Prólogo
Beth
Sábado
Se suponía que esto iba a ser fácil, pero ¿a quién
estaba engañando? Estar con Ash de esta manera me trajo recuerdos de hacía seis
años cuando la vida parecía perfecta. Oh, cómo deseaba que pudiéramos estar así
otra vez.
Pero no. Él estaba aquí en el club que tenía con
mi hermano para completar una misión. Necesitaba que Ash comprara la mitad del
negocio de mi hermano para salvarnos económicamente. Era una pena, pero mi
hermano se había retirado del negocio hacía unos años y tenía que hacer lo que
pudiera por rescatar el club. Esperaba que me hiciera una buena oferta, aunque no
podía culpar a Ash si no lo hacía, ya que mi hermano no estaba involucrado en
el éxito actual del club. No obstante, esperaba que fuera generoso considerando
su amistad. O, más bien, la amistad que tuvieron en el pasado.
Yo estaba allí para negociar la venta, así que no
estaba segura de por qué accedí a bailar con él. Necesitaba llegar a un acuerdo
y lo último que quería era hablar con Ash de cualquier cosa que no fueran
negocios. A su lado, mi resolución era débil. Él lo había sido todo. Había
perdido la suavidad infantil en el rostro que tenía a los veintiún años y ahora
era un hombre completo, con la mandíbula cincelada y barba de un día. Sus ojos
color avellana me miraban mientras bailaba con él y yo me perdí lentamente en
ellos hasta que fuimos las únicas dos personas en la sala.
Así había sido ese verano en los Hamptons hacía
seis años, después de graduarme en el instituto. Ash acababa de graduarse de la
universidad, y él y Ben planeaban abrir un club en Manhattan. Nuestras familias
habían sido amigas desde hacía mucho tiempo, por lo que conocía a Ash desde
hacía años, pero no fue hasta ese verano que lo vi como algo más que el amigo
de mi hermano.
Todos los chicos Raven eran ridículamente guapos,
así que siempre fueron muy populares en la playa, incluyendo a Ash. Pero ese
verano había algo diferente en él. O, tal vez, era yo. Recuerdo haberlo visto
salir a hacer surf en nuestra casa de la playa y pensar que estaba buenísimo
mientras el agua goteaba de él. Yo había estado tomando el sol en la playa y él
se sentó conmigo mientras mi hermano continuaba haciendo boogie board.
Nos reímos de mi hermano mientras se estrellaba contra las olas. Luego
discutimos nuestros planes para el verano e incluso más allá; los suyos eran
abrir un club con mi hermano, y los míos eran ir a la universidad. Era
divertido, inteligente y dulce y, en pocos minutos, mis sentimientos amistosos
empezaron a cambiar. Una semana después, me escabullí en la noche y me reuní
con él en la playa, donde caminamos y hablamos de nada y de todo.
A pesar de mi actual animosidad hacia él, no pude
evitar pensar en esos momentos como algo más que magia. Era el material de las
películas románticas de adolescentes. Mi madre dijo que era una señal segura de
que no duraríamos. Habíamos tenido una aventura de verano, pero eso había sido todo.
Insistió en que con el tiempo conocería a un hombre que me mostraría lo que era
el amor duradero.
Hasta ahora, no había conocido a ese hombre. Todavía
podía recordar su sabor cuando me besó. No era el primer chico que me besaba,
pero hasta que llegó él no había entendido lo que podía significar un beso. O
lo que podía hacer con mi libido. Después de ese primer beso, supe que quería dejar
de ser virgen con él. El único problema era que nadie sabía lo nuestro, pues acordamos
mantener nuestro floreciente romance en secreto. Para empezar, ¿quién sabía lo
que pasaría una vez que el verano terminara? Segundo, ninguno de los dos estaba
seguro de cómo se lo tomaría Ben, y como Ash se estaba preparando para empezar
un negocio con él, no queríamos estropearlo.
Así, cada noche nos encontrábamos en secreto en la
playa, caminábamos y hablábamos, nos besábamos y nos tocábamos, y luego
caminábamos y hablábamos un poco más. A medida que el verano avanzaba usaba sus
dedos sobre mí, dándome gloriosos orgasmos. Me enseñó a masturbarme con la
mano. Me encantaba lo poderosa que me hacía sentir darle placer. Pero yo quería
más, así que cuando el verano se acercaba a su fin, no quería irme sin darle
todo de mí. Lo amaba, y un día en la playa me ofrecí a él.
