Las Mejores Novelas Sobre Highlands
UNA DULCE ENEMISTAD
de Johanna Lindsey
Ficha Técnica:
Protagonistas ------- Jamie
McKinion y Sheena Ferguson
Título original------ A gentle
fending
Situación ------------ Escocia,
1541
Año de publicación -------- 1984
Publicación en España ----- 1984
Mi Puntuación ------ *****
SINOPSIS
Él no la dejaría irse. Ella no
sacrificaría su orgullo a la vergüenza
Entre los clanes Fergusson y MacKinnion existe un
enferntamiento desde hace tanto tiempo que se ha olvidado la causa. Un día
James es capturado en las tierras de los Fergusson y encerrado en las mazmorras
con la condición de ser liberado cuando consienta en casarse con una de las
hijas del jefe del clan para acabar con el enfrentamiento.
James decide elegir a la Joya de Tower Esk, la hija mayor
comprometida con su mejor amigo, pero Niall, el hermano de Sheena cree que para
salvarla la mejor forma es dejar escapar al MacKinnion. Cuando se descubre la
fuga, todos creen que la culpable ha sido Sheena, quién es desterrada a un
convento con su tía y rechazada por su prometido.
El hermano de James secuestra a Sheena al quedar
enamorado de ella a primera vista y la lleva a su casa, pero esa noche ella
tiene una pesadilla y al despertar es James MacKinnion quién está
consolándola.
Su peor pesadilla se ha hecho realidad, ¿Cómo podrá salir
Sheena del Castillo MacKinnion sin rebelar su identidad?
MI OPINIÓN
Sheena y Jamie estaban separados por las
barreras de odios que habían levantado sus clanes. Ella había luchado en vano
por escapar al deseo arrollador que sentía por el joven enemigo. Bajo esa
superficie de rudeza, él ocultaba una ardiente ternura que la había capturado
por entero.
El orgullo y el honor la obligaban a
odiarlo. No obstante, su corazón de mujer vibraba de éxtasis con su contacto.
Ella ansiaba entregarse y poseerlo por completo... estar junto a él para
siempre , compartiendo un amor sin límites.
Si bien Johanna Lindsey es una de mis
escritoras favoritas, esta novela se encuentra entre sus mejores obras. Desde su inicio
hasta el final te sientes transportada a otro tiempo y vives como propias las
dificultades de los protagonistas.
Escrita con maestría, es una obra que no
os podéis perder, sobre todo, si eres una amante del romanticismo y las
novelas históricas.
Luchas de clanes, amores imposibles,
malentendidos, venganzas, la historia argumental lo tiene todo para disfrutar de una
lectura mucho más que agradable.
OPINIONES DE LAS LECTORAS
- Cuando una amiga me recomendó el libro, no pensé que sería tan bueno. En realidad me gustó lo bien caracterizados que estuvieron los personajes tanto de Jamie como de Shenna. Jamie con su carácter de señor feudal no puede dominar a la bellísima Sheena, y ésta a su vez pese a que siente que debe odiar a Jamie por creerlo un bárbaro, tampoco logra controlar su atracción por él. Felicito a la escritora, voy a seguir leyendo otros de sus libros.
- Buenisima de principio a fin, Jamie y Sheena pertenecen a clanes diferentes.sus familias siempre han estado enemistadas por un suceso del pasado.el padre de Sheena quiere poner fin a la enemistad a través del matrimonio con una de sus hijas y así tener paz entre las familias de una vez y por todas.las cosas no serán tan fáciles como parecen Sheena es muy voluntariosa y terca y Jamie es el dueño y señor de un clan acostumbrado a que se cumplan sus ordenes.ninguno de los dos estaba preparado para la llegada del amor que doblegaría sus voluntades.muy bonita historia .me ha encantado .la recomiendo.
Navegando por internet descubrí publicado en una página el comienzo del libro. Os lo dejo para iros abriendo el apetito.
