ya que su beso me estaba derritiendo los huesos.

Su lengua corrió a lo largo de la comisura de mi boca e, instintivamente, separé los labios, invitándolo a entrar. Todo lo que él deseara, lo tendría. Su lengua era caliente y húmeda, y tenía un sabor divino. Lo más probable es que fuera el único beso que me diera Kade. Era difícil pensar que alguien volvería a besarme de ese modo, así que decidí aprovechar la oportunidad.

Incliné la cabeza, devolviendo el beso con el mismo fervor que él.

Kade gimió, rompiendo el beso para, a continuación, acariciarme la garganta con sus labios, provocándome cosquilleos eléctricos en la columna. Sus manos se deslizaron desde mis caderas hasta mis pechos. Sus pulgares rozaron mis pezones, sensibles y doloridos, provocando que gimiera. Debería detenerle porque, en cualquier instante, alguien podría pillarnos. Pero Dios mío, era tan maravilloso...

—Te deseo, Morgan. —Presionó sus caderas contra mí, y yo jadeé al notar su enorme erección—. Y casi siempre consigo lo que deseo.

«No me extraña», pensé.

—Tengo una suite arriba. Ven conmigo.

Me mordí el labio para controlarme y no soltar lo que estaba a punto de decir antes de que pensara realmente en lo que estaba pasando. Kade Raven, el soltero más sexi de Nueva York, me había besado, acariciado los pechos y me pedía que subiera con él a su cuarto. ¿Se trataba de alguna broma pesada? ¿Acaso no había visto a todas aquellas bellezas que asistían a la fiesta?

Luego estaba el hecho de que era el cuñado de mi mejor amiga. ¿Había reglas sobre eso? Y, por último, ¿estaba de acuerdo con tener con él una aventura de una noche? Porque eso era lo único que sería. Mientras que los demás hermanos Raven habían sucumbido al amor de una buena mujer, la reputación de Kade sugería que seguía siendo un picaflor.

Yo era una romántica empedernida, pero tampoco tenía tiempo para mantener una relación, ni ocasión para hacerlo. Si quería perder mi virginidad con un hombre que, sin duda, sabía cómo complacer a una mujer, entonces esta era mi oportunidad.

Levanté la cabeza y vi sus ojos verdes que me miraban fijamente.

—Haré que te corras tanto, Morgan…

Tragué saliva, pensando que bastaría solo con que me mirara y me hablara así para conseguirlo. Asentí y murmuré:

—Sí.

Su sonrisa lucía un toque pícaro y me besó de nuevo, antes de decir:

—Será el mejor polvo de tu vida.

Dejé escapar el aliento, sabiendo que después de esta noche, no sería la misma; y lo esperaba con ansias.


Capítulo 1

 


Kade

Jueves

Llegué a la iglesia a tiempo. Casi. Aquel sitio era espectacular e ideal para las próximas nupcias de mi hermano Ash con Beth, el gran amor de su vida. De todos los Raven, Ash era el más romántico y poético. ¿Yo? Bueno, yo nunca me casaría pero, de hacerlo, probablemente volaría con mi novia a Las Vegas. No soy demasiado romántico ni sentimental. Pero Ash y Beth han esperado mucho y una boda elegante parece lo más apropiado para ellos.

Me acerqué al altar, donde mis otros hermanos ya estaban reunidos. Chase —el mayor y el más pelota de todos con nuestro poderoso padre— discutía la adquisición de la antigua empresa de Beth y su hermano Ben, el exmejor amigo de Chase. McAdams Enterprises se estaba yendo a la mierda y Ash, probablemente en un acto de amor, se las arregló para que Industrias Raven la comprara y salvar a su prometida y a su hermano de la bancarrota.

El viejo McAdams había tomado algunas pésimas decisiones en su día y, luego, el capullo de su hijo había sido incapaz de solucionarlas tras la muerte de su progenitor. Por supuesto, el hecho de que Ben estuviera borracho la mayor parte del tiempo no ayudaba, y esa era la única razón por la que yo había estado en contra de contratarlo para seguir dirigiendo el negocio. La lealtad era importante, pero también lo era cumplir con el trabajo, y Ben estaba demasiado pendiente de la botella para hacerlo. Solo accedí cuando Ash dijo que él se haría cargo de todo.

—Hasta ahora, no estoy impresionado con Ben —dijo Hunter, mi segundo hermano mayor—. El dolor, la bebida y el enfado por lo de su hermana no son una buena combinación en los negocios, Ash.

—Me haré responsable de él —nos aseguró Ash.

—Esperemos que pueda controlarse en la boda —comenté yo. Una cosa era permanecer encerrado en su oficina todo el día bebiendo, pero montar un escándalo en la boda de su hermana sería un desastre mayúsculo.

—Dios te oiga —exclamó Ash—. Me siento fatal por haberle traicionado, aunque si la caga con Beth, yo mismo le echaré a patadas.

Ash era el más tranquilo de todos, pero eso no significaba que, a veces, no mostrara la volatilidad propia de los Raven. No hace mucho, Ash apareció en el ático de nuestro padre y empujó a este contra la pared, exigiendo saber si era el padre de Hannah, la hija de cinco años de Beth.

Nunca había visto a Ash tan enfadado. Cuando descubrí que mi padre había mantenido a Ash y Beth separados y que, años después, mi hermano se había enterado de que era padre, no pude culparlo por reaccionar así. Yo también me enfurecería si alguien me hubiera alejado de un hijo mío.

Si estuviera en su lugar, no sé si sería capaz de perdonar no solo a mi padre, sino también a Beth por su traición, por guardar un secreto como ese. Sin embargo, Ash lo hizo. No es que no estuviera herido, pero supongo que decidió que amaba a Beth y que quería formar la familia que una vez planearon tener.

Por supuesto, yo nunca estaré en semejante tesitura porque no tendré hijos. Esa elección significaría sacrificar mi herencia ya que mi padre había establecido una nueva disposición por la que toda la herencia de sus hijos iría a parar a sus nietos. Mi esperanza era que cambiara de opinión antes de morir. Tenía tiempo, ya que tenía cincuenta años. Pero si no lo hacía, yo contaba con mis propios intereses comerciales que me permitirían mantener mi soltería de por vida.

—Ese es mi trabajo —respondió Hunter a Ash sobre lo de echar a Ben de la boda si la situación se le iba de las manos.