Nunca olvidé la mirada en sus ojos en ese momento.
Había emoción, pero juré que también vi amor. Él me había metido el pelo detrás
de la oreja mientras el viento lo mecía suavemente.
—No quiero que esto termine.
Mi corazón se había expandido en mi pecho al
escuchar esas palabras.
—Yo tampoco.
Y luego me había besado de un modo diferente al de
otras veces. En la playa, bajo una hermosa luna de agosto, llenó mi cuerpo con
el suyo. El dolor inicial de su intromisión se apagó con mi amor por él y por
lo que estábamos haciendo y, finalmente, fue reemplazado por el placer cuando tuve
un orgasmo seguido de su propia liberación. Después, me había envuelto en sus
brazos y sentí que mi vida era perfecta, excepto por el hecho de que el verano
estaba terminando y lo nuestro todavía era un secreto.
—Ya se nos ocurrirá algo, Beth —me había dicho
cuando compartí mis sentimientos.
Yo había asentido con la cabeza, confiando en que
encontraría una forma de que estuviéramos juntos. Pero al día siguiente se marchó
sin más explicación. Sin despedirse. Simplemente, se fue.
Ahora, mientras bailábamos, su cabeza se inclinó
hacia un lado como si supiera que no estaba del todo allí. Su mano se posó en
mi cintura y me acercó.
—¿Estás bien?
Su olor me envolvió y me sentí más intoxicada por
él que por las bebidas.
—Sí.
Miré su rostro perfectamente atractivo, sus
amables ojos color avellana, y me pregunté qué nos había pasado. Mi mirada bajó
a sus labios recordando su sabor y suavidad.
—Si me sigues mirando así, no sé qué pasará —dijo
mientras me acercaba, hasta que pude sentir su dura longitud a través de sus
pantalones. Me sostuvo allí, moviéndose con la música y llevándome de vuelta a
esa noche perfecta en la playa. Creía que ya había superado lo que había pasado,
pero estar tan cerca de él hizo que mis sentidos se volvieran locos de
necesidad. Mi corazón anhelaba lo que habíamos perdido, aunque mi cabeza sabía
que nunca podría suceder. Sería demasiado arriesgado permitirlo.
Finalmente, la canción terminó y me alejé.
—Necesito un poco de agua.
Con su mano en la parte baja de mi espalda, me guio
a la sección VIP del club, indicándole a una camarera que nos trajera un poco
de agua. Inmediatamente, me acerqué al cristal para mirar la pista de baile.
Temía lanzarme sobre él si seguía a su lado. Él se colocó detrás de mí, con sus
manos en mi cintura que lentamente me rodearon. Su pecho estaba caliente contra
mi espalda. Su polla se apretó contra mi culo. Su aliento era cálido en mi oído
mientras me daba un beso en el cuello y luego en el hombro. Mis sentidos
estaban sobrecargados con su olor y su tacto. Mi cuerpo zumbaba de necesidad.
Todo lo que podía pensar era en desnudarme y dejar que me tocara toda la noche.
Sus manos se deslizaron por mi vientre hasta justo
debajo de mis pechos. Su pulgar rozó mis ya doloridos y duros pezones, y no
pude contener el jadeo mientras el fuego me atravesaba. ¿Por qué le dejaba
hacer esto? ¿Dónde estaba toda la rabia que había sentido por él durante tanto
tiempo? Debería haberle repelido y no dejar que me excitara, mientras sus
labios tiraban del lóbulo de mi oreja.
—Ven a casa conmigo, Beth.
Oh, Dios, como quería. Quería sentir sus manos en
mi cuerpo otra vez. Sentirlo deslizándose dentro y fuera de mí, haciendo que me
corriera como nunca antes lo había hecho. Pero ceder a Ash conllevaba
demasiados riesgos.
Apretó su polla contra mí, recordándome lo grande
que era.
—Me muero por tocarte de nuevo. —Cerré los ojos
como si eso me ayudara a tomar la mejor decisión—. Lo haré aquí y ahora, pero
prefiero hacerlo en mi cama, donde tengo tiempo, espacio y privacidad.
Mi coño palpitaba de necesidad. Quería que aceptara su oferta. Mi cerebro gritaba peligro. Dios, ¿qué debía hacer?
