Relato Ampliado
El Ascensor
de Sonia López Souto
1
El ascensor
está abarrotado pero aquella mujer se empeña en entrar en él, empujando al
resto de nosotros. El chico que se había posicionado delante de mí minutos
antes, se aprieta ahora contra mí sin poder evitarlo.
-Lo siento -murmura sin mirarme en ningún momento.
Me remuevo un
poco pero eso sólo empeora las cosas. Ahora lo tengo de frente, mi pecho contra
el suyo.
-Perdón -murmuro entonces yo.
Él me mira y
ambos sonreímos. Y por más extraño que parezca, en cuanto mis ojos se posan en
los suyos, tan verdes, no me siento para nada incómoda con su cercanía.
-¿Es siempre
así? -me pregunta.
-¿Eres nuevo
aquí?
-Este es mi
primer día -asiente.
-Una
recomendación -bajo el volumen de mi voz por lo que tiene que acercarse más a
mí- Entra al menos quince minutos antes y no tendrás problemas.
-¿Tú no sigues
tus consejos? -alza una ceja divertido.
-Hoy me retrasé
un poco -me encojo de hombros.
Las puertas del
ascensor se abren y la carga se aligera un poco. Podemos poner algo de
distancia entre nosotros y me sorprendo a mí misma pensando en que hubiese
preferido continuar cerca de él.
-Me llamo
Rodrigo -me ofrece su mano.
-Helena -la
enredo con la mía y vuelve la sensación de que ese contacto es lo que quiero.
Por un momento,
ninguno de los dos libera su mano. Oímos cómo la puerta del ascensor se abre de
nuevo y más gente baja. Pero ninguno se mueve, nuestras miradas enfrentadas y
las manos todavía enlazadas.
Finalmente
rompemos el contacto visual y mi mano se desliza de la suya. Siento el vacío
que su ausencia provoca en mi piel y aprieto el puño mientras mis dientes
atacan mi labio inferior.
Noto sus ojos
fijos en mi boca y lo miro. Sus pupilas están dilatadas y casi puedo imaginar
que las mías se encuentran en el mismo estado aunque no pueda verlas. Ni
siquiera recuerdo que estamos en un ascensor y que hay gente a nuestro
alrededor. Yo sólo lo veo a él.
-¿Te gustaría
tomar algo conmigo después del trabajo? -me dice- ¿O estoy siendo demasiado
atrevido para ti?
-Me encantaría
-respondo sin pensarlo.
Una sonrisa
ilumina su rostro y creo que podría morirme en ese momento. Moriría feliz,
desde luego.
-Esta es mi
planta -me apresuro a salir. Las puertas ya se cierran.
-En la entrada
-alcanzo a oír antes de que terminen de cerrarse.
Y me paso toda la
mañana pensando en lo increíble que será reencontrarme con Rodrigo a la salida.
Este podría ser el inicio de algo importante. Al menos esa es la sensación que
he tenido y quiero saber a dónde me llevará.
Hace años que
no me intereso por un chico después del desastre de mi última relación. Rodrigo
es el primero que consigue que me ilusione por tener una cita con alguien en
todo ese tiempo. Y aunque debería sentirme preocupada por si algo no sale bien,
estoy un poco desentrenada, estoy ilusionada porque la mañana termine rápido
para reencontrarme con él.
Ni siquiera el
estúpido de mi jefe logra amargarme hoy. Por más que se comporte como un
miserable conmigo, como cada día, la sonrisa no desaparece de mi rostro en
ningún momento. Hoy soy feliz y lo demás no me importa.
Durante el
descanso siento la tentación de buscarlo pero no sé en qué departamento trabaja
así que me trago las ganas de verlo junto con el café y la magdalena. Me
conformo con saber que me estará esperando a la salida. Ya falta menos.
-No olvides
terminar la presentación para mañana, Helena –me dice mi jefe una hora antes
de nuestro horario de salida– Yo me voy ya. La quiero en mi mesa a primera
hora de la mañana.
-Ahí la tendrás
–le respondo conteniendo la rabia. Siempre se marcha antes dejándome con todo
el trabajo y por supuesto, siempre se lleva la gloria después.
