Capítulo 1 - Nelson
—Siéntate, por favor —le dice la señorita Clark a
Jake, el chico de nuestra clase que, sin razón aparente, siempre se mete en
líos.
Creo que Jake lo hace para llamar la atención. Se
ha comportado así desde que entramos en el instituto y dudo que vaya a cambiar
ahora... a menos que madure cuando esté en la universidad. Y eso si decide ir,
claro.
—Intento ayudaros. Los exámenes están a la vuelta
de la esquina. ¿No queréis sacar buenas notas? No me gustaría que tirarais por
la borda todos los esfuerzos que habéis hecho durante estos últimos años.
La señorita Clark siempre quiere lo mejor para
nosotros. Como si no fuéramos una causa perdida. Aunque, no todos lo somos.
Algunos llegaremos lejos... pero ya no hay nada que ella pueda hacer para
cambiar nuestras notas. Sin embargo, no se rinde. Nunca lo hace. Su pasión es
lo que la convierte en tan buena profesora.
Y también lo que me atrae de ella. Eso y el hecho
de que se conserve así de bien para su edad porque, a pesar de que pasa de los
cuarenta, no los aparenta. No creo que la diferencia de edad entre nosotros sea
tan notable. Al menos, eso es lo que me digo cuando fantaseo con ella e imagino
que lo nuestro podría funcionar de verdad, que podríamos ser pareja; no solo un
par de amigos que follan de vez en cuando... aunque eso tampoco lo hayamos
hecho todavía.
—Nelson —exclama, obligándome a salir de mi
ensimismamiento—. ¿Has oído lo que acabo de decir? No hablo para las paredes.
Quiero que aprendáis...
—Eh... —Abro la boca. Debo parecer idiota, pero no
me importa. Estoy demasiado hipnotizado por su belleza como para preocuparme.
Esos ojos pálidos y grises, esa sonrisa que ilumina la habitación y ese culo respingón...
¡Dios!
—No has escuchado nada, ¿verdad? —gruñe mientras
golpea mi mesa—. Ninguno de vosotros lo ha hecho.
Mientras continúa despotricando, tratando de que
reaccionemos, mis ojos se fijan en el lugar que su mano acaba de golpear.
Desearía que se acostara conmigo aquí. Me encantaría que ella me violara en el
aula. Perder mi virginidad y hacerme un hombre.
Me remuevo en mi asiento, empezando a sentirme
incómodo por culpa del deseo. Paso mucho tiempo así en mis clases de Inglés,
luchando contra él. Deseando acostarme con mi profesora y tirármela ya. Es la
típica fantasía de todo alumno, pero que ha llegado a otro nivel. Uno en el que
no dejo de pensar todo el tiempo. Ni siquiera cuando termino las clases porque este
me sigue a casa... sobre todo porque la señorita Clark se convierte en otra
persona. En Amelia, mi vecina de al lado.
«Pronto te graduarás», me recuerdo. «Entonces,
podrás hacer algo».
Amelia y yo, este siempre ha sido el objetivo
final. Al menos en lo que a mí respecta. Me he torturado pensando en ella desde
hace años, la he observado desde la ventana de mi habitación, he fantaseado con
ella, pero nunca he hecho nada. Eso la haría perder su trabajo, y no quiero que
se vea obligada a arriesgar demasiado por mí. No obstante, cuando termine el
instituto, ya no será mi profesora; entonces, podré hacer lo que quiera y lo
primero que haré será conquistarla. Por fin, conseguiré lo que siempre he
querido.
Sin embargo, será algo tabú y no creo que eso vaya
a cambiar. Tabú y extremadamente excitante. No sé qué pensará la gente, ni mis
hermanos. Mis cinco protectores hermanos mayores. Tal vez los gemelos, Ángelo y
Alex, me apoyen. Puede que incluso lo haga Wesley, aunque es un poco estricto
si te pones en su contra o sabe que estás haciendo algo mal. Oliver, en cambio,
sí podría ser un problema ya que es el mejor amigo de la hija de Amelia, Rosie.
Esto le podrá en una posición difícil, en especial porque Rosie se opondrá
debido a nuestra diferencia de edad y arrastrará a Oliver con ella. A Brad
tampoco le gustará, pero solo porque es el mayor. Tiene treinta y tantos años y
es una figura paterna para todos nosotros. Ocupó ese papel desde que nuestros
padres murieron cuando éramos pequeños. Yo era todavía un bebé, Brad tenía
diecinueve años y se hizo cargo de nosotros. Puede que no le guste que esté con
una mujer mayor, pero los Smith solo deseamos que nuestra familia sea feliz. Los
seis queremos que nuestras vidas vayan por buen camino, así que cuando vean que
soy feliz con Amelia, lo comprenderán. Estoy seguro. Habrá problemas al
principio, aunque al final todo se solucionará. Una vez que mi familia vea que
ella es la mujer ideal para mí, nos apoyarán. Espero que Rosie también lo haga.
Será mejor si ella está de nuestro lado.
La mirada de Amelia, de la señorita Clark, se topa
con la mía y un adorable rubor cubre sus mejillas. Esto es lo que más me atrae,
el hecho de que ella también me desea. Lo sé por ese brillo en sus ojos cuando
me mira, la forma en que a veces contiene el aliento, y que se pasea ante la
ventana de su habitación sabiendo que puedo verla...
Ella me corresponde, y hace todo eso por mí.
También debe estar contando los días que faltan para mi graduación. Una vez que
nos pongamos las manos encima, será explosivo, seguro. Una pasión fuera de lo
común. Algo alucinante...
—Nelson. —Tami, la líder de las animadoras, me sujeta
del brazo y se echa para atrás su larga melena negra—. ¿Qué vas a hacer esta
noche, guapetón? ¿Te apetece salir conmigo?
Todo el mundo sabe que una cita con Tami solo
termina de una manera, en la cama, y aunque me vendría bien practicar un poco
antes de estar con la señorita Clark, prefiero esperar. Quiero que mi primera
vez sea con ella. No me gustaría perder la virginidad con nadie más.
—Lo siento, Tami, tengo que estudiar. —Le sonrío a
medias—. Pero seguro que Harry te acompañará...
—Harry y yo hemos terminado. —Rueda los ojos y
resopla—. Es un gilipollas. Nunca volveré a salir con él.
Ambos sabemos que eso no es cierto, pero no tiene
sentido discutir con ella. Así que asiento y me alejo con la esperanza de que
sea el final de la conversación. Pero tratándose de Tami, por supuesto, no lo
es.
—¿Vas a ir a la fiesta de Jake? —continúa, al
tiempo que hace ruido con el chicle—. Su hermano tiene un barril enorme de
cerveza, será genial. Justo lo que necesitamos después de esta mierda de semana.