Ash
A
principios de esa semana, el miércoles
Revisé los estados de ganancias y pérdidas de cada
uno de los clubes propiedad de Industrias Raven. Los clubes eran a menudo como
el fuego; había un gran destello de calor y excitación, pero con el tiempo la
llama se apagaba y, finalmente, moría. Studio 54, el club más caliente de Nueva
York durante la era de las discotecas, era un teatro hoy en día. Afortunadamente,
yo sabía lo que estaba haciendo y todos nuestros clubes eran puntos calientes,
ya fuera en Nueva York, Los Ángeles, Londres o cualquier otra ciudad del mundo.
Jet era el primer club que había abierto, y el que
había compartido con mi amigo de la infancia, Ben McAdams. El club seguía
siendo el mejor de todos los que dirigía, pero ver sus números fue agridulce.
Ben había desaparecido del negocio hacía años. El club que imaginamos y
diseñamos el verano después de graduarnos de la universidad fue un éxito, pero
él no había estado para disfrutarlo. Sabía que su padre había estado enfermo,
así que no lo presioné y, en su lugar, contraté a un gerente para que dirigiera
el lugar en su ausencia. Su padre había muerto recientemente y yo había
continuado enviándole su parte de los beneficios.
Pensar en Ben me llevaba a pensar en su hermana,
en Beth, lo que siempre me llenaba de un torrente de emociones. Incluso después
de seis años, todavía sentía la pérdida al tener que dejarla. Ya era mayor y reconocía
lo jóvenes e ingenuos que habíamos sido, pero los sentimientos, mi amor por
ella, había sido real. Basándome en lo mucho que todavía la anhelaba, seguían
siendo reales. Sin embargo, junto a la tristeza estaba la ira. Mi padre me
había obligado a dejarla. Dijo que éramos demasiado jóvenes y que teníamos
otras cosas más importantes que hacer que perder nuestro tiempo en el amor.
Puntualizó su decisión con amenazas que podrían arruinarnos a mí y a Ben en nuestros
planes para el club.
Yo era demasiado joven y no tenía el coraje para
enfrentarme a él, así que, con el corazón roto, acepté su decisión.
Recientemente, el muy bastardo había cambiado las reglas del juego. Nos había
dicho a todos sus hijos que su estrategia de negocios no funcionaba, y que
había ideado un nuevo plan de herencia que requería que todos nosotros nos
casáramos y tuviéramos hijos. Si no me hubiera obligado a dejar a Beth,
probablemente, estaría casado con ella y ya tendríamos un hijo. Cabrón.
Me sentí muy feliz por mi hermano Chase cuando conoció
a Sara, y también por Hunter cuando conoció a Grace, pero mirarlos me hacía
revivir mi pérdida cada maldito día, y me estaba volviendo loco. De todos mis
hermanos yo era, probablemente, el más tranquilo, pero el resentimiento con mi
padre era palpable. Hacía seis años, debí haberle dicho que se fuera al
infierno cuando dijo que retiraría su ayuda financiera para el club si seguía mi
relación con Beth. No sabía cómo se había enterado, ya que no se lo habíamos
dicho a nadie, ni siquiera a Ben, mi mejor amigo.
Sí, estuve a punto de mandarlo al infierno. El
padre de Ben quería prestarle dinero para empezar y quizás podríamos haber empezado
más desde abajo sin la ayuda de mi padre. Pero entonces el padre de Ben se enteró
de nuestra relación y dijo que también retiraría su apoyo. Beth tenía planes de
ir a Princeton y no quería que los desbaratara.
En retrospectiva, desearía haberles dicho a ambos
que se fueran al infierno, pero no tuve el valor de enfrentarme a nuestros
padres. Hoy, la edad y la experiencia me daban la fuerza y el conocimiento que
necesitaba para tener éxito sin ellos. Hace seis años, como un graduado
universitario de veintiún años, no me sentía tan seguro y no quería arruinar
los planes en los que Ben y yo habíamos trabajado tan duro. No era lo
suficientemente valiente para enfrentarme a los dos hombres más poderosos que
conocía, ni lo suficientemente inteligente para averiguar cómo tenerlo todo: el
club, mi amistad con Ben y el amor de mi vida, Beth.
Sacudí la cabeza para aclararme los sentimientos y
me concentré en los números que estaban delante de mí. Una llamada a mi puerta
me apartó de los informes.
