UNA NAVIDAD ESPECIAL
de Sonia López Souto
Era el día antes de Navidad y mi
hermano había decidido llevarse de improviso a un amigo a la cena de
Nochebuena. Y, como siempre, me había tocado a mí salir a la caza de un regalo
de última hora para él. A ti siempre se
te ocurren las mejores ideas, Carla. Tal vez, pero ir de compras en
vísperas de Navidad, no era para nada como tenía previsto pasar ese día. Y
mucho menos para elegir un regalo para alguien a quien no conozco.
Ir al centro comercial estaba
totalmente descartado, sería un suicidio. Además, a mí siempre me han gustado
más las tiendas del barrio, donde el trato es personal y todo el mundo te
conoce por el nombre. Donde conocen tus gustos y los de tu familia. Donde saben
aconsejarte bien. Donde eres un amigo al que apreciar y no un fajo de billetes
que recaudar.
-Buenas tardes, Carla. ¿Qué raro
tú por aquí un día como éste? Creía que ya lo tenías todo.
-Lo tenía, señor Tomás. Pero ya
sabe lo que le gusta a mi hermano estropearme los planes.
-¿Ha venido a pasar las Navidades
con vosotros este año? Eso es bueno.
-No sólo ha venido, sino que se
ha traído a un amigo.
-Y te ha tocado comprarle algo –
rió él – Bueno, veamos si tenemos algo para ese muchacho.
-Ni siquiera sé qué le gusta,
señor Tomás. Estoy un poco perdida.
-Un libro siempre es un acierto.
En cuanto mi madre me dio el
encargo, pensé en ir a la librería del señor Tomás. Además de ser un hombre
encantador, siempre lograba encontrar el libro perfecto para regalar. Y, ¿a
quién no le gustaba leer?
Como cada vez que iba, nos separamos
para buscar. Dos cabezas piensan mejor que una, decía siempre el señor Tomás.
Luego los poníamos en común y sopesábamos cual elegir. Casi siempre era uno de
los que él seleccionaba. La experiencia jugaba a su favor.
Mientras recorría las estanterías
absorta en tantas opciones, oí de fondo el sonido que la campanilla de la puerta
hacía cuando entraba un cliente. No le di mayor importancia y seguí con mi
escrutinio. Seguramente sería otro cliente desesperado por encontrar un regalo
antes de la noche.
Al llegar al fondo de la
librería, me giré para investigar en otra sección. No esperaba encontrarme con
nadie detrás de mí y terminé chocando contra un duro y musculado pecho. Si el
golpe no me hubiese dejado ya sin resuello, mirar a los ojos del dueño de aquel
pecho lo habría hecho de igual modo. Jamás había visto unos ojos tan negros
como aquellos y por más que intenté apartar la mirada, no pude.
-Lo siento – su voz, suave pero a
la vez muy varonil, me sacó del trance.
-Yo lo siento más – mentí – Debí mirar
por donde iba.
-Es difícil atender a algo que no
sean los libros cuando te encuentras con un lugar tan increíble como éste – me
sonrió y pensé que si se acababa el mundo en ese momento, me llevaría conmigo
el mejor regalo de todos.
-Cierto – aunque no quería, me
separé unos pasos de él.
-¿Trabajas aquí?
-Ya me gustaría – le sonreí –
Estoy buscando un libro.
-Yo también – me guiñó un ojo y
comprendí que había dicho la mayor tontería del mundo.
-Claro. ¿Qué sino estaríamos
haciendo en una librería? – murmuré totalmente sonrojada.
-¿Podría pedirte un favor? – de
nuevo su voz me sacó que mi mundo interior.
El sonrojo se intensificó al
pensar en qué clase de favor le haría, me lo pidiese o no. Inspiré
profundamente para arrancar de mí tales pensamientos y lo miré con una sonrisa
en los labios, esperando que fuese lo suficientemente inocente.
-Claro – mi voz sonó estrangulada
y él sonrió. Adiós efecto de sonrisa inocente.
-Necesito comprar un libro para
una chica – mi alma se cayó al suelo – pero no tengo ni idea de lo que le gusta
leer.
-Bueno – mi mente comenzó a
trabajar a marchas forzadas, quería impresionarlo. ¿Quería impresionarlo? – un
clásico siempre es una gran opción. Los grandes autores nunca pasan de moda.
-Creo que ya tiene de esos – se
inclinó hacia mí para susurrar y mi corazón decidió dejar de latir – Me han
dicho que es una adicta a la lectura.
-Difícil me lo pones – logré
decir.
Me alejé de él para poder
recuperarme de la impresión de tenerlo tan cerca y pensé en varias opciones. Si
a esa chica se parecía un poco a mí, estaba segura de que le gustaría casi
cualquier libro que le regalase. Mientras paseaba mi mirada por las estanterías,
vi un ejemplar que hacía tiempo esperaba poder adquirir y lo tomé en las manos.
-Si disfruta de la lectura tanto
como yo - se lo tendí – Éste le encantará. Yo espero que me lo regalen estas
Navidades. Si no, vendré a por él yo misma.
