Relato Ampliado
LA LLUVIA
De
1
Estaba lloviendo. Una hora
antes, cuando había salido de casa dispuesta a correr unos cuantos
kilómetros, el sol calentaba mi cuerpo desde lo alto del cielo. Y
ahora estaba lloviendo.
No una de esas lluvias flojas
que no te preocupan demasiado puesto que humedecen escasamente tu
pelo, sino un torrente sin fin que te empapa por entero. Y así era
como estaba yo en ese momento.
Mi pelo escapaba de la coleta
para pegarse contra mi cara y mi cuello. Mi ropa pesaba más y
dificultaba mis movimientos. Mis zapatillas de deporte hacían
ruiditos graciosos que a mí, con el humor de perros que tenía en
ese momento, me parecían de lo más insoportables. Y por si eso
fuera poco, en una mala pisada, todo mi cuerpo decidió chocar contra
el suelo embarrado.
Incapaz de levantarme con la
dignidad que debería, me quedé sentada, derrotada por una demencial
lluvia y su cómplice el barro. Cerré los ojos para no llorar pues
no sólo mi cuerpo estaba tirado, sino también mi orgullo.
-¿Te encuentras bien? -una
voz tremendamente masculina me sacó de mis lamentaciones.
Abrí los ojos para
enfrentarme a una mirada curiosa y, por qué no decirlo, preocupada.
Aquellos intensos ojos azules me dejaron paralizada, olvidando dónde
estaba, cómo había llegado a allí y por qué; de repente, la
lluvia había dejado de molestarme.
El hombre esperó
pacientemente a que yo hablase pero no hice nada. Había olvidado
realmente su pregunta. Incluso puedo asegurar que había dejado de
respirar también. Al menos por unos segundos, antes de que mi propio
instinto de supervivencia me obligase a reaccionar.
Comprendiendo que nunca le
contestaría, el hombre sonrió y me tendió la mano.
Afortunadamente, mi mano se alzó hacia la suya. De no haberlo hecho,
habría sido como confirmarle que en mi cabeza algo andaba mal.
-Gracias -logré decir.
Él sonrió de nuevo y mi
corazón decidió bailar en mi pecho. ¿Alguna vez había visto una
sonrisa igual? Supongo que no o me acordaría. Al menos ahora sabía
que no podría olvidarla en mucho tiempo.
-Será mejor que nos pongamos
a resguardo -me sugirió con aquella voz profunda y grave.
Un escalofrío recorrió mi
columna vertebral y no fue por el frío. Desde que aquellos ojos
azules se fijaron en mí, un extraño pero agradable calor me había
envuelto en sus brazos y ya ni notaba la ropa mojada.
Sin esperar a que contestase,
algo que seguramente no sería capaz de hacer, me sujetó con
gentileza del brazo y me llevó con él hacia una caseta de madera
que había cerca. Por suerte y a pesar de lo pequeña que era,
cabíamos los dos. Para mi desgracia, el roce de su cuerpo no me
permitía reponerme de su presencia.
-Vaya cambio en el tiempo,
¿verdad?
Que su mirada se perdiese en
el cielo cargado de nubes negras fue un alivio para mí. Pude
respirar con tranquilidad y cerrar los ojos un momento para controlar
las sensaciones que aquel hombre despertaba en mí. Cuando abrí los
ojos, él me miraba nuevamente pero yo ya pude sonreírle sin temor a
parecer una loca desquiciada.
-Tormenta de verano, supongo.
Me felicité por lo firme de
mi voz. Después de ignorar sus preguntas por falta de voz, al menos
había logrado hablar nuevamente con cierta serenidad.
-Creo que tendremos que
quedarnos aquí por algún tiempo.
-Eso parece.
-A no ser que no te importe
mojarte -continuó hablando como si yo no hubiese dicho nada- Tengo
el coche a unos cien metros de aquí.
Levanté mis manos al aire y
miré mi ropa empapada a modo de respuesta. ¿Podría acaso mojarme
más de lo que ya estaba? Probablemente. ¿Me molestaría? A estas
alturas, no.
-Me preocuparía más estar
metida en el coche con un desconocido -me permití bromear.
Por alguna extraña razón, no
temía que fuese a hacerme algo malo. Tenía unos ojos de mirada
demasiado dulce.
-Aarón -me tendió la mano.
-Carolina -lo imité.
Nuestras manos se enlazaron y
sentí el apretón de la suya. Suave pero enérgico. Y después, algo
cambió. Nuestros ojos se perdieron en los del otro y nuestras manos
no llegaron nunca a soltarse. No podía apartar la mirada y la forma
hipnótica en que Aarón me masajeaba la palma de la mano con su
pulgar aceleraba mis pulsaciones.
Nuestros cuerpos se acercaron
por inercia. Nuestras bocas a escasos centímetros. Alguien debía
parar aquella locura pero yo no me sentía capaz de acometer
semejante tarea. ¿Y Aarón?