—Pasa —dije.
La secretaria de mi padre, Álex, asomó la cabeza.
—Hola, Ash, tienes una visita. No está en tu
agenda.
No me gustaban los invitados sin cita previa, así
que consideré decirle a Álex que la visita pidiera una cita. Lo más probable
era que fuera un periodista o alguien queriendo venderme un negocio para
invertir. Sin embargo, un periodista podría establecer buenas relaciones
públicas para la empresa, y un aspirante a empresario podía contar con buenas
ideas. Ver al visitante sería una buena distracción y llenaría el tiempo antes
de mi próxima reunión.
—Hazlo pasar.
Álex levantó las cejas con sorpresa y desapareció.
Mientras esperaba observé los números finales de Jet y, de repente, el aire de
la habitación cambió. Un aroma familiar llenó mi nariz y mi corazón se hinchó.
Levanté la cabeza y… ella estaba allí. Beth. Dios mío, era aún más hermosa de
lo que recordaba, con su pelo rubio y sus ojos azul oscuro.
Inmediatamente, volví a hacía seis años, cuando la
amaba en la playa, cuando utilizaba mis manos y mi cuerpo para hacerle saber
que no solo quería follarla, sino que la quería toda. Su amor. Esa noche cuando
hicimos el amor, planeé mi futuro con ella, empezando por contárselo a mi
familia. Quería traerla a Nueva York conmigo y luego decirle a Ben lo que
sentía por ella. Y luego nos casaríamos y tendríamos hijos. Pero antes de que
el sol saliera al día siguiente, mi padre me hizo renunciar a esos sueños.
Sacudí la cabeza sin saber qué hacer. Quería
tocarla para asegurarme de que era real y no una alucinación, pero yo me había alejado
sin decir una palabra, y mis intentos de ponerme en contacto con ella cuando la
culpa y la pena casi me ahogaban no obtuvieron respuesta. Así que, ahora suponía
que su presencia en mi despacho no iba a ser fácil. Su expresión no sugería que
estuviera feliz de verme o que me deseara. No, ella parecía nerviosa e insegura.
—Beth. —Me las arreglé para decir algo. Entonces,
me puse en pie y le hice un gesto para que se sentara en la silla frente a mi mesa.
Observé como se movía hacia mí y tomaba asiento.
Jesús, seguía siendo la mujer más hermosa del mundo. Su pelo rubio era un poco
más corto, pero lo suficientemente largo como para deslizar los dedos por él.
Sus penetrantes ojos azules parecían cansados pero decididos, quizás un poco
molestos. Supongo que tenía derecho a estar enfadada. Me la había follado en la
playa y la había dejado al día siguiente. Yo había intentado contactar con ella
y explicárselo, pero había cambiado su número y nunca respondió a mis cartas.
Me enteré por la prensa que se había ido a Europa a vivir con su madre y a
estudiar allí en vez de a Princeton. Siempre me pregunté si su padre la había
mandado allí para alejarla de mí.
Consideré pedirle ayuda a Ben para llegar a ella,
pero, finalmente, decidí que no quería estropear nuestra relación mientras levantábamos
el club. Así que la dejé ir, esperando que mi madre, la única persona a la que se
lo contaba todo, tuviera razón en que ambos éramos jóvenes y teníamos mucho que
vivir. Que, con los años, recordaría aquello como un dulce romance de verano y
que cuando fuera mayor encontraría un amor duradero. Pero mi madre se había
equivocado. Con ninguna mujer había querido algo más que el estallido del
orgasmo. Ahora, mientras la miraba, me di cuenta de que todavía me sentía unido
a ella.
Abrió la boca para hablar y luego la cerró, y sus
mejillas se sonrojaron. Me recordó la primera vez que la besé. Dios, sabía tan
dulce. Recuerdo haberme sentido borracho por su sabor. Quería probar más; todo
de ella. Y lo hice, excepto ese dulce lugar entre sus muslos. Como parecía
estar luchando con la forma de empezar, decidí que lo haría yo.
—¿Cómo estás? —Quería saber por qué estaba allí,
pero pude ver que esto era tan incómodo para ella como para mí. Entonces
recordé a su padre—. Lamento lo de tu padre. Estaba fuera de la ciudad y no
pude presentar mis respetos. —Le hice saber a Ben que estaba fuera cuando envié
mis condolencias, pero no respondió.
