UN FINAL SOÑADO de Sonia López Souto
Como cada año, en la última noche
del mismo, mis amigas y yo nos juntábamos. Como cada año, íbamos a la discoteca
más concurrida de la ciudad. Como cada año, ellas buscaban un chico guapo al
que besar cuando las campanadas diesen paso al siguiente año. Y como cada año,
yo sólo quería estar lejos de mi casa.
Mis padres se odiaban. Deberían
haberse divorciado años atrás, pero no lo habían hecho. Simplemente convivían
como podían, peleando y discutiendo entre ellos cada vez que se cruzaban, cosa
por otro lado muy habitual viviendo en la misma casa. Pero cada año, en unas
fechas tan señaladas como eran las Navidades, fingían que formábamos una unida
y armoniosa familia feliz. Todas sus falsas sonrisas y sus forzadas carantoñas
delante de los demás, me enfermaban. Casi los prefería discutiendo. Eso era lo
que yo conocía, a lo que estaba habituada ya.
Hacía años que me había ido a
vivir a un pequeño apartamento de una sola habitación. Era feliz en él. En mi
mundo, con mis cosas. Pero en Navidades, cada año, me veía obligada a
interpretar un papel en el que no me sentía cómoda. Por eso, y sólo por eso,
aceptaba los planes de mis amigas para el día de Fin de Año. Mejor una
abarrotada discoteca con ellas, que una embarazosa cena con mi familia.
-Yo espero por las copas – les
dije – Id vosotras a bailar.
En realidad, lo que deseaba era
pasar desapercibida. No tenía intención alguna de hacerme ver como intentaban
mis amigas. Yo no necesitaba besar a un chico, guapo o no, para empezar bien el
año. Con estar lejos de mis locos padres era más que suficiente.
Les entregué las copas de champán
en cuanto el camarero me las sirvió. Sé que el hombre me hizo ojitos, pero yo
apenas lo miré. No estaba de humor para coqueteos. Y aunque mis amigas me
obligaron a quedarme en la pista de baile con ellas, me limité a vaciar mi
copa. Varias veces, de hecho.
-Voy al baño – le grité a una de
ellas, aunque creo que ni me escuchó.
Estaba un poco mareada, así que
caminé con cuidado de no chocar con nadie. Cuando llegué a mi destino, me
sentía exultante por haberlo logrado. Por suerte para mí, no había demasiada
cola para entrar. Cuando salí de allí, una sonrisa se había instalado en mi
cara. Tal vez la noche no sería tan mala, después de todo.
Entonces, lo que había logrado
evitar en mi viaje de ida, sucedió en el de regreso. Mi entumecido cuerpo se
dio de bruces contra otro mucho más fuerte. Jamás me había considerado una
mujer baja pero tuve que elevar mi cabeza muy por encima de mí para poder
mirarlo a la cara. Parpadeé varias veces para comprobar que no estaba soñando.
O el alcohol me hacía delirar o tenía a
-Perdona – le dije después de
aclarar mi voz – No te había visto.
-Creo que es la primera vez que
me dicen eso – rió él.
Me quedé en silencio, mirando
aquellos increíbles ojos grises. Sabía que debía moverme, marcharme de allí,
pero mi cuerpo parecía no responder. Que él me observase con igual intensidad,
sólo me hacía permanecer inmóvil más tiempo.
-¿Estás sola? – habló por fin.
-He venido con mis amigas.
-¿Sólo amigas? No puedo creer
eso.
-Es la verdad – me sonrojé.
¿Por qué me sonrojé si aquello no
era ni siquiera un cumplido? Si me lo hubiese dicho cualquier otro, ya le
habría respondido con alguna pulla mordaz de las mías. Si hubiese sido
cualquier otro, lo habría avergonzado al momento.
-¿Puedo invitarte a tomar algo?
Si hubiese sido cualquier otro,
le habría dicho que no. Si hubiese sido cualquier otro, me habría largado
después, con una sonrisa triunfante en los labios.
-Claro – le sonreí.
Pidió champán para ambos y
mientras esperaba a que nos lo sirviesen, volvió a fijar su vista en mí. Si
hubiese sido cualquier otro, ya le habría dicho algo que le obligase a apartar
la mirada.
-Me llamo Lucas.
-Tania – le tendí la mano. El
roce con la suya provocó escalofríos en todo mi cuerpo.
-Un placer, Tania – besó mi mano.
Si hubiese sido cualquier otro, ya lo habría golpeado por hacer eso.
Cuando anunciaron la cuenta atrás
para la entrada al nuevo año, nos miramos de nuevo. Ninguno se movió.
-Te estarán esperando tus amigas
– mi mano continuaba enlazada con la suya.
Si hubiese sido cualquier otro,
habría aprovechado para escabullirme.
-No creo ni que noten mi
ausencia.
Nos miramos mientras escuchábamos
de fondo los gritos de los demás, contando hacia atrás las doce campanadas.
Lucas di un paso hacia mí y rodeó mi cintura con su brazo para acercarme más a
él. Si hubiese sido cualquier otro, lo habría empujado e insultado por tal
osadía.
-Feliz año nuevo, Tania – me dijo
cuando la cuenta atrás terminó.
-Feliz año nuevo, Lucas – me
besó.
Si hubiese sido cualquier otro…
pero no lo era. Era simplemente Lucas, el hombre de mi vida.
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