—¿Una mierda de semana? —No puedo evitar
preguntar.
—Por las clases. —Se encoge de hombros mientras me
mira fijamente. —Siempre son una mierda, ¿no? Todo será mejor cuando nos
movamos en el mundo real sin todas estas restricciones.
A veces me sorprende la poca idea que mis
compañeros tienen de la vida. Quizás es porque crecí sin padres y aprecio lo
que significa la familia. Lo que significa la vida. No todo es fácil al
terminar el instituto. Mis padres puede que, al morir, nos dejaran una casa espaciosa
en la que vivir y un negocio de éxito, pero mis hermanos han trabajado muy duro
para mantenernos a flote. Brad dirige la empresa familiar con Ángelo y Oliver,
quienes se encargan de sus propios departamentos. Wesley es un experto informático
muy respetado en la compañía para la que trabaja y Alex, es una estrella de rock. Ninguno de ellos se duerme en los
laureles, y yo tampoco. Mi ambición es triunfar en el mundo literario —una
profesión muy distinta a las carreras elegidas por el resto de mis hermanos—,
pero seguiré esforzándome para conseguir mi sueño.
Tami, en cambio, debe creer que su belleza nunca
se desvanecerá y que podrá sacarle partido siempre.
—O sea que, ¿Jake necesita organizar una fiesta
para desestresarse de las clases? Claro, tiene mucho sentido.
—Oh, no seas muermo, Nelson. Diviértete un poco.
—Gracias, pero ya me divierto, aunque no siempre
necesito ir de fiesta para hacerlo. —Quiero escuchar a la señorita Clark porque
hasta sus explicaciones son mejor que esto, pero Tami no me deja en paz.
—Vendrás a la fiesta, ¿verdad? —murmura—. Todo el
mundo asistirá. Será raro si no vienes. Además, es la última oportunidad de que
todos estemos juntos antes de ir por caminos separados.
Cierro los labios con fuerza, tratando de resistir
el impulso de decirle que muchos no nos separaremos porque no nos iremos de la
ciudad. Es difícil, pero casi lo consigo.
—Mmm. —Estoy de acuerdo a medias, aunque solo sea
para que deje de hablar—. Claro.
Esta noche planeo pasarla de otra manera, con la
hermosa mujer que está, de pie, en la parte delantera del aula. Sus largas
piernas sobresalen bajo su falda, atrayéndome tentadoramente, necesitándome, y
yo también las necesito. Pero no puedo decirle eso a Tami, ¿verdad? Algo como
«No, no voy a ir a la fiesta porque esa noche me voy a follar a nuestra profesora...»,
no; debo mantenerlo en secreto.
—Estupendo porque podríamos ir juntos. Como una
especie de cita o algo así. Sería divertido, ¿no? Una buena manera de terminar
el curso. Además, entre tú y yo siempre ha habido química y podríamos aprovechar
para explorarla...
—Vas a ir con Harry —le respondo con frialdad—. Ambos
lo sabemos. No me utilices para ponerle celoso.
—¡No lo hago! Ya te dije que Harry y yo hemos
terminado. Eres imbécil y un jodido aburrido. Te estoy ofreciendo la
oportunidad de divertirte un poco y terminar el instituto por todo lo alto.
Es una forma de decirlo, supongo. Sin embargo, no
quiero acostarme con ella. Es guapa, claro, pero no me pone nada. No hay chispa
entre nosotros. Solo me deja frío. La señorita Clark, en cambio… me hace explotar.
La necesito.
—Iré a la fiesta —repito, un poco más
enérgicamente esta vez, para que me deje en paz—. Pero solo. Si te veo, te
veré, pero no te prometo nada.
Tami se adelanta y me frota el brazo, pareciendo
pensar que ahora me tiene bajo su hechizo.
—Oh, desde luego que me verás y te lo pasarás de
miedo.
Ja, de eso nada, pero no quiero hablar más, así
que dejaré que piense lo que quiera, ya que me da igual. En vez de preocuparme
por Tami, me recuesto en la silla y pienso en la señorita Clark. En ella y en todas
las cosas que le dejaría hacerme.
Capítulo 2 -Amelia
«Mierda, es demasiado», me recrimino cuando los
estudiantes salen de mi clase. «Demasiado».
Soy profesora desde hace años, empecé a dedicarme
a ello después de divorciarme y, aunque no fue necesariamente algo planeado, me
gusta mi trabajo. Sin embargo, este curso ha resultado duro y difícil por un
rostro en particular, el de Nelson Smith. Tiene solo dieciocho años pero parece
mucho más mayor, aunque no lo suficiente para mí. Su cuerpo es musculoso y sexi,
sus ojos marrones cálidos y tiene unos pómulos para morirse. Nunca ha habido un
estudiante que me haya llamado la atención, ni siquiera un poquito, pero hay
algo diferente en Nelson, algo por lo que moriría.
Racionalmente sé que no debería tirarlo todo por
la borda por él, pero eso no significa que no me haga todo tipo de cosas en mis
fantasías.
—Ahora no —murmuro para mí mientras me encierro en
mi despacho un momento para recuperar el aliento. Me apoyo en la puerta con los
ojos cerrados para que nadie pueda entrar mientras me recompongo. Presiono mi
mano contra mi pecho para sentir el latido de mi corazón, la irregularidad de
mi aliento, las mariposas en mi estómago—. No pienses en él ahora. Este no es
el momento ni el lugar. Más tarde. Más tarde estará bien.
En casa, Nelson es mi pequeña fantasía, no obstante,
no debe colarse en mi jornada laboral. Me divierto un poco con él allí, cambiándome
de ropa frente a la ventana porque sé que me está mirando, deseándome de un
modo como ningún otro ha hecho antes. De manera profunda y apasionada. De una forma
que me siento joven y hermosa de nuevo. Me encanta cómo me hace sentir y, por
eso, no puedo dejar de fantasear con él. Es una adicción que no puedo dejar de
alimentar... pero en casa. No en el trabajo.
—A la mierda.
Con los ojos cerrados y la mente enloquecida, me
lo imagino entrando en el despacho y agarrándome. Besándome fuerte y rápido... de
la forma en que sus ojos me dicen que desea hacerlo. Estoy segura de que solo
quiere agarrarme y violarme. Sé que me volverá loco cuando me reclame.
Sentiré con Nelson la pasión que únicamente he conocido
a través de los libros o las películas, no en la vida real. De todos los
hombres con los que he salido, o incluso mantenido relaciones serias, ninguno
ha despertado ese tipo de pasión. Nelson lo hará... o al menos lo haría, si
pudiera. Por mucho que sea divertido imaginarlo, por supuesto, no sucederá. Soy
su profesora, por el amor de Dios, y le doblo la edad.
