Capítulo 1
Ryan
Las
sonrisas y el ambiente distendido de la sala de conferencias son la primera señal
de que la reunión va viento en popa. Este acuerdo es muy importante para mí y
para la empresa, hay mucho en juego, así que la reacción de los asistentes me
permite relajarme un poco. Han sido unas semanas muy estresantes, pero todo ese
estrés ha valido la pena ya que conseguiré lo que buscaba.
—Me alegro de que
estemos de acuerdo. —Cierro las manos para tratar de simular mi emoción—. Estoy
convencido de que este es un pacto con el que todos nos podemos beneficiar si
seguimos adelante...
Mi pequeño discurso
se ve interrumpido cuando se abre la puerta y aparece Sara, sosteniendo con firmeza
una bandeja llena de tazas como si hubiera sido camarera toda la vida. Me
encanta que sea mi asistente porque cualquier tarea que le asigne, la hace lo
mejor posible y, encima, se las arregla para que parezca fácil.
—Traigo tres cafés,
uno con azúcar —Mira alrededor de la sala con un brillo embriagador en los ojos—,
y dos tés normales. Además de uno verde...
Sabe que ese es el
mío, pero sirve primero a los demás, de manera experta, para que se sientan aún
más bienvenidos. Es una persona muy sociable, y todo el mundo le tiene
cariño... incluidos los asistentes a esta reunión, quienes no pierden el tiempo
y se la comen con los ojos mirándola de arriba abajo. Sara es digna de
admiración. Con su dulce sonrisa, sus largas y torneadas piernas, sus
penetrantes ojos azules y, por supuesto, sus magníficas curvas. Es preciosa. Algunos
de los tíos de la sala intercambian miradas entre sí, probablemente
preguntándose si tiene novio y quién podría ser el que la invita a salir...
Oh, Dios. La mera
idea de que uno de ellos la invite, de pronto, despierta mis celos. No me gusta
nada. Aunque no es asunto mío con quién salga, por supuesto. Mientras su vida privada
no afecte a su trabajo, no me importa. Y lo mismo ocurre con el resto de mis
empleados. No me meto en sus asuntos personales y ellos no se meten en los míos.
Aparto los ojos de
Sara y me regaño a mí mismo. No voy a arruinar este negocio por unos celos absurdos.
Sara es mi secretaria, no me pertenece. Y tampoco quiero ser su dueño solo
porque sea tan hermosa...
Nunca mezcles
negocios y placer. Esa es mi regla principal. Una que siempre he respetado y que
no pienso romper por la persona con la que más tiempo paso en el despacho, y en
la que más confío de la oficina. No puedo permitirme el lujo de prescindir de
Sara, así que no complicaré las cosas entre nosotros.
Cuando mi asistente se marcha de la sala, se oye un suspiro colectivo, por lo que enseguida enfoco la reunión en el trabajo, y en este negocio en concreto, porque lo último que deseo es escuchar a cualquiera de estos ejecutivos hablar de Sara. No sé si sería capaz de soportarlo. Por suerte, son profesionales y se centran en su trabajo. Gracias a Dios...
Resoplo
con cansancio y vuelvo al despacho con una sensación de agotamiento total.
Estoy contento por cómo ha ido la reunión, pero estoy cansado y solo deseo que termine
la jornada. Aunque antes tengo que enviar unos correos electrónicos.
—¿Cómo ha ido? —me
pregunta Sara desde su escritorio mientras estira sus largas piernas. No puedo
evitar fijarme en ellas. Son muy sexys. Y, a pesar de que sé que no debería
mirarlas porque está mal, no puedo evitarlo.
—Ehh... —Sacudo la
cabeza y vuelvo a centrar mi atención en mi mesa—. Bien. Firmamos el acuerdo.
—Supongo que,
entonces, te apetece otro café, ¿no? —Se ríe—. Antes de que empieces con los
correos electrónicos, ¿verdad? —Me guiña el ojo mientras coge la taza de mi
escritorio.
—Sí, por favor. —Sara
conoce muy bien mi rutina diaria desde que empezó a trabajar aquí. Esa
familiaridad resulta agradable, y hace que mis jornadas laborales sean mucho
más llevaderas—. Gracias.
Cuando se dirige hacia
la cafetera de la oficina, respiro con calma. Hay algo en Sara que me deja sin
aliento y medio mareado.
