FANTASÍA Lily Tempeltom
Estábamos terminando bachiller y cada uno vivía en la casa
de sus padres. Pero un día pasó lo que nadie quiere que le suceda: De rodillas,
estaba mi novia, disfrazada de colegiala con sus labios succionándome mí preciado
tesoro. Así fue cómo nos encontraron sus padres; a los que no conocía hasta ese
momento. Allí en mitad de su salón estaban en estado de shock; su padre con
ojos desorbitados y su madre con las manos en la boca junto a las maletas de su
supuesto viaje de fin de semana.
Todo esto empezó un día que de camino a mi casa, pasé por la
tienda de juguetes de mi ciudad y vi en el escaparate un perchero con rebajas
de los disfraces de carnaval, siempre había tenido una fantasía, y sin dudarlo
me atreví a comprar el disfrazar.
Mi novia estaba con sus días de mujer, no pudimos hacer
nada. Pasó el tiempo y el disfraz quedó en el olvido en una silla de mi
habitación.
Hasta que una tarde, mi madre enojada y con el disfraz en la
mano, el cual encontró en la silla de mi habitación cuando fue a buscar la ropa
sucia, quiso que le diera una explicación por aquella prenda imprudente.
Cuando la vi mi cara se tornó roja, y me preguntó “¿para qué
quería ese disfraz?”, yo le contesté que se lo había comprado a Martha, mi
novia actual. Menos mal que entre mi madre y yo nos comunicamos y pude
explicarle todo, no sin vergüenza. Inmediatamente mandé a Martha un mensaje en
cuanto lo volví a guardar en mí cuarto. Me contestó que ese fin de semana era
el perfecto.
Por fin llegó, el fin de semana. Los padres de Martha
se habían ido de viaje, Martha decidió hacerse cargo de todo: decoró la mesa
con velas, bajó la intensidad de la luz del salón. Nada más terminar me dijo
que no me moviese que lo recogía todo, que fuera al sofá para tomar el postre.
Trajo un pañuelo y me tapó los ojos. Solo la oía por la habitación trasteando,
pasó por mi lado otra vez con diligencia riendo, sin poder evitarlo me uní.
—Ya verás cómo te va a gustar lo que he preparado— dijo con
voz emocionada.
—Seguro que sí, cielo—le dije totalmente convencido.
De repente, la oí a mi lado con una voz muy sensual y en un
tono bajo me dijo al oído que me quitase despacio el pañuelo.
Automáticamente lo hice, se me secó la garganta por lo
que tenía delante de mí. Allí, como una auténtica colegiala manga, estaba ella
con dos coletas a los lados, el flequillo suelto, una camisa blanca ajustada
con dos rayas azules a los bordes, una diminuta falda azul marino, calcetines
blancos hasta las rodillas y para terminar, unos zapatos negros que no estaban
con el disfraz. Estaba perfecta, mi fantasía hecha realidad.
Mientras se acercaba a mí con pura sensualidad, vi que las
manos las tenía ocupadas; en una un bol con fresas y en la otra un bote de nata
montada.
—Vamos a ver…— me dijo mientras se levantaba fugazmente la
falda, dejándome ver que no llevaba nada puesto debajo, para después sentarse
encima de mí. Eso me puso frenético, mi amiguito se despertó de golpe.
— ¿Vamos a ver, qué? Mala. —le respondí.
—Abre esa boquita—dijo mientras tanto echaba un poco de nata
en el cuenco.
Luego, untó la fresa y acercándola a mí boca mordí la punta.
Un poco de jugo resbaló de mis labios, ella experta en lamer, se encargó de lo
que se me resbalaba. Volvió a acercar el resto de fresa y bocado a bocado nos
fuimos terminando las que quedaban, dejando algo para jugar después.
—Ahora me toca a mí.
La levanté de mi regazo instándola a tumbarse, le abrí las
piernas y me posicioné entre ellas quedándome sentado sobre mis tobillos.
— ¿Confías en mí?—asintió—. Bien, porque quiero saborear tu
coño con esto—señalé las fresas. Me sonrió y eso bastó para empezar mi juego.
Ansioso, le retiré un poco hacia arriba la
falda, sorprendido al ver que estaba sin un ápice de vello me
agaché, de golpe un olor dulzón llego a mi nariz. Cogí una fresa, mordí la
punta, la pasé por sus labios sin llegar a profundizarlos; al ver que el jugo
mezclado empezaba a derramarse hacia el sofá, recorrí con mi lengua sus labios
dejándolos secos. Mirándola llevé a la boca el trozo de fresa que había tocado
su piel. Cogí el bote de nata para echárselo por la parte interna de sus muslos
hasta finalizar en su sexo haciendo pequeños dibujos.
Cuando terminé de lamerlo todo, simulé con mi lengua un
anticipo de lo que le esperaba. Entonces, me agarró del pelo y con un gemido
ahogado sentí su fluido dulzón y ácido.
Le mordí la ingle, lo que provocó su carcajada;
introduje mi lengua lo más profundo que pude. Cuando vi que ya no podía más, me
paré escuchando su gemido de protesta conforme su espalda se arqueaba.
Miró con sensualidad mientras se levantaba para que me
sentase en el sofá, fue despojándome la ropa. Nada más terminar de dejarme
desnudo, me empujo dejándome sentado, se posicionó entre mis piernas, con ansias
aferró mi miembro y lo untó de nata. Con lengüetazos fue quitándome todo sin
miramientos, tragándosela hasta el fondo. Solo veía sus coletas moverse, mi
atributo se perdía en su boca. Sujeté cada una de ellas, así comenzó un vaivén
frenético. Estaba a punto de correrme, mis gruñidos lo indicaban, el problema
fue que estábamos tan concentrados en el momento, que no escuchamos la puerta.
De pronto, toda libido se fue al garete tras ver a sus padres que llegaron sin
avisar, sin hacer ningún ruido.
Desde entonces nada es lo mismo; Parecemos Romeo y Julieta.
Prohibieron que la vea… De todas maneras, tenemos planeado irnos a vivir a la
universidad juntos, muy pronto.
Lo que hace una fantasía, al final, de una forma u otra,
todo se cumple.
Hola, hola. Muchísima gracias por compartir mi relato, es todo un honor que me hayas hecho un hueco en vuestra magnífica revista.
ResponderEliminarY ya que estamos en vísperas navideñas 🎄 querría felicitar a todos/as los/as lectores/as y que disfruten de estas fiestas.
¡Feliz Navidad!
Un saludo picarón 😘