Mi pregunta jamás obtendría
respuesta porque un fuerte trueno hizo los honores. De un salto, nos
separamos. Aarón me miraba intensamente pero yo no me sentí con
fuerzas para mantener la mía y la aparté.
-Es peligroso quedarnos aquí
-su voz sonó más ronca que minutos antes. Lo oí carraspear
después.
-¿Una carrera? -creo que lo
que bromear es un mecanismo de defensa.
Aarón me tomó de la mano sin
siquiera pedirme permiso y empezó a correr arrastrándome con
él. Tampoco es que fuese a enfadarme por eso. Se sentía tan bien su
mano en la mía.
Llegamos al coche y entramos
en él. Sólo después de sentirme a resguardo me di cuenta de que
estaba manchada de barro por la caída. Me moví inquieta en el
asiento del copiloto.
-Te voy a manchar el coche
-dije con disgusto.
-No te preocupes. Es un precio
justo.
-¿Por qué? -lo miré
extrañada.
-Por poder tener a mi lado a
una mujer tan hermosa -me sonrió.
No podía verme pero estaba
segura de haberme ruborizado desde los dedos de los pies hasta la
punta del pelo.
-¿Te llevo a casa? -dijo
después de aclarar su voz de nuevo.
No estaba segura de querer
decirle donde vivía a un desconocido pero me descubrí dándole mi
dirección sin ningún tapujo. Mi madre solía decir 'de perdidos al
río' y al parecer, yo me estaba aplicando el cuento en ese momento.
Llegamos a mi casa y quiso
acompañarme hasta el portal. No me opuse, siguiendo las directrices
del refrán. Me detuve frente a él para despedirnos. De ningún modo
le dejaría entrar.
-Gracias -le sonreí.
-Ha sido un placer.
Y fue en ese momento que él
se inclinó hacia mí y besó mis labios con los suyos. Fue un roce
ligero pero continuó cosquilleando cuando se separó.
-Adiós, Carolina.
Al día siguiente, más bien
noche, un repartidor me entregó un precioso y enorme ramo de flores
junto con una nota.
'Carolina,
Gracias por una tarde tan
maravillosa. Me impresionaste hasta el punto que ya no soy capaz de
dejar de pensar en ti. He estado dándole vueltas al asunto y
sólo hay una solución. Una cena para conocernos mejor. Te dejo mi
número al final de esta nota. Si estás dispuesta a intentarlo, ya
sabes qué hacer. Espero sinceramente que me llames.
Aarón'
Miré varias veces su número
de teléfono antes de decidirme a anotarlo en mi agenda. Y unas
cuantas más antes de marcarlo. Cuando estaba a punto de cortar la
llamada, una voz masculina contestó.
-Hola, Carolina.
-¿Cómo supiste que era yo?
-le dije sorprendida.
-Abre la puerta.
Me acerqué a la puesta de mi
casa e hice lo que me pidió. Mis ojos se abrieron de sorpresa y
mi boca dibujó una tímida sonrisa. Colgué el teléfono.
-Hola -le dije.
-Hola -contestó. También él
había colgado.
Lo invité a pasar y supe en
ese momento que ya no lo dejaría marchar nunca más. Me había
conquistado totalmente con el simple gesto de regalarme rosas y
aparecer por sorpresa en mi casa. ¿Qué importaba que lo hubiese
conocido el día anterior? ¿O que sólo hubiésemos intercambiado un
par de frases? Lo que me hacía sentir, no me había sucedido nunca
con nadie y eso bastaba para mantenerlo a mi lado.
-Espero que no hayas cenado
ya.
-Acabo de llegar a casa –negué
con la cabeza.
-Perfecto –se sentó en el
sofá de un modo natural, como si no fuese la primera vez que estaba
en mi casa.
Me duché y me puse el vestido
que reservaba para las grandes ocasiones. Después de todo, esta lo
parecía. Aarón vestía traje y corbata, así que supuse que me
llevaría a un lugar elegante.
Después de arreglar mi
cabello de mil formas sin que ninguna me convenciese, decidí
sujetarlo en una coleta baja lateral. Me maquillé de forma sencilla,
acorde con el peinado. Nada ostentoso para mí. Me miré en el
espejo, no muy convencida del resultado final, pero firmemente
decidida a no cambiar nada más.
En cuanto Aarón me vio, se
incorporó del asiento y me repasó con la mirada. Parecía realmente
sorprendido, y por su expresión, deduje que le gustaba. El alivio me
permitió sonreírle.
-Lista –le dije- ¿Voy bien
así?
-Perfecta –se acercó a mí
y me tomó de la mano para hacerme girar– Aunque estarías bien con
cualquier cosa que te pusieses.
-Ya he dicho que sí a la cena
–sonreí– No necesitas adularme más.
-Sólo digo lo que pienso,
Carolina.
-Gracias, pues.
-Gracias a ti por aceptar mi
invitación. Te prometo que merecerá la pena.
-Ya la merece –susurré
cuando me llevó con él hasta su coche, dispuesto a darme una noche
inolvidable, como había dicho.
Continuará
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