«Sí, pero se va a graduar pronto», me recuerda mi
mente. «Entonces, las cosas podrían cambiar y...»
¿Cambiaría algo? No, nunca lo hará. Si hasta es
más joven que mi hija. No, Nelson Smith tendrá que permanecer en mi
imaginación.
Atravieso el despacho con rapidez y me siento ante
el escritorio, aunque mi cuerpo todavía palpita de necesidad. Enciendo el portátil
para contestar algunos correos electrónicos o marcar unos documentos, cualquier
cosa con tal de distraerme de lo que amenaza con consumirme en este momento,
pero apenas logro ver la pantalla. Las palabras me resultan borrosas y
confusas, mi mente se niega a pensar en otra cosa que no sea él. Con un
profundo suspiro, me reclino en la silla y dejo vagar mis pensamientos. Casi
puedo sentir sus labios contra los míos, sus dedos rozando mi piel, su gruesa y
palpitante protuberancia presionando contra mi centro, gritando por mí.
—Oh, Dios —susurro mientras mis dedos se deslizan lentamente
hacia abajo, yendo a donde sé que no deberían.
Aunque, si no puedo concentrarme en el trabajo, no
importa si me toco, ¿no? El deseo es demasiado. No seré capaz de centrarme en
mis clases si no me Tranquilizo, aunque no sucederá sin más. Necesito calmarme,
aunque primero tendré que dejarme llevar.
—Mierda.
Cada parte que rozan mis dedos se estremece. Es
como si unas llamas me lamieran todo el cuerpo o unas descargas eléctricas
corrieran por mis venas. No me importa estar en el trabajo, en un centro donde
cualquiera puede entrar de pronto en mi despacho. Mientras mis dedos se abren
paso a través de la cintura de mis bragas, ni aunque el instituto entero
irrumpiera ahora mismo, sería capaz de parar.
—Dios, Nelson.
Su excitante y joven cuerpo se pega al mío. Puedo
sentir sus pectorales ardiendo contra mi piel, su sudor resbaladizo
empapándome, su polla preparada. Mientras acaricio mi húmeda y empapada
hendidura, en mi mente, son sus dedos los que toman el control total de mi
cuerpo, trazando deliciosos patrones sobre mi clítoris.
«Señorita Clark», me lo imagino diciendo. «Realmente
eres la mejor profesora del mundo».
La fantasía de la profesora tirándose al alumno resulta
de lo más excitante. No debería porque está mal, pero así es. No obstante, no
la tendría con ningún otro estudiante porque normalmente ni siquiera les miro,
ni siquiera me fijo en sus caras. Pero Nelson es especial. Demasiado especial.
Clavo los dedos en mi humedad empapando mi mano
una y otra vez, llevándome al orgasmo. Esta fantasía ha rondado mi mente más de
una hora, desde que Nelson entró en el aula, así que el clímax no tarda en
alcanzarme. Comienza en los dedos de los pies, doblándolos dentro de los
zapatos, y asciende por las piernas hasta que me golpea en el pecho. Mi corazón
palpita con fuerza, acercándome más al éxtasis.
—Oh, Dios mío. —Me sujeto con la mano libre a la
silla, mientras pierdo el control de mí misma. Resbalo hacia el borde del
asiento, y casi me caigo mientras Nelson me vuelve loca—. Oh, joder.
«Señorita Clark, siempre te he querido. Espero que
sepas lo hermosa que eres para mí...»
Su voz suave y dulce, combinada con esas
increíbles palabras, hace que me corra. Me muerdo el labio inferior para
calmarme, pero es casi imposible. Los gritos y gemidos de felicidad son
incontrolables, así como la forma en que mi cuerpo se retuerce de placer.
Nelson me tiene en espiral, sintiendo demasiado de una sola vez, y se nota en
la intensidad del orgasmo. Este me golpea fuerte como un tsunami, y luego
continúa rodando en olas lujuriosas.
—Vaya.
Prácticamente me derrito en la silla mientras la
alegría posterior al clímax me apabulla durante un instante. Mi corazón sigue
latiendo con fuerza y me resulta imposible respirar sin sonar igual que un tren
que se acerca a la estación, pero me siento mucho mejor. Mucho más tranquila,
como si pudiera concentrarme una vez más.
El problema es que, ahora, comprendo lo equivocada
que estaba... Nelson puede ser guapo, pero es demasiado joven. Aunque se sienta
atraído por mí, se trata de una mera fantasía. Desde luego, no me quiere.
Divertirse está bien, y no estoy en contra de eso, pero si voy a divertirme con
alguien, puedo hacerlo con hombres de mi edad. Tengo muchos mensajes de las web
de citas a las que Rosie me convenció para que me apuntara; sin embargo, aún no
he reunido la confianza suficiente para contestar a ninguno de ellos. O quizá
simplemente no quiero hacerlo.
No debería centrarme solo en las malas experiencias
que he tenido en el pasado. Hombres que no están interesados en mí tanto como en
ellos mismos, tíos que luego resulta que están casados, individuos aburridos
con los que no conecto a ningún nivel... Aunque los de los mensajes puede que no
sean tan malos, es difícil para mí no recordarlos.
Tengo otra clase dentro de un momento y quiero
lucir bien, así que me pongo de pie y me atuso el cabello al tiempo que me digo
a mí misma:
—Se acabó.
Saco un espejo del bolso y, crítica, examino mi
aspecto. Aparte del rubor en mis mejillas, estoy bastante normal. Especialmente
para una mujer que acaba de masturbarse pensando en uno de sus alumnos. Dios,
odio pensar así de mí. Esa no soy yo.
De pronto, me pita el teléfono y me sobresalto del
susto. La culpa me reconcome al darme cuenta de lo malo que es lo que acaba de
pasar. Si el director se entera, perderé mi trabajo. No sé por qué, pero tengo
la sensación de que este mensaje es una mala noticia. Una amenaza de alguien
que me ha visto...
—Oh, Dios mío. —Me llevo la mano a la boca al ver
el nombre en la pantalla del móvil. No ha aparecido desde hace mucho y solo lo guardo
en mis contactos para saber quién es.
Cuánto
tiempo, ¿no? Aunque supongo que es lógico porque he estado encerrado, más o
menos, esta última década... No sé cuánto tiempo ha sido exactamente. El tiempo
pasa a un ritmo diferente en la cárcel. Ahora, sin embargo, tenemos mucho de
qué hablar...
Su mensaje basta para devolverme a aquel momento...
han pasado doce años y él, por supuesto, lo sabe perfectamente. De repente,
vuelvo a ser aquella mujer tan asustada que ni siquiera acudió a la policía
cuando se le rompieron cuatro huesos. Y todo para mantener a su hija a salvo y
alejada de Lux.