Cuando llego a
la calle, voy con retraso. La esperanza de que Rodrigo me haya esperado se ha
ido media hora después de que la hora de salida haya pasado. Seguramente ha creído
que le he dado plantón y eso me hace odiar todavía más a mi jefe. Estúpido.
Salgo echa una
furia y ni siquiera miro por donde ando. Necesito irme a casa y darme un buen
baño de espuma para relajarme. La tensión puede conmigo en estos momentos.
-Helena –me
llaman.
Me giro hacia
el lugar de donde proviene la voz y siento que mi día acaba de cambiar de nuevo
en cuanto descubro que es Rodrigo. Me ha esperado toda una hora. Y no parece
para nada enfadado, porque me está regalando una increíble y perfecta sonrisa.
-Creí que ya no
estarías aquí –me disculpo en cuanto llega junto a mí.
-No te vi
salir, así que supuse que te habías retrasado con algo –me mira intensamente y
me derrito por dentro– Tenía muchas ganas de verte de nuevo.
No sé qué
decirle, pero parece que no necesita que lo haga porque me toma de la mano y
comenzamos a caminar juntos. No sé a dónde me lleva, pero no me importa. Quiero
disfrutar de lo que el contacto de su mano enlazada con la mía me está
provocando. Si para ello debemos caminar por horas, no diré nada. Simplemente
sentiré.
Ninguno de los
dos dice nada mientras seguimos andando. Lo he pillado mirándome varias veces
ya y siempre terminamos sonriéndonos como dos tontos. Aún así, el silencio
continúa presente. Ninguno de los dos se decide a romperlo.
-Es aquí – me
dice finalmente cuando llegamos a una pequeña cafetería de la que no tenía
constancia hasta ahora.
Entramos y me
quedo impresionada de lo bonita y acogedora que se ve. Siento la mano de
Rodrigo presionando mi espalda para que avance hacia una de las mesas y se lo
agradezco mentalmente. No habría podido dar un paso más, embobada como estoy
con la decoración del lugar.
-¿Te gusta? –su pregunta me hace reaccionar.
-Es precisa –le sonrío.
-Es de mi
hermana –me devuelve la sonrisa– Hace un par de meses que la abrió.
-Muy bien –bromeo con él– Llevando nuevos clientes al negocio familiar.
Me pone un poco
nerviosa pensar que pueda conocer a su hermana también, pero la sonrisa que me
dirige mientras se sienta frente a mí después de ayudarme con la silla, me
tranquiliza. Siento que con él todo irá bien.
-Rodri. ¡Qué
alegría se llevará tu hermana cuando sepa que estás aquí! –la camarera le
sonríe y me da la espalda mientras habla– Hacía ya varios días que no te
dignabas a visitarnos. Te echábamos de menos.
Puedo
imaginarme cómo hace un mohín después de esa frase. Elevo mis ojos al cielo y
cuando mi vista regresa a Rodrigo, lo veo sonreír. Creo que me ha visto hacer
el gesto y le resulta divertido. Mientras la muchacha continúa hablando, nuestras
miradas siguen conectadas. Ni siquiera sé si la está escuchando. Yo no, desde
luego.
-¿Rodri? –la
insistente voz de la chica rompe nuestro contacto visual.
-¿Qué?
-Te preguntaba
si te pongo lo de siempre –parece molesta ahora.
-Sí –Rodrigo
me mira antes de hablar- ¿Tú qué quieres?
-Un café con
leche, con extra de leche, por favor.
-Eso es todo,
Clara. Gracias.
-Creo que le
gustas –le digo en cuanto se marcha.
-A mí me gustas
tú.
2
Su sinceridad
me provoca un sonrojo intenso. El encuentro en el ascensor me dejó con ganas de
saber más de él y de profundizar en los sentimientos que despertó en mí, pero él
ha sido más directo. Supongo que no debería extrañarme. En el fondo, sé que a
mí también me gusta.
-Eso ha sido…
-No voy a
negarlo –me interrumpe– Me has dejado impresionado. No he podido parar de
pensar en ti en toda la mañana. Ni siquiera me importó esperar por ti una hora.