—¿Qué estás haciendo?
—me reprocho a mí mismo—. Para. Recuerda las reglas.
Soy un hombre de negocios
que tiene éxito con las mujeres. No hay razón para que me preocupe por la única
a la que no puedo tener. Eso es una tontería. Solo pienso así porque los de la
reunión miraban a Sara fijamente.
—Necesito descansar. —Me
froto la cara con fuerza, preguntándome cuándo fue la última vez que salí por
ahí—. Solo tengo que quedar con alguna tía. Paso demasiado tiempo con Sara.
Debería visitar a mis
hermanos, eso me vendría bien. No he visto a ninguno desde hace meses porque
todos vivimos demasiado lejos, pero tal vez sería un buen momento para pasarme y
ver, al menos, a uno de ellos.
—Oye, Sara... —En
cuanto me trae el café, me lanzo a esa idea antes de cambiar de opinión—. Quiero
tomarme la semana que viene libre, cancela todas mis reuniones, iré a ver a
Ben...
—¿Tu hermano? —Vaya, realmente
lo sabe todo de mí—. Hace mucho que os veis, ¿no? Pero no puede ser la próxima
semana porque tenemos las jornadas de convivencia del personal.
La observo durante un
par de segundos, parpadeando confuso. Sé de qué habla, es importante formar equipo
y fomentar la comunicación entre los empleados, estoy totalmente de acuerdo con
esto. Aunque no sabía que fuera la semana que viene. Debe habérseme pasado.
—¿Lo has olvidado? —Sara
pone los ojos en blanco y se ríe—. Lo reservé hace unos meses.
—¿Dónde? —Trato de no
quejarme, pero no sé si esto me ayudará a sentirme mejor.
—En el Chambers
Resort. Organizan con frecuencia eventos como este. Habrá una combinación de
actividades físicas, para que la comunicación fluya mejor, y relajantes. Vamos,
un poco de todo.
Debo admitir que
suena bien. Y Sara parece emocionada con ello. Supongo que será preferible a
estar en la oficina, y siempre se produce un gran aumento de productividad después
de estos eventos. Solo necesito verlo como algo positivo.
—Vale, bien. —Asiento
y sonrío—. Gracias por organizarlo, Sara.
—Oh, de nada.
Disfruto preparando cosas como esta. Es divertido. Y todos están muy animados solo
de pensarlo.
Me lo imagino... en
especial, si es Sara la que se lo cuenta con su aura de radiante felicidad. Si
no disfrutara tanto con tenerla como asistente y no estuviera convencido de que
no encontraría a alguien tan bueno como ella para el puesto, me plantearía la
posibilidad de trasladarla al equipo de ventas por su alegre personalidad, pero
la necesito donde está.
—Bueno, estoy seguro
de que será genial. Envíame todos los detalles, ¿vale?
—Ya te los envié por
correo electrónico, jefe, pero lo haré de nuevo ahora mismo. Un segundo.
Como siempre, enseguida
lo recibo. Sara nunca falla ni olvida nada. Ojeo las fotografías del hotel que
ha elegido, admirando el Chambers Resort. Parece un sitio muy agradable, e ideal
para una escapada romántica, pero sin duda la sensación de lujo que transmite
encantará a todos. Mis empleados han trabajado mucho este año y se lo merecen.
—Genial. Gracias,
Sara; es fantástico. Creo que este será el mejor evento de los organizados hasta
ahora.
Una sonrisa de
aspecto reservado se extiende por su rostro, lo que me hace preguntarme qué
está pensando. Es un poco enigmática cuando se trata de su vida privada. Sin
embargo, no necesito conocerla, así que no pregunto pero, aun así, despierta mi
curiosidad. Y hoy más de lo habitual, aunque supongo que es porque estoy muy sensible.
En alerta. La reunión me ha puesto al límite.
Sara vuelve a su trabajo,
y yo hago lo mismo. Intento limpiar la bandeja de entrada del correo porque prefiero
no tener que trabajar en casa. Ya lo hago bastante aquí.