Jadeo y se me cae el teléfono al suelo. Ni
siquiera sabía que esto se avecinaba, no estoy preparada. Lux ha salido de la
cárcel y vendrá a por mí...
No
creas que te saldrás con la tuya si no me contestas. No puedes evitarme porque tenemos
una hija en común. Además, tal vez haya cambiado y ni siquiera tengas nada de
qué preocuparte, ¿no?
Mi primer instinto es burlarme de esa idea porque
no creo que eso haya sucedido, pero ha pasado mucho tiempo y la gente cambia en
la cárcel. No lo habrían dejado salir si no hubiera demostrado que está bien.
Por mucho que me asuste, le debo a Rosie, al menos, reunirme con él para
comprobarlo.
Bien,
me reuniré contigo, pero no te prometo nada.
No
tienes que prometerme nada, nena. Todavía.
Capítulo 3 - Nelson
«¡Vamos, vamos, vamos, vamos!», pienso con
impaciencia mientras golpeo el suelo con el pie. «¿Dónde estás?»
Amelia llega tarde. Bueno, no tenemos una cita,
pero sí un acuerdo tácito para reunirnos en las ventanas de nuestros respectivos
dormitorios todos los días, a las ocho y media, para que yo pueda ver cómo se
cambia. Esto comenzó a principios de año, unos meses después de mi dieciocho
cumpleaños, cuando me di cuenta de que se estaba desvistiendo; y ese cuerpazo
tan sexi me afectó profundamente. Las chicas de mi clase me habían invitado a
salir un montón de veces, pero con ellas nunca noté esa... chispa. Ni siquiera
estaba seguro de lo que buscaba hasta el día que la vi. Todo mi cuerpo se
encendió, cada parte de mí estalló en llamas, y cuando me senté en el borde de la
cama, con la mandíbula abierta y duro como una roca, supe que la había
encontrado.
Tras aquella primera vez, no pude resistirme a
verla de nuevo. Después volvió a ocurrir un día, y otro, y… sé que ella es consciente
de que la estoy mirando. Así que todos los días, a la misma hora, se cambia
ante la ventana, y yo me limito a mirar.
Desde entonces, nada ha cambiado, hasta hoy porque
ya son las nueve y media y todavía no ha llegado. Es muy extraño.
De pronto, me suena el móvil y pongo los ojos en
blanco sabiendo quién está al otro lado antes de mirar la pantalla siquiera. No
hace falta ser un genio para imaginarlo. Al fin y al cabo, esta noche se
celebra la fiesta y Tami quiere verme aparecer por allí.
—¿Sí? —Nervioso, soy incapaz de evitar la
irritación de mi tono. Ojalá mis compañeros de clase no fueran tan sociables y no
tuviéramos todos los números de teléfono de los demás. Es tan molesto…
—¿Nelson?
Apenas oigo a Tami debido al ruido de fondo. De dondequiera
que hayan sacado ese barril de cerveza —siempre consiguen uno— ya deben haber
dado buena cuenta de él para haber semejante jaleo. He estado en bastantes
fiestas con mis amigos del instituto como para imaginarme la escena y no me
atrae nada.
—¿Dónde estás?
—Fuera —le respondo. Ella sabe dónde vivo, y no
quiero que venga a mi casa.
—¿Dónde? —se queja—. No estás en la fiesta. Te echamos
de menos. Pensé que habías dicho que vendrías. Están jugando a girar la botella
y quiero besarte.
¿¡Qué!? ¿Se trata de eso?
—Suena bien, pero estoy ocupado.
—Nelson, ¿por qué siempre te haces el difícil?
Sabes que te deseo. Al principio, tu negativa lo hizo interesante y que te
deseara más, pero ahora es frustrante. Déjalo, ¿quieres?
—Mira, Tami, tengo algo más importante que hacer
en este momento. Si voy a la fiesta más tarde, vale. Pero si no, no quiero
estar contestando tus llamadas toda la noche.
—No seas imbécil. Ven de una vez, Nelson. Esta es
tu última oportunidad y…
Cuelgo el teléfono sin escuchar el resto de su
frase y vuelvo a mirar hacia la ventana. No deseo ir a esa fiesta. Las chicas
de mi edad no me atraen y no creo que lo vayan a hacer nunca. Ahora, lo que necesito
es averiguar por qué Amelia no está en su cuarto.
Supongo que podría estar intranquila por lo
nuestro. Es decir, sabe que cuanto más se acerque la fecha de mi graduación,
más cerca estaremos de, por fin, mantener una relación. Estoy seguro de que se da
cuenta de que esta química que hay entre ambos no es un juego y que dará lugar
a algo nuevo y emocionante. Tal vez el hecho de que la fantasía se convierta en
realidad es demasiado para ella. No quiero que se asuste, no tiene por qué
preocuparse. Será lo más natural y bonito del mundo. Tal vez debería
tranquilizarla...
«Dios mío, ¿lo piensas en serio?», me regaño a mí
mismo. «Estás convirtiendo esto en algo mucho más importante de lo que tiene
que ser. Amelia no está esta noche y no puedes verla cambiarse, pero eso no
significa que debas tomar decisiones irracionales como ir a su casa y hablar
con ella».
No tenemos ese tipo de relación. Puedo verla
cambiarse en su dormitorio, aunque no tomamos el té uno en casa del otro. No
hablamos por encima de la valla del jardín, más que para saludarnos. Oliver y
Rosie son buenos amigos, sí, pero solo somos vecinos, nada más.
«Ve a la fiesta», me digo, tratando de entrar en
razón. «No tienes que acostarte con nadie. Ni siquiera hablar con nadie. Solo
bebe y diviértete».
Podría y debería hacerlo, pero no lo hago. No me
muevo de donde estoy. Continúo mirando por la ventana como si fuera un maldito
acosador o algo así. ¿Es eso en lo que me he convertido, en un acosador tan
obsesionado con su profesora de Inglés que ya no tengo vida propia? Dios, si solo
tengo dieciocho años. ¡Esto es jodidamente trágico! Enfadado, me paso los dedos
por el pelo mientras pienso en ello.
—Necesito salir de aquí. —Cojo el primer par de vaqueros
que veo y me los pongo con rapidez—. Ya.
Mi mente va a toda velocidad pensando en Amelia.
Por mucho que quiera que sea mía, si no me corresponde como yo creía, si esto
ha sido solo fruto de mi imaginación, entonces tengo que pensar en lo que voy a
hacer. No me atrae ninguna chica de las que conozco, pero quizás cuando vaya a
la universidad... oh, la universidad. Ese es otro asunto que aún no he resuelto.
Por lo que respecta a mi futuro, no me preocupa demasiado.