Mi hermano se tomaba muy en serio su trabajo como jefe de seguridad de Industrias Raven. Durante una época, parecía incluso ser una obsesión para él. Menos mal que se tiró a su terapeuta porque ella fue el catalizador que puso freno a sus demonios. No es que no lo entendiera o culpara a Hunter por sus problemas, ya que estaba orgulloso por aquel entonces de que estuviera en el ejército.

No obstante, la guerra le había afectado mucho, y hubo un momento en que pensamos que íbamos a tener que echarlo del negocio. Por fortuna, Grace apareció y menuda diferencia supuso el amor en su vida. El matrimonio le sentó muy bien a Hunter. Y le ayudó a ser civilizado.

—Hola, caballeros —dijo Grace mientras se acercaba a nosotros. Fue directamente a Hunter y le enderezó el cuello de la camisa. A mí me pareció que estaba bien, así que sospeché que era solo una excusa para tocarlo. Funcionó, porque él sonrió y la besó. Los enamorados eran jodidamente raros.

Casi les había dicho que buscaran una habitación, pero Grace nos acompañó a la entrada de la iglesia para empezar el ensayo de la boda de Ash y Beth.

En el vestíbulo, la organizadora —un bombón de piernas largas— con la que había considerado liarme cuando la conocí, nos decía dónde colocarnos. La forma en que su mano rozó mi pecho sugería que aceptaría mi oferta, si la hacía. Sin embargo, era la boda de Ash, y aunque me gustaba irritar a mis hermanos, incluso yo entendía lo importante y sagrado que sería aquel enlace. No quería arruinarlo. Así que, ella estaba fuera de juego... por ahora.

La organizadora puso a Chase con su esposa, Sara, al frente de la fila. Sentí lástima por mi cuñada, ya que estaba tan embarazada que parecía a punto de estallar. Yo ni siquiera comprendía cómo aquella pobre mujer podía seguir en pie. Chase le frotó distraídamente la espalda mientras le preguntaba cómo se encontraba.

Ver el amor y la dulzura reflejados en la mirada de Ash no fue algo inesperado, pero la primera vez que los vi en la de Chase respecto a Sara, creí que los cerdos volaban y que el infierno se había congelado. De todos nosotros, él siempre fue el más parecido a nuestro padre: impulsivo, despiadado y distante. Hoy en día, en cambio, era tan ñoño como el resto de mis hermanos.

Los siguientes en la fila fueron Hunter y Grace. Hunter, como de costumbre, aprovechó la ocasión para tocarle el culo a su esposa.

—Kade —susurró la organizadora de bodas mientras enlazaba su brazo con el mío y me movía detrás de mi hermano Hunter—. Normalmente, el padrino espera junto al novio, pero Beth y Ash quieren que acompañes a la dama de honor. —Entonces, agitó una mano y apareció una mujer.

Había dos cosas en el mundo que me encantaban por encima de todo: la comida y las mujeres. A menudo juntas. Y la impresionante belleza de aquella me golpeó de lleno. Tenía el pelo negro como la noche, y los ojos casi igual de oscuros. Sus increíbles curvas me decían que también le gustaba la comida. Sus tetas eran grandes y mi mente inmediatamente se imaginó follando esos maravillosos pechos. Me moví para intentar recolocar mi polla. Lo último que necesitaba ahora era tener una erección.

—Hola, soy Morgan, la amiga de Beth —me dijo con una sonrisa alegre.

Sus labios lucían llenos y rojos incluso sin lápiz labial, y mi calenturienta imaginación comenzó a viajar. Tragué, porque ella había dicho algo y yo estaba seguro de que debía responder.

—Kade —me las arreglé para contestar.

Ella sonrió.

—Sí. Lo sé.

Fruncí el ceño.

—Todo el mundo conoce a los Raven —dijo a modo de explicación.

—Y usted, señorita, se situará aquí mismo —le dijo la organizadora a Hannah, mi sobrina de cinco años que, hasta hace unos meses, no sabía que tenía.

—Beth, tú y Ben entraréis justo después.

La novia se colocó en su puesto, pero Ben no había ni aparecido. Todos la miramos y Beth sonrió.

—Debe estar en medio de un atasco.

Estaba seguro de que se había perdido en el fondo de una botella.

—¿Quieres que lo sustituya? —le pregunté. Odiaba dejar de lado a la voluptuosa amiga de Beth, pero se trataba de su boda y quería que todo saliera bien, por ella y por Ash. Más tarde, pensaría en darle una buena patada en el culo a Ben.

—No —exclamó Beth, negando con la cabeza—. Aprendí hace mucho tiempo que, a veces, necesito hacer las cosas por mi cuenta.

—Ya no —dijo Chase—. Ahora nos tienes a nosotros.

Su sonrisa era encantadora, y me alegré por Ash.

Volví a mirar a mi belleza de pelo negro. Me sonreía como si yo fuera una especie de dios. Me hizo sentir un poco incómodo, aunque una extraña y poderosa sensación se extendió por mi pecho.

Mientras caminábamos juntos por el pasillo, Morgan inclinó su cabeza hacia mí y murmuró:

—Gracias.

—¿Por qué? —pregunté, inhalando su olor, que me recordó a lavanda y vainilla.

—Por ofrecerte a sustituir a Ben.

—Es un imbécil —exclamé sin pensar. Y, luego, me pregunté si no habría metido la pata. No conocía a Morgan, pero sabía que su familia había trabajado para los McAdams desde siempre. Probablemente le era leal.

—No solía serlo —dijo—. Pero sí, ahora lo es. Aunque estoy tan contenta por Beth y Ash, que ni siquiera Ben puede arruinarlo. —Suspiró de esa manera tan característica en que lo hacen las mujeres al pensar en que algo es romántico.

Para alejar mi mente de pensamientos lascivos, miré a Ash de pie en el altar para confirmar lo que Morgan estaba diciendo. Parecía feliz. Sus ojos se centraron primero en su hija Hannah, y luego en Beth. Su expresión exudaba un amor más allá de lo que jamás había sentido. Mis hermanos contemplaban a sus esposas como si supieran cuál era el secreto de la felicidad.

Resultaba un maldito misterio para mí cómo una mujer podía convertirse en ese todo, en lo más importante para ellos. No lograba imaginarlo. Yo era un soltero empedernido. La idea de pasar el resto de mi vida con una mujer tenía tanto sentido como el estúpido plan de mi padre de condicionar nuestra herencia a que nos casáramos y tuviéramos hijos.