Aunque, hoy, no es
tan sencillo. Me cuesta concentrarme porque cada vez que dejo vagar mi mente un
segundo, me encuentro mirando a Sara y pensando en ella de un modo que no
debería, soñando con ella. Imaginando no solo lo que podría estar pasando por
su mente en este momento, sino también en cómo sería besarla. Sentir sus labios
rojos y carnosos contra los míos, su lengua caliente y atrevida dentro de mi
boca, sus manos recorriendo mi cuerpo, tocándome de una manera primitiva y
animal.
«Basta», me regaño
con rabia. «Basta ya...»
Pero hay una piscina
en el hotel, la he visto en las fotos que me ha pasado Sara, y también jacuzzis, así que ahora me imagino a mi
ayudante en bikini, luciendo sus largas piernas. En el despacho, suele llevar
ropa ajustada, así que me he hecho una idea bastante clara de cómo es su
cuerpo, pero en bañador estaría casi desnuda, lo cual resulta demasiado para
mí.
¿Pasará algo entre
nosotros? Una vez más, no debo pensar en ello, pero tengo muy poco control
sobre mi mente en lo que a Sara se refiere. ¿Este evento de confraternización
laboral va a llevarnos a alguna parte? ¿Podrá Sara hacerme romper mis propias reglas?
No, esto es solo
culpa de esas malditas fotos. Además, estoy agotado. Últimamente he estado muy
estresado. Tal vez, la próxima semana, me haya olvidado de esta locura y no
estaré tan obsesionado con las piernas de mi secretaria. Eso espero, porque no
quiero tener problemas en la oficina.
Sara
—¡Sara!
—Bella me llama desde recepción, al otro lado de la oficina, nada más verme. Es
casi como si hubiera aguardado a que Ryan no estuviera delante—. ¿Cómo estás?
Me acerco a ella sonriente.
—Bien, gracias. Ultimando
los detalles para el evento de fraternización de la próxima semana. Va a ser genial.
—Oh. —Bella se
estremece y sonríe—. Me alegro de que te encargues tú de organizarlo. Recuerdo que
cuando Ryan intentó hacerlo, fue un auténtico muermazo. Menudo aburrimiento.
Se echa a reír y soy
incapaz de no unirme a sus carcajadas. Siempre intento que mis compañeros se
diviertan porque creo que eso fomenta un mejor ambiente laboral. Todos se involucran
tanto en su trabajo, y en la política de la empresa, que olvidan que también nos
podemos divertir. Ryan quiere que, al interactuar juntos, en equipo, aumente la
productividad y que todos nos comuniquemos mejor, pero va mucho más allá de
eso.
—Primero, sudaremos
la gota gorda, con una buena dosis de actividad física, y, luego, nos relajáremos,
bebiendo algo junto a la piscina —le comento a Bella—. Al menos, esa es la idea
y lo que les dije que queremos.
—Lo de la bebida
suena bien... lo de sudar haciendo ejercicio, no tanto. —Como alzo una ceja, levanta
las manos en un gesto de rendición—. Lo haré, no te preocupes. Sabes que me apunto
a cualquier cosa. Incluso participé en aquella divertida carrera por el fango
en la que nos inscribiste a todos por navidad.
—Oye, que fue por una
buena causa —le recuerdo—. Además, tienes que admitir que fue muy gracioso ver
a Ryan lleno de barro, de la cabeza a los pies, y dejándose llevar de semejante
manera por su lado competitivo...
Debo tener esa mirada
soñadora que, al parecer, se me pone cada vez que hablo de Ryan porque, de
inmediato, Bella me da un codazo juguetón.
—Oh, te gusta,
¿verdad?
—Está muy bueno.
Alto, moreno y guapo. Es el sueño de toda mujer. —Me encojo de hombros y le guiño
un ojo—. ¿No crees? Lo malo es que estoy a su lado, en el despacho, todo el día.
Me pone un montón y es una tortura porque me cuesta horrores concentrarme en el
trabajo.
—Cómo no te has liado
todavía con él. —Bella me mira con aprecio de arriba a abajo—. Ese tío tiene
que ser frío como el hielo para resistirte a tus encantos, en especial cuando te
pones una minifalda como esa.
—No es una minifalda —me
burlo de la regañina—. Solo una prenda que destaca mis mejores atributos, eso
es todo. Y yo tampoco lo entiendo. Sigo poniéndole ojitos para llevármelo a la
cama, pero aún no ha hecho nada al respecto. Si dependiera de mí, ya lo habría
hecho. Pero no puedo porque es el jefe. Podría rechazarme o, incluso,
despedirme.