—Gracias. —Todavía tenía la voz de un ángel.
—¿Cómo está Ben? No lo he visto ni he sabido de él
en mucho tiempo. El club va muy bien. Espero que esté contento… —Dios, estaba
divagando.
Inhaló como si se preparara para lanzarse de lleno
a la razón por la que estaba aquí.
—En realidad, estoy aquí para hablar del club.
—Oh… —Tomé asiento, listo para escuchar lo que tuviera que decirme. Esperaba que le llevara mucho tiempo, porque quería escucharla y mirarla el mayor tiempo posible.
Beth
Miércoles
Pensé que
estaba preparada para ver a Ash de nuevo. Había vivido con mi resentimiento
hacia él mucho más tiempo que el verano que compartimos. Aunque quería ser
cortés con él, entré en su oficina con mi ira intacta y una misión que cumplir.
Estaba segura de que sería capaz de hacerlo sin correr el riesgo de que los
viejos sentimientos positivos arruinaran mi objetivo.
Pero al verlo sentado detrás de su escritorio, más
guapo de lo que recordaba, se me paró el corazón. Parecía poderoso y competente
como el hombre de negocios que era. Probablemente, estaba en el ADN de los
Raven. Sin embargo, también atisbé cierta inseguridad en él, cierto sentimiento
de culpabilidad. Bien. Lo que me hizo fue cruel. No quería venir a verlo. Me
hirió tanto que quise borrarlo de mi memoria. Pero eso había sido imposible, ya
que, un mes después, cuando me instalaba en la casa de mi madre en Europa en
lugar de ir a Princeton, descubrí que estaba embarazada. En aquel entonces,
sabía que necesitaba contactar con Ash para hacérselo saber, así que le envié una
carta. Una carta que regresó a mí con las palabras «devolver al remitente» garabateadas
en el frente. Desde entonces, Ash fue persona non grata para mí.
Cuando Ben se enteró de lo sucedido quiso patearle
el trasero a Ash, pero estaban sucediendo cosas más importantes, como la mala
salud de mi padre y la caída de los beneficios de la empresa. Por suerte, lo
convencí de que se olvidara del tema. Y desde entonces Ben hizo todo lo posible
para evitar a Ash. Teníamos buenas razones. Razones que no necesitaba que Ash
supiera.
Desafortunadamente, hoy necesitábamos su ayuda y aquí
estaba yo, tratando de evitar que mi pasado arruinara mi futuro. Esta reunión
tenía que ser corta e ir al grano. Nada de recordar el pasado o compartir
nuestras vidas presentes. Con suerte, yo ya no le importaría. Respiré
profundamente.
—Ben quiere vender su parte de Jet. Quiere dejar
el negocio de los clubes nocturnos.
—A Ben le encantaba ser el dueño de Jet. —Arqueó
las cejas.
Me encogí de hombros quitándole importancia
cuando, en realidad, Ben había sido más feliz que nunca mientras dirigía el
club.
—Él sigue adelante. Ahora tiene otras obligaciones.
Además, ya no os veis. Una de las razones por las que Ben aceptó unirse a ti
fue por vuestra amistad. Pero os distanciasteis y ya no tiene sentido para él.
—Admito que hace tiempo que no veo a Ben, pero no
fue mi culpa. —Puso ceño—. Él es el que se retiró del club cuando tu padre enfermó.
—Antes de eso tampoco estuviste muy presente en su
vida.
—En los últimos años, mi trabajo me ha mantenido más
alejado de Jet de lo que me gustaría. Pero Ben sigue siendo mi amigo. ¿Por qué
te envió a ti en vez de hablar conmigo él mismo?
Tragué con la esperanza de ocultar mi dolor. Ben
necesitaba desprenderse del último lazo que lo unía a Ash.
—Ben está ocupado con la herencia de mi padre. —Eso
no era mentira. Se ocupaba del negocio de mi padre evitando que se hundiera. Estaba
luchando mucho y su salud mental y física se había visto afectada. Con suerte,
vender su mitad de Jet lo ayudaría.
—¿Qué hay de ti? ¿También estás pensando en
hacerte cargo de parte del imperio de tu padre?
—Estoy ayudando. —Me encogí de hombros, no quería
darle demasiada información—. Aceptaremos un precio justo—. No quería que Ash
supiera lo grave que era nuestra situación financiera.