Mis hermanos habían sido alcanzados por las flechas de Cupido, y eso los hacía más soportables, excepto cuando se ponían sentimentales, como ahora. Aún así, no pude evitar preguntarme cómo sería sentirse enamorado y tener una mujer que me amara tan sinceramente como lo hacían sus esposas.

Sabía que yo nunca había sentido ese tipo de amor, y que ninguna mujer lo había sentido por mí. Claro que muchas juraban que sí, pero era mi cuenta bancaria lo que ellas querían, no a mí.

Mientras continuábamos avanzando por aquel largo pasillo, miré a la voluptuosa mujer que iba a mi lado. No era la primera que despertaba mis hormonas, pero había algo en ella que me hizo olvidar por completo a la organizadora de piernas largas. ¿Era así como empezaba el amor? ¿Mirando a una chica de forma ligeramente diferente? ¿Era posible que Cupido estuviera esperando su momento y que, de pronto, una mujer capturara mi corazón como le había sucedido a mis hermanos? Me reí por dentro, sabiendo que mis hermanos dirían que yo no tenía corazón.

Sin embargo, se equivocaban. Nunca me lo habían roto por culpa de una relación, pero quedó devastado cuando mi madre murió. Conocía la angustia. Conocí el rechazo, primero de mi padre, que se había dedicado a los negocios mientras yo crecía, y que inculcó esa jerarquía de prioridades a mis hermanos y eventualmente a mí. De niño, mi madre era la única persona cálida de la casa. La única a la que le importaba algo más que hacer negocios y amasar dinero.

Mi padre y mis hermanos decían que ella me mimaba, y tal vez lo hacía pues era el pequeño. ¿No funcionaban así todas las familias? Lo que no parecían entender era cuánto de ella formaba parte de mí. Mientras estaban fuera practicando deporte o lo que sea que hicieran, mi madre me enseñaba a cocinar, y luego me animaba a seguir mi pasión por la gastronomía.

Mi padre pensaba que ser chef era para maricas. Afortunadamente, mi madre lo convenció de que me pusiera al frente de los restaurantes del imperio Raven. No era lo mismo que ser chef, pero me permitía dedicarme a la cocina y al arte de su creación. Por supuesto, al ganar dinero, comencé a comprar mis propios restaurantes, por lo que no sentía ninguna presión por casarme y tener hijos ahora que mi padre había decidido imponernos sus absurdas condiciones.

—Kade, tú cogerás el anillo que llevará Hannah y, luego, se lo entregarás a Ash. —La voz de la organizadora de bodas me sacó de mi ensimismamiento.

Simulé tomar el anillo de Hannah y entregárselo a Ash. Vi entonces cómo Beth miraba a mi hermano mientras él fingía ponerle la alianza en el dedo. Ella lo contemplaba como si fuera el centro de su universo. Me emocionó esa bella escena. ¿Alguna vez me mirarían así?

No era la clase de tío que inspiraba esos sentimientos en las mujeres. No era cruel ni grosero con ellas, pero siempre tuve claro que el sexo es solo eso, sexo. Nunca entrarían en juego las emociones ni formalizaría una relación con ellas. Como resultado, las mujeres me veían como yo a ellas: como mera diversión. No había amor o reverencia en sus ojos.

Entonces recordé a Morgan, y cómo me miró después de que me ofreciera a sustituir a Ben. No había sido el centro de su universo, pero había algo que sugería que me veía como en realidad yo era.

 

Capítulo 2

 

 

Morgan

Jueves

Santo cielo, Kade Raven era espectacularmente guapo. La forma en que sus ojos verdes me miraban cuando nos conocimos me robó el aliento. Cuando se ofreció a sustituir a Ben, me enterneció la dulzura de su gesto. No esperaba eso de él, sobre todo porque Ash siempre afirmaba que Kade era malcriado, inmaduro y un poco egocéntrico. Pero había visto la preocupación y el deseo de rectificar la ausencia de Ben en sus ojos.

Cuando nuestros brazos se entrelazaron mientras caminábamos por el pasillo, pensé que me iba a desmayar. Él olía como solo un hombre tan sexy debería hacerlo. Limpio. Fuerte. Poderoso. Era intoxicante. El calor de su cuerpo hizo que mi sangre se calentara y se espesara en mis venas.

Que fuera virgen no significaba que no entendiera qué me ocurría o que no me excitara nunca, pero solo por hallarme a su lado, podría tener un orgasmo espontáneo. Decidí saborear ese instante, ya que era probablemente lo más cercano que estaría de caminar por un pasillo como aquel, y mucho menos con el soltero más sexy y deseado de Nueva York.

Mientras la organizadora de bodas nos hablaba de la ceremonia, yo seguía distraída con Kade. Tenía la tonalidad verde de ojos más asombrosa que había visto en mi vida. Era el único de su familia que los tenía de ese color, ya que los de Chase eran grises, y los de sus otros hermanos más avellanos. Su pelo era casi tan oscuro como el mío, y aunque lo llevaba corto, tenía algunas ondas en las puntas.

Tendría que tener cuidado de no emborracharme cerca de él, o podría empezar a atusarle el cabello. O perderme en esos labios sublimes que sabía que habían besado a muchas mujeres. O poner esas grandes manos en mis pechos. De pronto, mis pezones se tensaron al imaginarlo. Dios, esperaba que no se me notaran bajo el vestido.

—Morgan.

Me fijé en Beth, que me daba unas flores falsas para que las guardara durante el ensayo de la ceremonia.

—Oh, sí. Lo siento. —Cielos. Me preguntaba si todos se habían dado cuenta de que estaba embobada con Kade. ¿Y él? Le miré y vi esos penetrantes iris verdes sobre mí. Mis entrañas se calentaron. Luego, dirigió su atención a Ash y Beth, y dejé escapar el aire que ni siquiera me había dado cuenta que contenía. La mala noticia era que estaba completamente abrumada por mi respuesta ante Kade. La buena noticia era que tendría una fantasía espectacular para mis noches más solitarias.

Cuando terminó el ensayo de la ceremonia, volví a pasar mi brazo por el de Kade. Esto fue lo más cerca que estuve de que me tocara, así que lo saboreé. Recordaría su olor y su calor. Ojalá yo también le resultara interesante, así descubriría de una vez por todas lo que era sentir que un hombre me tocara.