—Bueno, en un
complejo turístico tan elegante como el del evento... —Bella mueve sus cejas con
picardía—. Nunca se sabe lo que puede pasar. Cualquier cosa es posible en un hotel
como ese. Tal vez, al no estar en la oficina y encontraros en un ambiente
relajado, después de beber algo, surja la chispa entre vosotros. Nunca se
sabe...
Esta vez, estoy
segura de que mi mirada refleja la intensa emoción que esa idea despierta en mi
interior. La mera posibilidad de que algo suceda entre Ryan y yo, después de
trabajar juntos dos años, es demasiado para mí. Ya notaba antes un cosquilleo
entre los muslos, pero ahora esa sensación se ha intensificado. Incluso aprieto
las piernas para tratar de calmarlo, pero no puedo controlarlo.
—Para. —Un rubor se
extiende por mis mejillas mientras golpeo juguetonamente a Bella en el brazo—. No
me hagas pensar en cosas así. Todavía falta un fin de semana para eso. No sé si
podré soportarlo. Primero iremos al complejo turístico y, entonces, pensaré en
ello.
—Apuesto a que no
pensarás en nada más. —Bella sigue riéndose, burlándose de mí aunque le he
rogado que no lo haga. Ella sabe que no lo digo en serio.
—Yo tampoco. Pero,
ahora, tengo que hacer unas fotocopias.
Dejo a Bella, y me
marcho moviendo las caderas. Puede que no haya pasado nada entre Ryan y yo,
pero eso no significa que no pase en un futuro. Hay una atracción muy fuerte entre
nosotros, aunque él no quiera reconocerla. No puede ignorar la química que
tenemos eternamente. Es demasiado intensa, casi abrumadora. Tendría que estar
ciego para no verla.
Por supuesto, no sé
qué va a pasar entre Ryan y yo después de que nos acostemos, aunque seguro que
no seremos capaces de mantener las manos apartadas el uno del otro, lo que hará
que sea más difícil trabajar juntos. Pero si nos esforzamos, podremos hacerlo.
Creo en nosotros. Y estoy convencida de que lo nuestro puede ser algo especial...
Mientras se hacen las
fotocopias, me meto en el aseo de señoras. No porque necesite ir al baño, sino
porque este cosquilleo que tengo entre los muslos demanda atención. No puedo
ignorarlo más. Ni tampoco volver al despacho con Ryan siéndome así. Ya resulta
bastante difícil estar cerca de él. Esto es algo que debo hacer cuando el deseo
es demasiado intenso y necesita una liberación.
Puede que sea una
forma poco ortodoxa de pasar una tarde de trabajo, pero confío en que no
siempre será así. Estoy segura de que una vez que estemos juntos, resultará más
fácil.
Después de cerrar con
llave la puerta del cubículo, me apoyo contra la fría pared para tratar de
calmarme por el contraste de temperatura. No va a funcionar, lo sé. Así que echo
la cabeza hacia atrás, cierro los ojos y me subo la minifalda. Las bragas de
encaje me rozan justo en la zona en la que deseo tocarme y eso me excita aún más,
haciéndome sentir que podría explotar si no consigo lo que necesito.
En mi imaginación, ya
estamos en el complejo turístico, en el evento corporativo, y Ryan y yo nos
hallamos en la piscina, solos. No en el baño de señoras de la oficina, sino en
una preciosa piscina. Ryan presiona su cuerpo contra el mío, su aliento cálido
me acaricia el rostro y un dulce hormigueo recorre mi cuello y mi piel. No son
mis dedos los que se deslizan dentro de mi ropa interior, sino los suyos. Sus
duros y callosos dedos exploran mi húmeda cavidad, empujando hacia mí, para
sentirme de verdad.
«Joder, Ryan».
Imaginar que es mi jefe el que me toca hace que todo sea mucho más intenso para
mí, demasiado. Puede que aún no nos hayamos acostado, pero irse a la cama con
él tiene que ser una experiencia increíble. Me basta con mirarle para saber que
puede encenderme con un solo roce. «Oh, Ryan Wilson...»