Pero no por las mismas razones que otros tíos de mi edad. Muchos están
asustados porque no podrán estudiar las carreras que sus padres desean, al no
haber sido aceptados provisionalmente —la decisión final dependerá de las notas
que saquen en los exámenes finales— en ninguna buena facultad. Por ello, se verán
obligados a buscar otra alternativa antes de que su familia se entere.
Otros están molestos porque se ven forzados a
tomar una dirección que no quieren. En ciertas asignaturas sus notas son muy
buenas, pero esas materias no les apasionan, así que se encuentran en un dilema
entre lo que dicta su mente y su corazón.
Yo no tengo ese problema. Por ahora, he sido
aceptado en todas las universidades a las que optaba y, debido a mis notas, parece
que todo me saldrá bien. He tenido suerte... aunque no sé cuál elegir. No sé en
qué parte del país seré más feliz. ¿Quiero estudiar cerca para venir a visitar
a mis hermanos —y a Amelia, si lo nuestro termina según lo planeado— cuando
quiera? ¿O me voy lejos y vivo nuevas experiencias? No puedo decidirme y esta
duda me está matando.
«Tienes que decidirte pronto», me recuerdo por enésima
vez. «O perderás la oportunidad de asistir a las facultades con los mejores
cursos de escritura y te quedarás sin nada».
Sin embargo, ni siquiera ese pensamiento basta
para que tome una decisión. Ahora mismo, voy a una fiesta que no me interesa en
absoluto. Joder, qué divertido. De todas las opciones que tengo, esta es la
peor.
Atravieso el sendero exterior de nuestra casa, con
las manos en los bolsillos, tratando de mostrarme desenfadado, pero no lo
consigo porque mis ojos se dirigen a su casa. Quiero que Amelia salga para ver
cómo está. Solo necesito saber que se encuentra bien.
¿Qué es eso? De repente, un destello de luz en su
cocina capta mi atención. Así que, ella está en casa pero no desea que la vea.
Necesito desesperadamente saber por qué. Ni siquiera me doy cuenta en qué
dirección se dirigen mis pies hasta que es demasiado tarde y estoy justo afuera
de la puerta de Amelia, golpeándola como si no hubiera un mañana.
Mierda, ¿qué voy a decir? ¿Qué excusa le daré para
justificar mi presencia? No puedo preguntarle por qué hoy me he quedado sin su
pequeño striptease, ¿no? ¿Utilizo el
viejo truco de pedirle un poco de azúcar? No, ella conoce a Brad y sabe que no
puede ser que nos hayamos quedado sin ella. Una breve charla con mi hermano basta
para saber que eso es imposible. Por tanto, tendré que sacar el tema del instituto.
Qué podría preguntarle sobre las clases. Si tan solo pasara más tiempo
escuchando sus explicaciones en vez de concentrarme en observarla...
Se me sube el corazón a la garganta cuando la
puerta comienza a abrirse. Me entra el pánico y los nervios me consumen
mientras me pregunto si no habré perdido la cabeza. Estoy tan impaciente que no
puedo esperar a graduarme.
—Oh, hola, Nelson. —Es Rosie, y su aparición hace
que mis esperanzas se hundan—. ¿Qué tal?
—¿Está la señorita Clark? —Mi mirada se clava en el
suelo al sentirme enrojecer—. Necesito preguntarle algo.
—Lo siento, en este momento no está. —Rosie se
gira para fijar los ojos detrás de ella—. En realidad, no sé dónde está. Es raro
porque siempre me dice dónde va, pero hoy no. —Se encoge de hombros y sonríe—. Tal
vez tenga una cita o algo.
¿Una cita? ¿¡Qué!? No puede tener una cita. Voy a
perder la cabeza. Ella me quiere, se supone que es mía. No puede salir para
acudir a una maldita cita cuando falta tan poco para que podamos darnos una
oportunidad.
—¿Estás bien? —Tan pronto como Rosie me lo pregunta,
me doy cuenta de que me estoy agarrando el pecho como un loco. Si no me recompongo
pronto, se va a dar cuenta de lo que está pasando y no me gustaría que Rosie me
arrancase la cabeza—. Te has puesto pálido. ¿Debería llamar a Oliver?
—Eh… no, volveré a casa —balbuceo mi respuesta
antes de alejarme—. No me siento muy bien. Por eso quería ver a la señorita
Clark para consultarle algo sobre los deberes.
—Tranquilo, cuando llegue, la avisaré.
—¡No, no lo hagas! —No nos ha mandado deberes, así
que si se lo dice, Amelia sabrá que pasa algo—. No te preocupes, la veré en el
instituto. Además, supongo que no debería consultarle dudas fuera de clase, así
que...
—Claro, como quieras. —Rosie rueda los ojos—.
Hasta luego, Nelson.
—Sí, ya nos veremos. Le diré a Oliver que le
mandas saludos.
Cuando ella cierra la puerta, no me resulta
difícil decidir adónde ir. A casa, obviamente. Ahora no puedo acudir a la
fiesta. Por suerte, tampoco quería hacerlo de todos modos.
Capítulo 4 - Amelia
—Bien, bien, bien —exclama Lux con lo que estoy
segura que piensa que es una voz encantadora—. Cuánto tiempo sin verte. Tienes
buen aspecto, cariño. Mierda, esperaba que hubieras envejecido ya que te
negaste a visitarme, excepto cuando los abogados te obligaron a hacerlo por lo
del divorcio. Pero no, te ves bien, nena.
Arg, odio esa palabra, «nena». Pueden sonar como
un apelativo cariñoso, aunque él lo usa para desmoralizarme y hacerme sentir insignificante.
Lo triste es que sigue funcionando incluso después de tanto tiempo separados.
Tengo miedo, como si caminara sobre cáscaras de huevo, esperando a que enloquezca
y me golpee una vez más.
—¿Ni siquiera vas a decirme «gracias»? —Se burla con
una risa molesta—. ¿O elogiarme?
—Yo... no pareces diferente —susurro—. La cárcel
no te ha tratado mal.
Al instante, por su lenguaje corporal, sé que he
cometido un error al decir eso. Endereza los hombros, sus fosas nasales se dilatan,
sus ojos se abren de par en par y enrojece. No sé a quién intenta convencer de
que ha cambiado, pero a mí desde luego no me engaña. Es el mismo de siempre.
—No fue precisamente un paseo por el parque,
¿sabes? Estuve allí doce malditos años y todos los que se suponía que debían
apoyarme, me dieron la espalda. Incluida mi querida esposa. Esa zorra se
divorció de mí. Después de meterme en la cárcel, me abandonó como si fuera una mierda
que no significara nada.
—Yo no te envié a la cárcel —le recuerdo—. Pude
haberlo hecho, sí, pero no lo hice.