PRIMER CAPÍTULO
Primeros días de mayo de 1541.
Aberdeenshire, Escocia
Una luna brillante apareció entre las nubes
huidizas, iluminó los Páramos de las Tierras Altas y dejó a cinco hombres
envueltos en sombras profundas. Cinco hombres que aguardaban detrás de un
empinado peñasco, muy arriba del gran río Dee. El río era un hilo de plata que
corría por su cauce sinuoso en el ancho valle que se abría entre los montes
Cairngorm y el imponente Lochnagar.
Un torrente, rebosante por la nieve
fundida del invierno, pasaba por debajo para unirse al Dee. La turbulenta
corriente atravesaba Glen More, donde las granjas de Malfoy moteaban la poca
tierra fértil que había.
Todo estaba tranquilo en las granjas.
Todo estaba tranquilo en el valle. Los cinco hombres oían solamente el melódico
sonido del agua allá abajo y sus propias respiraciones entrecortadas.
Permanecían agazapados detrás del peñasco, con frío y mojados por el cruce del
río.
Estaban esperando que la luna llegara a
su cenit, cuando no proyectara sombra alguna. Entonces, el más alto del grupo
ordenaría iniciar la tarea, una tarea concebida a impulsos del rencor. Los
hombres de su clan que lo acompañaban estaban tan nerviosos como él.
-La luna está alta, sir William.
William se puso rígido.
-Así es -dijo y empezó a distribuir las
mantas con dibujos escoceses en colores rojo, dorado y blanco que había
ordenado que hiciesen para esa noche-. Hagámoslo, entonces, y hagámoslo bien.
El grito será el grito del clan Potter, no el de nuestro clan. Y no los maten a
todos, o no quedará nadie para decir cuál fue el grito de guerra que oyeron.
Los cinco hombres salieron de su
escondite y reunieron sus caballos. Fueron desenvainadas las espadas y
encendidas las antorchas. Y en un momento, un grito de guerra que helaba la
sangre cortó el aire de la noche. Siete granjas estaban en su camino, pero los
agresores esperaban atacar solamente tres, porque los granjeros de Malfoy eran
buenos guerreros además de granjeros, y los pocos atacantes tenían a su favor
solamente el factor sorpresa.
Los moradores de la primera granja
alcanzaron apenas a despertarse antes de que su cabaña fuera incendiada. La
casa fue rápidamente consumida por el fuego. El ganado fue masacrado, pero el
granjero y su familia se salvaron de la espada. Eso no fue ninguna ventaja
porque, prisioneros en ese infierno, sus muertes resultaron más atroces.
Una pareja de recién casados vivía en la
segunda cabaña; la esposa tenía sólo quince años. La joven despertó al oír el
grito de guerra presa de terror, terror que se duplicó cuando vio el rostro
angustiado de su marido. El hombre la obligó a ocultarse debajo de la gran cama
en forma de cajón y después salió a enfrentarse con los atacantes. Ella nunca
supo qué fue de él, pues el humo llenó la cabaña de techo de paja y la sofocó.
Fue demasiado tarde para arrepentirse de haber desafiado a su hermano a fin de
casarse con su amado. Fue demasiado tarde para cualquier cosa.
La tercera granja tuvo un poco más de
suerte, aunque no mucha. Era una granja más grande donde vivía el viejo Ian con
tres hijos ya crecidos, una nuera, un nieto y un sirviente. Afortunadamente,
Ian tenía el sueño liviano y despertó a tiempo para ver arder la cabaña de los
recién casados. Llamó a las armas a sus tres hijos y envió a su nieto a poner
sobre aviso a sus vecinos más próximos. Simon tendría después que avisarle al
señor del que eran vasallos.
Los atacantes encontraron resistencia en
la granja de Ian donde cuatro fuertes guerreros los recibieron. Ian todavía
podía blandir un peligroso garrote y se resistió durante un tiempo precioso.