Por supuesto, sigue
siendo mi jefe, incluso en mis fantasías. Y me gusta que tome el control de la
situación. Soy una mujer fuerte y segura de mí misma, pero es muy sexy que
lleve el mando. Solo de pensarlo, unos escalofríos recorren mi columna
vertebral y mi estómago se contrae de excitación. Lo que provoca que me humedezca
todavía más por él.
A medida que la
imagen de Ryan se vuelve más frenética por el deseo, acelero el ritmo, sumergiéndome
más y más rápido y acariciando mi clítoris también con más intensidad. Él lleva
las riendas, como estoy segura que haría en la vida real. Toma el control total
y me penetra profundamente, haciéndome ver las estrellas. Cada golpe es más
loco que el anterior.
Cuanto más se pierde
Ryan, más primitivo y animal se vuelve. Me encanta verlo así, aunque solo sea
en mi imaginación. Quiero verle sin su máscara habitual, convertido en el
verdadero y vulnerable Ryan, dejándome ver al auténtico Ryan Wilson. Porque sé
que oculta otra faceta, una menos pulida y más profunda.
Cada vez que me toco
pensando en él, me lo imagino así. Supongo que es porque ese es el que quiero
para mí. No deseo al Ryan Wilson que conoce todo el mundo. Quiero al Ryan real,
al auténtico.
Tengo que morderme el
labio inferior para acallar un grito de éxtasis cuando alcanzo el clímax. No
quiero que me oigan, no deseo llamar la atención ni que descubran este pequeño
secreto que me ayuda a superar la jornada laboral, así que debo guardar
silencio, por lo que ahogo mis gritos mientras me corro.
Me resulta difícil
mantenerme de pie, aunque evito caerme de rodillas cuando, de pronto, mis
piernas parecen de gelatina. El orgasmo es demasiado para mí, no sé ni cómo puedo
seguir respirando...
Y entonces el placer
se calma, dejándome jadeante y hecha un desastre. Me llevará un rato calmarme para
poder volver al despacho, así que me siento sobre la tapa del inodoro y dejo
que mi respiración se torne normal. Todo ello mientras sonrío. Estoy
absolutamente loca por ese hombre, le deseo tanto que me duele. Dios, solo
espero estar con él pronto o no podré soportarlo.
—Tal vez, la próxima
semana —susurro. Quizá debería ser yo la que dé el primer paso. He evitado tomar
la iniciativa porque no quiero perder el trabajo, pero si Ryan no lo hace,
entonces tendré que hacerlo yo, ¿no? A menos que desee seguir en este limbo eternamente,
y es evidente que no podría porque esta situación me está matando.
No he salido con
nadie desde que empecé a trabajar con Ryan, porque ningún otro es como él. Tan
guapo, musculoso, carismático, con esa chispa… Nadie se puede comparar con él. Solo
le quiero a él. Ryan es un hombre especial y se ha colado bajo mi piel.
—Bueno, vamos allá. —Apoyo
las manos en las rodillas y me levanto—. Hora de trabajar.
Aún no estoy preparada, me vendría bien esperar un poco más, pero no quiero darle a Bella, o a ningún otro compañero, motivo para que venga a buscarme. De todos modos, debo recoger las fotocopias porque seguro que ya están. Eso me dará un poco más de tiempo para recuperarme.
Ryan
En
cuanto veo el nombre de Ben en la pantalla del móvil, sé que estoy metido en un
lío. Le había prometido visitarle, y aún no lo he hecho. Si no fuera por las
jornadas de empresa de esta semana, podría haber ido pero, aunque se lo
explique, no lo entenderá.
—Hola, Ben —le saludo
con un tono alegre porque no quiero pelearme con él, si puedo evitarlo—. ¿Cómo
estás? Lamento no haberte llamado la semana pasada...
—No importa, sé que
estás ocupado —responde con una pizca de sarcasmo—. ¿Cuándo vas a venir a
verme? Hace siglos que me prometiste una visita.
—Lo sé, lo sé. —Me
agarro la frente cuando empiezo a notar un incipiente dolor de cabeza—. Lo
siento. Quería ir esta semana, pero tenemos nuestro evento anual corporativo...
—Tan ocupado como
siempre —interviene—. Nunca tienes tiempo.