Ash me estudió por un momento.
—Hace tiempo que no voy al club. Supongo que Ben
tampoco. Creo que deberíamos comprobarlo juntos. Nos dará la oportunidad de
hacer una evaluación completa de su valor. Podemos recurrir a una evaluación
externa si lo prefieres, pero creo que entre los dos podemos determinar el
valor y hacer una oferta razonable.
—No estoy segura de que Ben esté disponible.
—Pues lo haremos nosotros dos.
—Estoy demasiado ocupada para ir allí. ¿No puedes
comprobarlo tú y hacer una oferta?
—¿Confías en que lo haga yo solo? —Diablos, no
confiaba en él. ¿Cómo podía confiar en el hombre que me prometió estar conmigo
para siempre y al día siguiente se había ido sin decir una palabra?—. No nos llevará
mucho tiempo —continuó—, podemos vernos en la hora de más afluencia para que
puedas ver el club en su mejor momento. ¿Qué tal a las diez del sábado?
Cielos, normalmente, me acostaba a las diez porque
siempre tenía que levantarme al amanecer.
—No sé nada de clubes.
—Aún más razón para ir. Puedes darle a Ben un
informe completo.
Parecía que no iba a aceptar un no por respuesta y,
probablemente, tenía razón en que al menos uno de nosotros debería ir para
poder hacerse una idea de lo que valía. Como sabía que Ben no iría, tendría que
hacerlo yo.
—Está bien. A las diez el sábado.
—Genial. —Sonrió y fue impresionante. ¿Por qué
tenía que ser tan idiota?—. Podrás ver el club funcionando a toda marcha y
llegaremos a un acuerdo justo.
Asentí con la cabeza, sintiéndome un poco mal del
estómago. Verlo me estaba afectando más de lo que suponía. Seguía doliendo.
—Te veré allí. —Me puse en pie.
—Bien. —Se levantó de su silla.
Dios mío, ahora podía ver lo grande que era. No en
altura, pero sus hombros y su pecho parecían más anchos en su camisa blanca.
Exudaba poder y fuerza. Pero su expresión era suave y amable. Le extendí la
mano. Él la miró y la tomó con un suspiro. El contacto me hizo recordar los
momentos en los que su mano sostenía la mía mientras caminábamos por la playa.
O cómo las usaba en mi cuerpo para darme placer. La retiré después de una
sacudida.
—Hasta el sábado —dije.
—Nos vemos entonces.
Salí corriendo de su oficina y entré en el
ascensor. No me tomé un respiro hasta que llegué a la calle y pude soltar toda
mi tensión. Dios mío. Esperaba que el sábado hiciera una buena oferta y
habríamos terminado. Cuanto menos viera a Ash Raven, mejor.
Ash
Sábado
Era ridículo lo ansioso que estaba por ver a Beth
de nuevo. Desde el momento en que entró en mi oficina había pensado en ella sin
parar. Incluso aparecía en mis sueños, como cuando la dejé hacía seis
años. En los últimos años había quedado
relegada a un dolor sordo en mi corazón mientras me abría paso en los negocios.
A instancias de mi padre, había hecho todo lo posible para cooperar en el éxito
de Industrias Raven alejando cualquier pensamiento sobre la felicidad personal.
La compañía era lo único que perduraba, según mi padre. Era lo único con lo que
podíamos contar con seguridad. Mis tres hermanos y yo nos habíamos convencido
de eso, y de la idea de mi padre de que debíamos competir entre nosotros para
ser los mejores, lo que ocasionó que la relación entre nosotros fuera polémica.
Por supuesto, mi padre había cambiado de opinión. Había
decidido que centrarse en el trabajo era un error y que teníamos que casarnos y
tener hijos, a lo que nos habíamos opuesto. Yo quería estrangularlo. Había
tenido una oportunidad en el amor, y él me había obligado a rechazarla. Siempre
odié que me obligara a dejar a Beth, y por eso me resultaba difícil estar cerca
y no arremeter contra él, lo que no era propio de mí.
Mi hermano mayor, Chase, había intentado solucionar
el nuevo plan de mi padre mediante un matrimonio de conveniencia. Ahora, él y
Sara se habían enamorado, pero eso no cambiaba el hecho de que, inicialmente,
trató de encontrar una laguna en el loco plan de mi padre. Mi otro hermano
mayor, Hunter, también había encontrado el amor con Grace a pesar de que no
creía que existiera. Mi hermano menor, Kade, no tenía interés en el amor,
existiera o no.