Habría esperado mucho más si…
La llegada de
una nueva camarera, o eso creo yo, con nuestros cafés interrumpe lo que quiera
que estuviese a punto de decirme. Aunque puedo hacerme una idea. Una idea que
creo compartir. Rodrigo se levantar para besarla en ambas mejillas y supongo
que es su hermana, aunque no he podido verle la cara todavía porque él la tapa.
-Rebeca –Rodrigo lleva una mano hacia mí para ayudarme a levantarme– quiero presentarte
a Helena. Nos conocimos hoy en el trabajo.
-Encantada.
En cuanto
nuestras miradas se cruzan, mis ojos se abren tanto que creo que se me saldrán
de las órbitas. Tengo delante de mí a una versión en femenino de Rodrigo.
Escucho sus risas mucho antes de oír hablar Rebeca.
-Somos
mellizos, si te lo estás preguntando –me dice con una sonrisa idéntica a la de
su hermano.
Los miro a
ambos varias veces y si hubiesen sido del mismo sexo estaría en serios
problemas para diferenciarlos. He conocido a otros mellizos y ninguno de ellos
se parecían tanto. Cuando por fin reacciono, les sonrío.
-Bueno, sólo
hace falta veros un segundo para llegar a esa conclusión –extiendo mi mano
hacia Rebeca para saludarla– Mucho gusto.
Ella ignora mi
mano y me abraza. Me da dos besos como ha hecho con su hermano y la imito por
inercia. Es una muchacha muy abierta y tiene un desparpajo que no te deja indiferente.
Con su personalidad está claro que le irá genial en el negocio.
-Es la primera
vez que mi hermano me presenta a una chica a la que acaba de conocer –por lo
que veo que son igual de directos– Algo me dice que tiene cierto interés
oculto en esto. Puedo darte consejos sobre él. Si me pasas tu número…
-Rebeca –se
ríe él interrumpiéndola, aunque noto cierto tono rojo en sus mejillas. Muy
tenue, eso sí– No la agobies. No vaya a asustarse.
-No pretendía
hacerlo –ríe ella– Es buen chico, no le tengas miedo.
-No se lo tenía
hasta ahora –los miro a ambos.
-Y no debes
tenerlo –Rodrigo me sonríe– Pero yo me refería a mi hermana, no a mí.
-Tampoco le
tengo miedo –digo con una sonrisa.
-Debo irme,
tengo trabajo –suspira como si estuviese a punto de irse al matadero– Disfrutad
del café. Invita la casa.
En cuanto se
marcha, nos sentamos de nuevo y tomamos el café en silencio. Puedo notar la
mirada de Rodrigo sobre mí, pero no levanto la mía. Sé que está esperando a que
lo haga e intento ocultar la sonrisa que amenaza con escapárseme.
-Mi hermana es
muy directa –finalmente rompe el silencio.
-Se parece a ti
en eso –ahora sí lo miro.
-Se parece a mí
en muchas cosas –sonríe, recordándome que son mellizos.
-Cierto –miro a nuestro alrededor antes de hablar de nuevo- ¿Decoró ella la cafetería?
-Entre los dos.
Nuestros padres siempre nos han enseñado a perseguir nuestros sueños y éste es
el suyo –me explica– Yo le ayudé en lo que pude.
-¿Y cuál es tu
sueño?
-En este
momento, conocerte mejor –se muerde el labio y mi vista se prende en él,
incapaz de no hacerlo. Mi corazón se ha acelerado con su gesto.
-¿Y algo más…
digo menos…? –río. De repente me he puesto tan nerviosa que no soy capaz de
hablar con coherencia- ¿Algún otro sueño que no me implique?
-Ya tengo todo
cuanto necesito. Menos a la persona con la que compartirlo.
Mi corazón se
ha parado. Tiene que ser eso porque no lo siento. La intensa mirada de Rodrigo
me está dejando sin resuello y empiezo a sentir calor en mis mejillas. Siento
la tentación de abanicarme con las manos, pero me contengo para no hacer el
ridículo frente a él. Sin embargo, no puedo evitar que un pequeño gemido se
escape de entre mis labios cuando Rodrigo me sonríe.