Pero estaba siendo ridícula. Kade Raven era un multimillonario que podía tener a cualquier chica del mundo que quisiera y, si reputación era merecida, probablemente ya lo había hecho.

Era lógico que Beth conquistara a un hombre tan guapo como Ash. Ambos crecieron en un ambiente acomodado y, además, ella era preciosa. Encajaban como dos piezas de rompecabezas perfectas, y juntos habían tenido una niña maravillosa, Hannah.

Yo, en cambio, era la amiga divertida, aquella de la que la gente afirmaba que tenía mucha personalidad porque no podían decir que fuera bonita. No es que me consideraran fea, pero las chicas de cierto tamaño nunca son guapas. No era regia o agraciada como Beth, sino torpe y desaliñada. Ni el maquillaje ni los tacones podrían encubrir ese hecho.

Cuando Kade me soltó el brazo al volver al vestíbulo, resistí el impulso de agarrarme a él de nuevo y rogarle que se acostara conmigo. En vez de eso, cogí a Hannah de la mano para mantenerla cerca de mí mientras Beth hablaba con Ash y la organizadora de bodas.

—Mamá y papá son como una princesa y su príncipe —exclamó la niña.

—Desde luego que sí. Y tú también —le dije, dándole un apretón.

Ya que lo de mi virginidad ni tenía perspectivas de cambiar, Hannah era lo más cercano a una hija que tendría. Por mucho que quisiera conocer a un hombre maravilloso con el que formar una familia, no parecía que estas fueran mis cartas. Mi madre me decía que era demasiado joven para preocuparme por eso. Teóricamente, tenía razón. Solo tenía 22 años. Pero las exigencias de la vida eran tales que parecía poco probable que tuviera el tiempo o la oportunidad de formalizar una relación con un hombre.

Beth se separó de Ash y de la organizadora de bodas para reunirse con Hannah y conmigo.

—Oh, Dios, creo que nunca he sido tan feliz.

—Se nota, Beth. Los dos estáis radiantes de felicidad. Junto con nuestra pequeña Hannah-Banana.

—Muchas gracias por cuidarla —dijo al recoger a la niña.

—Es un placer. Sabes que la quiero mucho.

—Oye, vamos a ir al restaurante para el ensayo de la cena. ¿Quieres venir con nosotros?

—Si hay sitio… —No quise que fuera un desaire personal hacia mi peso. Estaba más relacionado con el número de personas que podían caber en el coche.

Beth frunció el ceño, pensando claramente que me estaba menospreciando.

—Vamos en una limusina.

—¡Me encantan las limusinas! —exclamó Hannah—. Ven con nosotros, Morgan.

—Vale, está bien. —Seguí a Beth y Ash, maravillada por la encantadora estampa que formaban con Hannah. Me pregunté cuánto tiempo pasaría antes de que decidieran ampliar su ya perfecta familia.

En el coche, Ash y Beth se sentaron juntos mirando al frente, agarrándose de la mano. Hannah y yo nos sentamos mirando hacia atrás.

—Mira, Morgan —dijo la niña mientras abría una pequeña puerta—. Es una nevera. ¿Quieres algo de beber? Puedo servirte yo.

Me reí.

—No, gracias, cariño.

—¿Y has visto esto? Hace que la ventana del techo se abra —me explicó la cría, apretando un botón que hizo que el techo solar se retrajera.

Miré a Ash, que contemplaba a su hija con tanto amor que parecía que le iba a estallar el corazón. Estaba tan contenta de que Beth y Hannah lo hubieran encontrado de nuevo. Beth merecía ser amada y feliz; y Hannah, un padre que la adorara. Ambas habían hallado eso en Ash.

El vehículo se detuvo ante un restaurante que todos en Nueva York conocían, pero donde solo la élite de la élite podía permitirse comer. Ni en un millón de años habría pensado que iríamos allí. Por supuesto, era uno de los restaurantes de Kade Raven.

Ash mantuvo la puerta abierta para que todas entráramos. Me quedé sin aliento ante la sofisticada elegancia de aquel establecimiento. La decoración era una mezcla de art déco y tendencias modernas, lo que lo hacía parecer clásico y lujoso al mismo tiempo. Se rumoreaba que allí servían comidas de ocho a diez platos con un precio inicial de trescientos dólares. Era un local apropiado en el imperio de la familia Raven.

Sabía que Kade era el hermano que dirigía los restaurantes, y me moría por preguntarle sobre ello. Me gustaba comer, como atestiguaba mi figura, y quería abrir un pequeño restaurante propio. Pero como no pude formar un solo pensamiento coherente durante el ensayo en la iglesia, era improbable que ahora fuera capaz de tratar el tema de la apertura de un negocio gastronómico.

—Estás en tu casa —me dijo Ash—. El restaurante está cerrado, excepto para nosotros.

Pasé toda la vida rodeada de ricos, ya que mi madre había sido el ama de llaves de la familia de Beth antes de que la empresa de los McAdams se fuera al garete. Pero incluso así, nunca dejé de maravillarme ante semejante opulencia. ¿La gente acomodada sabía lo que era trabajar duro? Beth y Ben sí, hasta cierto punto, pero no como mi madre o como yo.

Cuando Beth y Ben se vieron obligados a vender sus bienes, al comenzar a desmoronarse el negocio de su padre, vivieron en una multimillonaria casa cerca de Central Park, no en un pequeño apartamento de Inwood como el que mi madre y yo compartíamos. No les envidiaba por eso, claro, pero me hizo cuestionarme si realmente veían lo diferente que era su mundo del mío. Ellos no sabían lo que era preguntarse si habría suficiente dinero para pagar el alquiler o la luz porque la factura médica iba atrasada.

—Morgan —me llamó Hannah, acercándose corriendo hacia mí—. Siéntate conmigo.

Sonreí. Tuve que admitir que, a pesar de nuestras titánicas diferencias socioeconómicas, Beth y Hannah —y, ahora, también Ash— me trataban muy bien. Nunca me sentí relegada porque era como una más para ellos.

Se preocupaban por mí, y si mi madre y yo no fuéramos tan orgullosas, seguro que nos ayudarían más económicamente. Mi madre adoraba a Ben, Beth y Hannah, pero siempre me recordaba que tuviera en cuenta cuál era mi sitio.