Se congela, los engranajes de su cerebro giran
alocadamente. Este es el motivo por el que Lux no debió ser puesto en libertad.
Ni siquiera recuerda lo que hizo, no tiene ni idea de por qué fue condenado.
¿Cómo puede un hombre matar a dos personas en un accidente de coche, por
conducir borracho, y olvidarlo? ¿Y aún así ser excarcelado? Eso no tiene
sentido.
Marie y Patrick Clayton eran los recién casados de
veinte años que, de camino al aeropuerto para coger un vuelo a primera hora y
dar comienzo a su luna de miel, se encontraron con Lux. Este volvía del casino,
enfadado porque había perdido una fortuna, y borracho ya que no podía apostar
sin beber. Siempre iba a jugar al casino y lo que pasara allí dictaría lo que
me ocurriría a mí los días siguientes... y como perdiera, serían malos.
Recuerdo bien los nombres y las caras de aquellos
chicos. Eran pelirrojos, tenían pecas en la nariz, los ojos verdes y una amplia
sonrisa. Hacían una pareja tan dulce y encantadora. Tenían un futuro muy
prometedor. Sus rostros me persiguen y eso que no iba en el coche; en cambio,
Lux ni siquiera sabe lo que hizo aquel día.
Ese accidente me destrozó. Cuando sucedió, me
sentí culpable por permitirle salir esa noche, aunque no podría haberlo detenido.
Me afectó que mi esposo hubiera provocado aquella tragedia. Fue horrible...
pero también me dio la libertad que necesitaba. Si el accidente no hubiera
ocurrido, habríamos permanecido juntos hasta que me golpease hasta la muerte,
dejando a Rosie sin padres. Eso también habría sido terrible.
Sin embargo, ahora no soy libre. Bueno, un poco,
sí porque ya no estamos casados y no hay la menor posibilidad de que volvamos
juntos. Pero con él fuera de prisión, no puedo relajarme. No podré volver a
hacerlo.
—Mira, Lux. —Suspiro en voz alta—. ¿Por qué no vamos
al grano? ¿Qué estás haciendo aquí?
Él extiende el brazo a través de la mesa y trata
de tomar mi mano en la suya. Lux tiene la audacia de parecer sorprendido cuando
se la quito. ¿De verdad cree que le permitiré que me vuelva a tocar?
—¿Por qué actúas así, nena? —Un escalofrío me
corre la columna vertebral—. Sé que las cosas se pusieron un poco... tensas en
el pasado, pero, como te dije, ahora he cambiado. La cárcel me hizo mejor
persona.
—¿Tensas? —Me burlo—. Si de repente eres mejor
persona, al menos sé honesto sobre cómo era nuestro matrimonio. Tenso es alzar
la voz y gritar de vez en cuando. Aquello no era tenso porque me mandabas al
hospital continuamente, mi cuerpo estaba siempre cubierto de moretones y temía
por mi vida.
Me mira con atención, asombrado por mi respuesta.
Yo soy la que debe haber cambiado porque nunca antes le replicaba. Al menos
estamos en un lugar público y no puede atacarme... aunque eso no lo detuvo en
el pasado. Una vez me rompió la cara durante un paseo después de emborracharse.
En otra ocasión, me golpeó en una parada de autobús. En ambos casos, la gente
que lo presenció estaba demasiado asustada como para entrometerse y ayudarme.
«¿Por qué estoy aquí?», me pregunto de repente. «¿Qué
diablos estoy haciendo?»
—¿Qué van a tomar? —nos pregunta una camarera, sobresaltándome.
Casi había olvidado que estamos aquí para cenar. Y
sé por qué vine. Por Rosie. Para ver en qué se ha convertido su padre, para
averiguar si vale la pena. Ella no tardará en descubrir que ha salido y quiero
saber qué clase de persona es para poder advertirla.
—Para mí, agua, por favor —contesto—. Y la sopa.
—¿Estás a dieta? —se Lux se burla—. Yo no me
molestaría. No adelgazarás. Todo se acumula. Especialmente a medida que
envejeces, y... nadie se vuelve más joven.
Mientras él pide un whisky y un filete, mi mirada
se cruza por casualidad con la de la camarera y me siento fatal porque ella me
mira con lástima. Mierda. No necesito que me compadezca. Necesito que se vaya
de una vez. En realidad, necesito salir de aquí, para alejarme de Lux.
—¿Por qué has dicho eso? —susurro tan pronto como nos
quedamos solos de nuevo—. ¿Intentas humillarme?
—Tranquilízate, ¿quieres? Solo era una broma.
Siempre has sido tan aburrida…
Vaya, ahora me echa la culpa a mí. Típico de Lux. No
ha cambiado nada y si después de estos años en la cárcel no lo ha hecho,
entonces no cambiará nunca. Quiero decir, ¿cómo puede estar bebiendo de nuevo
después de lo que hizo? Claro, no vino en coche y eso ya es algo.
—No me mires así —exclama cuando le traen la
bebida—. Es mi vida. Lo dejaste perfectamente claro cuando fallaste a tus votos
matrimoniales y me diste la espalda.
Me gustaría rebatirle, pero no lo hago. Y no solo
porque le tengo miedo y eso me condiciona a no hacerlo, sino porque discutir es
solo soltarle un montón de palabras y no tiene sentido hacerlo con él. Lux
nunca aprenderá. Para él, el único que siempre tiene razón es él y el resto del
mundo se equivoca. Así es que en vez de responderle, cierro los labios con fuerza.
—No pongas esa cara. Es exactamente lo que
hiciste. Te divorciaste de mí para poder ir por ahí y follar con cualquiera.
Estoy seguro de que eso es lo que hiciste mientras yo estaba encerrado. Pero
ahora, ha llegado el momento de compensarme.
—En primer lugar, no es asunto tuyo lo que hice
mientras estabas en prisión porque nos divorciamos y…
—Ajá, tomaré eso como un sí. —Me sonríe con
suficiencia mientras se cruza de brazos.
—No he dicho eso, solo he dicho que no es asunto
tuyo.
—Oh, vaya, ¿nadie te quería?
Dios, le encanta esa idea.
—Pues ya estoy aquí. Por supuesto, quiero aprovechar
el tiempo ahora que soy libre, seguro que lo entiendes, pero no veo por qué no
podemos intentarlo de nuevo.
—Ni hablar. Lo nuestro fue un desastre.
—Entonces ¿por qué coño has venido? ¿Para qué te
has molestado, si no quieres estar conmigo?
Como si la camarera escogiera los peores momentos
para aparecer, llega de nuevo, esta vez con la cena. Me tomaré la sopa con
rapidez para alejarme de él. Su filete está tan poco hecho que se ve la sangre casi
saliendo de él. Resisto la tentación de hacer un comentario al respecto.