-Vamos –se
levanta y toma mi mano.
Ni siquiera
hemos terminado nuestros cafés, pero parece que le ha entrado la prisa de
repente. No voy a protestar, salir fuera me vendrá bien para aliviar el calor
que tengo ahora mismo. Deja el dinero en la mesa y salimos fuera sin
despedirnos de nadie. Quisiera decirle que es una falta de respeto hacia su
hermana, pero una vez fuera me acorrala contra la pared del edificio de al lado
y me besa. No me lo esperaba para nada y tardo unos segundos en reaccionar. Al
parecer es suficiente para que él se separe y me mire nervioso.
-Tal vez no
debería haber…
En esta ocasión
soy yo quien lo interrumpe a él, besándolo de nuevo. No voy a dejar que crea
que me ha disgustado, porque no es así. Me encanta sentir sus labios contra los
míos y no pienso dejar pasar la oportunidad de saborearlos ahora que él ha dado
el primer paso. Cuando noto que me devuelve el beso, rodeo su cuello con mis
brazos para acercarlo más. No quiero que acabe nunca.
No sé por
cuánto tiempo nos besamos, sólo que nos separamos sin aliento y con los labios
muy inflamados. La sonrisa tonta baila en ambos y la mía se amplía cuando pasa
uno de sus dedos por mi boca.
-Me gustas
mucho –me dice– pero no quería besarte delante de mi hermana.
-No tienes que
explicarme nada –le digo.
-Claro que sí –acaricia ahora mi mejilla– Llevo años sin interesarme en ninguna mujer. Me
vuelve loco con eso a todas horas. Me busca citas que no quiero, me hace
encerronas con sus amigas, hasta lo intentó con Clara. No sabe dónde está el
límite. Si supiese que me gustas, no te dejaría en paz. Acabaría espantándote.
-No soy tan
fácil de asustar –le sonrío. Ahora me cae peor Clara, aunque ya no era de mi
agrado después de cómo me ignoró cuando llegamos a la cafetería.
-Eso espero –me rodea con sus brazos y se me olvida todo lo demás– porque te aseguro que te
acosará en cuanto descubra esto.
-¿Y esto es? –pregunto divertida, aunque en realidad tengo ganas de saber qué opina él de lo
que nos está pasando. Sé que le gusto mucho, pero no hasta que punto.
-Esto es… -parece pensárselo antes de continuar- ¿el inicio de algo importante?
Me quedo
anonadada al escucharlo decir eso porque es lo mismo pensé yo cuando nos
separamos en el ascensor esta misma mañana. Parece notar mi desconcierto porque
frunce el ceño y me mira como si me estuviese estudiando.
-¿He dicho algo
malo?
-Para nada –niego en cuanto logro reaccionar. Parece que estoy falta de reflejos desde que
lo conozco– Has dicho exactamente lo que yo he pensado esta mañana.
-Bien –sonríe
antes de besarme de nuevo.
Esta vez es un
beso dulce que pretende seducirme. O al menos yo caigo rendida ante él. Estaría
besándolo el resto de mi vida, si pudiese. Sus labios acarician los míos con
suavidad en un sensual movimiento que me nubla el sentido. Apenas noto como sus
manos recorren mi espalda lentamente hasta posarse en mi trasero de una forma
tan natural, que parece que perteneciesen a ese lugar. Sí lo hago cuando lo
aprieta y no puedo evitar reírme.
-No te cortes –le digo– Sólo estamos en plena calle, donde todos pueden vernos.
-Eso tiene
fácil solución –sonríe, toma mi mano y comienza a caminar.
-¿A dónde
vamos?
-Es una
sorpresa.
No me dice nada
más y me dejo llevar por él. En cualquier otro momento, con cualquier otra
persona, habría desconfiado. Pero no con Rodrigo. Por más extraño que resulte,
iría con él al fin del mundo.
3
Me lleva de
regreso al edificio donde trabajamos pero lo sobrepasa sin detenerse, hasta
llegar al que supongo es su coche. Como todo un caballero me abre la puerta
para que entre. Se lo agradezco con una sonrisa y me besa antes de cerrar.