¿Yo? Sabía que el amor existía, que era
maravilloso amar a alguien que te amaba, y había sido un idiota al renunciar a
eso por un padre que nos había tomado por tontos a mí y a mis hermanos.
Giré los hombros para liberar la tensión que me
generaba pensar en mi padre. Si hubiera sido lo suficientemente hombre en ese
momento, me habría enfrentado a él y habría elegido a Beth.
Esa noche necesitaba dejar de lado todos mis
viejos resentimientos porque iba a encontrarme con Beth de nuevo para comprar
la parte de su hermano del club Jet. Era extraño que Ben quisiera vender y que
enviara a Beth a negociar el trato. No es que Beth no pudiera hacerlo, estaba
seguro de que era muy capaz, pero el club fue el sueño de Ben. No tenía sentido
que no quisiera tener nada que ver con la venta o que no quisiera asegurarse de
recuperar el valor total de su inversión. Necesitaba asegurarme de que estaba
involucrado o que le había dado a su hermana la autoridad legal para hacer el
trato.
Entré en el club lleno de gente y me dirigí al bar
donde me esperaba el gerente que contraté cuando Ben se tomó su descanso.
Quería hacerle saber lo que estaba sucediendo. A pesar de toda la gente y la
música alta, noté cuando ella entró en el local. Miré hacia la puerta y le pedí
a uno de los porteros que la acompañara en lugar de hacerla esperar en la cola.
Mi corazón se detuvo; estaba asombrosamente guapa.
Su pelo rubio estaba suelto, colgando en ondas naturales que me hicieron pensar
en ella recién follada. Llevaba un vestido negro básico que acentuaba cada
característica deliciosa de su cuerpo, desde el escote hasta la forma de reloj
de arena de su cintura y caderas. También mostraba unas piernas bien formadas
que recordaba cómo envolvían mis caderas la única vez que me la follé.
—Ella es muy guapa —dijo el gerente.
—Mantén las manos alejadas de ella —gruñí.
—Entendido. —Rio.
No quería parecer demasiado ansioso, ya que no
quería asustarla. Sus ojos tenían una mirada cautelosa y su expresión era
tensa, como cuando entró en mi oficina. Estaba aquí de mala gana. Traté de no
tomarlo como algo personal y decidí hacerle pasar un buen rato.
—Hola Beth —dije extendiendo mi mano para tocar su
antebrazo a la vez que me inclinaba para besar su mejilla. Jesús, qué bien
olía.
—Ash…
—Este es el gerente que contraté cuando Ben se
despidió. Tuck, esta es la hermana de Ben, Beth McAdams.
—Encantado de conocerte. —Tuck estrechó su mano y
ella asintió.
—Nos reuniremos en su oficina para que puedas ver
algunas de las finanzas, y luego te mostraré el local —dije.
—Solo necesito ver el papeleo.
La ignoré mientras seguíamos a Tuck a su oficina.
—¿Puedo ofrecerte algo de beber? —le ofrecí
mientras ella se sentaba en la silla junto a la mesa de Tuck.
—No, gracias.
Dejé que Tuck dirigiera el tema, y le dio una
visión general del club durante los últimos cinco años. Que hubiera sido un
negocio exitoso pareció contentarla, ya que significaba que Ben tenía derecho a
una suma considerable si todavía quería vender. Fruncí el ceño mientras me
preguntaba si eso era un problema. ¿Necesitaban dinero? Su padre había
construido un imperio de negocios, igual que mi padre. No parecía probable que
estuviera en problemas. Y todavía no entendía por qué Ben no estaba aquí.
—Todo está bastante bien —dijo mirándome—. Se lo
haré saber a Ben para hacer una oferta.
—Tienes que recorrer el club primero. Sabes que es
una buena inversión para él. Tal vez, debería considerar mantenerlo. Puede ser
un socio silencioso si lo prefiere.
—No, ha decidido que quiere seguir adelante.
—Sacudió la cabeza.
Quería preguntarle por qué no estaba él aquí contándome
todo esto. ¿Estaba enfadado conmigo? ¿Se había enterado de lo mío con Beth? No
tenía ni idea.