Una vez que la camarera se va, me inclino hacia
Lux, ignorando la comida.
—Vine porque compartimos una hija, a menos que
también te hayas olvidado de ella. Pensé que querrías verla.
—Oh, y la veré —responde con confianza—. Tan
pronto como terminemos de cenar.
—¿Qué demonios quieres decir? No puedes ir a
verla. Ni siquiera sabe que estás fuera.
—Será una sorpresa. —Un hilo de sangre del filete le
baja por la barbilla mientras habla. Lux ni siquiera parece darse cuenta—. La
zorra de mi exmujer mantuvo a mi hija alejada de mí todo el tiempo que estuve
en la cárcel.
—Porque no es un lugar para que visite una chica.
—Y ahora lo sigues haciendo, aunque estoy fuera.
Tú eres la que intenta mantenernos alejados, pero ten en cuenta que no podrás
hacerlo siempre.
Estrecho los ojos, la ira empieza a afectarme.
—Parece que olvidas que Rosie ya es adulta. Tiene
veintidós años. Cuando cumplió los dieciocho años, la elección pasó a ser suya
y eligió no verte. Tenía diez años cuando te detuvieron y muchos recuerdos
desagradables de ti. Si quieres verla, debes hacer las cosas bien. Solo accedí
a reunirme contigo hoy para comprobar si vale la pena que pases tiempo con ella.
—Y ahora irás a casa y le llenarás la cabeza de historias.
Perfecto.
—No sé por qué actúas como si yo fuera una mala
persona, Lux. No soy así.
—Porque arruinaste mi vida. —Golpea la mesa con
los puños, montando una escena innecesaria. Seguro de que todo el mundo nos
está mirando, lo que hace que esto sea increíblemente más incómodo—. Si no te hubiera
conocido y no nos hubiéramos casado, si no me cabrearas todo el tiempo, no bebería.
Tú me induciste al alcohol, lo que al final me llevó a cometer todos mis
errores. La culpa es tuya. —Me apunta tan fuerte con el dedo que casi me lo
clava en la cara—. Y ahora intentas mantenerme alejado de mi hija. Pues no lo
aceptaré.
Mientras él se levanta y se va, dejándome con la
cuenta sin pagar, clavo la mirada en el suelo. No importa que haya pasado los
últimos doce años reuniendo confianza en mí misma porque una breve reunión con
Lux la ha machacado una vez más. Sé que no soy quien tiene la culpa de su alcoholismo,
pero aun así…
—¿Le traigo la cuenta? —me susurra la camarera.
Le encanta esto. El nuestro, probablemente, ha
sido el mejor espectáculo que ha presenciado aquí desde hace mucho.
—Claro. He estado pagando las deudas de ese hombre
durante veintidós años. ¿Por qué no sumarle un filete más?
Capítulo 5 - Nelson
No entiendo cómo terminé aquí, en esta estúpida
fiesta. Iba a casa, ya me había decidido y empezado a caminar... pero entonces me
sonó el móvil. Era Derek, uno de mis mejores amigos, y me convenció para venir.
Pensé que salir con él y pasar un buen rato me distraería de lo de Amelia, pero
no ha sido así. Sobre todo porque Derek y Sandi están demasiado ocupados, como
muchas otras parejas, como si el mundo se fuera a acabar porque nos vamos a
graduar. No hacen más que besarse y prácticamente desnudarse junto a la
hoguera. Supongo que debería alegrarme por él porque Sandi le gusta desde hace
años, pero estoy cabreado.
—¡Oye, Smith! —me dice un atleta cuyo nombre
apenas recuerdo pese a todos los años que llevamos estudiando juntos—. ¿Vienes
de vacaciones con nosotros? Mike conoce un festival donde dicen que las chicas
son muy cariñosas. Podemos pasar el verano follándonoslas a todas antes de ir a
la universidad.
Le sonrío a medias pero no le respondo. Ni loco iré
con un grupo de tíos con el que ni siquiera me molesté a tratar en clase. ¿Para
qué? De repente, no quieren avanzar o hacen todo lo que pueden para aferrarse a
sus recuerdos del instituto... patético.
No creo que ninguno de ellos se dé cuenta de que
la secundaria es una época muy corta de nuestras vidas, y si los años que hemos
pasado en el instituto son lo mejor de nuestras vidas… estamos jodidos. Se
trata solo de nuestra juventud, el verdadero comienzo. Me gustaría pensar que
las décadas que vendrán después serán mejores.
No creo que este tío me vea como uno más de su
pandilla y seguro que tampoco me entienden. Somos demasiado diferentes. Debo
ser raro, no sé. Supongo que aún no he encontrado mi sitio. Tal vez eso ocurra
cuando vaya a la universidad y asista a un curso de escritura. Entonces
conoceré a gente de ideas afines a las mías. Bueno, lo haré si soy capaz de
decidir a qué universidad ir... ¡tal vez por eso no volví a casa!
—Nelson, ¿quieres beber algo? —me pregunta una
compañera de mi clase de Informática. Joder, ¿cómo se llama? ¿Por qué coño no
puedo acordarme del nombre de nadie? A este paso, terminaré dejando el
instituto solo recordando a Amelia...
Oh, Amelia. ¿Dónde diablos estará? ¿Por qué habrá
salido con un gilipollas cuando todo lo que tiene que hacer es esperarme un
poco más? Me dan ganas de saltarme la fecha límite e ir a por ella ahora.
Esperaría a que volviese de su cita y la besaría ante el imbécil que le invitó
a cenar y la aburrió durante una hora hablando de trabajo. Entonces, ella lo
comprendería. Nuestra pasión lo ensombrecería todo y...
—Nelson. ¿Me estás escuchando? Soy Luna. ¿Te
acuerdas de mí? De Informática. ¿Estás borracho?
Luna... por supuesto. ¿Cómo no recordar un nombre
así?
—Eh, un poco, sí. —Me rio.
—¿Demasiado borracho para otra cerveza? —Ella mueve
una jarra ante mí—. Tengo más.
—No, me vendría bien otra, gracias. —Le doy mi vaso
para que lo llene—. ¿Qué te trae por aquí, Luna?
—En realidad, no lo sé. Este no es mi ambiente.
Creo que solo he venido porque estaré fuera durante el verano, asistiré a un
programa de estudio que, espero, me ayude con el curso. Así que, esta es mi
última oportunidad para desmelenarme.
—¿Sí? —Eso suena bastante interesante—. ¿Qué vas a
hacer?
—Quiero dedicarme a la ciencia forense, ayudando a
la policía a resolver crímenes. Pero es un mundo muy competitivo, así que
necesito ser la mejor. La experiencia laboral y la formación son
imprescindibles.