Conduce durante
al menos media hora en medio del caótico tráfico que hay a esta hora en la
ciudad. No hemos elegido el mejor momento para coger el coche. Ese es uno de
los motivos por los que yo siempre voy andando al trabajo.
-Esto es
desesperante –digo, mirando por la ventanilla.
-A mí no me
molesta –lo miro y está sonriendo– Me gusta conducir.
-Yo voy andando
a todas partes. Y si está lejos, en transporte público.
-Cuidando el
medioambiente –me sonríe de nuevo– Deberíamos seguir tu ejemplo.
-Cada uno hace
lo que puede –me encojo de hombros– Yo desperdicio agua dándome baños de
espuma.
-Eso me
encantaría verlo –me mira por un segundo antes de regresar su atención a la
carretera.
-Tal vez –digo
mirando por la ventanilla, después de unos minutos en silencio– Algún día.
-Te tomo la
palabra, Helena –mi nombre suena tan bien en su boca que siento escalofríos
por todo el cuerpo.
Llegamos a una
calle sin salida que desemboca en una plazoleta que preside varios bloques de
pisos, todos idénticos. Supongo que estamos en su casa y aunque debería
sentirme nerviosa, no lo estoy en absoluto.
-Creo que
debería haberte preguntado primero –me dice, con las manos todavía en el
volante y sin mirarme.
-Te hubiera
dicho que sí.
Me mira y antes
de que pueda prever su próximo movimiento, me está besando de nuevo. No voy a
protestar por lo incómodo del lugar porque sus labios son lo suficientemente tentadores
como para olvidar que estamos en un coche y que el espacio es mínimo para
movernos con libertad.
Entramos en el
ascensor y ambos sonreímos. Supongo que está pensando en lo mismo que yo. En
uno nos conocimos. Y aunque fue esta misma mañana, casi parece que ha pasado
toda una eternidad. Se coloca frente a mí y sujeta mi cara con sus manos.
-Desde ahora,
veré los ascensores con otros ojos –me dice– No sabes cómo deseé besarte esta
mañana, sin importarme que pudiesen vernos.
-Ahora nadie
nos ve –sonrío segundos antes de que me bese. Ambos lo estábamos deseando.
Me permite
pasar en primer lugar y se mantiene a mi lado, expectante. Supongo que espera
ver mi reacción ante su apartamento. Debo admitir que es impresionante. Está decorado
con gusto y me encanta el concepto abierto del mismo. Desde la entrada se puede
ver todo el piso.
La cocina a la
derecha, separada del salón con una barra americana de hermoso mármol negro.
Los sofás del salón orientados hacia los grandes ventanales y a una pantalla de
enormes dimensiones que se encuentra colgada entre ambos. Me pierdo por un
momento en las hermosas vistas. Jamás creí que desde un edificio como éste se
pudiese ver toda la ciudad. Asombroso.
Recorro el
espacio observándolo todo con ojos críticos, pero no encuentro nada que me
disguste. Cuando llego a una de las estanterías que hay entre dos puertas, veo
docenas de fotos. Puedo distinguir entre ellas a Rodrigo con su hermana. Hay
una pareja mayor, que supongo son sus padres.
Rodrigo se
sitúa detrás de mí y me abraza. Apoya su cabeza sobre mi hombro y cierro los
ojos por instinto. Su cercanía me hace sentir ingravidez, tal cual como si
volase estando en tierra. Toda una contradicción, pero que me encanta.
-Mis padres –dice señalando la foto que he estado mirando– Y estos de aquí son mis primos y
mis tíos. Estos otros son mis amigos. De la infancia, de la universidad. Hay un
poco de todo.
-Tienes una
gran vida social, por lo que veo –me inclino hacia él y me sostiene.
-Antes más que
ahora –besa mi cuello- ¿Tienes hambre?
Supongo que es
su forma de terminar la conversación. No me molesta, después de todo, acabamos
de conocernos. Y aunque sienta como si llevásemos años juntos, no es así. Poco
a poco, me digo.
-Estoy famélica
–le digo girándome hacia él- ¿Cocinarás para mí?
-Me ayudarás –sonríe– Es más divertido entre dos.