Uno de los hijos de Ian fue muerto, otro fue herido, y el viejo Ian cayó antes
de que se oyera el grito de guerra de los Malfoy. Al oír ese sonido, los
atacantes huyeron.
El joven señor contempló la escena de
devastación en esas horas oscuras antes del alba preso de intensa cólera.
Scorpius Malfoy detuvo su enorme semental en el momento en que su amigo Black
Zabini entró corriendo en la cabaña de los recién casados, una casita
construida hacía pocos meses para recibir a la novia. Sólo las bajas paredes de
piedra y un sector pequeño del techo quedaban de un hogar que recientemente
había estado lleno de risas y alegría.
Por su amigo Black Zabini, Scorpius
esperó que la cabaña estuviera vacía, pero era una esperanza imposible y él lo
sabía. Miró fijamente el cuerpo del joven granjero, tendido fuera de la puerta
ennegrecida, con la cabeza casi separada del tronco.
Estos vasallos suyos, que habitan en los
límites de sus tierras, acudían a Scorpius en busca de protección. Pero su
castillo estaba lejos, arriba en las colinas, y él no hubiera podido llegar a
tiempo para socorrer a esta gente. Quienquiera que hubiera hecho esto
simplemente no temía la cólera de Malfoy. ¡Bueno, ahora sabrían que debían temerla!
¡Por Dios que aprenderían!
Black Zabini salió tambaleándose de entre
las ruinas calcinadas, semiahogado por el humo. Lanzó a Scorpius una mirada de
alivio, pero Malfoy no quedó convencido.
-¿Estás seguro, Black Zabini? -preguntó
en tono solemne.
-Ella no está aquí.
-Pero ¿estás seguro, Zabini? -insistió
Scorpius-. No quiero perder más tiempo a fin de poder buscar cuanto antes en
las colinas. La muchacha seguramente ya habría aparecido si...
-¡Maldición, Scorpius! -estalló Zabini.
Pero la expresión dura de los ojos de su
señor lo hizo llamar a sus hombres y darles angustiado la orden de registrar la
cabaña, esta vez con más atención y sin dejar ninguna tabla sin levantar.
Los tres hombres entraron. Volvieron a
salir demasiado pronto y trayendo el cuerpo de una jovencita.
-Estaba debajo de la cama -dijo
quedamente uno de ellos. Zabini tomó a su hermana y la depositó suavemente
sobre el suelo. Se inclinó sobre ella.
Scorpius apretó con fuerza las riendas.
-Por lo menos no está quemada, Zabini
-dijo en voz baja a falta de otro consuelo que ofrecer a su amigo-. No debe de
haber sufrido mucho dolor.
Black Zabini no levantó la vista.
-No está quemada, pero lo mismo está
muerta -sollozó-. ¡Oh Dios, ella no debía haber estado aquí! Le dije que no se
casara con este bastardo. ¡No debía haber estado aquí!
No había nada que Scorpius pudiera decir,
nada que pudiera hacer. Excepto lograr que los que habían causado este horror
pagaran caro por ello.
Scorpius siguió cabalgando con la docena
de hombres que había traído consigo desde el castillo Manor. Vio lo que había
pasado con la primera granja. La tercera granja en la línea de daños estaba
intacta, pero dos de sus moradores estaban muertos: el viejo Ian y su hijo
menor. Muchos animales estaban muertos, incluidos dos hermosos caballos que el
mismo Scorpius le había dado a Ian.
Sintió que su cólera se convertía en una
herida abierta. Esto no era una incursión común de saqueo sino una matanza
imperdonable. ¿Quién pudo hacer una cosa tan terrible? Había sobrevivientes.
Scorpius podría obtener una descripción, alguna pista, por lo menos.
Si Scorpius hubiese sospechado de
incontables nombres, el nombre que le dieron habría sido el último de la lista.
-Potter. El clan Potter, y no hay error
-dijo rencorosamente Hugh-. Eran cerca de una docena de esos malditos
habitantes de las Tierras Bajas.