«Son muy buenos con nosotras, Morgan, pero no pertenecemos a su mundo. No lo olvides», solía decirme.

—¿Dónde quieres sentarte? —le pregunté a Hannah.

—Con mami y papi.

Sonreí, me encantaba cómo adoraba a ambos. Yo quería quedarme con la pequeña mientras Beth y Ash se iban de luna de miel, pero Beth pensaba que eso era pedirme demasiado y, por lo visto, Chase y Sara deseaban practicar cómo cuidar a un niño antes de que llegara su bebé. Suponía que pronto vería cada vez menos a Hannah ya que Beth no necesitaría mi ayuda.

Alejando la tristeza y sí, un poco de envidia, dejé que Hannah me guiara hasta la mesa. Toda la familia estaba feliz y emocionada, como debía ser.

La aparición de Cameron Raven, el patriarca, aumentó un poco la tensión por parte de sus hijos, aunque enseguida se suavizó cuando el hombre fue a tomarse una copa y empezó a hablar con Sara, con quien —por lo que me dijeron— tenía una afinidad especial.

También llegó una mujer llamada Alex, la asistente de Cameron y buena amiga de la familia. Empezó a parecerme en ese momento que los Ravens eran como los McAdams en cuanto a sus relaciones con sus empleados.

El único que no se presentó fue Ben. Miré a Beth, quien sonreía a Ash y no dejaba que la ausencia de su hermano arruinara su boda. Me sentí fatal por ella y me dieron ganas de estrangular a Ben. ¿Por qué no podía dejar de beber ni siquiera un día para complacer a su hermana?

Sospechaba que su enfado con Ash se debía a haberse enamorado de Beth, y, luego, la humillación de que su familia tuviera que rescatarlos del desastre financiero, había empeorado las cosas. Pero aún así, me parecía un idiota egoísta por dejar que eso se interpusiera en la felicidad de su hermana.

Busqué a Kade con la mirada, estaba ocupado yendo de un lado a otro, como asegurándose de que todo estuviera bien. Me pregunté si él también se sentía mal, ahora que todos sus hermanos habían formado una familia. O tal vez se tomaba en serio su trabajo, y quería asegurarse de que todo fuera perfecto por Beth.

—Es muy guapo, ¿verdad? —dijo Alex, tomando asiento a mi lado.

—¿Quién? —pregunté, esperando no estar babeando por Kade.

—Kade Raven —me respondió ella con una sonrisa de complicidad.

Me encogí de hombros.

—Está bien.

Se rio.

—Cariño, no te avergüences. Muchas mujeres se han enamorado del encanto de Kade.

—¿Tú lo has hecho? —le pregunté yo.

Alex se rio aún más.

—No. Pero eso es porque hay una política de “no tocar” en Industrias Raven. Aunque no voy a negar que cuando empecé a trabajar allí, me fijé en él. Mucho. Sin embargo, Kade arruina su imagen sexi cuando abre la boca.

—¿En serio? —Lo miré otra vez—. Fue muy amable con Beth esta noche cuando su hermano no apareció.

La cara de Alex se oscureció.

—Deberían echar a ese borracho inútil —exclamó—. Tienes razón, Kade está un poco mejor que Ben. Aún así, es un mocoso malcriado al que le gusta presionar a la gente y verlos explotar. Como si tuviera ocho años.

—Es el más joven, ¿verdad? —le pregunté.

—Sí.

—Supongo que son así los benjamines de las familias.

Se rio.

Me entraron ganas de defenderlo, pero como ella lo conocía más que yo, no lo hice. Preferí aferrarme a la imagen de que era el hombre que se ofreció a sustituir a Ben.

Sus ojos se entrecerraron mientras me estudiaba.

—Te lo presentaré, si quieres.

Negué con la cabeza.

—Nos conocimos en el ensayo. Además, no soy su tipo.

Alex soltó una risa gutural.

—Cariño, tienes tetas, eres su tipo. —Su expresión se volvió más seria—. No esperes de él más que unos polvos. —Miró a Kade, que hablaba con el camarero—. Ojalá algún día Cupido le lance una de sus flechas en el culo, y yo esté allí para verlo. Me encantaría contemplar cómo Kade se ve superado por el amor.


Capítulo 3

 

Kade

Jueves

Todo iba bien. Las bebidas estaban servidas. Los aperitivos, preparados. Y en breve, la cena saldría de la cocina para ser degustada por los invitados de Ash y Beth. Mi trabajo no había terminado, pero la parte importante sí. Ahora podía relajarme y disfrutar de la fiesta.

Sin embargo, preferiría continuar con mi papel de restaurador antes que con el de hermano y padrino del novio, aunque no es que no quisiera a Ash o a mis otros hermanos. La verdad era que todos nos llevábamos mejor, y sospechaba que las estúpidas reglas nuevas impuestas por mi padre tenían algo que ver.

Dicho esto, me sentía más como un extraño que, incluso, al crecer. Ser el más joven de la familia significaba que, a menudo, los demás me ignoraban y se libraban de mí. Y, ahora, de adulto, mi padre y mis hermanos tampoco me tomaban en serio.

Decían que era frívolo y demasiado sarcástico. Probablemente fuera así, pero no iba a dejar que se salieran con la suya, ignorándome y despreciándome. Conseguiría llamar su atención de una forma u otra. No podía ni imaginar lo que mi cuñada Grace, la terapeuta, diría sobre eso.

Ahora, me sentía aún más apartado de mis hermanos. Estaban casados. Ash tenía una hija y Chase estaba a punto de ser padre. No dudaba de que no pasaría mucho antes de que Hunter y Grace tuvieran también un hijo. Iba a tener que conformarme con ser el tío divertido de todos ellos. Es decir, cuando estuviera cerca de ellos.

La vida de mis hermanos era tan diferente a la mía que no nos veíamos mucho. Trabajaba más horas, a pesar de la iniciativa de Chase de mantener un equilibrio entre la oficina y la vida privada. Mierda, me había acostumbrado a pasar el rato con mi padre ya que mis hermanos estaban ocupados con sus propias familias.

No es que no pudiera tener compañía cuando quisiera. Podía conseguir una cita en cualquier momento y en cualquier lugar. Tenía algunas amigas a las que llamaba cuando me apetecía, o simplemente iba a un pub y enseguida había mujeres con las que podía divertirme un poco.