Después de
inspeccionar su despensa para decidir qué cocinar, colocamos en la encimera
todo lo que necesitamos. Rodrigo me deja un delantal que pone El cocinero más sexy y tiene la imagen
de un hombre bastante musculado. Él se pone otro completamente rosa, que no
quiere decirme cómo lo ha conseguido. Las risas inundan el apartamento.
-Algún día te
contaré su historia –me dice después de insistirle por enésima vez– Ahora
terminemos con esto.
Besa mis labios
con apenas un roce, que me deja deseando más, antes de manchar de harina mi
nariz. Cuando me limpio con el dorso de la mano, olvidando que las tengo llenas
de esa misma harina, me ensucio todavía más. Rodrigo se ríe y yo le doy un
empujó con la cadera.
-Malvado –bromeo con él- ¿Es así como conquistas a las mujeres? Te debe ir de pena.
-Para nada –se
acerca a mí– A las mujeres las conquisto así.
Sujeta mi cara
con sus manos todavía sucias y me besa. Ya no me importa si me mancha o no,
sólo sus labios sobre los míos. Agarro su camiseta para no caerme cuando se
mueve conmigo hasta que mi espalda topa con la encimera. Me vuelve loca con sus
besos.
-Será mejor
continuar con la comida –me dice, separándose de mí a duras penas– O acabaré
por comerte a ti.
-No me
importaría –le sonrío, siento palpitar mis labios– pero mi estómago empezará
a protestar de un momento a otro.
-Vamos.
Terminemos con esto –se acerca a mí y me susurra al oído – Yo ya sé que quiero
de postre.
Un escalofrío
recorre mi columna vertebral y mi rostro se colorea. No es que yo no lo haya
pensado, pero que lo diga lo hace más real. Y por más que debiera estar
preocupada por la rapidez con que vamos, sólo puedo ansiar que termine la
comida. Después de tantos años sin sentir pasión por nada ni por nadie, Rodrigo
es un soplo de aire fresco en mi vida. Lo disfrutaré mientras dure, he
aprendido la lección.
Durante la
comida hablamos tranquilamente. Rodrigo me cuenta sobre su trabajo como
publicista en la empresa. Ahora comprendo por qué tiene tan buen gusto
decorando. Hay que ser muy artístico para trabajar en publicidad.
Lo escucho
embelesada hablar de su puesto. Se ve que le encanta lo que hace, porque hay
pasión en cada una de sus palabras. Seguramente por eso lo han contratado. Yo
lo habría hecho si estuviese en Recursos humanos y me hablase de ese modo. No
puedo dejar de mirarlo con una sonrisa en mis labios.
-¿Qué? –se
interrumpe al ver mi expresión de jovialidad.
-Me encanta
oírte hablar de tu trabajo –me encojo de hombros– Le pones pasión.
-Soy muy
pasional –ahora me mira intensamente y me sonrojo. Sé que está insinuando.
-¿Hora del
postre? –intento bromear, pero por la forma en que reacciona, creo que no me
ha salido tal y como pretendía.
Antes de que
pueda procesarlo, está junto a mí levantándome de la silla para rodearme con
sus brazos. Su boca atrapa la mía y me dejo llevar por lo que me provoca. Ciertamente
ha llegado la hora del postre.
4
Todavía no
puedo creer que Rodrigo y yo estemos yendo a casa de sus padres para
conocerlos. Hace poco más de seis meses que estamos oficialmente saliendo
juntos y no ha dejado de insistir en presentármelos desde el primer día. Y si
no acepté antes, fue porque el trabajo me ha mantenido totalmente estresada.
Quería estar tranquila cuando llegase el momento para poder disfrutarlo como se
merece la ocasión.
Algunos dirían
que vamos demasiado rápido, que es una locura que ya estemos viviendo juntos,
que no debería ir a conocer a sus padres todavía, pero nada de eso nos importa.
Somos felices.
Rodrigo es todo
cuanto he estado buscando toda mi vida. Me comprende y me complementa. Hace de
mis días algo especial. Siempre me está sorprendiendo y nunca me canso de sus
locuras.