-¿Viste al viejo Potter en persona?
–preguntó Scorpius, echando fuego por los ojos.
Hugh negó con la cabeza, pero no vaciló.
-El grito del clan se oyó muy nítido. Los
colores de las mantas se vieron con claridad. He luchado con los Potter lo
suficiente para conocer sus colores tan bien como los míos.
-Pero han pasado dos años, Hugh.
-Ajá, dos años desperdiciados -replicó
Hugh, escupiendo las palabras-. Dos años en que hubiera podido dedicarme a
matar hombres de Potter, y ahora no estaría llorando a un padre y un hermano.
-No tiene sentido, hombre -dijo Scorpius
cuidadosamente- Hay muchos tartanes parecidos al de Potter, incluido el
nuestro. Yo necesito algo más que un grito de guerra que cualquiera puede
imitar y que colores vistos en la oscuridad.
-Usted tiene dudas, sir Scorpius, y aquí
nadie se lo va a reprocha -dijo uno de los granjeros que habían sido advertidos
por Simon-. Fue un grito que creí que no volvería a oír después de estos dos
años de paz, pero lo oí muy bien cuando los cobardes huían siguiendo el
torrente.
-Yo venía remontando el torrente y vi los
daños -declaro otro hombre-. Ahora estamos esperando escuchar de sus labios lo
que vamos a hacer, sir Scorpius.
Scorpius se sintió afectado por este
desafío. La mayoría de los hombres presentes eran mayores que él. Si no hubiese
bastado el hecho de que él tuviese solamente veinticinco años, su rostro
aristócrata y agradable de muchacho lo hacía parecer todavía más joven. Estos
fieles vasallos sabían de su carácter fiero y de sus fallos frecuentemente
severos, pero habían visto poco de él en los dos años pasados desde que muriera
su padre y él se convirtiera en señor y jefe del clan Malfoy. No había habido
oportunidad de que ellos pelearan junto a Scorpius.
-¿Ustedes quieren que yo los conduzca en
la venganza? Lo haré con gusto, porque quienquiera que los ataque a ustedes me
ataca a mí. -Scorpius devolvió las miradas, clavando firmemente los ojos en los
de cada uno de sus hombres. Nadie dejó de percibir la helada determinación que
endurecía sus ojos de color grisáceo profundo-. Pero no iniciaré otra vez una
larga y mortífera contienda entre clanes sin buenos motivos. Lucharemos contra
los culpables y no contra otros.
-¿Qué más pruebas se necesitan?
-¡Un motivo, hombre! -replicó duramente
Scorpius-. Necesito un motivo. Todos ustedes lucharon contra los Potter en
tiempos de mi padre y saben que ellos no son un clan poderoso. Saben que en
número los superamos dos a uno, aunque se unan con los MacAfee. Harry Potter
quiso terminar con la contienda. Mi propia tía insiste en que la lucha jamás
hubiera debido empezar y por eso acepté la paz cuando no hubo ninguna acción de
represalia después de nuestra última incursión de hace dos años. Desde
entonces, nosotros no los hemos atacado y ellos no nos molestaron. De modo que
¿alguno de ustedes puede darme un motivo para lo que sucedió aquí esta noche?
-¿Un motivo? No, pero hay pruebas -dijo
el hijo mayor de Ian que se adelantó y arrojó a los pies de Scorpius un trozo
de tartán.
Los colores eran varios tonos de rojo y
dorado, con rayas blancas.
En ese momento apareció una banda de
treinta hombres, granjeros y sus hijos que vivían cerca del castillo Manor y
habían sido reunidos por el primo de Scorpius.
-Así sea -dijo ominosamente Scorpius,
aplastando lentamente el trozo de inconfundible tartán Potter bajo su bota-.
Cabalgaremos hacia el sur, hacia Angusshire. Sin duda estarán esperándonos,
pero no tan cerca de sus talones como estaremos. Partiremos ahora para arribar
al alba.
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