—No, no es eso. —Niego
con la cabeza aunque sé que Ben no puede verme—. Iré una vez terminen estas
jornadas. ¿Cuándo estarás libre el mes que viene?
Ben me da algunas
fechas y las anoto, esperando pasar algo de tiempo con él. Ben es el único de mis
hermanos que aún vive en nuestra ciudad natal y eso hace que me preocupe por
él. No puedo evitarlo porque no ha seguido adelante, y temo que se sienta solo.
No quisiera que ninguno de mis hermanos se sintiera así y, como soy el mayor,
es mi responsabilidad asegurarme de que eso no ocurra. Pero es difícil con lo
ocupado que estoy siempre con el trabajo. Si supiera qué hacer, haría cualquier
cosa por cualquiera de ellos... pero ellos tampoco me lo dicen.
—Está bien, lo
solucionaré. —Escucho a Ben resoplar—. No seas así, lo haré. Sé que no he ido
mucho por ahí, pero he estado trabajando. Ya sabes que deseo tener éxito.
—Sí, lo sé. —Suena
cansado—. Lo entiendo, de verdad, es solo que... bueno, todos somos muy
distintos, ¿no? Y tenemos diferentes puntos de vista.
No sé qué pensar ante
semejante afirmación. No sé si es un hecho o si se supone que es una provocación,
pero no muerdo el anzuelo porque no quiero discutir. Ben tiene razón de todos
modos; no tiene la misma ambición que yo. No desea montar un negocio de la nada.
Puede que tenga treinta años, solo dos menos que yo, pero no podríamos ser más
diferentes ni aunque lo intentáramos.
—Bueno, en cuanto
consulte mi agenda con Sara, te avisaré, ¿vale? Y podremos pasar unos días
juntos. Creo que lo necesitamos.
Una vez que pasa ese
momento de tensión inicial, charlamos un poco y nos ponemos al día de nuestras
vidas antes de despedirnos. Por desgracia, no puedo hablar mucho con Ben porque
debo salir hacia Chambers Resort. Y no quedaría nada bien si el jefe llega
tarde.
Mientras cojo las
maletas y me dirijo hacia la puerta, me pregunto qué me deparará el evento de
este año. Tengo la extraña sensación de que algo va a cambiar, y que será
significativo, aunque no sé por qué.
Me meto en el coche y
dejo mis bolsas de viaje en el asiento trasero. Justo antes de arrancar, mi
móvil vuelve a sonar. Lo saco, esperando ver el nombre de Ben en la pantalla,
porque se habrá olvidado de decirme algo, en cambio, es el nombre de Sara el
que aparece en la pantalla.
—¿Sara? —murmuro asombrado
y mi corazón deja de latir un segundo—. ¿Por qué me llamará?
Solo hay una manera
de averiguarlo pero, curiosamente, estoy nervioso. No sé por qué razón, ya que seguro
que será algo relacionado con el trabajo. No obstante, me noto alterado.
—Serás idiota. —Sacudo
la cabeza para dejar de comportarme como un estúpido y descuelgo, tratando de
ignorar el temblor de mis manos—. ¿Sara?
—Oh, Ryan, gracias a
Dios. —Parece muy preocupada. Me alegro de haberme recuperado y contestado su
llamada—. No sé qué pasa, pero mi coche no arranca. Me está volviendo loca. No
sé cómo voy a llegar al complejo turístico sin coche y Bella ya se ha ido...
—Oh, puedo llevarte
yo. —Este es un problema simple con una solución muy obvia. Menos mal—. Sé
dónde vives. No está muy lejos de aquí; pasaré a buscarte.
—No quiero
molestarte, pero significaría mucho para mí. Si no te importa...
Me echo a reír.
—No, tranquila, no hay
problema. No puedo permitir que mi asistente personal se pierda el evento más
importante del año, ¿verdad? Especialmente cuando lo ha organizado todo.
—Eres lo más.
Gracias, Ryan, de verdad —exclama Sara, aliviada—. Te esperaré delante de mi
casa.
Me siento
extrañamente animado al tomar el pequeño desvío para recoger a Sara. Será
agradable ir con ella y tener compañía. Es un encanto y nos llevamos muy bien.
Además, cuanto más me acostumbre a ella, menos pensaré en los días que pasaremos
en el Chambers Resort. No quiero pensar en ella de esa manera.