Por supuesto
que discutimos a veces, eso es inevitable. Es parte de la convivencia, pero
siempre logramos arreglarlo. Así se forjan las relaciones y así se fortalecen.
No hay nada que no podamos lograr si estamos unidos.
Recorremos el
camino de entrada con nuestras manos enlazadas. Sus padres nos están esperando
junto a la puerta de entrada. Puedo ver su sonrisa desde la distancia, se ven
tan emocionados como yo. Rodrigo aprieta mi mano y lo miro.
-Te van a
adorar.
-Si lo dices
para que no esté nerviosa –sonrío– No lo estoy.
-Yo soy el que
está nervioso, amor –se acerca y me besa fugazmente – Pero saber que tú no, me
tranquiliza un poco.
-Tonto – río.
-Mamá, papá –
los besa en ambas mejillas. Hace tiempo que aprendí que en su familia son muy
cariñosos – Os presento a Helena.
-Ya era hora,
hijo – lo interrumpe su madre, dándome un abrazo – Me llamo Ana, pero puedes
llamarme mamá si quieres. Para mí sería un honor. Bienvenida a la familia,
Helena.
-Gracias –
acierto a decir. Como sus hijos, Ana es muy directa.
-Marcos – me
sonríe su esposo antes de darme dos besos – Bienvenida, querida. Puedes
llamarme papá también, si gustas.
Rodrigo me rodea
con su brazo para entrar en la casa. Besa mi mejilla cuando nadie nos ve,
aunque tampoco habría importado que lo hiciesen. Ya soy, formalmente y a todos
los efectos, su novia oficial.
-¿Hemos pasado
de los besos apasionados a un ligero roce en la mejilla, corazoncito? –bromeo
con él.
Un pequeño
grito se escapa de mi boca cuando me empuja hacia un pasillo que da a un par de
puertas. ¿He mencionado que la casa es enorme? Pues lo es. Cuando intento
protestar por lo brusco que ha sido, me acorrala contra la pared y me besa. No,
no me besa, asalta mi boca hasta que me deja jadeando y con el corazón a mil.
-¿Mejor así,
corazoncito? –me da un toque en la nariz con su dedo.
-Puedes repetir
cuando quieras –río, todavía sofocada.
-Lo tendré en
cuenta –toma mi mano y me arrastra con él hacia el comedor, donde ya nos
esperan sus padres.
Si notan lo que
ha sucedido entre nosotros, tienen el tino de no decir nada. Paso mi lengua por
los labios disimuladamente, como si eso pudiese solucionar el problema. Rodrigo
ríe por lo bajo y golpeo sus costillas con mi codo.
-Así no te
ganarás otro beso de esos –me susurra en el oído cuando me ayuda con la silla.
Como no puedo
contestarle como me gustaría porque ya se ha sentado en su lugar, le saco la
lengua. La sonrisa que esgrimen sus padres me indican que esta vez sí lo han
visto y me sonrojo. Al menos no parecen molestos por mi infantil gesto.
-Bien, Helena –me dice Ana– cuéntanos algo de ti.
Y así comienza
un poco sutil interrogatorio por parte de sus padres, que dura toda la comida.
Aún así, no me importa contestar a cada pregunta. No tengo nada que ocultar y
ellos parecen encantados con cada cosa que descubren de mí. Por supuesto,
también me relatan historias divertidas sobre unos mellizos traviesos e
inquietos, que me hacen reír hasta que me duele el estómago.
-Te dije que
mis padres te adorarían.
Rodrigo y yo
estamos paseando por los jardines traseros. Esta casa es inmensa. Y resulta que
su familia es rica, un dato que olvidó comentarme mi maravilloso novio. Pero
tampoco me importa. Casi lo prefiero así, porque lo amo a él por cómo es, no
por lo que tiene. Ignorando ese hecho, nadie puede acusarme de estar con él por
interés.
-Yo ya lo sabía
–río– Soy irresistible.
-Lo eres –me
detiene– Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
-¿Te vas a
poner sensiblero ahora? – acaricio su mejilla. Adoro cuando se pone así, aunque
me meta con él por ello.
-Siempre – me
sonríe – Ya lo sabes.