-Gracias – su sonrisa podría
derretir los polos - ¿Puedo yo ayudarte en algo a cambio?
De nuevo mis pensamientos me
llevaron por derroteros nada saludables para mi vergüenza. Carraspeé
disimuladamente y miré en cualquier dirección menos hacia él. Necesitaba serenarme
primero.
-Yo también busco un libro para
un chico del que no sé sus gustos – me encogí de hombros.
-Que coincidencia.
-Sí – me removí inquieta cuando
él se acercó a mí – El señor Tomás, el dueño, está ayudándome a buscar. Tal vez
debería ir a ver si…
Mi mente dejó de funcionar cuando
su cuerpo quedó a escasos centímetros del mío. ¿Qué me pasaba con aquel hombre?
Jamás me había sentido así ni había reaccionado de una forma tan intensa con
nadie. Me obligué a seguir respirando para no caer desmayada al suelo.
-Si fuese para mí – me dijo,
entregándome un ejemplar que ni había visto hasta entonces – querría que
alguien me regalase este.
-Gracias – lo tomé en mis manos y
el roce con la suya acaloró mi rostro de nuevo.
-Un placer – me guiñó un ojo antes
de alejarse de mí. Sentí su ausencia al momento.
Tardé en reaccionar y me maldije
por ello. Quería haberle dicho algo más, retenerlo unos minutos a mi lado. Al
menos saber su nombre. Ni siquiera tenía eso. Tonta, me recriminé.
-Al final me llevo este, señor
Tomás – le dije sin mirar el resto – Me lo han recomendado.
-Una buena elección – me sonrió.
-Feliz Navidad, señor Tomás – le
besé en la mejilla antes de irme. Era como mi abuelo, al que nunca llegué a
conocer.
-Feliz Navidad, Carla.
Al llegar la noche, mi mente
todavía me torturaba por no haber reaccionado a tiempo con aquel hombre que
tanto me había impresionado. Tiene una chica a la que va a regalar el libro que
tú quieres, me repetía una y otra vez. Pero de nada servía. Seguía queriendo
saber su nombre. Y encontrármelo de nuevo.
-Ya llegan, Carla – me gritó mi
madre desde las escaleras – Baja.
Suspiré por enésima vez, antes de
mirarme de nuevo en el espejo y dar mi aprobación. El vestido me sentaba bien,
el peinado estaba en su sitio y el maquillaje resaltaba mis ojos. Lista para
impresionar. El problema era que no tenía a quién impresionar.
-Carla – mi hermano, tan efusivo
como siempre, me abrazó con fuerza, dejándome sin respiración por un momento –
Has crecido.
-Sí, seguro – bufé.
-Quiero presentarte a David – me
arrastró con él – Le he hablado tanto de ti que está deseando conocerte.
Mis ojos se agrandaron y mi
mandíbula se desencajó al ver ante mí al hombre de la librería. Su rostro
también denotaba sorpresa. ¿Existía el destino? Desde luego, ahora mismo podría
asegurar que sí.
-Hola de nuevo – me sonrió –
Carla.
-Hola, David – mordí mi labio
inferior.
-¿Os conocéis?
-Sí – contestamos al unísono.
Mi hermano fue reclamado por mi
padre, dejándonos solos. Ninguno había hecho movimiento alguno, simplemente
permanecíamos unidos por nuestra mirada. Un nuevo sonrojo cubrió mis mejillas
cuando él dio su primer paso hacia mí.
-Qué coincidencia – recordé la
primera ocasión en que dijo aquellas palabras y sonreí.
-Sí.
-Me alegra saber que yo soy el
chico del libro – su cuerpo rozaba el mío y mi respiración se aceleró.
-Me alegra saber que yo soy la
chica del libro – mi voz sonó estrangulada de nuevo y David sonrió.
Me tomó de la cintura y acercó
sus labios a los míos. Nunca en mi vida un beso había despertado tanta
expectación en mí. Cerré mis ojos y disfruté de su contacto. Las chispas
saltaron entre nosotros.
-Mejor de lo que imaginaba – lo
oí decir contra mi boca, antes de besarme de nuevo.
Debería detenerlo, estábamos en
mi casa, con mi familia, pero no lo hice. Me limité a disfrutar del momento y a
pensar en lo afortunada que había sido obteniendo dos regalos de Navidad en la
misma noche. Y del mismo hombre de ojos negros que se había robado mi buen
juicio y mi corazón.
Me encanto!!!!❤❤❤❤❤
ResponderEliminarGracias! El espítitu navideño me inspira ;)
EliminarQuiero mas!!!
ResponderEliminarEsas dos palabras son muy halagadoras. :) Gracias.
EliminarOhh muy heermoso pero tambien quiero masss.
ResponderEliminarGracias!! :) Me encanta leer eso.
EliminarAhh que dulce, me encantooo.. Jejeje quieroooo masss!
ResponderEliminarHabrá más relatos, mientras vosotras los queráis. :)
EliminarAyyyy me ENCANTO, q LINDO!!!! ♡♡♡♡♡
ResponderEliminarOtro relato estupendo 😍😍😍
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