Algunas incluso insinuaban el que tuviéramos una relación, pero yo no era estúpido. Sabía que cuando me miraban, veían el símbolo del dólar, no a Kade Raven. Ese pensamiento me hizo pensar en la amiga de Beth, Morgan. Ella hablaba en esos momentos con Alex, y las dos me miraban de vez en cuando. Joder. Solo Dios sabía lo que Alex le estaba diciendo de mí. Si Morgan tenía algo de sentido común, escucharía molesta la precisa evaluación que haría Alex sobre mí y saldría corriendo.

—Kade, tío, muchas gracias —exclamó Ash dándome una palmada en el hombro—. La comida es increíble, como siempre.

—Me alegro de que os guste. Son recetas nuevas.

—¿Usándonos como conejillos de indias? —me preguntó, aunque no parecía molesto.

—Sí. Lo admito. Pero sabía que os gustarían.

La mirada de Ash se detuvo en Alex y Morgan al contemplar la sala.

—Dios mío. Me pregunto de qué le está llenando Alex la cabeza a la pobre Morgan.

—De nada bueno, me imagino —dije—. Pero sospecho que estás a salvo. Haces feliz a su amiga Beth. —Vi cómo Morgan se excusaba y pasaba por delante nuestra, de camino al baño. Su trasero se balanceaba bajo su vestido ajustado, haciendo que mi polla se moviera.

Ash sonrió como un bobo a Beth, y yo agradecí que no notara que miraba lascivamente a la amiga de su prometida.

—Y ella me hace muy feliz a mí.

Me reí.

—Eres un tonto.

—Eso es lo que soy, hermanito, eso es lo que soy. —Sus ojos se estrecharon ligeramente—. ¿Por qué te escondes aquí de la fiesta?

—No me estoy escondiendo. Solo me aseguro de que todo va bien.

—Te conozco, tío, te estás escondiendo. ¿Qué pasa?

Me encogí de hombros.

—Todos estáis casados y yo sigo soltero.

—Lo dices como si quisieras dejar de estarlo —comentó Ash, estudiándome con atención.

Actué con indiferencia.

—No soy hombre de una sola mujer.

—Claro que sí. Algún día conocerás a tu chica ideal.

—Dios, hablas como mamá.

Sonrió.

—Era una persona inteligente. Y la única que te conocía y entendía de verdad.

Giré la cabeza, como si estuviera revisando el restaurante, en lugar de escondiéndome de las emociones que mi hermano intentaba infundir a nuestra conversación.

—La cuestión es que conocerás a alguien que cambiará tu concepción del amor.

Negué con la cabeza.

—Vosotros tuvisteis suerte. Las tías que conozco parecen cajas registradoras gigantes cuando me miran. —Aún así, me preguntaba cómo sería Morgan. La había sorprendido mirándome unas cuantas veces, pero no era codicia lo que reflejaban sus bonitos ojos oscuros. A veces, creía ver lujuria en ellos.

—Te entiendo, en serio. Parte del problema es dónde buscas a esas chicas. Sin embargo, también debes arriesgarte. El amor requiere ser vulnerable y confiado. Da mucho miedo. Pero si no lo haces, te perderás a alguien tan perfecto como Beth.

—Eres un romántico sin remedio. —Puse los ojos en blanco.

—Esperanzado —respondió Ash.

—Aún así, creo que me quedaré con mis aventuras de una noche, y evitaré las relaciones. Con la suerte que tengo, terminaría con una cazafortunas.

—Para eso están los condones —me dijo un Ash sonriente.

En eso estábamos de acuerdo. Siempre tomaba precauciones. Era una de mis reglas a la hora de acostarme con una mujer. Si dejaba a una embarazada, no sabía lo que haría.

Bueno, la verdad es que sí. Haría lo correcto y cuidaría de ella y del niño. Pero no podía imaginarme casándome con ella, sobre todo si sabía que se había quedado embarazada para conseguir el dinero de los Raven.

—Ven y únete a nosotros —me pidió Ash con otra palmada en la espalda—. No te escondas. Los hombres casados y sus esposas no muerden, y no te contagiarás de lo que tenemos Chase, Hunter y yo.

Me eché a reír.

—¿Estás seguro que lo del amor no es contagioso?

—Seguro.

No queriendo arruinar la velada a Ash, dejé que me engatusara y fui hasta la mesa.

—¿Cómo haces para que esta comida sea tan jodidamente buena? —me preguntó Hunter.

—Hunter, hay una niña delante —le reprendió Grace—. Algún día tendremos hijos. Debes aprender a no decir tacos.

Frunció el ceño.

—Lo siento. ¿Cómo haces para que esta comida esté tan sabrosa?

—Te lo diría, pero no estoy seguro de que un cabeza de chorlito como tú lo entendiera —dije, burlándome de mi hermano.

—Luché por este país para que tú tuvieras derecho a hacer este tipo de cosas. Lo menos que podrías hacer es contármelo, capullo.

Se produjo un «Oh» en la mesa por el comentario de Hunter. ¿Y qué podía hacer yo? No había manera de negarle eso a un hombre que había servido a su país.

—Trufas —respondí.

—¿Chocolate? —Su expresión era una mezcla de sorpresa e incredulidad.

Intenté mantener una expresión seria.

—Hongos.

Los ojos de mi hermano se entrecerraron.

—¿Me has dado de comer… hongos?

—Las trufas son hongos —dijo Morgan, apareciendo como de la nada.

—¿Por qué no llamarlos simplemente hongos, entonces? —preguntó Hunter.

No respondí, ya que Ash ordenó a Morgan que se sentara a mi lado. Mi piel pareció iluminarse mientras inhalaba su dulce aroma a lavanda y vainilla.

—¿Te gustan las trufas? —le pregunté.

—Las de chocolate, sí. Estas, no estoy segura. Son un poco caras para que pueda permitírmelas.

Una parte de mí se sintió mal por acentuar nuestras diferencias de clase. Otra parte, en cambio, quería llevarla a la cocina y enseñarle todo lo que había que saber sobre gastronomía. Al mismo tiempo, una alarma interior me advirtió de que tuviera cuidado porque diablos, sí, la comida y la seducción eran una mezcla perfecta.

Como no podía satisfacer mi libido y llevarla a la cocina, me acerqué al pequeño plato en el que había un queso brie y trufas negras. Cogí un trozo de pan, esparciendo el brie sobre él y añadiendo unas trufas.