Me besa con
suavidad, demorándose en saborear el momento. Yo me dejo guiar por él, mientras
mis manos descansan en su cintura. Me gusta cuando me besa así. Y cuando lo
hace con pasión. En realidad me encanta que me bese. Como he dicho infinitud de
veces, podría estar besándolo por toda la eternidad.
-Te quiero,
Helena –roza su nariz con la mía– Me haces feliz.
-Yo también te
quiero.
Poso mis labios
sobre los suyos por un segundo pero él me atrapa y profundiza el beso. Ya no es
tan tierno como el primero y mis manos vuelan hasta su pelo para mantenerlo
cerca de mí. Me deja sin respiración pero no me importaría morir ahogada si es
con él. Y por él.
Han sido seis
meses de amor intenso que se inició en un ascensor. Y cada día que pasa, crece
más y más. Nunca fui tan impulsiva como lo estoy siendo con Rodrigo, pero cada
vez que cometemos una nueva locura, demostramos que podemos con ello y que lo
nuestro no es cosa de unos pocos días. Yo lo quiero en mi vida para siempre.
-Ven –toma mi
mano y me lleva con él hasta una hermosa pagoda que hay en medio del enorme
jardín.
-¡Qué bonita! –le digo admirando las vistas desde ella– Tus padres han creado un paraíso
aquí.
-Es su paraíso
personal –sonríe cuando le miro– Me encantaría formar nuestro propio paraíso
juntos. ¿Qué me dices?
-¿Cuándo
empezamos?
-Espero que muy
pronto –me dice colocándose sobre una de sus rodillas frente a mí. Saca una
pequeña caja negra de su bolsillo y la coloca frente a mí mientras la abre-
¿Quieres casarte conmigo, Helena?
-Rodrigo –llevo mis manos a mi cara para ocultar lo que su propuesta me ha causado. No
puedo cerrar mi boca, de la sorpresa. No me lo esperaba para nada.
-Puede que
digan que es muy pronto, que nos estamos precipitando –me dice desde su
posición. No ha de ser muy cómoda pero no protesta– Pero yo sé lo que quiero.
Lo que quise desde que te vi por primera vez en aquel ascensor. Te quiero a ti
en mi vida. No por unos meses ni por unos años. Te quiero para siempre. Y no
veo motivo para esperar, si ambos sentimos lo mismo, ¿no crees?
Siempre me
sorprende con sus confesiones porque tiene el don de decir justamente lo que yo
pienso también. ¿Qué importa si nos precipitamos? Yo estoy segura y él también.
Lo demás lo solventaremos en cuanto se presente. Como hemos estado haciendo
desde hace seis meses.
-Lo creo –lo
ayudo a levantarse– Y me casaré contigo, Rodrigo. Te quiero en mi vida
también. Hoy y siempre.
Me coloca el
anillo y nos besamos. Sabe a promesas futuras. A una vida en común llena de
emociones y de sentimientos. Y a amor, mucho amor. Porque por más que el mundo
no nos crea preparados, yo sé que lo estamos. Juntos, podremos con todo.
Final
Siempre un final feliz... me encanta!!!
ResponderEliminarLos chicos de Sonia siempre son "perfectos" y es fácil enamorarse de ellos ;)
Me alegro de que te guste. Ya sabes que yo soy 100% romántica :)
EliminarMuy bonito, te quedas con ganas de saber más, gracias!
ResponderEliminarGracias a ti por leerlo :)
EliminarHermosa historia
ResponderEliminarGracias :)
EliminarHermoso :3 ... A veces no es cuestión de tiempo sino de saber que así como amas eres correspondida, bueno, esa fue para mi la moraleja, jeje :)
ResponderEliminarUna buena moraleja :)
EliminarMe ha encantado
ResponderEliminarMe alegro :)
EliminarQue hermoso escribes Sonia, te admiro mucho! ��
ResponderEliminarGracias :)
EliminarQue linda historia! Y es verdad, hay parejas que duran hasta tres años y no estan seguros de dar el paso
ResponderEliminarNo todas las historias de amor van rápido. Algunas necesitan más tiempo para afianzarse :)
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