—¡Vaya! —Me pregunto por qué no me he fijado antes
en Luna. No es como las otras chicas. Tiene un cerebro que quiere usar para
algo útil. Además tiene ambición y planes para el futuro. Es genial—. Eso es
increíble.
—¿Y tú? Vas a escribir, ¿verdad? Todo el mundo
sabe que eres un buen escritor.
—¿En serio? ¿Cómo es que yo no sabía nada?
Mientras ella me entrega la bebida, veo un
destello en sus ojos.
—Bueno, no lo sé. Pero yo sí me he dado cuenta.
Creo que eres un gran escritor.
Va hacia un rincón que antes ocupaba una pareja
que intenta aprovechar al máximo la noche y me encuentro siguiéndola para tomar
asiento a su lado. Enseguida nos ponemos a charlar sobre nuestro futuro y me pregunto
si habrá algún compañero más al que no he prestado atención, y si es demasiado
tarde para hacerlo ahora. Quizás he pasado los meses más importantes de mi vida
fantaseando con una mujer desnuda...
¡Mierda, eso me hace sentir fatal! ¿Cómo puedo
compensarlo?
—Como pronto nos separaremos —dice de repente Luna
con una voz más sensual—, especialmente yo porque me voy antes que los demás,
me preguntaba si esta es una noche que te gustaría recordar...
Frunzo el ceño confundido. Tal vez debería saber a
dónde quiere llegar, pero no tengo ni idea. Debe ser por la bebida.
—Normalmente no sería tan atrevida, y esto es un
poco vergonzoso para mí, pero no hay momento como el presente. Carpe diem y todo eso... He estoy
enamorada de ti desde siempre y me preguntaba si, ¿te gustaría venir a mi casa
para que podamos... ya sabes? —Se sonroja—. Mis padres están fuera de la
ciudad, así que tendríamos la casa para nosotros solos... No quiero ir a la
universidad siendo virgen, eso es todo. Sé que eso me convierte en la persona
más patética del mundo...
—Yo tampoco quiero ir a la universidad virgen —exclamo
porque, de repente, me doy cuenta de que es cierto.
—¿Qu… qué? No eres... ¿o sí? —balbucea atónita—. Pero
tú… tú eres Nelson Smith.
—¡Ya sé quién soy! —Me rio—. Y sí, soy virgen,
pero ya no quiero serlo.
Después de un breve instante en que nos miramos el
uno al otro, tratando de decidirnos, Luna toma mi mano con la suya. Me siento
incómodo y me pone más nervioso que cualquier otra cosa, pero cuando ella me ayuda
a levantarme, me voy con ella. Tal vez esto esté bien en realidad. No puedo
seguir siendo virgen por culpa de una mujer que ni siquiera me quiere, que ha
acudido a una cita con otro. No puedo ir a la universidad sin experiencia. Será
vergonzoso. Luna es una chica estupenda, ¿por qué no perder mi virginidad con
ella? Puede que sea una buena idea. Tal vez así no acecharé más a la señorita
Clark y pueda concentrarme en otras cosas.
La ambición de Luna me ha inspirado a centrarme
más en mi futuro. Eso es lo que debería estar haciendo.
—No está lejos de aquí —dice Luna con una voz
excitante—. Mi casa, quiero decir.
¿Por qué no me emociono por eso? Claro, esta no es
la forma en que pensé que sería mi primera vez, pero seguramente nadie se sale
con la suya. Es algo que pasa, ¿no? Por eso tanta gente termina decepcionada.
Los adultos siempre dicen que desearían haber guardado la primera vez para
alguien a quien amaban, ¿no? Entonces, es como un derecho de paso para cometer
un error.
Solo cuando mis ojos se dirigen hacia Luna, me doy
cuenta de que no quiero ser eso para ella. Solo un error. Ni quiero tampoco que
ella lo sea para mí. No se merece eso. Es una buena chica que se merece más.
—Luna. —Me detengo, y la obligo a hacer lo mismo—.
No creo que debamos hacer esto.
—¿Qué? ¿Por qué? —De pronto, parece triste, y eso
no es lo que yo quería—. ¿Por qué no?
—Porque no está bien, ¿verdad? Debería ser más
especial que esto. La virginidad no es algo que se tira por la borda.
Me acerco a ella y se pone de puntillas como si
fuera a besarme, pero me mantengo erguido, haciendo evidente que eso no va a
suceder. Puede que la esté lastimando, pero es lo mejor.
—No quiero ir a la universidad y ser una virgen
patética. No puedo.
—¿Y por qué no puedes ser la chica fuerte que
conserva su virginidad para alguien especial?
Espero que al cambiar su perspectiva, empiece a
verse a sí misma bajo una luz diferente. No es lo peor del mundo no tener sexo
antes de ir a la universidad. ¿Qué clase de persona la juzgaría por eso? ¿Por velar
por sí misma y respetar su cuerpo tanto como para esperar? Desde luego, no es
el tipo de persona que me gustaría conocer. Claro, tuve un momento de debilidad,
pero ahora sé que esperar a que llegue el momento adecuado es lo mejor. No
debería basarme en los adultos que cometieron un error al elegir con quién se
acostaron por primera vez, debería tomarlos como ejemplo para tomar la decisión
correcta.
—No sé si ocurrirá así —susurra Luna—. Además,
¿qué pasa si conozco a esa persona y no sé qué hacer y acabo arruinándolo todo?
Joder, ¿tiene que darme un millón de cosas más de
las que preocuparme? Me está resultando muy difícil apoyarla. Pero ahora mismo,
necesita que sea fuerte, no que pierda la cabeza.
—Si es el indicado, no habrá nada que puedas hacer
mal. Será simplemente perfecto. Aunque no salga según lo planeado, compartirás
su amor para superar cualquier cosa.
—Habla el escritor que hay en ti —exclama y se
echa a reír, sarcástica, ya que solo han sido unas pocas palabras. Nada
profundo—. Supongo que tendré que volver sola.
—Te acompañaré. —Esta vez sostengo mi brazo para
que ella se agarre a él—. Te llevaré a casa.
—No eres como los otros, ¿verdad, Nelson? Hay algo
especial en ti.
—Lo sé... y creo que ese podría ser mi problema.
—Tal vez... o podría resultar ser lo mejor de ti.
Sus palabras me emocionan mientras caminamos. Ya
no sé qué pensar. Solo quiero que las próximas dos semanas pasen rápido porque
ya estoy preparado, es hora de actuar, de ver adónde va lo que hay entre Amelia
y yo. No puedo esperar eternamente. La quiero en mis brazos, quiero que todas
mis fantasías se hagan realidad por fin.
Necesito que mi vida real comience de una vez,
necesito salir de la burbuja que supone el instituto, y lo necesito ya.
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