—Prueba esto.

Mordió el pan y lo envolvió con esos fantásticos labios. Sus ojos se cerraron y emitió un gemido que hizo que mi polla se moviera de nuevo.

—Es delicioso. —Sus ojos se tornaron un poco llorosos. ¿Iba a llorar?

—¿Estás bien? —Fue increíble conocer a alguien que tuviera una respuesta tan emocional ante la comida.

Se dio la vuelta y se limpió los labios con la servilleta.

—Sí. Yo solo... bueno, nunca había probado algo tan maravilloso.

Sospecho que quiso decir caro, no maravilloso.

—¿No servían platos así en casa de los McAdams?

Negó con la cabeza.

—Comíamos allí a veces, pero no cosas así. Y no salgo mucho. Tu restaurante es maravilloso.

De nuevo, esa palabra.

—¿Te gusta la comida?

Ella sonrió.

—¿No es obvio?

De pronto, me desconcertó; no estaba seguro de lo que quería decir.

—Desde luego que me gusta comer —dijo, haciendo un movimiento con la mano para señalar su cuerpo.

Tomé aquello como una invitación para recorrer con la mirada cada centímetro de su cuerpo. No iba a dejar escapar semejante oportunidad.

Después la miré a la cara y le dije:

—No lo entiendo.

Su rostro mostraba una mezcla de dolor y rabia.

—No estoy ciega. Sé el aspecto que tengo. ¿Intentas burlarte de mí?

Me sentí como si me hubieran abofeteado, pero no estaba seguro de por qué.

—No. Es que no entiendo lo que me estás diciendo. No tengo hermanas, así que... —Vale, eso fue algo más sarcástico de lo necesario, pero no me gustó que me hicieran sentir como un gilipollas cuando no había intentado actuar como tal.

—Tengo sobrepeso. O sea, que me gusta comer.

—Lo dices como si fuera malo. —Todavía estaba perdido.

Ella puso los ojos en blanco.

—Ja, y eso lo dices tú que sales con supermodelos que hacen dieta de conejo.

Eso, a menudo, era cierto.

—Odio cuando hacen eso.

Sus ojos se entrecerraron.

—Adoro cocinar. Es enloquecedor preparar algo así y que una mujer no se lo coma. Me gusta que tú lo hayas hecho. Me encanta que te guste comer. —Miré hacia la mesa para asegurarme de que no nos estaban vigilando. Me incliné un poco más cerca de Morgan—. Me gusta que tengas curvas.

Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendidos. Me sentí triunfante.

—Ahora. Espero que me complazcas probando algunos de estos entrantes que he creado con tanto esfuerzo. —Alcancé algunos otros y le serví varios, explicándole qué eran y por qué los había creado.

Al principio, parecía reticente, pero luego se relajó y los probó. Cada vez que lo hacía, Morgan cerraba los ojos y gemía de placer. Y yo quería saber si aquella expresión y esos sonidos serían los mismos que tendría durante el sexo.

Cuando llegó nuestra cena, le expliqué las recetas; la forma especial en que fueron preparadas o los platos únicos que la formaban. Estaba atenta y ansiosa por aprender. Hizo preguntas, y ni una sola vez me dijo que tenía que vigilar su figura. Era un sueño hecho realidad para un hombre al que le gustaba la gastronomía y las mujeres. Si me lo tomaba con calma, cuando terminaran los festejos de la boda, quizás Morgan me dejaría mostrarle todo lo que había que saber sobre comida. Si tenía más suerte aún, también podría mostrarle otros placeres.

 

Capítulo 4


Morgan

Jueves

Me sentí como si estuviera en un barco en medio de una tormenta. Mis emociones y hormonas luchaban contra los elementos, es decir, contra Kade Raven. No podía creer la atención que me estaba prestando. Aunque sabía que la comida podía ser sensual, nunca antes la había experimentado así.

Los platos de Kade eran justo eso... Orgásmicos. La forma en que sus ojos verdes me miraban mientras los probaba me hacía sentir como si fuera el centro del mundo.

Pero todo esto contradecía lo que le había oído decir a Ash cuando había ido al baño. No estaba interesado en encontrar el amor como sus hermanos. No es que yo fuera la única a la que le gustaría que estuviera interesado. Hice un examen mental de mi estúpido pensamiento.

Aún así, era difícil no dejarse engañar por un hombre tan sexi cuya pasión por la comida igualaba la mía. Y no solo eso, sino que debido a su riqueza, había experimentado con ingredientes con los que yo no podía ni soñar. Oh, lo que haría para que me enseñara.

Durante mi infancia, las comidas especiales y de calidad eran algo habitual en casa de los McAdams, pero mi madre tenía razón en que había una línea entre esa familia y nosotras, a pesar de la amistad que me unía con Beth.

Nunca había acudido a una de sus cenas o veladas elegantes. Puede que hubiera robado una bruschetta o un champiñón relleno una o dos veces, pero nunca había probado platos como los que Kade me ofrecía ahora.

Kade tenía reputación de inmaduro y de falto de seriedad, pero no había duda de lo serio que era en cuanto a lo que a la gastronomía se refería. Quería pensar que su atención hacia mí era porque también me encontraba interesante, aunque lo cierto era que probablemente se debiera a que estaba dispuesta a escucharle mientras me hablaba de su pasión por la alta cocina. Éramos almas gemelas en ese sentido. Pero eso era todo.

El destello de calor en sus ojos verdes cuando le daba un mordisco a cualquier manjar que me ofrecía era solo debido a su interés por conocer mi reacción. El problema era que yo me mojaba de deseo, y no me refería a que se me hiciera la boca agua, sino a que me mojara en otra parte de mi cuerpo. Sentí que mi piel estaba en llamas, y no quería hacer ninguna locura como tirarme encima de él.

—¿Morgan? —Miré hacia la organizadora de bodas—. Ya puedes pronunciar tu discurso de dama de honor.

Asentí con la cabeza, contenta por el respiro de los tentadores ojos de Kade.

—Disculpa —le dije.

—Por supuesto.

Me levanté de la silla, usando mis manos para alisar mi vestido, esperando que no se me marcara demasiado la barriga. Levanté mi copa de champán.

Kade golpeó suavemente su copa con una cuchara para llamar la atención de todos.