Pero me doy cuenta de
mi error al llegar a casa de Sara y ver sus deliciosas piernas. A pesar de que
lleva faldas cortas en el trabajo, y que se las veo todos los días, con ese
vestido de verano y la ligera brisa que sopla puedo contemplarlas aún más, y se
me seca la boca. Se suponía que debía acostumbrarme a ella, adaptarme para no
pensar en ella de manera sexual, y he fracasado. En cuestión de segundos, ya me
la estoy comiendo con los ojos.
—Oh, eres mi
salvación. —Sin tener idea de lo que pasa por mi mente, Sara abre la puerta del
coche y deja su maleta en la parte de atrás, junto a las mías. En ese momento,
extrañamente parecemos una pareja que se toma unas pequeñas vacaciones juntos.
Unos días donde van a pasar mucho tiempo en el dormitorio... Dios—. Muchas
gracias.
A continuación, ocupa
el asiento del copiloto y se abrocha el cinturón, lo que hace que mi vista se
vea atraída hacia su amplio escote. Nunca la miro tanto y, ahora, al hacerlo, apenas
puedo respirar.
—Bien, estoy lista. —Me
sonríe de oreja a oreja—. ¿Nos vamos?
—Eh... sí. —No sé por
qué tartamudeo; esto es horrible—. Vámonos.
Me incorporo a la
carretera de nuevo y me dispongo a conducir, aunque solo pienso en Sara. Estoy
un poco obnubilado, confundido y la deseo. Necesito mantener una conversación
normal para que esto no termine en desastre.
—¿Con qué actividad empezaremos
las jornadas? —Sueno monofónico. Genial—. Para… fortalecer el equipo, quiero
decir... ¿Tienes planeado un horario?
—Claro. —Sara sonríe.
Sus ojos brillan de emoción. Está más guapa que nunca. Especialmente desde que
abrió la ventanilla del coche y la brisa juega con su pelo—. Bella me preguntó
lo mismo, pero creo que es porque quiere saber cuándo serán los descansos. Está
deseando disfrutar de los almuerzos y pasar un rato en la piscina.
—Y yo —digo sin
pensar, y de repente parezco poco profesional—. O sea... —Un intenso calor se
extiende por mi cuerpo—. Me gusta participar en estos eventos, pero la
comunicación fluye con facilidad cuando comemos todos juntos. Además, la gente
se divierte. Y, de eso se trata, ¿no?
—Por supuesto. Creo
que todos lo necesitamos. Han sido unas semanas muy estresantes. En particular,
para ti. Pero ahora puedes relajarte con nosotros.
Hay algo velado en lo
que ha dicho, algo sexual que hace que mi pulso se acelere. Sara suele ser muy
cautelosa al hablar, es más amable que coqueta, y eso me ha permitido controlar
mis fantasías. Pero ahora... bueno, sentí un pequeño chisporroteo y, al parecer,
las cosas están a punto de cambiar entre nosotros. Sobre todo, si no consigo
controlarme.
No debería dejar que
eso ocurra. Tengo que ser el que controle la situación. Soy el jefe y debo actuar
como tal. No puedo ceder a la tentación. De verdad, no puedo.
—Supongo que
necesitamos relajarnos. —Le sonrío, esperando que parezca que lo hago solo por
educación—. En especial, porque con los últimos acuerdos que hemos firmado, vamos
a tener que trabajar mucho. Lo siento...
—Oh, no. Me gusta trabajar
y estar ocupada. Ya me conoces.
Tenemos eso en común.
A mí me pasa, exactamente, lo mismo. Partí de cero, fundé la empresa de la nada
porque me gusta mantenerme ocupado y trabajar bajo presión. Supongo que, por
eso, Sara y yo nos llevamos tan bien...
Pero también es por
eso que no quiero pensar en ella de otro modo que no sea como mi asistente
personal. Porque la necesito en mi vida, en el despacho.
—Bueno, me alegro. —Ojalá
lleguemos pronto al centro turístico porque no sé cuánto tiempo más soportaré
estar con Sara en un habitáculo tan pequeño. Prácticamente la estoy respirando—.
Por eso, me gusta tenerte en el equipo.
—Y a mí me gusta ser parte de él —ronronea, seductora—. Es el mejor trabajo que he tenido en mis 28 años de vida.
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