La acompañé a la salida, dejando que mi mano
descansara en la parte baja de su espalda. Era lo más que podía hacer.
—Tenemos áreas VIP para celebridades y otros
invitados importantes —dije mientras le mostraba algunas de las áreas—. El cristal
les permite ver lo que pasa, pero si quieren privacidad hay una especie de
cortina técnica que tiñe el vidrio.
—Lo que tú haces, supongo —dijo.
Me encogí de hombros.
—Soy un friki de la tecnología.
—Eres muy inteligente. —Asintió ella.
La llevé al bar y le presenté al personal que
servía las bebidas esta noche.
—Megan fue
nuestra primera contratación —le dije a Beth—. Ben estaba bastante enamorado de
ella.
—Creo que hay reglas sobre los jefes y su personal
—dijo Beth.
—Y Ben siempre respetó eso.
—Fue más fácil para él cuando supo que me interesaba
el otro género —dijo Megan desde el otro lado de la barra—. ¿Qué deseas, jefe?
—Dos minis de todas las bebidas de la firma.
—¿Todas? —Megan arqueó una ceja.
—Todas. —No quería emborrachar a Beth, pero sería
bueno que se soltara un poco.
En unos minutos, Megan ya tenía preparados los
primeros tragos.
—Este es el Benny and the Jet... llamado así por
Ben y el club, no por la canción. Tiene las combinaciones favoritas de tu
hermano.
La tristeza recorrió el rostro de Beth y el
corazón se me apretó. ¿Qué demonios me estaba pasando?
Tomó un sorbo y sonrió débilmente.
—Sí, este le gustaría.
Megan colocó el segundo trago en el mostrador.
—Este fue el que Ben y yo creamos en nuestro
segundo año en la universidad. Para ser honesto, no es muy diferente del
anterior.
Su aliento se aceleró y, de nuevo, me pregunté qué
estaba pasando. ¿Por qué el alcohol la hacía parecer tan triste? Probó unos
cuantos más y luego la insté a pedir lo que quisiera para ella. Optó por un
vaso de vino blanco. Tenía la sensación de que quería irse desde el momento en
que había entrado en el club. Continuamos el recorrido y la llevé a una de las
áreas VIP elevadas para que pudiera ver el club y cómo estaba montado. Cuando
se terminó el vino subimos a la cabina del DJ.
—Tenemos algo que ningún otro club tiene —dije en
voz alta para hacerme escuchar por encima de la música. —Otro uso de mis
habilidades de friki. —Le hice una seña al DJ que asintió con la cabeza.
La pista estaba a punto de llenarse y la multitud
bailaba. Entonces accionó un interruptor y aparecieron los bailarines
holográficos. Los ojos de Beth se abrieron de par en par, fascinados.
—Ben mencionó esto, pero no podía imaginarlo.
—Nadie baila solo ahora —dije. Arriesgándome,
añadí—: Vamos a unirnos a ellos. Puedes disfrutar de la experiencia completa.
La guie hasta la pista manteniéndola cerca. Otros
hombres la miraban, pero no dejaría que ninguno se le acercara. Ella era mía.
Siempre había sido mía. Supuse que era un pensamiento sexista. Y era posible,
incluso probable, que en los últimos seis años ella hubiera estado con otros
hombres. Aparté esa idea porque me volvería loco al pensar en otro hombre
tocándola.
Me moví con ella en la pista de baile usando cada
pizca de autocontrol para no tirar de ella hacia mí y presionarla contra mi
cuerpo. Tenía una erección. Lo que haría por tenerla de nuevo. El impulso
creció mientras se relajaba y permitía que su cuerpo se moviera con la música.
Le encantaba bailar y me acordé de nuestro verano juntos. A medida que este pasaba
y nos veíamos en secreto, ella me masturbaba y yo le tocaba con los dedos hasta
el clímax. En retrospectiva, desearía haberme acostado con ella antes, pero solo
tenía dieciocho años y no tenía mucha experiencia. De cualquier forma, me
conformaba estando cerca de ella.
Beth giró con una sonrisa en el rostro y mi corazón bombeó con fuerza. ¿Cómo es que después de seis años de estar separados, la necesidad de ella emocional y físicamente era todavía tan poderosa? No lo sabía. Y no me importaba. Todo lo que importaba era encontrar la forma de convencerla de que yo seguía ahí.
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