—Se supone que debo hacer un brindis en honor a mi amiga Beth. Conocí a Beth cuando tenía cinco años y tuve que acompañar a mi madre al trabajo cuando, por causa de una fuerte nevada, suspendieron las clases en el colegio. Me dijeron que debía quedarme en la parte de atrás y no molestar a la familia. Sin embargo, nadie le dijo a Beth que no debía venir hasta allí y molestarme a mí.

Todos rieron con complicidad.

—Me vio y, aburrida, me ordenó que jugara con ella.

Las mejillas de Beth se sonrojaron.

—Era muy mandona por aquel entonces.

—¿Solo por aquel entonces? —se burló Ash.

—Hemos sido amigas desde aquel día. Para mí, de hecho, ha sido como una hermana.

Una lágrima cayó por la mejilla de Beth y dijo:

—Para mí tú también lo has sido, Morgan.

—Estoy tan contenta de que ella y Ash se hayan encontrado de nuevo. Qué hermosa familia hacéis con mi encantadora Hannah-Banana.

—¡Esa soy yo! —exclamó Hannah, saltando en su silla.

—Me gustaría llevarme algo de mérito por vuestra felicidad. Estaba deseando a que te la ganaras, Ash.

—Gracias —dijo con un guiño—. No fue fácil.

Me reí.

—Pero nunca tuve ninguna duda de que Beth te amaba. Siempre te amó. Y sé que siempre te amará. Brindemos por Beth y Ash, y por que finalmente tengan un final feliz.

—Chinchín —dijeron los demás invitados mientras sostenían sus copas y luego bebían.

Después del discurso, necesitaba aire. No estaba segura de que mis nervios pudieran soportar más a Kade Raven, aunque quería desesperadamente pasar más tiempo con él. Me excusé y me dirigí hacia la barra.

Una vez allí, decidí que necesitaba más un poco de aire fresco que una copa. Al recordar la puerta lateral que había visto cuando había ido al baño, decidí usarla en lugar de arriesgarme a caminar por el restaurante hacia la puerta principal. No quería que nadie pensara que me iba.

Al salir, inhalé el aire cálido de la noche. Estábamos en la ciudad de Nueva York, así que normalmente no era demasiado agradable, aunque como me hallaba cerca de la cocina de Kade no estaba tan mal.

Mis nervios se calmaron hasta que la puerta se abrió y apareció un hombre, con chaquetilla de chef, seguido de Kade.

Este se fijó en mí, inclinando la cabeza como si se sorprendiera de encontrarme allí. Pero mantuvo su conversación con el chef.

—Tuvimos algunos problemas con el pescado esta noche, pero creo que fue porque teníamos dos personas nuevas en el equipo —le explicó el chef.

—¿Dos? ¿Esta noche? —El tono de Kade sugería que aquello no le gustaba nada.

—Jer pensó que, como serían pocos los comensales, era una buena oportunidad para ponerlos al día.

—Los que han venido hoy son los miembros de mi familia.

El chef hizo un gesto de dolor.

—Lo sé y ya se lo dije. ¿Ha habido alguna queja?

Kade puso las manos en sus caderas.

—No que yo sepa. Sin embargo, la próxima vez, preferiría no usar a mi familia como conejillos de indias para los nuevos ayudantes de cocina.

—Por supuesto.

Kade apoyó la mano en el hombro del chef.

—Gracias por todo, Cap. Sé que no te gusta incorporar cambios en el menú, pero si no cambiamos...

—Nos quedaremos atrás —terminó el chef por él, quien por lo visto se llamaba, o se apodaba, Cap.

Kade sonrió, y fue impresionante.

—Me alegro de que estemos de acuerdo. Buenas noches.

Cap asintió y se dirigió de vuelta a la cocina. Esperaba que Kade lo siguiera, pero en vez de eso se volvió hacia mí, sonriendo de nuevo. Esta vez, sin embargo, había algo travieso en su expresión y aquello hizo que mi columna vertebral se estremeciera con una dulce anticipación.

Caminó lentamente, pero con un propósito hacia mí hasta apoyar su palma contra la pared que se hallaba justo a mi lado.

—¿Te estás escondiendo de mí?

—No. —Tal vez.

Alzó una ceja como si no me creyera.

—¿Estás segura?

—Bastante segura.

Se rio y fue la primera vez que creo que lo escuché reír de verdad. Como si el auténtico Kade estuviera de pie delante de mí. Bloqueándome contra la pared. En cualquier otro momento, podría encontrar aquello preocupante. No obstante, en este instante, me gustaba estar cautiva ante Kade.

—¿Lista para el postre? —Lucía un brillo en sus ojos, aunque no estaba segura de si era por cualquier gloriosa creación culinaria que hubiera preparado para el postre, o por una insinuación.

«No, no se te está insinuando, tonta. No eres su tipo», me dije.

—¿Qué es?

Su mirada se dirigió a mi boca y se lamió los labios. Vaya. Luego, alzó la vista para encontrarse con mis ojos.

—Bueno, tienes varias opciones para escoger. Hay tarta de tiramisú, pudín con salsa de whisky, tarta de manzana francesa o —Se inclinó más cerca—… también puedes elegirme a mí.

«Oh, Dios; oh, Dios mío. A ti, a ti, a ti».

Inclinó la cabeza hacia un lado y me preguntó:

—¿Sabes qué quiero de postre?

Negué con la cabeza porque no podía ni hablar.

—Algo dulce y tentador.

Asentí. Eso sonaba delicioso.

—Tus labios se han burlado de mí como una dulce tentación desde el mismo instante en que te conocí.

No podía creerlo, pero aún así no iba a discutir.

Sonrió como si supiera que me había sorprendido con la guardia baja.

—¿Puedo saborearte, Morgan?

Por supuesto. Asentí con la cabeza, observando cómo se tomaba su tiempo para acortar la distancia entre ambos. Sus labios rozaron los míos, y como un incendio forestal, un destello de calor atravesó todo mi cuerpo.

Hubiera esperado que alguien como Kade fuera agresivo a la hora de besar, sin embargo, fue lento, suave y minucioso mientras devoraba mis labios.

Finalmente, levantó la cabeza.

—Delicioso. —Me guiñó un ojo y, luego, volvió al restaurante.

Mientras, mis piernas se convirtieron en gelatina pura y me apoyé en la pared.

—¡Vaya!

 



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